jueves, noviembre 23, 2023

Tairas y Minamotos (4): El principio del fin

Masakado el masacrado
La Hogen no Ran y el Alzamiento Heiji
Taira Kiyomori
El principio del fin
Minamoto Yoshitsune y la Guerra Gempei 



Kiyomori, de todas formas, no estaba cómodo en Kioto. Allí no era querido, y lo sabía. Por eso, nada más prevalecer en la rebelión Heiji, había decidido irse a su Pazo de Meirás particular, en la localidad costera de Fukuwara, en la zona de la actual Kobe. Cuando cesó como canciller cortó la mayoría de sus contactos con la Corte, aunque se mantuvo perfectamente informado a través de un CNI particular muy eficiente, sobre todo gracias al uso de un doble agente: Tada Yoritsuna, un miembro del clan Minamoto.

Llegado un momento, y tal vez como consecuencia de su enfermedad, Taira Kiyomori perdió el toque. Se convirtió en un tipo abonado al abuso de poder. Tenía cuatro hermanos, once hijos y cuatro hijas; necesitaba colocar a mucha gente, pues, y eso hizo que los Taira comenzasen una labor de desplazamiento de los candidatos de otras familias a cualquier puesto. Esto hizo que los Taira, en realidad, se emplazasen contra absolutamente todo el mundo. Con la tortura y ejecución de Saiko, además, los Taira habían pecado de sobrados. Se habían creado la enemiga de los monasterios y de los establecimientos religiosos, muchos de los cuales, como ya os he contado, tenían sus propios ejércitos privados. Esta oposición religiosa pronto haría pinza con los propios Minamoto.

A finales del 1179, dos años después de que el escándalo Shishigatani hubiese humillado al maniobrero Go-Shirakawa, Kiyomori pareció sentirse con suficiente fuerza como para darle un golpe al Estado, más que dar un golpe de Estado. Él siempre había querido acabar con el sistema de emperadores enclaustrados, que tanto poder le otorgaba a su antagonista; y consideró que había llegado el momento o, tal vez, sintiéndose debilitado por su enfermedad, consideró que no podía esperar.

En diciembre de aquel año, Kiyomori se puso al frente de una tropa de centenares de soldados y caballeros, y partió de Fukuwara camino de la capital. Aquel año habían fallecido dos hijos de Kiyomori: Shigemori y la hija Mori-ko; su muerte había dejado en el limbo una propiedad, y Go-Shirakawa se la había apiolado. Kiyomori enclaustró al emperador enclaustrado en un palacio totalmente rodeado por su gente, y decretó el cese de diversos altos funcionarios de la Corte que consideró conectados con aquel latrocinio.

Es de suponer, esto hay que imaginarlo, que el joven Takakura, hijo de Go-Shirakawa y que, no se olvide, era formalmente el emperador, debió de plantearse si tenía posibles de darle un soplamocos a aquel cabrón. Pero, en todo caso, si se lo planteó, concluyó que no. En las primeras semanas del 1180, abdicó en la persona de su hijo Antoku, que entonces sólo tenía dos años de edad y que, no se olvide, era nieto de Kiyomori.

¿Era la cumbre del poder Taira? Los testimonios existentes indican que no tanto. En realidad, los Taira estaban perdiendo poder, sobre todo más allá de la raya de Kioto. Los amigos los estaban abandonando pues, al fin y al cabo, ellos se habían enfrentado con todo el mundo. En una sociedad, además, tan profundamente religiosa, la hostilidad de los monjes y monasterios no le hacía nada bien al clan. Para Kiyomori, la ascensión al trono de Antoku, más que la consecuencia del poder, era la última oportunidad de agarrarlo.

De todos los enemigos, ninguno peor ni tan motivado como los Minamoto. El clan samurái no perdonaba la muerte de Yoshitomo, decapitado como un ladrón y teniendo que soportar que su cabeza fuese expuesta al público.

El Minamoto entonces más cercano a Kiyomori era Yorimasa, un anciano ex soldado, y ex alto funcionario, que en el 1179, con 75 palos ya, había decidido tomar la tonsura. Yorimasa y Yoshitomo habían compartido bando en el 1156, cuando Kiyomori había aplastado la rebelión de Yorinaga. Sin embargo, en 1160, durante la rebelión Heiji, permaneció fuera del radar.

Kiyomori era completamente consciente de que su clan era el objetivo de mucha gente; por eso mantenía una red de espías tan nutrida. Sin embargo, aparentemente nunca sospechó de Yorimasa. Sin embargo, Yorimasa, en mayo del 1180, envió emisarios a los Minamoto en sus posesiones señoriales, así como a los monasterios que se consideraban insultados por el Taira, ofreciéndoles la posibilidad de participar en una gran rebelión.

Kiyomori supo de esta conspiración; pero, aparentemente, no estuvo bien informado de sus autores intelectuales. Reaccionó como se esperaba de él. Envió a centenares de soldados que tomaron Kioto, enjaretó a Go-Shirakawa para que no diese por culo, y ordenó el arresto del príncipe Mochichito, hijo del enclaustrado. En esto acertó, porque Mochichito era el candidato a emperador en cuyo nombre Yorimasa pensaba dar su golpe de Estado.

Mochichito salió echando leches de Kioto y se refugió cerca del Lago Biwa, en el monasterio de Miidera. Los monjes del monasterio, aunque estaban armados, pronto se revelaron como incapaces de proteger al príncipe, con lo que éste y Yorimasa tuvieron que salir de allí. Se fueron a la ciudad de Uji. Allí pararon a descansar, sintiéndose protegidos por el hecho de que la villa más cercana, Byodo-in era un señorío Fujiwara que había sido convertido en monasterio habitado por la misma orden, por así decirlo, que el de Miidera. Tras descansar, partieron hacia Nara, cruzando el puente de Uji que cruzaba el río del mismo nombre, cuando vieron, en la otra rivera, a la vanguardia de la tropa Taira.

Se planteó una lucha feroz. Yorimasa, que quería huir con el príncipe, fue alcanzado por una flecha, momento en el que urgió a Mochichito para que se abriese de allí cagando hostias. Sabiendo lo que le esperaba si era capturado vivo, allí mismo Yorimasa cometió sepuku. Mochichito, en todo caso, fue apresado, y ejecutado.

La mayor parte del mes de junio de aquel 1180 se pasó en la Corte tratando de saber algo cierto del príncipe Mochichito. La Corte era un hervidero de rumores, de los cuales el más fuerte parece ser el que decía que Kiyomori iba a secuestrar a su hijo Antoku y al emperador emérito Takakura, y que se los iba a llevar a Fukuwara, virtualmente secuestrados. En la mañana del 21 de junio, 26 días después de que Mochichito hubiera huido, llegaron mensajeros a Kioto informando de la triste suerte del príncipe y de Yorimasa. Horas después, Taira Munemori, el principal general de Kiyomori, hizo llegar un mensaje a la Corte informando de que los rebeldes habían sido masacrados en Byodo. Horas después, dos Taira más, Shigehira y Koremori, llegaron directamente de la batalla, y despertaron algunas dudas, pues lo único que se había encontrado de Mochichito era un cuerpo decapitado; y, sin rostro, la identificación final era imposible.

Una vez más, los Taira habían ganado; pero a cambio de generar una elevada hostilidad. Días después de haberse confirmado la muerte del príncipe, Kiyomori se llevó a Antoku a Fukuwara, en un gesto que, la verdad, nadie entendió en Kioto. No sabemos ni siquiera si aquel traslado pretendía ser permanente o provisional; quizá todo lo que pretendía Kiyomori era proteger a su nieto de ser atacado.

La procesión con el emperador y los dos emperadores eméritos se hizo con toda pompa, pasando en medio de un pasillo formado por miles de caballeros samuráis sobre sus caballos. Debió de ser un espectáculo impresionante.

Seis meses después, hubieron de volver. El clima en Fukuwara era extremadamente húmedo, y Takakura enfermó. Kiyomori hizo todo lo humanamente posible para no regresar, pero al final tuvo que hacerlo y establecerse de nuevo en Rokuhara, donde todo eran ya conspiraciones contra su persona.

En los últimos años de Kiyomori, todo parece indicar que perdió toda su capacidad de mandar y de estar al cabo de los asuntos del Estado. En consecuencia, Kioto se convirtió en un lugar peligroso en el que era muy fácil que te robasen o algo peor. Kiyomori, por lo demás, acabó por hundirse en las profundidades de la enfermedad al regreso de Fukuwara. A principios del 1181, comenzó a guardar cama y, básicamente, ya nunca se levantó de nuevo.

Taira Kiyomori falleció el 21 de marzo del año 1181. En su testamento dejó dicho que todos los asuntos de Estado se consultasen con su hijo Munemori; sin embargo, a Go-Shirakawa le había dejado ver que eso era algo que ya se vería, lo que le causó al Taira una gran amargura crepuscular. Se diría que adivinaba el fin de su clan.

Munemori, en efecto, heredó el poder de su padre, dado que el hijo teóricamente más capaz, Shigemori, había muerto antes. Munemori, sin embargo, no valía para el cargo; en realidad, no es que no valiese para ese cargo, es que no valía para hacer la o con un canuto.

Los Taira, por lo demás, tenían un problemón que llegaba del este del país; allí donde los Minamoto llevaban años lamiéndose las heridas, y preparándose. El resultado de todo ello es lo que conocemos como la Guerra Gempei.

Antes incluso de la muerte de Kiyomori, los Minamoto estaban ya reconstruyendo su fuerza y su capacidad. Yoritomo, el hijo de Yoshitomo que estaba con él cuando labró su desgracia frente a las tropas de los Taira pero cuya vida había sido respetada por el caudillo rival, era ahora el jefe de la familia, y tenía lógicas aspiraciones de poner las cosas en su sitio, por así decirlo. De hecho, las primeras acciones victoriosas de Yoritomo frente a los Taira se produjeron todavía en vida de Kiyomori. En septiembre del 1180, unos meses pues antes de la muerte del líder de los Taira y hombre fuerte del Japón, Yoritomo cruzó con algunos soldados el llamado Paso de Hakone, en Izu. En esta última localidad había estado viviendo los meses anteriores, celosamente vigilado por soldados de Kiyomori. El 24 de aquel mes, llegaron a Kioto noticias de que el Hyoe no Suke, o capitán de la Guardia, Yoritomo Minamoto, había levantado a la provincia de Izu, al este. Al día siguiente se emitió un edicto ordenando a todo hombre hábil para combatir en el Japón oriental que repeliese la agresión.

La primera vez que Yoritomo había intentado moverse hacia el oeste, hacia la capital, fue parado por un capitán de los Taira; de hecho, hubo de huir y refugiarse, como los bandoleros, en las montañas de Hakone. Esto ocurrió el 14 de septiembre, y se suele conocer como la batalla de Ishibashiyama.

El edicto imperial que ordenó la persecución de Yoritomo recuperaba el tono usado contra su padre Yoshitomo, apelándolo de vulgar ladrón. Pero lo cierto es que en aquella sociedad, en la que, como en la actual, la apelación a la legalidad dinástica es tan importante, Yoritomo había intentado buscar su legitimidad. Defendía que el malogrado príncipe Mochichito le había encargado luchar contra los Taira; algo que era bastante creíble, puesto que cuando Yorimasa había llamado a los Minamoto en su apoyo, en mayo del 1180, lo había hecho en nombre del príncipe.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario