Resumen de lo publicado: Finalmente, las actuaciones de la Corte de Mordor contra los líderes hobbits acaban por hacer sonar el cuerno de guerra. Los hobbits, como uno sólo de ellos, se aprestan en los campos de San Germán a enfrentarse a los nasgul. Éstos son superiores en número y además disponen de un huevo de pijoterías del ejército de Sauron que teóricamente se sobran para apisonar a los hobbits; máxime teniendo en cuenta que ni los Rojirrim ni los enanos les acompañan en aquella batalla. Sin embargo, los hobbits resistirán valientemente, usando armas caseras; y en la resistencia aprenderán que ellos, también, pueden ser un ejército.
La violencia de Mayo del 68 encumbró a muchas personas que de esa forma se reivindicaron, desde vidas otrora fútiles o desconocidas.En esta fogo vemos a tres activistas de primera línea apuntando sus tirachinas hacia la policía. Al loro con el gafapasta de enmedio.
El martes se produce la primera, tímida y en realidad
desconectada, prueba de solidaridad obrera con Mayo del 68: los taxistas
autónomos de París, y los sindicatos de conductores de la CGT y la CFTC
declaran 24 horas de huelga por motivos salariales.
En los quioscos, los parisinos de izquierdas y curiosos en general pueden comprar el número del día de L’Huma, que por supuesto condena la violencia policial pero, al mismo tiempo prosigue su cruzada contra los grupos estudiantiles, de los que dice: “de programa real, de soluciones para los estudiantes, no aportan nada”. Ya sé que alguno de mis lectores se va a caer de culo cuando lea esto pero, la verdad, al comentarista de salón del periódico comunista, Georges Bouvard, no le falta parte de razón. El movimiento de Mayo del 68, que con esto marca toda una línea para muchos movimientos estudiantiles de izquierdas que acabarán llegando en todo el mundo desarrollado, se caracteriza por defender el tipo de cosas que defiende, ejem, un adolescente: grandes principios, reivindicaciones maximalistas, mucho frufrufrú, pero poco ñiquiñiqui. Lo realmente asombroso de Mayo del 68, una de sus grandes enseñanzas (aprendida a medias por los administradores y gobernantes; incluso por aquéllos del propio M68 que terminaron siéndolo) es que, cuando hay jóvenes de por medio, que una reivindicación de lo más particular y prosaica se convierta en una revolución mundial es tremendamente fácil. Cuando son personas muy jóvenes las que dirigen un cotarro protestón, uno se cree un lunes que todo lo que quieren es patatas fritas con los sanjacobos, y se encuentra el viernes con los sans-coulottes guillotinando viejas en las plazas.
En los quioscos, los parisinos de izquierdas y curiosos en general pueden comprar el número del día de L’Huma, que por supuesto condena la violencia policial pero, al mismo tiempo prosigue su cruzada contra los grupos estudiantiles, de los que dice: “de programa real, de soluciones para los estudiantes, no aportan nada”. Ya sé que alguno de mis lectores se va a caer de culo cuando lea esto pero, la verdad, al comentarista de salón del periódico comunista, Georges Bouvard, no le falta parte de razón. El movimiento de Mayo del 68, que con esto marca toda una línea para muchos movimientos estudiantiles de izquierdas que acabarán llegando en todo el mundo desarrollado, se caracteriza por defender el tipo de cosas que defiende, ejem, un adolescente: grandes principios, reivindicaciones maximalistas, mucho frufrufrú, pero poco ñiquiñiqui. Lo realmente asombroso de Mayo del 68, una de sus grandes enseñanzas (aprendida a medias por los administradores y gobernantes; incluso por aquéllos del propio M68 que terminaron siéndolo) es que, cuando hay jóvenes de por medio, que una reivindicación de lo más particular y prosaica se convierta en una revolución mundial es tremendamente fácil. Cuando son personas muy jóvenes las que dirigen un cotarro protestón, uno se cree un lunes que todo lo que quieren es patatas fritas con los sanjacobos, y se encuentra el viernes con los sans-coulottes guillotinando viejas en las plazas.
El miércoles, 8 de mayo, una comisión denominada Comité de
Periodistas contra la Represión presenta el primer informe sobre los excesos de
la actuación policial. Habrá otros, con tonos más catastróficos que éste, en
los días por venir. El día anterior, o sea el martes, durante una rueda de prensa
conjunta de profes y alumnos (o sea, Geismar y Sauvageot), la UNEF anuncia el
llamado de una huelga indefinida y la convocatoria de una manifa esa tarde en
Denfert-Rochererau. Alain Geismar, que quizá por tener algunos años más, quizá
por ser un dirigente sindical, ve las cosas ligeramente de otra manera, toma la
palabra para comenzar diciendo que las organizaciones de M68 están dispuestas a
“negociar con el Gobierno”. Chico listo. En primer lugar, en el momento en que
lanza la idea de una negociación, está lanzando la idea de un liderazgo por su
parte. Sólo los líderes al mando pueden reclamar una negociación, y Geismar
está lejos de serlo, porque en Mayo del 68 hay elementos importantísimos (todos
los grupos anarquistas sin excepción; los maoístas en su práctica totalidad; y
la mayoría de los trostskistas) que no secundan esa idea de que negociando se
va a resolver todo, porque su línea es ya la de tenerlo todo, o nada.
La segunda cosa que consigue el hábil Geismar con su anuncio
es meter en la cabeza de los periodistas, ergo de Francia, la idea de que
aquello que hoy llamamos Mayo del 68 tiene entidad para negociar con el Gobierno. El 7 de mayo hace ya mucho
tiempo, lo hemos escrito varias veces en estas notas, que el movimiento ha
dejado de ser una reivindicación por una educación de calidad, o bla. En ese
cambio Geismar ve una ubre, y en aquella rueda de prensa intenta ordeñarla por
primera vez, en un proceso que será bastante largo y terminará en las gradas
del estadio de Charlety.
Tres son las condiciones sine
qui non para comenzar las negociaciones, dice Geismar: la retirada de las
fuerzas policiales del Quartier Latin; liberación y amnistía de los estudiantes
condenados; levantamiento del lock-out
de las facultades. Para reforzar este llamamiento a la negociación, el SNE Sup
lanza una huelga de dos días, que será de ocho si al cabo de las 48 horas no se
les ha contestado. Eso sí, dice que los exámenes previstos se harán, incluso si
hiciera falta usar días de vacaciones para ello.
Pasada la hora de la manduca parisina, ambas organizaciones,
SNE Sup y UNEF, van a recibir una sorpresa tan desagradable como lógica. Lo
acabamos de decir: Geismar, probablemente con el nihil obstat de Sauvageot , ha lanzado esa mañana un movimiento
clásico de conflictividad para conseguir negociación. Y acabamos de decir que
eso es un poco wishful thinking
sindical, porque M68 está formado por gentes que no van de eso. Y eso mismo es
lo que dice un manifiesto que recorre las calles de París a primera hora de la
tarde. Un manifiesto en el que el movimiento 22 de marzo (o sea, Cohn-Bendit) se desliga de la convocatoria de la
manifestación de esa tarde y lista una serie de cosas a las que, dice, el
movimiento se niega a convertirse.
“Nos negamos”, dice el papel, “a mejorar la universidad
burguesa, queremos transformarla radicalmente para que así forme a
intelectuales que luchen codo con codo con la clase obrera y no contra ellos”. El
manifiesto es, claramente, un intento de contrarrestar el intento de la UNEF de
capitalizar la protesta estudiantil, y hacerla vibrar a la misma longitud de
onda que el sindicato de profesores.
La JCR y la FER, por su parte, sí que se apegan más a las
famosas tres condiciones de Geismar, invitando a los estudiantes a luchar por
ellas y por la dimisión del rector Roche, al que, por cierto, tal vez por
influencia de alguno de los 859 millones de españoles que, según las últimas
estimaciones, participaron en Mayo del 68, acusan en su manifiesto de “mantener
en la universidad francesa costumbres propias de la España de Franco”. La FER, incluso,
llama a los sindicatos a unirse para organizar la gran manifestación central de
obreros y jóvenes.
A pesar de la decisión del movimiento 22 de marzo, a las
seis y media de la tarde la plaza Denfert-Rochereau está petada de estudiantes;
lo cual, por cierto, es ya, en sí, un aviso para los impulsores de Mayo del 68,
que no tengo muy claro que entendiesen, de que las cosas estaban empezando a
marchar de otra manera. Los manifestantes están casi todos perfectamente
informados de lo que los boletines radiados llevan toda la tarde diciendo: la
policía no intervendrá siempre y cuando los estudiantes no intenten penetrar en
el Quartier Latin. Los manifestantes marchan por unos 10 kilómetros durante
unas cuatro horas de, nunca mejor dicho con la cantidad de maoístas que había
dentro, Larga Marcha. A las nueve y media de la noche pasan por el Arco del
Triunfo, ante el cual cantan La
Internacional; algo que será visto por las organizaciones burguesas y su
prensa como una especie de profanación (los estudiantes dirán que no pero, la
verdad, aquel canto fue una de las piedrecitas que comenzaba a pesar en los
cojones de la burguesía francesa, que asistía al espectáculo más o menos en silencio. Los educandos, a mi modo de ver, no tenían razón al decir que fue un acto normal de ejercicio de la libertad propia porque, digan lo que digan, que alguien se presente en el
cementerio y se ponga a cantar el Cara al
sol delante de la tumba de Pablo Iglesias será algo que la Constitución no prohíbe; pero es un gesto estúpido y
provocativo). A las 11,30 de la noche están frente a la policía, en la rue de
Rennes, esquina rue d'Assas. Las cosas están calientes, porque, dentro del Quartier
Latin, ya se han lanzado algunas granadas lacrimógenas, no muchas, contra lo
que podríamos denominar “grupúsculos de los grupúsculos”.
La manifestación principal decide romperse en pequeños
grupos y así, en una estrategia de muchos pocos, intentar entrar en el Quartier
Latin. Siguiendo estrategias de guerrilla urbana, al frente de los grupos se
sitúan los guerreros, por así decirlo, que son los que llevan casco y armas
caseras; y el resto, los que están detrás, hacen de transporte de piedras para
surtir de munición a lo que de toda la vida, en la guerrilla trotskista como en
la falangista, se ha llamado primera línea. El primer ataque se produce cerca
de la medianoche, en la calle Vaugirard, donde la policía carga como respuesta
al lanzamiento de una piedra. Casi al instante, se produce otro choque en la
rue d’Assas.
Esa noche nace otro de los eslógans más repetidos en Mayo
del 68: Le pouvoir est dans la rue.
La tarde del 8 de mayo se celebra en la Asamblea Nacional un
debate de cinco horas sobre la violencia en el Quartier Latin y el problema
estudiantil; debate más bien insulso y un poco pollas en el que, todo lo más,
destacará como orador Edgar Pisani (parlamentario
por fuerzas de izquierda republicana, había sido ministro con Michel Debré y
luego con Georges Pompidou. Alcalde de Montreouil-Bellay muchos años, fundó el
MPR, Mouvement Pour la Réforme, gaullista de izquierda, en los años setenta se
pasará al Partido Socialista. En 1981 fue enviado al Cementerio de Elefantes,
por algunos conocido como Comisión Europea).
En ese momento en el que los diputados están discutiendo
sobre si son galgos o podencos y jugando al Apalabrados a mano, François Jacob,
Alfred Kastler, André Lwoff, François Mauriac y Jacques Monod, los cinco
premios Nobel, están enviando el siguiente telegrama al presidente de Gaulle: Nous demandons instamment faire
personellement geste susceptible apaiser révolte des étudiants. Amnistie des
étudiants condamnés. Réoverture des Facultés. Profonds respects. (Exigimos
inmediatamente haga personalmente gesto susceptible pacificar revuelta
estudiantes. Amnistía de estudiantes condenados. Reapertura de Facultades.
Profundos respetos).
Entre los estudiantes, el movimiento 22M está tomando
posiciones cada vez más duras contra la UNEF. Les acusa de frenarlo todo y de
montar manifestaciones poco menos que cosméticas, en lugar de movimientos
duros. La UNEF y el SNE Sup, sin embargo, han dado una rueda de prensa en la
mañana redoblando las llamadas a la negociación, manteniendo la huelga y
convocando una nueva manifestación ese día, en la Facultad de Ciencias. Los
liceos de bachillerato les siguen: esa mañana 2.000 alumnos en huelga recorren
las calles.
A las siete de la tarde, algo más de 5.000 personas han
respondido a la llamada de la manifestación. La principal novedad es la
presencia del dirigente de la CGT de la enseñanza técnica Charles Ravaux, que
anuncia un encuentro con la UNEF y con el SNE Sup “para examinar la creación de
un frente único de los trabajadores y los estudiantes contra la represión”. También
está el representante de la CFDT en la región de París, Antoine Moulinet, quien se
refiere a la convergencia de la lucha obrera y estudiantil, pero sin
comprometerse.
A las ocho menos cuarto, Alain Geismar anuncia a los
manifestantes que ha recibido un comunicado de la universidad según el cual un
representante de la misma desea contactar con ellos para comunicarles algo
importante. Ese representante es el vicerrector, Claude Chalin, que se
compromete a transmitir las famosas tres reivindicaciones para negociar el SNE
Sup y de la UNEF.
Cuando finalice esa manifestación, Mayo del 68, incluso sin
conciencia de muchos de sus dirigentes y menos aún participantes o
simpatizantes, se ha escindido. Han pasado muchas cosas en las últimas dos o
tres semanas, y la principal de ellas es que aquéllos alejados de la
espontaneidad y de la democracia asamblearia, amigos pues de las cosas hechas
por organizaciones dirigentes, un poco al estilo bolchevique, se han dado
cuenta del tamaño que ha adquirido la movida. Para entonces, hasta la más
pollas de la convocatoria estudiantil junta 1.000 o 2.000 manifestantes sin
despeinarse. Los padres de Mayo del 68, que lo comenzaron como un proceso de
abajo a arriba en el que la masa tenía siempre el poder de decidir dónde y cómo
ir, han construido algo tan grande, con tanta potencialidad de dañar al poder
ejerciente, que quienes tienen la visión política de hacer eso mismo se han
dado cuenta de ello. El discurso de Ravaux aquella noche no es otra cosa que la
señal de que la CGT se ha fijado en Mayo del 68; se lo toma en serio. Pero
siempre que un partido político o un sindicato se toma en serio un movimiento,
es para una sola cosa: para oparlo, comprarlo, hacerlo suyo y mutarlo en
aquello que le venga bien, que se atenga a sus estrategias. Que Alain Geismar,
al fin y al cabo un hombre sindical, se aviniese a eso, tiene cierta lógica. Lo
que confieso que nunca he llegado a entender es que lo hiciese Jacques
Sauvageot, una persona cuya situación en aquel momento y cuya evolución
posterior parece demostrar que no tenía grandes afinidades con el poder
político y sindical organizado.
Hay una escisión. Los que quieren seguir siendo lo que han
sido hasta el momento, y los que quieren que Mayo del 68 se haga mayor y sea,
consecuentemente, gestionado por los mayores. El primero de estos movimientos
no quiere parar y, por eso, pone a parir a la UNEF que, a causa de las
necesidades estratégicas de un movimiento en pro de la negociación, hace cosas
que no le gustan. Por lo demás, los grupos de ultraizquierda se dedican
remoquetes unos a otros, por considerar sus estrategias erróneas. Mientras la
FER y la UNEF llaman a la unión con la clase obrera, y la UJC (ml) saluda esa
llamada, los trotskistas de la JCR avisan que ellos no aceptarán una
convergencia estudiantil-obrera que suponga “nuestra vinculación a las
burocracias sindicales”.
Mayo del 68 es una bomba cebada que le va a estallar al
gaullismo en las manos. Pero los que están dentro de la bomba, probablemente,
tampoco pueden imaginar que a ellos también les va a afectar la deflagración.
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