Un esclavo, un amigo, un servidor
“¡Es precioso, precioso!”
Jefe militar
La caída de Zhu De
Sólo las mujeres son capaces de amar en el odio
El ensayo pre maoísta de Jiangxi
Japón trae el Estado comunista chino
Ese cabronazo de Chou En Lai
Huida de Ruijin
Los verdaderos motivos de la Larga Marcha
Tucheng y Maotai (dos batallas de las que casi nadie te hablará)
Las mentiras del puente Dadu
La huida mentirosa
El Joven Mariscal
El peor enemigo del mundo
Entente comunista-nacionalista
El general Tres Zetas
Los peores momentos son, en el fondo, los mejores
Peng De Huai, ese cabrón
Xiang Ying, un problema menos
Que ataque tu puta madre, camarada
Tres muertos de mierda
Wang Ming
Poderoso y rico
Guerra civil
El amigo americano
La victoria de los topos
En el poder
Desperately seeking Stalin
De Viet Nam a Corea
El laberinto coreano
La guerra de la sopa de agujas de pino
Quiero La Bomba
A mamar marxismo, Gao Gang
El marxismo es así de duro
A mí la muerte me importa un cojón
La Campaña de los Cien Ñordos
El Gran Salto De Los Huevos
38 millones
La caída de Peng
¿Por qué no llevas la momia de Stalin, si tanto te gusta?
La argucia de Liu Shao Chi
Ni Khruschev, ni Mao
El fracaso internacional
El momento de Lin Biao
La revolución anticultural
El final de Liu Shao, y de Guang Mei
Consolidando un nuevo poder
Enemigos para siempre means you’ll always be my foe
La hora de la debilidad
El líder mundial olvidado
El año que negociamos peligrosamente
O lo paras, o lo paro
A modo de epílogo
Durante su nueva etapa en Hunan, Mao se ganó cierta fama de agitador. Hubo disturbios en Changsa y de alguna manera hubo varias fuentes que lo consideraron implicado en los mismos, a pesar de que estaba lejos, en su aldea. Ésta es la primera vez que aparece en los informes de los corresponsales estadounidenses.
Todo eso le aconsejó mover el culo. Se marchó a Cantón, el centro nacionalista por excelencia, a donde llegó en septiembre de 1925. Pocos días después de su llegada, los nacionalistas comenzaron a otorgarle labores y responsabilidades. Wang Ching Wei le encargó el Departamento de Propaganda, lo que significaba, entre otras cosas, dirigir la publicación del partido, el Semanario político. Entró, asimismo, en el selecto comité organizador del segundo congreso del KMT, previsto para enero de 1926.
En octubre, de Moscú le ordenaron que comenzase a agitar el avispero del campesinado, y Mao obedeció. Escribió varios artículos sobre la materia que, sin embargo, no gustaron en Moscú, no tengo muy claro si por una fraseología poco marxista o por todo lo contrario. La revista Kanton, que editaban los soviéticos presentes en la plaza, publicó una crítica de los artículos de Mao. Fue acusado de no ser “científico” en sus análisis y de haber interpretado la sociedad china como “capitalista” cuando, en realidad, era una sociedad “feudal”.
A pesar de este obstáculo, que era serio porque uno de los lectores de Kanton era el propio Stalin, Mao permaneció impasible el chino. En febrero de 1926, su amigo Wang lo designó miembro fundador del Comité del Movimiento Campesino del Kuomintang, y director del Instituto de Formación del Movimiento Campesino. Mao tenía 32 años y, la verdad, era la primera vez en su vida que se preocupaba por los campesinos.
El KMT, por otra parte, acababa de empezar una marcha, normalmente conocida como La Expedición hacia el Norte, destinada a derribar el gobierno de Pekín. Para entonces, los nacionalistas ya tenían un ejército, en el que había un nutrido grupo de asesores soviéticos. Mao no participó en este movimiento. Regresó a Changsa, donde el 20 de diciembre de 1926 dio un mitin político en compañía de un asesor soviético, Boris Freyer. Habló dos horas, y lo hizo con moderación. En un momento en que en la provincia se estaban produciendo levantamientos campesinos, que agredían a los terratenientes, abogó por negociar con ellos.
Sin embargo, después de eso hizo un viaje de inspección por Hunan que duró más o menos un mes y que, según confesaría él mismo con el tiempo, cambió totalmente sus puntos de vista. Muy probablemente, fue testigo de muchos de los ejemplos que entonces había en la Hunan rural en los que patotas de chulos se dedicaban a rodear y torturar a las familias más ricas de las aldeas, y se convenció de que todo eso no era más que, como se dice hoy en día, “jarabe democrático”. En su informe, se refiere a la estrategia de esas pandillas de campesinos, basada en colgar del cuello de sus víctimas carteles señalando su filiación y pasearlos por el pueblo tirando de una cuerda como si fuesen animales (estrategias que el maoísmo adoptaría); y lo hace no precisamente en un tono de crítica, sino de cierta admiración por la eficacia. “¡Es precioso, precioso!”, llegó a escribir.
Algunos dirigentes campesinos de Hunan habían procedido a detener a los atacantes más violentos; pero Mao ordenó que fuesen liberados. Admiraba sin ambages la capacidad de la violencia a la hora de destruir las estructuras sociales y cambiarlas por completo; y esa admiración llegó a los oídos de la Komintern, que, por primera vez, publicó artículos suyos. En Moscú comenzaron a pensar que aquel hombre era su hombre.
Las consecuencias fueron inmediatas. Dos años después de haber sido apartado del hard core del PCC, Mao retornó. En abril de 1927 fue elegido de nuevo para el Comité Central, aunque sólo como miembro candidato. Para entonces, Mao vivía en la hoy tristemente famosa y pandémica ciudad de Wuhan, en las orillas del Yangtze. Estaba allí acompañando a las tropas nacionalistas en su presión hacia el norte desde Cantón.
En los ámbitos nacionalistas, en todo caso, no todo el mundo estaba contento con la alianza de facto alcanzada entre el Kuomintang y los comunistas. En el II Congreso del partido, en 1926, los miembros del PCC habían obtenido un número de puestos de importancia totalmente desacoplado con su importancia numérica, y eso había despertado las resistencias de mucha gente. Wang Ching Wei le había garantizado a los comunistas un tercio de los delegados, mientras que otro tercio era para la izquierda nacionalista, un difuso grupo ideológico en el que se emboscaban muchos comunistas.
El 6 de abril de 1927, en Pekín, las autoridades entraron en una sede soviética y se incautaron de un montón de documentación que demostraba la participación de la URSS en los intentos para derribar el régimen. Li Ta Chao y otros sesenta miembros del PCC fueron arrestados. Li, de hecho, fue muy rápidamente ejecutado. Con él, murió uno de los escasísimos ejemplos de chino con mostacho a la europea que conocerás (el bigote chino, normalmente, se presenta con barba y cayendo lacio, en plan Fumanchú).
Las pruebas irrefutables del golpismo soviético sorprendieron desagradablemente a los chinos, y comenzaron a preocupar a las potencias occidentales. El KMT comenzó a registrar serias tensiones y el riesgo de una o varias escisiones. Fue en ese momento en el que emergió un líder militar nacionalista, Chang Kai Shek. El 12 de abril, tomó el control del partido y ordenó que fuese limpiado de comunistas. De hecho, elaboró una lista de 197 objetivos, en la que estaba Borodin; y estaba Mao Tse Tung.
Chang Kai Shek era seis años mayor que Mao y era hijo de una familia de comerciantes de sal. Era un militar estólido que rara vez sonreía. Se había formado en Japón y había estado en la URSS en 1923. Hasta aquel momento había sido bastante cercano a los soviéticos; pero su visita al paraíso socialista le hizo cambiar de idea. A su regreso a China, sin embargo, se guardó sus ideas y sentimientos, y cultivó la amistad de Borodin. Lo engañó algún rato; pero en abril de 1927, Borodin había ordenado, sin éxito, su detención.
El 12 de abril de 1927, cogiendo el rebufo de los documentos descubiertos en Pekín, Chiang ordenó un arresto masivo de comunistas. En Shanghai, contrató a delincuentes comunes para que se enfrentasen a los comunistas armados, creando la disculpa para que su ejército interviniese. Arrestó a líderes sindicales, y diversas manifestaciones fueron disueltas a tiros. Debió de provocar más de 300 muertes entre comunistas y simpatizantes, aunque los líderes no fueron molestados. Wang Ching Wei, o no quiso, o no pudo, oponerse al baño de sangre ordenado por el que sería conocido como El Generalísimo.
Aquello fue un problema para Mao. En su estrategia de seguir a Chiang en la ruptura con los comunistas, uno de los elementos fundamentales para Wang era criticar la política respecto del campesinado que habían llevado a cabo los comunistas infiltrados en el KMT. Y, como ya os he dicho, había mucho que criticar, porque, en realidad, las organizaciones de campesinos que organizaban los escraches no eran sino patotas de criminales organizados que se dedicaban al robo y a la extorsión, cuando no al asesinato y la tortura. Wang fue con todo contra esas organizaciones y contra los comunistas que les habían dado boleta; y eso señalaba claramente a Mao, quien tras su viaje iniciático por Hunan había escrito páginas encomiásticas acerca de aquellos héroes del pueblo que eran, en realidad, chulos de taberna portuaria. Parece ser que Mao intentó el típico “pío, pío, que yo no he sido”; o sea, el “yo soy un demócrata de toda la vida”. Pero cuando intentó convencer a todos de que él nunca había apoyado aquellas violencias, nadie le creyó, puesto que la gente puede ser tonta, pero no gilipollas. Así que Mao tuvo que decir adiós al paraguas de Wang.
Mal momento para quedarse sin padrino. Por toda China, los comunistas caían como moscas. El primogénito del profesor Chen fue arrestado y decapitado el 4 de julio de aquel año. Aquel verano Mao sintió, de verdad, su gañote en peligro.
¿Qué salvó a Mao? Sin duda, fue el hecho de que, en la URSS, a principios de 1927 se pudiera considerar totalmente consolidado el liderazgo de Iosif Stalin; lo cual, entre otras cosas, significaba que el camarada primer secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas era quien marcaba el paso en la política respecto de China. Conforme los hechos se fueron desplegando, Stalin se convenció de que ya no sería posible dominar el Kuomintang y, en consecuencia, ordenó al PCC crear su propio ejército y, lo que es más importante, adquirir el control sobre sus propios territorios dentro de China. Había llegado el momento de que el comunismo chino se convirtiese en un señor de la guerra más.
Stalin envió a un asesor de su máxima confianza a China: Vissarion Vissarionovitch, normalmente conocido como Beso, Lominadze. Lominadze era georgiano como Stalin, y de su entera confianza. El letón Janis Berzins (en ruso, Ian Karlovitch Berzin), jefe de la GRU o inteligencia militar soviética, obedeció y le escribió al presidente de la Comisión sobre China del Kremlin, Kliment Voroshilov, que la prioridad era crear un ejército comunista. De esta manera, se montó una estructura secreta de apoyo, con asesores soviéticos en todas las grandes ciudades chinas.
La primera orden era para los comunistas establecidos en unidades militares nacionalistas. Debían abandonarlas, avanzar hacia el sur, y llegar hasta la costa, donde serían aprovisionadas por los soviéticos. Dentro de la estrategia, se ordenó el cebado de rebeliones campesinas en diversas zonas, entre ellas Hunan.
Este punto de vista militar salvó a Mao. Cambió un paraguas político por un paraguas de hierro que, además, podía comandar.
Una de las primeras cosas que hizo Lominadze cuando llegó a China fue cesar al profesor Chen. El tiempo no estaba para teóricos. Lo culpó de todo lo que había ocurrido, y nombró en su lugar a Chu Chiu Pai, un tipo que ni siquiera dejaba escapar un cuesco sin que los soviéticos se lo autorizasen. Mao fue promocionado a miembro candidato del Politburo.
La principal fuerza armada comunista, en ese momento, tenía unos 20.000 efectivos, y se encontraba en Nanchang, la capital de Jiangxi. Se habían amotinado el 1 de agosto (formalmente, eran tropas nacionalistas) bajo órdenes de Moscú. Su principal asesor soviético era un tal Kumanin. El conocido como “Levantamiento de Nanchang” es, de hecho, el día celebrado como de la fundación del Ejército Rojo Chino. Tras rebelarse, las tropas fueron hacia Shantou, donde se suponía que Anastas Mikoyan había arreglado las cosas para que les estuviesen esperando varios barcos repletos de armas.
Para Mao, aquel éxodo de unos 600 kilómetros era importante, porque los soldados pasarían cerca de Hunan. A principios de agosto, Mao le propuso al Partido agitar una rebelión campesina en el Hunan meridional para establecer allí una Base Roja. Todo era un bulo. Mao ni siquiera sabía hacer lo que había prometido; jamás había organizado una movida como aquélla. De hecho, no tenía intención de tomar un movimiento tan peligroso, que podía dar con sus huesos en una tumba si la represión posterior era eficiente. Pero necesitaba decir que lo iba a hacer para conseguir lo que buscaba: que le diesen una parte de aquella tropa que ahora marchaba hacia el sur.
Shanghai picó como un membrillo. Le dieron el OK al bravo revolucionario campesino de Hunan. Así pues, Mao citó a los líderes del levantamiento para el día 15 de agosto, en el consulado soviético en Changsa. Por dos días, la reunión tuvo que ser aplazada, porque Mao no apareció. Sólo se presentó el tercer día, cuando estuvo razonablemente seguro de que no lo iban a trincar.
La verdad de las cosas, el levantamiento fue una ful, entre otras cosas porque tuvo que desplegarse sin su estratega, quien como os he dicho estuvo 72 horas perdido. Dos tercios de los soldados encomendados para la labor desertaron, y el resto fue pasto de las deplorables condiciones de vida de la zona. Así las cosas, cuando Mao se dignó aparecer por el consultado soviético de Changsa, dictó un cambio de planes, y ordenó levantar la rebelión campesina (que él mismo había ordenado) y decretar un ataque sobre la propia capital de Changsa. Como siempre, iba buscando hacerse con el control efectivo de tropas que lo protegiesen. Sin embargo, su plan fue aprobado, y él fue, una vez más, colocado al frente de las operaciones (a pesar de que lo desconocía todo de la táctica militar).
El 31 de mayo, Mao dejó Changsa para unirse a las tropas. Nunca había tenido la menor intención de realizar un levantamiento campesino en el sur de Hunan; y tampoco esta vez tenía intención alguna de atacar Changsa. Todo lo que quería era encontrarse con las tropas en algún lugar suficientemente distanciado, y hacerse con ellas. Por de pronto, lo que hizo fue irse a una ciudad llamada Wenjiashi, y esconderse allí para que el 11 de septiembre, fecha fijada para el ataque, no le pudieran espotear. El día 14, cuando los enfrentamientos apenas habían empezado y las tropas estaban todavía lejos de Changsa, Mao les ordenó abandonar ese objetivo (que, como digo, nunca fue un objetivo) y concentrarse en Wenjiashi. Los soviéticos presentes en Changsa se pusieron como el puma de Baracoa, y en Moscú no podían creerlo.
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