Iba a ponerlo en los comentarios al post anterior, pero finalmente he decidido dedicarle uno especial a las soluciones. Aquí las tenéis, según las reglas que cuando menos yo he leído en los manuales de la época:
1.- ¿A quién debes dirigirle primero la palabra en la mesa, tras haberte sentado?
Como ha adivinado alguna que otra respuesta, lo más normal, en una comida o cena formal, es que los sitios estén distribuidos entre hombres y mujeres. Con esa premisa, la respuesta es: siempre a la mujer, o mujeres, que tengas a tu lado. Es de muy mala educación dirigirle la palabra a alguien antes que a tus vecinos de mesa, sobre todo si son mujeres. Las reglas de educación británica establecen taxativamente que esta obligación se aplica incluso en el caso de que la mujer no te haya sido presentada.
2.- Te encanta el pan con mantequilla y, efectivamente, tu anfitrión ha preparado en la mesa unas rodajas de pan, unos trozos de mantequilla y ha puesto en el servicio un cubierto apto para untarla. Así que puedes tomar tu pan con mantequilla. Pero eso será suponiendo que respetes una regla: ¿cuál?
Debes partir la rodaja en trocitos, y sólo entonces untarás la mantequilla. Que, en realidad, no la untarás, sino que te limitarás a cortar lascas de tu bloque y colocarlas sobre el canapé improvisado. Si tomas toda la rebanada y te la preparas al modo de los desayunos modernos, todo el mundo en Londres hablará de ti al día siguiente, y no precisamente para bien.
3.- Cada vez que te ofrezcas (caballero) a caminar con una señora o señorita, le ofrecerás tu brazo derecho. Hay, sin embargo, DOS, y sólo dos, situaciones en las que le ofrecerás el izquierdo. ¿Sabes alguna de ellas?
La primera excepción es que seas militar. Si eres militar, llevarás un sable a la cintura apoyado en tu cadera derecha: no le puedes ofrecer el brazo.
La segunda excepción es que le ofrezcas el brazo para subir una escalera que, en el sentido en el que estás, deje el patio de luces a la derecha. Cuando un hombre y una mujer suben juntos una escalera, la mujer nunca va del lado del pasamanos.
4.- ¿Puedes usar el cuchillo para colocar comida en el tenedor, o no?
No, de ninguna manera. Las reglas de urbanidad en la mesa están básicamente diseñadas para que no comas demasiado. Dado que has de permanecer erguido en la silla (está prohibido inclinarse sobre el plato) y que la limpieza es fundamental, las reglas prohíben implícitamente que el tenedor vaya demasiado petado de carne, de pescado o de guarnición, para que no se te pueda caer.
5.- Imagina que en el menú preparado por tu anfitrión hay un plato que no te gusta. ¿Qué harás? ¿Y si eres alérgico?
Ambos casos son el mismo caso: lo rechazarás amable pero firmemente pero, ojo, nada de aportar explicaciones. No digas "no me gusta", "el médico me lo ha prohibido", o "me sienta mal". Simplemente, dí que no. Eso no te hará parecer maleducado; eso le pasará a tu anfitrión si se empeña en conocer las razones de tu negativa.
6.- Imagínate que estás en tu casa tomándote un algo con tu padre, que ha venido a visitarte. En ese momento, suena la puerta y la criada (porque tienes criada) hace pasar al salón a una chica que te hace tilín y a su madre, a quienes has convocado para que conozcan a tu padre (porque en el siglo XIX la gente no se presenta inopinadamente en las casas; todo está previsto). Tu padre, lógicamente, se levanta del sitio. Llega el momento de las presentaciones: ¿qué harás?
Los hombres son siempre presentados a las mujeres, y los jóvenes a los viejos. Así pues, presentarás tu padre a tu novia, y luego a la madre de tu novia.
7.- Ahora estás en una casa que no es la tuya, de tertulia. Eres un actor famoso, o un pianista. El anfitrión te pide que recites a Shakespeare un rato, o que toques una czarda. ¿Qué haces si estás dispuesto a hacerlo? ¿Y si, por cualquier razón, realmente no quieres?
Si estás dispuesto, aceptarás con una sonrisa. Si no quieres, las reglas de la buena educación británica establecen, de una forma que a mí cuando menos se me aparece ruda, que ni siquiera dirás que no. Harás como que no te lo han ofrecido. Si tu anfitrión ha estudiado en Eton, no insistirá.
8.- Conoces una anécdota muy graciosa que implica a un camarada tuyo del Ejército de los tiempos en que serviste en India. ¿En qué circunstancia puedes contarla en una tertulia?
En el caso de que los contertulios, o al menos una mayoría de ellos, conozcan a tu amigo. Referirás la anécdota como una cosa muy divertida que te pasó cuando servías en Jaipur con lord Radckliffe, el hijo de lady Clementina Lockhardt. Eso tan manido hoy en dia de "tengo un amigo que" está estrictamente prohibido.
9.- En medio de una tertulia con muchas personas, el mayordomo hace pasar al salón a una persona de tu misma profesión con quien da la casualidad de que tienes que tratar una materia urgente. Esta persona, además, se sienta a tu lado. ¿Qué harás?
Dejas la conversación para otro momento o, en el mejor de los casos, informas a esa persona, en voz alta, de que tienes muchas ganas de tratar con él un asunto. Lo realmente importante es que no te embarques con él en una conversación sobre vuestro asunto: ni en voz alta, puesto que es un tema que no interesa a los demás; ni cuchicheando, puesto que está estrictamente prohibido.
10:- ¿Qué pasa si en una comida quieres repetir?
Puedes repetir. Lo que no puedes es solicitarlo. Por extraño que pueda parecer, la potestad de ofrecerte una nueva ración pertenece, fundamentalmente, al criado o criada que está sirviendo la cena. Así pues, si realmente te gusta el asado que hace la cocinera de lord Wingham, hay dos cosas que tienes que hacer: una, informar de ello a lord y lady Wingham, para que, si quieren, aleccionen a los criados en el sentido adecuado; y, si no les conoces, todo lo que te queda es ponderar el asado en términos encomiásticos mientras te lo comes, y rezar para que el karma haga el resto.
En la situación número 3 hay algo que no me cuadra, el sable se lleva en el lado izquierdo, puesto que el común de los mortales son diestros facilita de ese modo la acción de desenvainar, es la posición normal del sable en la mayoría de ejércitos occidentales incluido el de Su Graciosa Majestad.
ResponderBorrarHe intentado encontrar una referencia a la posición del sable en la derecha pero no la he encontrado.
Seguro que puedes ofrecernos una explicación adecuada.
PS. Me trajo Cagancho a tu blog hace unos años, y ya no puedo dejar de pasar por aquí, muchas gracias.
Otros saben de estos temas más que yo, pero supongo que será porque el sable, en tiempos decimonónicos, ya no se llevaba para ser desenvainado, sino como parte de eso que se hace llamar uniforme de gala.
ResponderBorrarEl sable se lleva siempre a izquierda, pero
ResponderBorrarSe empuña con la derecha. Por eso la mujer iba a la izquierda, para dejar la mano útil libre para defenderse/defenderla en caso de necesidad.
Sólo he acertado la respuesta del cuchillo con el tenedor, ¡qué poco tendría yo qué hacer en Inglaterra en el siglo XIX!
ResponderBorrarPor cierto, si me permites la anécdota, mi admirado Escoffier, el insigne cocinero francés, trabajó cerca de 40 años en Inglaterra, y no aprendió a hablar inglés. Su respuesta fue que si aprendiera a hablar inglés, empezaría a comer como ellos. ;D
Por cierto, cuando César Ritz se hizo cargo del Hotel Savoy junto a Escoffier, se las vio y deseó para sacar el negocio adelante por las rígidas costumbres sociales de la alta sociedad inglesa, sus clientes principales. Las mujeres decentes no se dejaban ver en público, y no se cenaba fuera de casa los domingos, por ejemplo.
Buenos dias,
ResponderBorrarDisculpad el profundo off-topic, pero como lector habitual del blog y ávido de páginas similares (mi rutina matinal sigue coja al no visitar después de esta página al añorado Tiburcio Samsa) no puedo dejar de recomendar una joya que une dos de mis aficiones más queridas:
http://historsex.blogspot.com.es/
Como han comentado otros comentarios, me sorprende lo del sable. Siempre se llevaba (y se lleva por tradición) en el lado izquierdo, porque la instrucción de armas para zurdos no se inventó hasta bien entrado el siglo XX. Los militares, por definición, eran todos diestros.
ResponderBorrarEborense, strategos