El prestigioso diario londinense Times se hace eco de unas informaciones contenidas en el último libro del historiador Pere Ferrer: Juan March, el hombre más misterioso del mundo. Según dice Ferrer en dicho libro (y sigo aquí las referencias del Times, pues yo aún no lo he leído), el conocido financiero mallorquín Juan March operó como distribuidor de pasta desde los fondos reservados del Reino Unido a una serie de generales españoles, que fueron animados económicamente a convencer a Franco de que no entrase en la II guerra mundial.
Sin conocer la profundidad de las investigaciones de Ferrer, todo cuadra y tiene los visos de certeza. Si en la España de posguerra civil había alguien con capacidad y contactos para mover pasta, ése era March, personaje polimórfico y capaz de relacionarse con cualquiera. Es cierto que la II República fue a por él descaradamente, montándole una especie de juicio parlamentario en una sesión secreta de las Cortes; sesión en la que los postulados de March fueron defendidos por él mismo y, en sesiones subsiguientes, por José María Gil-Robles, líder entonces de las derechas republicanas. El gran enfrentamiento entre March y la República se produjo a cuenta de la organización del monopolio de tabaco, el cual supuso un quebranto para el mallorquín, que contaba con la concesión de la distribución de tabaco en las plazas africanas, es decir Ceuta, Melilla y el Protectorado. March instiló acusaciones de corrupción contra el gobierno, al que por lo que sé acusó de haber concedido la provisión de tabaco para el monopolio a una extraña sociedad extranjera (Le Nil se llamaba); y, en contraataque, los políticos de la República acusaron a March de contrabandista, de corruptor, de un montón de cosas. Indalecio Prieto llegó a decir en uno de sus discursos parlamentarios que todo el problema de March con los políticos republicanos es porque éstos habían rechazado su dinero en los últimos meses de la monarquía. Y tiene lógica pensar que March hiciera dicho ofrecimiento, teniendo en cuenta que pagó la construcción de la Casa del Pueblo de Palma de Mallorca, así pues no le hacía ascos a tener amigos en cualquiera de los lados del espectro político. Tras la guerra civil, Juan March se situó como el gran financiero del régimen, así pues es lógico que Churchill lo utilizase para enchufar la pasta.
La teoría, no demostrada al menos hasta ahora, de que Gran Bretaña untó a milicos hispanos para evitar la entrada de España en la guerra, es vieja; yo recuerdo haberla leído varias veces. Es pues, razonable darla por cierta. Ahora bien, y esto es lo que me ha movido a redactar apresuradamente estas notas, también es cierto que estos pagos, si existieron, son sólo un elemento más de la ecuación, y ni siquiera el más importante.
A despecho de que Tiburcio me corrija, pues estoy poniendo un pie en su Negociado de Historias Bélicas, hemos de tener en cuenta factores como:
1.- La principal razón de Franco para rechazar las presiones de Serrano Súñer y de la Falange para entrar en la guerra en favor de las potencias fascistas era el miedo. Franco no era tonto y sabía bien que cuando se apaga un fuego en el monte, pasan días durante los cuales las brasas siguen activas en el subsuelo, así pues cualquier tontería puede reactivarlas. Para ganar la guerra había sido crucial la neutralidad francobritánica, algo que, una vez entrados ambos países en guerra, no hubiera tenido lógica mantener si Franco hubiese seguido teniendo enemigo. Por lo demás, España era un país agotado por tres años de guerra y embarcarla en una nueva habría podido disparar la oposición al general. Frente a versiones interesadas como la de Serrano, quien pintó la entrevista de Hendaya como un triunfo de un Franco pacifista que quería ahorrarle a los españoles los horrores de la guerra, parece más cierto que las dificultades puestas por Franco eran más de carácter estratégico que moral.
2.- El precio que Franco reclamaba a Hitler a cambio de entrar en la guerra era excesivo. Hitler, consciente de que una invasión de Francia en toda regla (y no se olvide que la Francia de 1940 tenía muchos millones de kilómetros cuadrados en África) comprometería sus recursos (algo parecido le pasó a Felipe II en el siglo XVI; tenía que dedicar tantos soldados a vigiliar las plazas que tomaba o poseía que luego no tenía lanceros para dar hostias), optó por la solución Vichy. Pero la solución Vichy suponía la existencia de un gobierno francés primo hermano, con sus intereses propios. La reivindicación de Franco, que se basaba sobre todo en extender la influencia hispana en Marruecos, era impagable para el Führer, a menos que se malquistase con Petain.
3.- Hasta que se produce la invasión aliada en el norte de África y comienza la subguerra contra Rommel, la entrada de España en la guerra hubiera supuesto la creación de un nuevo frente entonces inexistente. Hitler, a sus espaldas, tenía la Francia de Vichy y más allá un régimen político que recibía en Madrid a Heinrich Himmler como un fiestero de veinte años recibiría en su dormitorio a Angelina Jolie. Si España se convertía en miembro del Eje, la respuesta de Reino Unido habría sido defender Gibraltar, probablemente invadiendo las Canarias. Esto, para Franco, hubiera podido ser el acabóse, pues sabía bien que si sus alianzas llegaban a comprometer la integridad territorial española, muchos de los que le vitoreaban podrían volverse contra él.
Una vez que se produce la invasión de África, momento en el que los aliados ya cuentan con el concurso del Tío Sam, habría sido una mala decisión estratégica pedirle a Franclo que entrase en guerra. Con una España no beligerante, los ejércitos aliados tuvieron que entrar por Sicilia y, como demuestran hechos como la batalla de Nola, no les fue fácil. Con España en el Eje habrían tenido toda la fuerza moral de entrar por Cádiz, o Málaga, o Almería y, a menos que Hitler sembrase el país de Panzerdivisionen, se habrían plantado en los Pirineos en menos de lo que yo tardo en gestionar un bocata de chorizo cular; generando con ello, mucho antes del verano del 44, la situación de doble frente (Este y Oeste) que generó el desembarco de Normandía. Mi teoría, incluso, es que es una pena que Franco no entrase en la guerra pues, de haberlo hecho, la derrota de Hitler se habría adelantado cosa de año y medio y, además, Franco probablemente no habría sobrevivido a la misma.
4.- Hay, por último, un factor de importancia crítica, cuando menos desde 1943, aunque probablemente desde antes. El gran punto flaco de Alemania eran las materias primas y muy especialmente los hidrocarburos; esto explica buena parte de los afanes expansionistas de Hitler. Así pues, Alemania, que era el centro del Eje, podía proveer a sus aliados de muchas cosas, fundamentalmente divisiones motorizadas, aviones, carros de combate y esas cosas; pero no podía garantizarles suministros de los que fuesen deficitarios.
En España, como sabemos bien, no hay casi petróleo. Somos intensamente dependientes del exterior en esto; y si lo somos hoy, que hay molinos eólicos y centrales nucleares, hace setenta años lo éramos cien veces más.
Para Franco, unirse al Eje habría supuesto enterrar a los españoles en una carencia mucho más acusada que la que de por sí depararon los años del racionamiento. Carlton Hayes, que fue embajador de Estados Unidos en España en los últimos años de la guerra, cuenta en sus memorias que la estrategia de Roosevelt y de Truman fue calcular las necesidades de petróleo de España y luego darle a Franco acceso a más o menos el 60% de las mismas. Una decisión inteligente, porque de esta manera generó una dependencia total respecto de dichos suministros pero, al tiempo, mantenía al posible enemigo en una situación de anemia crónica.
En suma: si Franco hubiese entrado en guerra junto a Alemania, se había encontrado con que, tras el desembarco en África de los aliados, los ejércitos se habrían ido a por él. Si Hitler o Mussolini hubiesen decidido ayudarle entonces, además de enviar los tanques tendrían que haber enviado también la gasolina y los pertrechos, porque España no estaba en condiciones de facilitárselos. Es prácticamente inevitable que Franco perdiese Canarias y que, incluso, con la disculpa de protegerlas, también perdiese las Baleares, invadidas por su amigo y aliado Mussolini, el cual siempre las ambicionó. La rápida convergencia entre aliados y españoles republicanos habría dado una esperanza a la oposición interior, fortaleciéndola.
Si además había generales untados que iban a El Pardo a comerle la oreja para que no entrase en la guerra, es más que probable. Pero lo que reputo falso es que ésta fuera la principal razón de nuestra no beligerancia.
Uno de los problemas asociados es que Hitler, en esencia, prometió el norte de África a franceses, italianos y españoles en el mismo viaje. Y a través de sus servicios de inteligencia, los tres países se enteraron, lo cual socavó la posición de Hitler.
ResponderBorrarme encanta vuestro blog, muy interesante! un saludo!
ResponderBorrarEs probable también que Hitler no se empeñase mucho en Hendaya en convencer a Franco. Para entonces ya estaba pensando en invadir la URSS.
ResponderBorrarTras la conquista de Francia, aunque unos pocos, sobre todo el Almirante Raeder, le intentaron convencer de que adoptase una estrategia mediterránea para forzar a Inglaterra a capitular, Hitler nunca se tomó muy en serio esa idea.
Las entrevistas del otoño de 1940 con Franco, Petain y Mussolini tenían sentido si Alemania iba a poner en marcha una estrategia mediterránea apoyándose en esos tres puntales. Pienso que Hitler fue a esas entrevistas un poco por inercia, sin estar muy convencido ni tener una idea clara de lo que quería sacar de ellas.
Si en Hendaya Hitler hubiera tenido unos planes más claros como cuando se entrevistó con otros líderes europeos, a Franco no le habría quedado más remedio que cuadrarse y decir: "A la orden". O eso, o ver tropecientas divisiones de panzers bajando por la Península.
La obsesión de Hitler con el enemigo soviético fue lo que nos salvó de entrar en la II Guerra Mundial.
Tampoco Hitler podía ponerse en marcha alegremente con los apoyos que se le ofrecían: la Francia derrotada de Vichy, una España tercermundista salida de la guerra civil y una Italia que ponía una vela a dios y dos al demonio.
ResponderBorrarCreo que se puede ver mucho del posible plan de Franco en Mussolini, que entra en la guerra sólo cuando cree que está acabada (la famosa frase de los muertos para sentarse a la conferencia de paz) después de haber pedido el oro y el moro a Alemania como excusa para no meterse antes. Sin ese error de cálculo, Italia hubiera hecho como España, a expensas de veleidades imperiales en Albania o Libia.
El astuto militar de El Ferrol utilizó, en la entrevista de Hendaya con Hitler, la táctica del "yes, but" o "si, home, si, claro, claro, claaaroooo.....PERO....."
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