lunes, marzo 16, 2009

Fútbol (1)

Pues sí. En este país nuestro, no hay nada que genere tanta pasión como el fúbol. Consecuentemente, el fútbol es parte de nuestra Historia e Historia misma, motivo por el cual sólo era cuestión de tiempo que le dedicásemos algún espacio en este rincón de la red. Eso sí, debo decir que, como siempre, mis amables lectores han demostrado lo poco que necesitan recibir conocimientos que obviamente ya tienen, al menos los que contestan con mensajes.

La Historia del fúbol es, realmente, muy interesante. Especialmente desde el estallido de la guerra civil y el franquismo, que es cuando comienza a convertirse realmente en un espectáculo de masas.

La guerra civil, como ya hemos apuntado aquí con episodios como la interminable gira de la selección de Euskadi, fue un trauma también para el fútbol que, básicamente, quedó frenado en su práctica, aunque nunca dejaron de celebrarse partidos, especialmente en la zona nacional. No pocos jugadores fueron víctimas de la situación y hoy en día, en las casas de subastas, se puede ver de vez en cuándo como sale a la venta alguno de los certificados de pureza franquista que no pocos jugadores tuvieron que procurarse al terminar el enfrentamiento bélico.

Aunque el bando republicano no le iba a la zaga. A quien le parezca un problema ir a jugar a un estadio en el que te pueden lanzar una cabeza de cerdo, que se lea las instrucciones generadas por las autoridades de orden público de la zona republicana conminando al público de los partidos de fútbol a ir desarmado al estadio. Ahí es nada. A ver quién es el guapo que no pita un penalty en esas circunstancias.

Sabido es que mucha gente opina que el equipo del franquismo fue el Real Madrid. Es asunto que abordaremos varias veces a lo largo de estas notas. La opinión se divide (como se dividen las pasiones en torno al club blanco) entre los que piensan que el Madrid se indentificó con el franquismo (lo que podríamos denominar visión política) y los que consideran que en realidad fue el franquismo el que se identificó con el Madrid (o sea, visión deportiva). Es difícil tomar una opción clara, aunque yo tiendo a pensar que es la segunda la más cierta. Pero es que, además, hay un dato más: la inquina antimadridista por parte de quienes se sentían poco identificados con el bando nacional es anterior al franquismo.

Según crónicas escritas algunos años después, en la final de copa de 1936, que se jugó en Valencia el 21 de junio, ya hubo grupos de personas, a las que dichas crónicas escritas en tiempos de Franco otorgan ideología comunista, que fueron al estadio a abuchear al Madrid, por considerarlo, ya entonces, representativo de la tendencia contrarrevolucionaria. Las iras del público se dirigieron especialmente hacia el portero Ricardo Zamora. Y es que si el Madrid era visto como club sospechoso, Zamora, por lo que se ve, quintaesenciaba esa sospecha. Y lo digo porque, una vez que comenzó la guerra, Zamora fue detenido y encarcelado en la Modelo de Madrid, aunque fue liberado a tiempo para no sufrir las matanzas de dicho centro penitenciario, tras de lo cual se fue a jugar a Francia. Una vez allí, se guardó de hacer declaraciones muy significadamente antirrepublicanas, pues su madre seguía en Barcelona. Otro conspicuo madridista que tuvo que esconderse de las partidas de milicianos fue Santiago Bernabéu.

Cabe añadir también, como dato curioso, que el domingo 19 de julio de 1936, cuando en toda España se luchaba tras el alzamiento de Melilla a última hora del 17, aún se celebró en La Coruña un partido de fúbol entre el Deportivo y el Celta. Los gallegos, como siempre, a lo suyo. La prensa saludó el enfrentamiento que, dijo, serviría para calmar los nervios alterados del país. Pero no pudo, lamentablemente.

Una guerra dentro de la guerra durante la guerra fue la librada por ambas Españas ante la FIFA para reivindicarse como selección nacional. Acabó ganando Franco, claro. La nueva selección española se estrenó contra Portugal, perdiendo por 2 a 1. Un detalle importante es que en aquel partido, y en bastantes de los inmediatamente posteriores, la selección española renunció a su tradicional camisa roja, vistiendo las más de las veces con camiseta azul (oh, casualidad) y pantalón blanco; y en algunos casos con el yugo y las flechas bordado como insignia.

Conforme avanza la guerra y Franco va ganando terreno, el fútbol se va colocando más de su parte. Por lo demás, el deporte cuenta sus víctimas, que las ha tenido, y muchas, en paseos, detenciones, y en los propios frentes, lo cual es lógico teniendo en cuenta la juventud de los jugadores. Aunque no dispongo de cifras definitivas, tengo la sensación de que el estamento futbolístico que más profundamente fue afectado por la depuración franquista fue el arbitral; hubo colegios de árbitros donde quedó menos de la mitad de los efectivos. Por lo demás, para el franquismo el fútbol, desde el primer momento, no fue sólo un deporte. Consciente de su importancia social y su factor cohesionador, el franquismo adopta desde el primer momento un control férreo sobre el fútbol que hará que durante muchos años, bajo la atenta mirada del general Moscardó como máxima autoridad deportiva, sus jerifaltes sean militares.

En su obsesión por controlarlo todo, los franquistas se llegarán a plantear incluso, tras tomar Cataluña, si permitir o no que siga existiendo el Barça. Lo cual es una prueba más de una cosa que a mí me parece bastante clara y es que el franquismo, más que promadridista, lo que fue, y mucho, fue antibarcelonista. Existen testimonios de que se pensó en cambiar los colores de la elástica del equipo y cambiarle también el nombre para ponerle España; supongo que buscando que, así, sus partidarios, al animar, gritasen ¡España, España!

Nada más terminar la guerra se produce también una agria polémica que dejará claro que el franquismo no tiene intención de ser neutral en esto de fúbol. En la liga del 36, la última celebrada, habían descencido Osasuna de Pamplona y el Atlético de Madrid. Pero había un club que no podía jugar el torneo, que era el Oviedo, puesto que su estadio estaba hecho una braga por las bombas. Osasuna vio el cielo abierto y reclamó a la Federación su permanencia en primera división a cuenta de su aportación a la Cruzada. Lo que consiguió con ese gesto fue una inmediata petición en el mismo sentido por parte del Ceuta; y no creo que haga falta hablar mucho sobre el papel que las tropas moras jugaron en no pocas victorias del bando nacional. Después fueron los clubes gallegos, que se sentían con derecho a ascender por ser la cuna del Caudillo. Y, por supuesto, reclamó el Atlético de Madrid; club no exento de represalias durante la guerra como la vivida por su internacional Ramón Lafuente, que tuvo que esconderse, acabó en una checa, logró huir y fue un vagabundo en Madrid hasta que entraron los nacionales. Finalmente, se optó porque ambos equipos jugasen un partido y quedase en primera el que lo ganase. La decisión, sinceramente, no tiene pase. En la liga del 36, el Atlético había sacado más puntos que Osasuna. Todo lo que tenían los navarros para defender su posición eran los heroicos servicios prestados por los tercios de requetés; un argumento poco deportivo... en tiempos normales. La justicia, finalmente, la haría el deporte, pues el Atlético ganó por 3 a 1 y evitó el infierno (por esa vez).

Como hemos dicho, el fútbol español, de la mano del franquismo, se gestionaba a golpe de retreta. El teniente coronel Troncoso fue su primer jefe. La primera circular de Troncoso está completamente fuera de lo que hoy entendemos por fútbol. Establecía un salario máximo para los jugadores de primera de 600 pesetas al mes, es decir unas 200 por debajo del sueldo que entonces percibía un coronel del ejército. A Troncoso le parecía inmoral que un jugador de fútbol pudiese ganar más dinero que alguien que asume la responsabilidad de mandar un regimiento. Supongo que ahora se estará centrifugando en su tumba.

Con la posguerra la cosa se normaliza. Bueno, más o menos.

1 comentario:

  1. Anónimo7:02 p.m.

    Por comentar, el debut olímpico de la selección de baloncesto estadounidense fue un "forfait" 2-0 por incomparecencia de la selección española a los Juegos Olímpicos de Berlín 1936.

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