El comandante en jefe de las fuerzas
paraguayas, López, esperaba que sus enemigos entrasen en su
territorio por Paso de la Patria o tal vez por Itapirú; pero éste
fue un aspecto en el que, en realidad, la tríplice consiguió
engañarlo. Finalmente, los aliados cruzaron por el río Paraguay, a
unos dos kilómetros del punto en el que se entrega al Paraná. Lo
hacen, además, mediando una maniobra de distracción en la cual los
transportes de tropas, inicialmente, parecen dirigirse a Itapirú,
para virar en redondo y tirar repentinamente hacia el norte, por el
(río) Paraguay. A las 9 de la mañana del 16 de abril de 1866, al
mando del mariscal Manuel Luis Osorio, las primeras tropas aliadas
entran en el Paraguay (país). Al atardecer, desembarca Venancio
Flores con su cuerpo de uruguayos colorados y las primeras tropas
argentinas. Al día siguiente desembarcará el general Wesceslao
Paunero.
En la jornada que sigue, los aliados avanzan
hacia Itapirú, pero son atacados por una columna paraguaya al mando
del comandante Basilio Benítez. Osorio, que iba al mando, no se
amilanó, y ordenó a dos batallones que se desplazasen costeando el
Paraná para flanquear a los paraguayos. Efectivamente, una vez
capturados entre dos fuegos, los guaraníes deben recular, entablando
una lucha cuerpo a cuerpo. Acto seguido, incendian Itapirú antes de
que fuese tomada por los aliados.
Una vez producido el primer avance
significativo en Paraguay de los aliados, llegará el momento (2 de
mayo) de la conocida como batalla del estero Bellaco. El Bellaco,
efectivamente, era o es un estero o terreno pantanoso, bastante
profundo cuando menos entonces, que desembocaba en el río Paraguay a
través de la laguna Piris, y que sólo podía atravesarse en algunos
puntos. Solano López le ordena al ya coronel Díaz que tome 6.000
hombres dispuestos en cuatro columnas para caer sobre Venancio
Flores, que estaba en dicho estero, aunque sin entrar en batalla
abierta.
El día 2 de mayo, desde una altura de
Paso Sidra, el oficial (no estoy seguro de que ya fuese coronel
entonces) José María Bruguez comienza a cañonear a los uruguayos
y, algún tiempo después, los paraguayos atacan. Luego los guaraníes
pasan por Paso Piris y embisten a la infantería brasileña. La
rapidez con la que los paraguayos cayeron sobre Flores les permitió
sobrepasarlo con facilidad y caer sobre los argentinos, que estaban
en el ala derecha de los aliados, con gran efectividad.
Puede parecer una victoria de los
paraguayos; pero, siéndolo, no lo fue tanto. La orden era realizar
un reconocimiento con eventuales hostigamientos, pero no plantear la
batalla que se produzco, que llegó a los enfrentamientos cuerpo a
cuerpo. Más aún, Díaz, viéndose ganador y un tanto emborrachado
de victoria, salió en persecución de los enemigos huidos, lo que le
provocó serios problemas cuando éstos se vieron asistidos por
tropas del propio Osorio y el general uruguayo Victorino Monteiro. De
hecho, los aliados, una vez reforzados con seis batallones más,
tratan de rodear a los paraguayos, lo que da comienzo a una nueva
batalla. En Paso Piris son rechazados, pero en Paso Sidra casi lo
consiguen.
Es en esta acción donde se produce uno
de los hechos épicos guardados en camafeo por el patriotismo
paraguayo, cual es la defensa a ultranza de la bandera por parte del
cabo José Dolores Molas, caído del caballo con ella, y que se
defendió a lanzazos hasta que pudo subirse a la grupa del equino de
un compañero.
Veintidós días después de la batalla
de estero Bellaco, se producirá la acción probablemente más
importante de esta guerra, que conocemos como la batalla de Tuyutí.
El Paraná es un río con muchas zonas
pantanosas, y en una de ellas, rodeada de esteros, surge una especie
de isla de tierra firme llamada Tuyutí. Este punto de Tuyutí fue
ocupado por los aliados, mientras que Solano López había sentado
campamento en Paso Pucú, observando a los aliados desde Paso Sidra.
El 9 de mayo, cuando los paraguayos están enterrando a los muertos
de estero Bellaco, son cañoneados por la artillería brasileña, y
el 10 hay otra refriega. El 17 los paraguayos, bastante expertos en
maniobras de distracción, logran soltar de noche en el campamento
aliado una yegua chúcara con una pelota de cuero atada a la cola. La
yegua, encabronada por el cuerpo extraño del que no se puede
deshacer, piafa y cocea en todas las direcciones, generando la
sensación, en la noche, de un ataque más nutrido, que hace que los
aliados disparen en todas las direcciones, fundamentalmente a las estrellas.
El 18 de mayo, una reunión de Estado
Mayor de los aliados demuestra que no tienen muy claras las acciones
a llevar a cabo. Tamandaré es de la opinión de atacar Curupayty.
Sin embargo, prevalece la opinión de avanzar de frente, contra las
mejores posiciones paraguayas. El 20 de mayo, comienza el avance en
tres columnas. Flores, en la vanguardia, se dirige a Paso Sidra, por
donde penetran tres batallones brasileños. La caballería argentina
entra por Paso Carreta, y el resto de las fuerzas por Paso Piris.
Conscientes de que este avance puede embolsarlos, los paraguayos se
retiran. Los aliados se detienen en Tuyutí, donde acampan. La
superioridad de medios de los aliados (40.000 efectivos) convence a
los paraguayos de que lo mejor es jugársela a una batalla sorpresa.
El plan de López es realizar cuatro
ataques simultáneos por los cuatro puntos cardinales de la posición
de Tuyutí. La madrugada del 24 de mayo, los paraguayos toman
posiciones, a la espera de la señal, que ha de ser un cohete. Este
cohete será disparado por el coronel Vicente Barrios en el momento
en que llegue a Potrero Piris, esto es en la retaguardia de los
aliados; mientras que Bruguez es quien asume el ataque frontal.
Barrios, sin embargo, avanzó con mucha menos celeridad de la
esperada, por lo que el cohete, en lugar de a la madrugada, fue
disparado ya a mediodía, limitando mucho el efecto sorpresa,
necesario para la victoria de los paraguayos. El ataque se produce,
pero los aliados ya están avisados y hacen un montón de bajas a los
guaraníes.
El momento crítico de la batalla, esto
es cuando Barrios iba a caer contra la retaguardia, no se produjo, y
esto dejó aislado al coronel Díaz, a pesar de que había conseguido
diezmar a los brasileños. Otro factor desgraciado para los
paraguayos fue la desorientación y el error del general Francisco
Isidoro Resquín, quien tenía órdenes de cargar contra los
argentinos y penetrar hasta juntarse con Barrios en la retaguardia;
sin embargo, se confundió al orientarse y acabó frente a la
infantería y artillería aliadas.
Es muy difícil, para un lector u
observador actual, entender el carácter profundamente cruento de la
batalla de Tuyutí. Duró cinco horas y en ese tiempo, a pesar de
carecer entonces los ejércitos de esa cosa que hoy llamamos armas de
destrucción masiva, causó una cifra de muertos que se ha llegado a
cifrar en 15.000; una increíble tasa, para la época, de 50 muertos
por minuto. Una mortandad excesiva para un ejército como el
paraguayo, que en Tuyutí perdió toda posibilidad racional de ganar
la guerra de la Triple Alianza. Si la guerra, de hecho, se prolongó,
fue sólo, hay que decir las cosas como son, por la estupidez de
Mitre. Si el comandante en jefe aliado hubiera sido más consciente,
o hubiera valorado adecuadamente los daños infligidos a los
paraguayos, habría ordenado a sus tropas avanzar con inmediatez,
cosa que no hizo, con lo que uno de los objetivos de Solano, que era
inmovilizar a sus enemigos, se cumplió; pero no fue éste un penalty
que parasen los paraguayos sino, como otros tantos, lo falló Mitre.
Mitre, de hecho, se negó a abandonar
Tuyutí hasta que llegasen los 12.000 hombres del marqués de Souza,
el segundo ejército brasileño, que estaba entrando en Paraguay
entonces por la frontera con su país; y, aun cuando llegaron,
pretextó que todavía tenían que llegar más refuerzos. Quedarse
quieto, sin embargo, fue un error estratégico importante, pues la
zona era pantanosa y no muy salubre, lo cual quiere decir que primero
enfermó y murió el ganado, y después comenzaron a llegar a los
humanos la disentería, el cólera y la viruela.
López, mientras tanto, se dedicó a
reorganizar su ejército desde Paso Pucú y a crear diversas
maniobras de distracción en el río, que mantuvieron ocupada a la
escuadra brasileña. De hecho, consiguió rearmar sus tropas, pero
aun así corría el peligro de ser flanqueado por los aliados, puesto
que su línea de trincheras estaba incompleta. En estas
circunstancias, el comandante en jefe paraguayo decidió atraer a los
aliados hacia Potrero de Sauce. De esta manera, tenía que construir
dos trincheras muy cerca de donde se encontraba el enemigo,
calculando que si éste trataba de tomarlas, estaría a tiro de la
artillería situada en Potrero de Sauce. Los paraguayos realizan una
serie de ataques en el flanco derecho aliado con la intención de
evitar que se percate de las labores de construcción de las
trincheras. Finalmente, lograron terminarlas: una en el lugar
denominado Isla Carapá, y la otra en la Isla Ñaró.
Una de estas trincheras estaba
prácticamente a tiro de lapo de las tropas mandadas por el general
Osorio, y un síntoma claro del ambiente de camaradería y unión que
se respiraba en el bando aliado es que este militar, habiendo
recibido ya la licencia para abandonar la guerra a causa de sus
desacuerdos con la estrategia seguida, fue intimado por Mitre, como
comandante en jefe, para que tomase la trinchera; a lo que el militar
contestó, fríamente, que lo hiciese su sustituto, el mariscal
Polydoro da Fonseca Quintanilla Jordao. Mitre, entonces, se dirigió
a Fonseca, pero éste también se negó a moverse, con plena lógica,
pues no conocía todavía ni el terreno ni las circunstancias de su
mando.
En la tarde del 15 de julio de 1866,
finalmente, los aliados disponen que las trincheras sean atacadas en
la madrugada siguiente. Unos 3.000 brasileños, al mando del general
Guillermo Xavier Sousa, se colocaron lo más cerca posible de Isla
Ñaró, mientras que otras tropas al mando de Mena Barreto tomaban
Potrero Piris para evitar una maniobra paraguaya de flanqueo. Se
produce un bombardeo intenso y, a las cinco de la mañana, atacan los
brasileños. En la trinchera hay unos pocos paraguayos al mando del
coronel Elizardo Aquino, quienes, según lo previsto, se retiran para
tratar de llevar a los brasileños al paso angosto que está ya
dentro del espacio de fuego de la artillería. Sin embargo, los
brasileños se quedan en la trinchera, y piden refuerzos. Por tres
veces, los paraguayos atacan buscando ser perseguidos, pero no lo
consiguen.
A las nueve y media de la mañana, la
batalla parece haber terminado sin que los paraguayos hayan
conseguido algo. Sousa es remplazado por el general Alejandro Gómez
de Argollo Ferrao. A las dos de la tarde, sin embargo, los
paraguayos, al mando del general Díaz, reanudan los ataques. Pero
los brasileños no se mueven y esperan la llegada del general Emilio
Conesa con cuatro batallones. A las cuatro de la tarde, los
paraguayos aceptan el combate cuerpo a cuerpo, tratando de provocar a
los aliados. Pero no lo consiguen, y en la acción se producen 4.000
bajas, repartidas por la mitad, más o menos, entre los dos bandos.
El día 18, ambas partes comenzaron a
bombardearse con saña. Finalmente, en el bando aliado se aprecian
claros movimientos de ataque y, finalmente, Venancio Flores ordena al
general Carneiro Montero que avance hacia las posiciones paraguayas.
Éstos se retiran hacia el paso estrecho y, finalmente, los
brasileños entran en él, siendo masacrados por la artillería.
En Isla Ñaró han quedado dos brigadas
argentinas al mano del coronel Cesáreo Domínguez. Domínguez
recibe la orden de reconocer la selva y, en la labor, se encuentra
con los paraguayos. Éstos, sin rehuir el combate, retroceden para
atraerlos hasta el paso. En ese momento llega el coronel León
Pallejas, que se mete de hoz y coz en la boca del lobo; los aliados
caen bajo las bombas. Por tres veces entraron en el paso las tropas
aliadas, siendo diezmadas; la tercera, totalmente prescindible, se
produjo sobre las tropas al mando del coronel Luis María Agüero,
quien dirigió un ataque imposible por orden de Venancio Flores,
herido en su orgullo y que no quería ser derrotado (aunque, como
otros muchos en esa circunstancia, enviaba a otros
a sacrificarse por ese honor suyo tan mancillado).
La acción tuvo el
efecto de galvanizar a los paraguayos, con la moral muy baja tras
Tuyutí; y ejerció el efecto exactamente contrario en los aliados,
que ya se creían vencedores de la guerra.
Cuatro meses después de haber entrado
en el Paraguay, las fuerzas aliadas seguían empantanadas en el
estero Bellaco, y sin poder avanzar. Según Mitre el problema era la
falta de elementos de transporte; pero resulta difícil saber si
callaba lo que sabía o realmente era tan estúpido como para no
percatarse de que había problemas más profundos; y el más abisal
de todos, la creciente desconfianza de los brasileños hacia el mando
argentino. Tamandaré, de hecho, le propuso a Porto Alegre continuar
la campaña sólo con tropas brasileñas, siguiendo la ribera del
Paraná. El 18 de agosto de 1866, en una reunión de Estado Mayor en
Tuyutí, ambos mandos presentaron un frente tan sólido que Mitre
tuvo que tragar. Los objetivos del avance eran Curuzú y Curupayty;
objetivos ambos que Tamandaré, como siempre bocachancla, prometía
tomar en dos horas.
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