NOTA IMPORTANTE: A partir de hoy, el blog se va a discontinuar durante unos quince días. Tengo que pasar por un quirófano a recauchutarme los ojos, y no sé si podré atender. Paciencia, que volveré.
Masakado el masacrado
La Hogen no Ran y el Alzamiento Heiji
Taira Kiyomori
El principio del fin
Minamoto Yoshitsune y la Guerra Gempei
El 22 de marzo del 1181, es decir con el cadáver de
Kiyomori, muerto el día anterior, todavía caliente, el emperador enclaustrado
Go-Shirakawa celebró una reunión con generales en su palacio. Allí estuvo Taira
Munemori. Él era el hombre a quien había que consultárselo todo, según las
instrucciones de su padre. Sin embargo, al contrario que su hacedor, no era eso
que se dice un echado para delante. O, tal vez, es que era un realista. Sea
como sea, trazó un diseño no muy optimista de la situación. Le explicó al
emperador enclaustrado que la motivación de la tropa entonces defendiendo los
postulados imperiales era muy escasa. Los Taira habían puteado a demasiada
gente demasiado tiempo, y muchos señores locales, en cuanto comenzaron a oler
la muerte de Kiyomori, y conscientes de que su descendencia era de peor calidad
que él, comenzaron a hacer la guerra por su cuenta, unos poniéndose de canto,
otros, directamente, poniéndose del lado de los Minamoto. Existía la orden de
destrozarlos, sí; pero, reflexionó en voz alta Munemori, para conseguir eso hay
que pertrechar a los ejércitos, alimentarlos, y Japón está en medio de una gran
hambruna.
El resultado de este discurso fue que Munemori perdió el
puesto de comandante en jefe en la persona de Taira Shigehira.
El tiempo de espera hasta que la primavera se consolidase no
hizo sino empeorar las perspectivas de los Taira. Los Minamoto seguían ganando
adeptos rápidamente; incluso algunas familias menores que eran Taira se les
unieron en algunos lugares. Se propuso, por lo tanto, que el ejército Taira se
desplazase al oeste, llevándose al emperador niño Antoku y los dos emperadores
enclaustrados, Takakira y Go-Shirakawa. En ese momento se decidió no hacer
dicho traslado, pero la idea regresaría pronto.
La situación militar era cada vez peor para los Taira, sobre
todo a causa de la imposibilidad de encontrar suficientes carros y barcos para
transportar tropas y pertrechos. En 1181, Kioto decretó una campaña para
pacificar el Hokurikudo, en el norte de la isla, porque allí los Minamoto la
estaban liando leoparda. Sin embargo, en Echizen, la tropa Taira que había sido
enviada fue claramente superada por un primo de Yoritomo, Minamoto Yoshinaka.
En el año 1182, la hambruna en Japón alcanzó su punto más
elevado, y se vino a combinar con varias epidemias. Así las cosas, no fue hasta
el año siguiente que Yoritomo pudo recomenzar su ofensiva. Sin embargo, y como
la mejor prueba de lo débiles que eran las fidelidades en un régimen de corte
tan feudal, incluso dentro de las familias, Yoritomo no marchó contra los
Taira, sino contra su propio primo Yoshitaka. Éste, sin embargo, logró
convencer a su primo de que él no era el problema, y lo animó a lanzar una gran
campaña contra los Taira. La cosa es que en la primavera de aquel año de 1183,
Taira Koremori había invadido Echizen, la tierra de la que los suyos habían
sido expulsados meses antes. Yoshinaka marchó contra los Taira y los venció a
los pies de la montaña Tonamiyama; una acción que también se conoce como la
batalla del Paso Kurikara.
La derrota de Tonamiyama tuvo un enorme valor moral para
ambas partes contendientes; sobre todo, por el hecho de que en la misma los
Taira habían tenido una clara superioridad numérica y, aún así, habían sido
derrotados. Yoshinaka había utilizado la estrategia de atacar de noche el
principal cuerpo del ejército Taira, desconcertándolo y llenándolo de dudas.
Con la victoria, además, el primo de Yoritomo tenía abiertos los caminos y
francos los puentes para avanzar hacia el suroeste. Tardó un mes en llegar a
Kioto y amenazarla por el norte, mientras su primo Yukiiye hacía lo propio
desde el este.
El verano del 1183 fue muy triste para los Taira. Al final
del mismo, el emperador re-emérito Go-Shirakawa, que siempre jugaba a la carta más
alta y, por ello, llevaba un tiempo mandándose Whatsapps con Yoritomo, decidió
peregrinar a Hiyeizan. Su intención, desde luego, no era rezar; quería alejarse
de los Taira y acercarse a los Minamoto, que no estaban lejos del monasterio.
Cuando tuvieron claro que Go-Shirakawa estaba buscando su
propia seguridad, Munemori y el resto de los Taira se dieron cuenta de que
había llegado el momento de poner tierra de por medio. Así que quemaron sus mansiones
de Rokuhara y se llevaron a Antoku con
ellos, hacia el oeste.
Al marchare los Taira de Kioto, Go-Shirakawa regresó a la
capital, esta vez acompañado de Yoshinaka. Los recelos de Yoritomo hacia su
primo, sin embargo, tenían bastante base, pues Yoshinaka, que se sabía al
frente de la tropa más eficiente del Japón en ese momento, comenzó a
preguntarse por qué tenía que obedecer a su pariente. Por ello, comenzó a
preparar un ataque sobre Yoritomo; pero Go-Shirakawa, enterado de sus planes,
lo conminó a centrarse en la guerra contra los Taira.
Munemori, mientras tanto, había llegado a Kyshhu con el
emperador Antoku, su madre y un reducido séquito. La Corte itinerante quedó
emplazada en Dazaifu. Go-Shirakawa, sin embargo, animó una serie de revueltas
contra ellos y los obligó a salir de Kyushu y marcharse a un lugar llamado Yashima.
Yoshinaka se puso como objetivo llegar a Yashima y derrotar a los Taira; sin
embargo, un ejército que había enviado en persecución de Shigehira fue
gravemente derrotado. Y no es eso lo peor. Lo peor es que Yoshinaka, siendo lo
más recomendable parar, reposar y reconstruirse, decidió marchar a toda prisa hacia
Kioto para presentar oposición a un ejército que, según las noticias, se
acercaba a la ciudad al mando de Yoshitsune, el hermano menor de Yoritomo.
Una vez en Kioto, Yoshinaka, no sintiéndose seguro, complotó
con Yukiiye, al que trató de convencer de que ambos secuestrasen al emérito
Go-Shirakawa, se lo llevasen al norte y, allí, lo proclamasen emperador y
montasen su propio reino. Tentó a Fujiwara Hidehira, representante entonces de
la larga y poderosa dinastía de regentes; e incluso trató de atraer a algunos
jefes samuráis Taira.
Es probable que Yukiiye dudara; pero, finalmente, decidió no
hacer caso de los cantos de sirena, y se lo contó todo a Go-Shirakawa. El
emérito se lo contó a todo a Yoritomo, quien, por toda reacción, le ordenó a
sus hermanos Yoshitsune y Noriyori que se fueran con todo lo que tenían contra
su puto primo. Esta coalición, sin embargo, se debilitó cuando Yukiiye fue
derrotado por los Taira en Harima. A principios ya del 1184, con todas las
cartas ya sobre la mesa, Yoshinaka atacó el palacio Hojoji de Go-Shirakawa, lo
quemó, pasó a cuchillo a casi todos sus habitantes y secuestró al emérito. En
ese momento, le llegaron noticias de que Yukiiye no estaba lejos, en el fuerte
de Ishikawa. Mandó soldados contra él, pero cuando lo había hecho fue informado
de que Yoshitsune y Noriyori estaban también cerca, e iban a por él. En la
huida, tuvo que dejar a Go-Shirakawa a su puta bola. Fue finalmente alcanzado por
Noriyori, y murió luchando en marzo del 1184.
Hasta ese momento, hemos visto a los Taira ganar batallas
tanto a Yoshinaka como a a Yukiiye. Controlaban, además, Yashima y la costa de
enfrente, en la bahía de Kojima; lo que les daba control del acceso al mar
interior por el este. La situación de los Taira, de hecho, eran tan poco
desesperada que en Kioto se temía que avanzasen sobre la capital.
Go-Shirakawa, consciente de este peligro, envió mensajes a los
Taira exigiéndoles que devolviesen al emperador Antoku a la capital y, con él,
los símbolos del emperador. Ofrecía a cambio una tregua, aunque, en realidad,
ya le había pedido a los Minamoto que atacasen. De hecho, el 12 de marzo,
Noriyori y Yoshitsune salieron al encuentro de los Taira; sin embargo, al mismo
tiempo que ellos salían de Kioto, los Taira estaban evacuando Yashima.
Desembarcaron en Settsu, cerca de la población de Fukuwara donde ya su
antecesor había intentado mantener en semi secuestro al emperador. Dominaban el
mar y sus pasadas victorias les estaban reportando nuevos apoyos.
Sin embargo, antes de que los trabajos de defensa en la zona
que querían llevar a cabo los Taira estuviesen terminados, Yoshitsune infligió
una severa derrota a los Taira el 18 de marzo. Después de eso, dividió su
ejército en dos. Uno de estos ejércitos avanzó por el oeste hacia la posición
de los Taira en Ichinotani. La atacaron el 20 de marzo. El otro ejército se
movió hacia los bosques de Ikura, al este de la posición, donde terminaba, por
así decirlo, la línea de los Taira.
Los Taira habían elegido Ichinotani porque era fácil de
defender, pues consiste sólo en una lengua de tierra que a un lado tiene
montañas y al otro, el mar. Yoshitsune situó por la noche en las laderas altas
de la montaña a una pequeña guarnición de piqueros, escondidos entre los
arbustos. A la mañana siguiente, Noriyori atacó desde el este y, pasado un
tiempo, la tropa escondida bajó por sorpresa. La victoria fue total y el
campamente Taira fue quemado. Los Taira, por lo demás, quedaron atrapados en
aquella ratonera. Tadamori, comandante en jefe de su tropa, resultó muerto, y
Shigehira fue capturado. Sólo unos pocos soldados consiguieron escapar en
barcas hacia Yashima. Cuando Shigehira fue encarcelado en Kioto, recibió la
visita de Go-Shirakawa, quien lo conminó para que convenciese a sus parientes
de llevar a la capital al niño Antoku y sus símbolos imperiales.
Los Taira, por otra parte, se refugiaron en la isla de
Shikoku, conscientes de que los Minamoto no tenían medios marinos para
seguirles hasta allí. Esta táctica provocó una pausa en las hostilidades que
duró medio año.
Noriyori decidió presionar y llegó a la capital el 7 de
octubre del 1184 y, desde allí, al extremo oeste de la isla principal. Para
entonces Munemori seguía en Yashima con el niño Antoku. La posición de Noriyori
no era la mejor del mundo. Si seguía avanzando, dejaba tras de sí la ruta hacia
la isla de Hikoshima, donde estaba una buena parte de las fuerzas de los Taira al
mando de Tomomori. Tenía escasa logística, carecía de barcos para moverse por
el mar, y corría el peligro de quedarse pillado entre Tairas, por así decirlo.
Le pidió ayuda a Yoritomo, pero parece ser, o eso insinúan las crónicas, que Yoritomo
era un buen diplomático, pero no tan buen general, y que no supo valorar bien
la situación de su bro. Finalmente, encontró algunos barcos con los que pudo
transportar a sus tropas. Sin embargo, carecía de medios para atacar a Tomomori,
quien, por otra parte, estaba naturalmente defendido por las fuertes corrientes
alrededor de su posición.
El 1 de enero del 1185, Noriyori le escribió a su hermano
Yoritomo, que estaba en el cuartel central Minamoto de Kamakura. Le pedía
desesperadamente ayuda, pero Yoritomo le respondió con buenas palabras y
demandándole paciencia. Pasarían, de hecho, tres meses más antes de que Yoritomo
tomase cartas en el asunto, y le ordenase a Yoshitsune ir a ayudar a su
hermano.
Si Yoritomo era un militar tan sólo pasable, Yoshitsune da
toda la impresión de ser un auténtico líder samurái. Lo que más le gustaba, como
había quedado claro en Ichinotani, era hacer uso del factor sorpresa. Y debió de
pensar eso de: si no está estropeado, no lo arregles. Así que, en marzo del
1185, estaba en Settsu, planificando un desembarco nocturno en Yashima. Le había
costado dejar Kioto porque a Go-Shirakawa, consciente de que para matar a
alguien sólo hace falta una persona y una katana, no quería quedarse solo y sin
protección. Pero digamos que Yoshitsune no le hizo ni puto caso.
Con sólo un centenar de hombres, Yoshitsune se hizo a la mar.
Tardó cuatro horas en alcanzar la otra orilla; una singladura que normalmente
los ferry del tiempo se tomaban dos o tres días. Desembarcó en Katsura. Sus
tropas marcharon a pelo puta en la noche, y al despuntar el alba tenían a la
vista el palacio de Yashima. Comprobó con una sonrisa que lo que había
sospechado era cierto: los Taira estaban preparados, sí; pero para un ataque
por mar. Cuando las tropas de Yoshitsune, escasas, comenzaron a moverse y a
hacer ruido, en las primeras y nebulosas luces del día, los Taira asumieron que
los atacaba por tierra una fuerza muy superior a la real. Así que saltaron a
los botes, llevándose con ellos al emperador Antoku. Remaron hacia el oeste,
hacia los conocidos como estrechos de Shimonoseki, a unos 250 kilómetros.
Yoshitsune no lo persiguió. Bastante más listo que su difunto
primo Yoshinaka, prefirió parar y mejorar su propia posición. Cantó bingo
cuando un señor de la guerra local, Kajiwara Kagetoki, se le unió y puso a su
disposición decenas de barcos.
Los Taira llegaron a Danoura, en Shimonoseki. Yoshitsune les
siguió, pero esperó un mes, durante el cual amplió y aquilató sus alianzas
locales con señores de la guerra que sabían navegar mejor que él.
Los Taira se establecieron en Hikoshima, pasados los
estrechos Shimonoseki. Allí, Munemori y Tomomori habían unido sus fuerzas. Los Minamoto
se acercaban desde el este y los Taira, fiados en su superioridad marina, les
fueron al encuentro. Además, Noriyori, desde tierra, les impedía salir de allí
a pata. La batalla tuvo lugar el 25 de abril del 1185 y fue el Accio particular
de los Taira. Fueron totalmente vencidos. Teóricamente, la superioridad era de
los Taira. Pero algo debía de saber Yoshitsune (probablemente, las alianzas
conseguidas con almirantes locales) que le hicieron pensar que podía vencer. Además,
algunas crónicas nos dicen que un tal Taguchi, que se había unido a los Taira,
los traicionó en medio de la batalla.
La casa Taira quedó laminada por aquella derrota. La mayoría
de sus nobles señores pereció en la batalla. Como también murió el emperador
niño Antoku, y la viuda de Kiyomori. Los Taira habían sido finalmente víctimas
de la falta de relevo generacional para Kiyomori, su gran líder. Shigemori, el
hijo predilecto que probablemente podría haberlo sustituido, murió antes que su
padre. Tomomori, dicen, no era muy listo. Munemori era un incompetente
Shigehira era poco reflexivo. En realidad, en el momento en que Go-Shirakawa
había optado por los Minamoto, los Taira estaban perdidos.
Y así fue como se terminó para siempre el primer gran enfrentamiento
de poder en Japón: Tairas contra Minamotos. A partir de ahí, el poder militar,
quintaesenciado en la figura del shogun y, sobre todo, del samurái, se iría
convirtiendo en el tronco de la cultura social japonesa. La admiración al
guerrero, a su capacidad de sacrificio, a su concepto del honor.
Hay mucho más que contar. Otro día…
Buena suerte en sus trances de salud.
ResponderBorrarLizardo Sánchez
Desde la Córdoba argentina.
¡Qué todo vaya bien!
ResponderBorrarEspero que te vaya bien la operación.
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