Resumen de los publicado: La noche del 10 al 11 de mayo, a Sauron se le terminan de hinchar las pelotas y envía a los nasgul, los orcos y todo lo gordo contra los hobbits. Éstos se defenderán con inusitada valentía y pericia, y esa batalla nocturna lo cambiará todo. Ni los enanos, ni sus aliados y en el fondo jefes los Rojirrim, podrán a partir de entonces hacer como que la revolución de la Tierra Media no va con ellos y es cosa de pelaos sin importancia. En consecuencia, ellos, también, se alzan contra el Señor Oscuro, y le declaran la guerra abierta. A partir de ese momento, la revolución hobbit será pasto de logreros.
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A las siete y cuarto de la tarde de aquel día 11, se posa en Orly el avión que trae al primer ministro, Georges Pompidou, de un viaje por Irán y Afganistán. Inmediatamente se dirige al Hôtel Matignon, donde mantiene diversas y rápidas entrevistas con varios de sus ministros. A las nueve y cinco parte para el Elíseo.
Pompidou y De Gaulle permanecen juntos durante tres cuartos
de hora. Finalizada la entrevista, se anuncia una alocución televisada y
radiada para las once de la noche. A las diez y diez, está en la calle
Cognacq-Jay, en los estudios de televisión. A la hora convenida, está delante
de la cámara con gesto adusto: “Desde mi regreso, apenas hace tres horas, me he
reunido con todos los ministros competentes y después, después de haber
conferenciado con el Presidente de la República, y con su acuerdo, he decidido
que la Sorbona sea abierta libremente a partir del lunes, y los cursos dejados
en manos del rector y los decanos. Asimismo, a partir del lunes, la Corte de
Apelaciones podrá, de acuerdo con la ley, decidir sobre las demandas de
liberación presentadas por los estudiantes condenados. Estas decisiones están
inspiradas por una profunda simpatía hacia los estudiantes y por una confianza
en su buen criterio”. Pompidou, político nada exento de inteligencia, es,
probablemente, tan consciente de lo tarde y mal que llegan sus decisiones
conciliadoras, que termina su discurso con un nada optimista puisse chacun entendre mon appel.
Para entonces, todo el mundo en la política francesa ha
olido la sangre. Además, como es normal entre políticos, los signos de querer
negociar (que teóricamente es lo que se busca siempre en un conflicto) disparan
las ambiciones de los políticos veletas y básicamente exentos de ética para
estos temas que, por lo tanto, comienzan a trabajar inmediatamente en contra de
la solución. Así, los denominados republicanos independientes, dirigidos por un
político de convicciones escasas y ambición desmedida llamado Valery Giscard
d’Estaign, reaccionan denunciando la represión contra los estudiantes y
reclamando una comisión parlamentaria de investigación de la violencia
policial. Los centristas de Jacques Duhamel, al fin y al cabo más coligados con
la socialdemocracia, toman el mismo camino.
La UNEF Y el SNE Sup mantienen una reunión esa noche. Es más
que probable que en aquel encuentro se oyesen discusiones muy fuertes. En todo
caso, el encuentro se prolonga, signo de que no hay un acuerdo claro. De
madrugada, Jacques Sauvageot y Alain Geismar declaran a la prensa que valoran
el discurso como una apertura, aunque “subsisten las ambigüedades”.
El discurso de Pompidou es un gambito defensivo. Trata de
aprovechar las indudables incoherencias internas del movimiento de Mayo del 68.
Los ahora protohuelguistas han cifrado la vuelta a la normalidad en sus famosas
tres condiciones; condiciones que han sido básicamente aceptadas por Pompidou,
y de ahí la discusión. Porque Sauvageot, Geismar, Cohn-Bendit, todos, saben muy
bien que hay muchos mayos del 68 dentro de Mayo del 68, y que son mucho más que
esas tres condiciones. Y surge la duda
sobre si, ahora que han ganado, ahora que se les da lo pedido, sobre todo la
libertad de los detenidos, van a ser capaz de pararlos.
Y, además, están los sindicatos. Que han dado una orden, y
no se sienten concernidos por esta victoria.
El 12 de mayo es un domingo primaveral parisino más. Las
calles y jardines del centro repletas de gente normal, con una proporción nada
despreciable, para qué negarlo, de pollas pretenciosos. Así es París, la ciudad
de la Luz y de los Maleducados. En la Bourse du Travail, local de histórico
sabor sindical, se labora con intensidad para preparar la manifestación que los
sindicatos han convocado al día siguiente, lunes. La reunión estratégica
comienza a las 10 de la mañana. Allí están Alain Geismar, y Sauvageot (sólo al
principio; a Sauvageot, como a Rajoy, lo vence el sueño, y se tendrá que ir
pronto). Están las cúpulas parisinas de la CGT y la CFDT. Quizás el personaje
sindical más importante de la reunión sea el cegetista Aimé Albeher, presidente
del comité intercentros (diríamos nosotros) de la Renault. De lo que más hay,
lógicamente, es sindicalistas del campo educativo. Fuerza Obrera no está. FO,
por definición, no se sienta nunca con la CGT en la misma mesa. Les consultan
por teléfono.
Primera discusión (siempre es la primera): las pancartas que
se llevarán en la manifestación. La CGT no quiere ni oír hablar de banderas o
pancartas propias de los diferentes grupos de izquierda que se manifiestan con
los estudiantes. Lógico. Trotskistas y maoístas les están jodiendo un día sí y
otro también con su radicalismo revolucionario, y los sindicalistas no están
dispuestos a darles esa oportunidad en su propia manifestación. Además, los
comunistas saben que una manifestación de izquierdas sin pancartas es, by default, una manifestación comunista.
Los estudiantes, claro, no están de acuerdo. Además, argumentan, y no les falta
razón, que hace falta ser un poco pollas para decidir una medida que luego no
se va a poder imponer.
Otro escollo: presencia de los partidos políticos. La CGT
los quiere en la manifestación (nos ha jodido, siendo como es un sindicato
primo hermano de uno de ellos). La CFDT, no. FO, aunque sólo sea por joder a la
CGT, dice por teléfono que ni jartos grifa. La FEN también pone pies en pared.
Conclusión: los políticos pueden estar, pero a título personal.
Tercer problema: recorrido. La CGT, en una taimada
propuesta, propone evitar el Quartier Latin. La cosa es tan burda (es evidente
que, evitando el teatro de la protesta estudiantil, están intentando teñir el
movimiento de otro color distinto del que ha tenido hasta ahora), la UNEF
afirma que recorrerlo es conditio sine
qua non.
Con todo, el problema más gordo se plantea al discutir la
forma de la manifestación. La UNEF y el SNE Sup quieren una manifestación
universitaria y otra obrera, que se juntarán a partir de un punto. Aquí es la
CGT la que se planta: una sola, o nada. La UNEF propone que sean dos cortejos,
pero saliendo de sitios muy cercanos; se habla de la Gare du Nord y la Gare de
l’Est. La negativa de la CGT dura hasta el almuerzo. Tras la pausa, finalmente,
acepta que los estudiantes tengan un mitin delante de la Gare de l’Est, y luego
se unan a los obreros en la plaza de la República.
Pero los problemas no terminan ahí. ¿Quién irá al frente de
la manifestación? Dos representantes de cada organización presente en la
reunión. Los cegetistas, de repente, solicitan a la UNEF que garantice que
ninguno de sus dos representantes vaya a ser un “indeseable”. La UNEF pregunta:
¿qué indeseables? Y la CGT responde: “no hubiésemos querido tener que dar
nombres; pero, ya que lo pregunta, no queremos a Daniel Cohn-Bendit en la
cabeza de la manifestación”. Sólo se salvará ese escollo gracias a los buenos
oficios de los otros sindicatos frente a la CGT.
Sindicatos y estudiantes han tardado ocho horas en negociar
las condiciones en las que se van a manifestar juntos. Ocho horas. Cuando comiencen
las movidas en las fábricas y los estudiantes vayan allí a solidarizarse con
sus “compañeros obreros”, y se encuentren con que esos compañeros los tratan
como una mierda, se preguntarán por qué. Si sus dirigentes les hubiesen contado bien el desarrollo de la reunión de la Bourse
du Travail, tal vez lo habrían entendido.
La CGT es clara perdedora de esa reunión. En buena medida, a
causa de su soberbia sindical. No se ha preocupado demasiado de buscar puntos
de encuentro con los otros sindicados, arrastrada por su orgullosa condición de
líder del mundo obrero francés, y eso le ha supuesto quedarse sola demasiadas
veces frente a los obstinados líderes estudiantiles.
Durante la mañana de ese domingo, Pompidou ha recibido al
rector y los decanos de las universidades parisinas para estudiar la reapertura
de las facultades. Tiene sobre su mesa una carta del ministro Peyrefitte en la
que le comunica su dimisión; claramente, el ministro de Educación se siente
desautorizado por su jefe con la medida tomada. Pompidou le comunica, esa
mañana, que no la acepta. El Procurador general de la República, asimismo, ha
hecho liberar a buena parte de los estudiantes detenidos; el resto, los que
fueron condenados de urgencia el domingo anterior, pasarán el lunes a la Corte
de Apelaciones, y se da por seguro que serán también liberados.
El lunes, día 13, a las ocho y media de la mañana, abren las
puertas de La Sorbona. Los estudiantes, inmediatamente, ocupan el edificio,
montan mil y una asambleas (en algo habrá que entretener a los siete u ocho
millones de jóvenes españoles que les acompañan) y eligen un comité de
ocupación.
También, recordemos, el día 13 es el de la huelga general.
La cosa, a primera hora de la mañana, parece funcionar, y París amanece a medio
gas, por decir algo. En términos generales, como por otra parte suele ocurrir
siempre o casi siempre, la huelga general triunfa básicamente en los servicios
públicos: trenes, cercanías, metro, aunque también es cierto que las empresas
se las ingenian para hacer circular un porcentaje relativamente relevante de
unidades. La industria es otra cosa. El oeste, suroeste y en la zona de los
Alpes, se puede pensar en éxito de la huelga en la industria privada; no así en
el resto de Francia. En el sector privado parisino paran Manolo y el de la guitarra (españoles, por
supuesto).
A la una de la tarde, hay un huevo de estudiantes
concentrado frente a la Gare de l’Est, el lugar designado para su mitin y
salida de la manifestación.
Comienza el mitin. Jacques Sauvageot hace lo que tiene que
hacer, no hay otra; a pesar de que supongo que sabrá, en ese momento, que ese
movimiento clava en la tierra el primer mojón del camino que llevará al
divorcio entre los estudiantes revolucionarios y esa mayoría silenciosa de lo
que ellos consideran “burgueses”, cuya simpatía, más o menos confesada, hacia
el movimiento estudiantil ha sido uno de sus principales avales, si no el
mayor. Ante la realidad de que el Gobierno ha aceptado las condiciones que
ellos mismos pusieron para ir a la normalidad, la UNEF pone otras. La movida en
la universidad continuará para “conseguir las discusiones políticas en el seno
de la universidad, y la dimisión del ministro del interior y del prefecto
Grimaud”. Interviene Cohn-Bendit, derrochando pragmatismo como acostumbra:
“para luchar contra el régimen capitalista, no hay sino un arma: la acción
directa en la calle. La huelga general no es una herramienta de apoyo, sino una
herramienta de clase para derribar el capitalismo”. Anuncia la creación de un
Tribunal Popular que juzgará la labor de los policías. Los dos líderes estudiantiles, pues, le envían a la sociedad francesa un mensaje claro: no van a pactar. Se les ofrecen las tres condiciones, y ponen otras tres. Y, si les dan esas tres, exigirán que todos los cojos de Francia tengan un iPad; y, si se lo dan, exigirán un puente entre Lyon y Tegucigalpa. Esta sensación acabará por ser fundamental cuando, días mediante, el Gobierno francés reaccione de forma inesperada para los revolucionarios.
A eso de las tres, los estudiantes llegan al punto de
reunión de la plaza de la República. Aquello es el caos. Líderes estudiantiles
y sindicales tardan media hora en encontrarse. La marcha comienza, guiada por
un extraño servicio de orden, amalgama de cegetistas y estudiantes que se
observan entre ellos con hostilidad. Un grupo de anarcosindicalistas pretende
entrar en la manifestación. Los cegetistas se lo impiden (ya se sabe, la
Historia lo demuestra y muy especialmente en España, que todo lo que los
comunistas quieren hacer con los anarquistas es fusilarlos at best). Finalmente, la CGT les deja pasar.
La manifestación “unitaria” lo es tanto que, al paso por la
Bourse de Travail, la sede sindical, los líderes estudiantiles montan un pollo
de la hostia porque los sindicalistas la tienen decorada con banderas
tricolores. Como digo, se monta la de Dios es Cristo: la bandera tricolor,
protestan los estudiantes, “es la de la reacción burguesa”… caramba. Suponemos
que es disculpable, teniendo en cuenta que, como estaban de movidas, no habían podido ir a clase el día que explicaron la Revolución Francesa.
Los estudiantes que se unen a la manifestación cuando pasa
más cerca de La Sorbona lo tendrán que hacer entre las gentes normales; la CGT
les niega lugar en la cabeza, como le niega a Cohn-Bendit el uso de los
micrófonos reservados a los dirigentes. Los estudiantes reaccionan, ya bien
entrada la tarde, petardeando el oficialismo sindicalista, y rompiendo, aquí y
allá, los cordones del servicio de orden (como poco, hay 150.000 manifestantes,
y eso no hay quien o controle), al grito de “¡Al Elíseo”, que animan los
militantes anarquistas y maoístas (extraña coalición ésta…).
La movida termina en el campo de Marte, a los pies de la
Torre Eiffel. Ahí, en las intervenciones de rigor, Jacques Sauvageot y Daniel
Cohn-Bendit inaugurarán una tendencia aun en boga hoy en día: la tendencia a
afirmar que a una manifestación a la que hayan ido más de treinta o cuarenta
mil personas es una manifestación “con un millón de asistentes”. Y se quedan
tan anchos.
La huelga general es un realtivo fracaso. Pero la manifestación es un éxito.
Es la gran victoria de Mayo del 68.
Es la gran victoria de Mayo del 68.
En un párrafo dices: "...(en algo habrá que entretener a los siete u ocho millones de jóvenes españoles que les acompañan)..."
ResponderBorrarA qué te refieres exactamente con eso? Igual me he perdido algo de algún otro post.
Gracias,
Nadie
No sé tú. Pero yo, me pongo a contar todos los españoles que, a lo largo de los últimos treinta años, han dicho que estaban en París en mayo del 68, y me salen entre siete y ocho millones :-DDD
BorrarAhora ya lo pillo :)
BorrarGracias!
Nadie