viernes, noviembre 24, 2023

Tairas y Minamotos (y 5): Minamoto Yoshitsune y la Guerra Gempei

NOTA IMPORTANTE: A partir de hoy, el blog se va a discontinuar durante unos quince días. Tengo que pasar por un quirófano a recauchutarme los ojos, y no sé si podré atender. Paciencia, que volveré. 



Masakado el masacrado
La Hogen no Ran y el Alzamiento Heiji
Taira Kiyomori
El principio del fin
Minamoto Yoshitsune y la Guerra Gempei 


Tras haber escapado a las montañas, Yoritomo invirtió seis meses en recuperar a su armada. Llegado noviembre, su ejército había crecido notablemente. Con él avanzó hasta la ribera izquierda de Fujikawa. Los Taira estaban en la orilla opuesta, y en la noche del 10 de noviembre, los Minamoto los atacaron por sorpresa. Los Taira salieron en huida, pero Yoritomo decidió no perseguirlos. Llegaba el invierno, es decir el momento de suspender las hostilidades, y lo más inteligente era parar y consolidar sus cabezas de puente. En medio de esa tregua, murió Kiyomori. Las hostilidades no recomenzarían hasta mayo del 1181.

El 22 de marzo del 1181, es decir con el cadáver de Kiyomori, muerto el día anterior, todavía caliente, el emperador enclaustrado Go-Shirakawa celebró una reunión con generales en su palacio. Allí estuvo Taira Munemori. Él era el hombre a quien había que consultárselo todo, según las instrucciones de su padre. Sin embargo, al contrario que su hacedor, no era eso que se dice un echado para delante. O, tal vez, es que era un realista. Sea como sea, trazó un diseño no muy optimista de la situación. Le explicó al emperador enclaustrado que la motivación de la tropa entonces defendiendo los postulados imperiales era muy escasa. Los Taira habían puteado a demasiada gente demasiado tiempo, y muchos señores locales, en cuanto comenzaron a oler la muerte de Kiyomori, y conscientes de que su descendencia era de peor calidad que él, comenzaron a hacer la guerra por su cuenta, unos poniéndose de canto, otros, directamente, poniéndose del lado de los Minamoto. Existía la orden de destrozarlos, sí; pero, reflexionó en voz alta Munemori, para conseguir eso hay que pertrechar a los ejércitos, alimentarlos, y Japón está en medio de una gran hambruna.

El resultado de este discurso fue que Munemori perdió el puesto de comandante en jefe en la persona de Taira Shigehira.

El tiempo de espera hasta que la primavera se consolidase no hizo sino empeorar las perspectivas de los Taira. Los Minamoto seguían ganando adeptos rápidamente; incluso algunas familias menores que eran Taira se les unieron en algunos lugares. Se propuso, por lo tanto, que el ejército Taira se desplazase al oeste, llevándose al emperador niño Antoku y los dos emperadores enclaustrados, Takakira y Go-Shirakawa. En ese momento se decidió no hacer dicho traslado, pero la idea regresaría pronto.

La situación militar era cada vez peor para los Taira, sobre todo a causa de la imposibilidad de encontrar suficientes carros y barcos para transportar tropas y pertrechos. En 1181, Kioto decretó una campaña para pacificar el Hokurikudo, en el norte de la isla, porque allí los Minamoto la estaban liando leoparda. Sin embargo, en Echizen, la tropa Taira que había sido enviada fue claramente superada por un primo de Yoritomo, Minamoto Yoshinaka.

En el año 1182, la hambruna en Japón alcanzó su punto más elevado, y se vino a combinar con varias epidemias. Así las cosas, no fue hasta el año siguiente que Yoritomo pudo recomenzar su ofensiva. Sin embargo, y como la mejor prueba de lo débiles que eran las fidelidades en un régimen de corte tan feudal, incluso dentro de las familias, Yoritomo no marchó contra los Taira, sino contra su propio primo Yoshitaka. Éste, sin embargo, logró convencer a su primo de que él no era el problema, y lo animó a lanzar una gran campaña contra los Taira. La cosa es que en la primavera de aquel año de 1183, Taira Koremori había invadido Echizen, la tierra de la que los suyos habían sido expulsados meses antes. Yoshinaka marchó contra los Taira y los venció a los pies de la montaña Tonamiyama; una acción que también se conoce como la batalla del Paso Kurikara.

La derrota de Tonamiyama tuvo un enorme valor moral para ambas partes contendientes; sobre todo, por el hecho de que en la misma los Taira habían tenido una clara superioridad numérica y, aún así, habían sido derrotados. Yoshinaka había utilizado la estrategia de atacar de noche el principal cuerpo del ejército Taira, desconcertándolo y llenándolo de dudas. Con la victoria, además, el primo de Yoritomo tenía abiertos los caminos y francos los puentes para avanzar hacia el suroeste. Tardó un mes en llegar a Kioto y amenazarla por el norte, mientras su primo Yukiiye hacía lo propio desde el este.

El verano del 1183 fue muy triste para los Taira. Al final del mismo, el emperador re-emérito Go-Shirakawa, que siempre jugaba a la carta más alta y, por ello, llevaba un tiempo mandándose Whatsapps con Yoritomo, decidió peregrinar a Hiyeizan. Su intención, desde luego, no era rezar; quería alejarse de los Taira y acercarse a los Minamoto, que no estaban lejos del monasterio.

Cuando tuvieron claro que Go-Shirakawa estaba buscando su propia seguridad, Munemori y el resto de los Taira se dieron cuenta de que había llegado el momento de poner tierra de por medio. Así que quemaron sus mansiones de Rokuhara y se llevaron a  Antoku con ellos, hacia el oeste.

Al marchare los Taira de Kioto, Go-Shirakawa regresó a la capital, esta vez acompañado de Yoshinaka. Los recelos de Yoritomo hacia su primo, sin embargo, tenían bastante base, pues Yoshinaka, que se sabía al frente de la tropa más eficiente del Japón en ese momento, comenzó a preguntarse por qué tenía que obedecer a su pariente. Por ello, comenzó a preparar un ataque sobre Yoritomo; pero Go-Shirakawa, enterado de sus planes, lo conminó a centrarse en la guerra contra los Taira.

Munemori, mientras tanto, había llegado a Kyshhu con el emperador Antoku, su madre y un reducido séquito. La Corte itinerante quedó emplazada en Dazaifu. Go-Shirakawa, sin embargo, animó una serie de revueltas contra ellos y los obligó a salir de Kyushu y marcharse a un lugar llamado Yashima. Yoshinaka se puso como objetivo llegar a Yashima y derrotar a los Taira; sin embargo, un ejército que había enviado en persecución de Shigehira fue gravemente derrotado. Y no es eso lo peor. Lo peor es que Yoshinaka, siendo lo más recomendable parar, reposar y reconstruirse, decidió marchar a toda prisa hacia Kioto para presentar oposición a un ejército que, según las noticias, se acercaba a la ciudad al mando de Yoshitsune, el hermano menor de Yoritomo.

Una vez en Kioto, Yoshinaka, no sintiéndose seguro, complotó con Yukiiye, al que trató de convencer de que ambos secuestrasen al emérito Go-Shirakawa, se lo llevasen al norte y, allí, lo proclamasen emperador y montasen su propio reino. Tentó a Fujiwara Hidehira, representante entonces de la larga y poderosa dinastía de regentes; e incluso trató de atraer a algunos jefes samuráis Taira.

Es probable que Yukiiye dudara; pero, finalmente, decidió no hacer caso de los cantos de sirena, y se lo contó todo a Go-Shirakawa. El emérito se lo contó a todo a Yoritomo, quien, por toda reacción, le ordenó a sus hermanos Yoshitsune y Noriyori que se fueran con todo lo que tenían contra su puto primo. Esta coalición, sin embargo, se debilitó cuando Yukiiye fue derrotado por los Taira en Harima. A principios ya del 1184, con todas las cartas ya sobre la mesa, Yoshinaka atacó el palacio Hojoji de Go-Shirakawa, lo quemó, pasó a cuchillo a casi todos sus habitantes y secuestró al emérito. En ese momento, le llegaron noticias de que Yukiiye no estaba lejos, en el fuerte de Ishikawa. Mandó soldados contra él, pero cuando lo había hecho fue informado de que Yoshitsune y Noriyori estaban también cerca, e iban a por él. En la huida, tuvo que dejar a Go-Shirakawa a su puta bola. Fue finalmente alcanzado por Noriyori, y murió luchando en marzo del 1184.

Hasta ese momento, hemos visto a los Taira ganar batallas tanto a Yoshinaka como a a Yukiiye. Controlaban, además, Yashima y la costa de enfrente, en la bahía de Kojima; lo que les daba control del acceso al mar interior por el este. La situación de los Taira, de hecho, eran tan poco desesperada que en Kioto se temía que avanzasen sobre la capital.

Go-Shirakawa, consciente de este peligro, envió mensajes a los Taira exigiéndoles que devolviesen al emperador Antoku a la capital y, con él, los símbolos del emperador. Ofrecía a cambio una tregua, aunque, en realidad, ya le había pedido a los Minamoto que atacasen. De hecho, el 12 de marzo, Noriyori y Yoshitsune salieron al encuentro de los Taira; sin embargo, al mismo tiempo que ellos salían de Kioto, los Taira estaban evacuando Yashima. Desembarcaron en Settsu, cerca de la población de Fukuwara donde ya su antecesor había intentado mantener en semi secuestro al emperador. Dominaban el mar y sus pasadas victorias les estaban reportando nuevos apoyos.

Sin embargo, antes de que los trabajos de defensa en la zona que querían llevar a cabo los Taira estuviesen terminados, Yoshitsune infligió una severa derrota a los Taira el 18 de marzo. Después de eso, dividió su ejército en dos. Uno de estos ejércitos avanzó por el oeste hacia la posición de los Taira en Ichinotani. La atacaron el 20 de marzo. El otro ejército se movió hacia los bosques de Ikura, al este de la posición, donde terminaba, por así decirlo, la línea de los Taira.

Los Taira habían elegido Ichinotani porque era fácil de defender, pues consiste sólo en una lengua de tierra que a un lado tiene montañas y al otro, el mar. Yoshitsune situó por la noche en las laderas altas de la montaña a una pequeña guarnición de piqueros, escondidos entre los arbustos. A la mañana siguiente, Noriyori atacó desde el este y, pasado un tiempo, la tropa escondida bajó por sorpresa. La victoria fue total y el campamente Taira fue quemado. Los Taira, por lo demás, quedaron atrapados en aquella ratonera. Tadamori, comandante en jefe de su tropa, resultó muerto, y Shigehira fue capturado. Sólo unos pocos soldados consiguieron escapar en barcas hacia Yashima. Cuando Shigehira fue encarcelado en Kioto, recibió la visita de Go-Shirakawa, quien lo conminó para que convenciese a sus parientes de llevar a la capital al niño Antoku y sus símbolos imperiales.

Los Taira, por otra parte, se refugiaron en la isla de Shikoku, conscientes de que los Minamoto no tenían medios marinos para seguirles hasta allí. Esta táctica provocó una pausa en las hostilidades que duró medio año.

Noriyori decidió presionar y llegó a la capital el 7 de octubre del 1184 y, desde allí, al extremo oeste de la isla principal. Para entonces Munemori seguía en Yashima con el niño Antoku. La posición de Noriyori no era la mejor del mundo. Si seguía avanzando, dejaba tras de sí la ruta hacia la isla de Hikoshima, donde estaba una buena parte de las fuerzas de los Taira al mando de Tomomori. Tenía escasa logística, carecía de barcos para moverse por el mar, y corría el peligro de quedarse pillado entre Tairas, por así decirlo. Le pidió ayuda a Yoritomo, pero parece ser, o eso insinúan las crónicas, que Yoritomo era un buen diplomático, pero no tan buen general, y que no supo valorar bien la situación de su bro. Finalmente, encontró algunos barcos con los que pudo transportar a sus tropas. Sin embargo, carecía de medios para atacar a Tomomori, quien, por otra parte, estaba naturalmente defendido por las fuertes corrientes alrededor de su posición.

El 1 de enero del 1185, Noriyori le escribió a su hermano Yoritomo, que estaba en el cuartel central Minamoto de Kamakura. Le pedía desesperadamente ayuda, pero Yoritomo le respondió con buenas palabras y demandándole paciencia. Pasarían, de hecho, tres meses más antes de que Yoritomo tomase cartas en el asunto, y le ordenase a Yoshitsune ir a ayudar a su hermano.

Si Yoritomo era un militar tan sólo pasable, Yoshitsune da toda la impresión de ser un auténtico líder samurái. Lo que más le gustaba, como había quedado claro en Ichinotani, era hacer uso del factor sorpresa. Y debió de pensar eso de: si no está estropeado, no lo arregles. Así que, en marzo del 1185, estaba en Settsu, planificando un desembarco nocturno en Yashima. Le había costado dejar Kioto porque a Go-Shirakawa, consciente de que para matar a alguien sólo hace falta una persona y una katana, no quería quedarse solo y sin protección. Pero digamos que Yoshitsune no le hizo ni puto caso.

Con sólo un centenar de hombres, Yoshitsune se hizo a la mar. Tardó cuatro horas en alcanzar la otra orilla; una singladura que normalmente los ferry del tiempo se tomaban dos o tres días. Desembarcó en Katsura. Sus tropas marcharon a pelo puta en la noche, y al despuntar el alba tenían a la vista el palacio de Yashima. Comprobó con una sonrisa que lo que había sospechado era cierto: los Taira estaban preparados, sí; pero para un ataque por mar. Cuando las tropas de Yoshitsune, escasas, comenzaron a moverse y a hacer ruido, en las primeras y nebulosas luces del día, los Taira asumieron que los atacaba por tierra una fuerza muy superior a la real. Así que saltaron a los botes, llevándose con ellos al emperador Antoku. Remaron hacia el oeste, hacia los conocidos como estrechos de Shimonoseki, a unos 250 kilómetros.

Yoshitsune no lo persiguió. Bastante más listo que su difunto primo Yoshinaka, prefirió parar y mejorar su propia posición. Cantó bingo cuando un señor de la guerra local, Kajiwara Kagetoki, se le unió y puso a su disposición decenas de barcos.

Los Taira llegaron a Danoura, en Shimonoseki. Yoshitsune les siguió, pero esperó un mes, durante el cual amplió y aquilató sus alianzas locales con señores de la guerra que sabían navegar mejor que él.

Los Taira se establecieron en Hikoshima, pasados los estrechos Shimonoseki. Allí, Munemori y Tomomori habían unido sus fuerzas. Los Minamoto se acercaban desde el este y los Taira, fiados en su superioridad marina, les fueron al encuentro. Además, Noriyori, desde tierra, les impedía salir de allí a pata. La batalla tuvo lugar el 25 de abril del 1185 y fue el Accio particular de los Taira. Fueron totalmente vencidos. Teóricamente, la superioridad era de los Taira. Pero algo debía de saber Yoshitsune (probablemente, las alianzas conseguidas con almirantes locales) que le hicieron pensar que podía vencer. Además, algunas crónicas nos dicen que un tal Taguchi, que se había unido a los Taira, los traicionó en medio de la batalla.

La casa Taira quedó laminada por aquella derrota. La mayoría de sus nobles señores pereció en la batalla. Como también murió el emperador niño Antoku, y la viuda de Kiyomori. Los Taira habían sido finalmente víctimas de la falta de relevo generacional para Kiyomori, su gran líder. Shigemori, el hijo predilecto que probablemente podría haberlo sustituido, murió antes que su padre. Tomomori, dicen, no era muy listo. Munemori era un incompetente Shigehira era poco reflexivo. En realidad, en el momento en que Go-Shirakawa había optado por los Minamoto, los Taira estaban perdidos.

Y así fue como se terminó para siempre el primer gran enfrentamiento de poder en Japón: Tairas contra Minamotos. A partir de ahí, el poder militar, quintaesenciado en la figura del shogun y, sobre todo, del samurái, se iría convirtiendo en el tronco de la cultura social japonesa. La admiración al guerrero, a su capacidad de sacrificio, a su concepto del honor.

Hay mucho más que contar. Otro día…

3 comentarios:

  1. Anónimo12:33 p.m.

    Buena suerte en sus trances de salud.

    Lizardo Sánchez
    Desde la Córdoba argentina.

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  2. Espero que te vaya bien la operación.

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