(Vaya, he metido el dedo y he publicado esta toma, que era para el miércoles. Pues eso: que la disfrutes, y el miércoles viviré de las rentas...)
En la Transoxiana, al sur de Samarkanda, surgió en el siglo XIV un jefe guerrero. Era, probablemente, de origen mongol, pero había sido totalmente influido por la cultura turca. Su nombre era Timur, aunque todo el mundo lo conocía como Timur el Cojo, Timur Lenk, nombre que al parecer los europeos no podíamos pronunciar tal cual y, por eso, convertimos en Tamerlán.
En la Transoxiana, al sur de Samarkanda, surgió en el siglo XIV un jefe guerrero. Era, probablemente, de origen mongol, pero había sido totalmente influido por la cultura turca. Su nombre era Timur, aunque todo el mundo lo conocía como Timur el Cojo, Timur Lenk, nombre que al parecer los europeos no podíamos pronunciar tal cual y, por eso, convertimos en Tamerlán.
Tamerlán fue un fórmula uno. Ese
típico piloto pillo y listillo que no cuenta en las apuestas para
ganar la carrera pero que, a base de mantenerse cerca de la cabeza,
acaba por aprovechar los enfrentamientos entre los de cabeza para
llevarse el gato al agua. Siendo como era una persona hábil y
maniobrera, supo aprovechar las disensiones entre los reyes más
importantes de la zona, así como los conflictos casi permanentes
entre turcos y persas. Se ganó la confianza del sultán de Djagatai,
Tukluk, quien lo hizo nombrar gobernador de toda la Transoxiana.
Pronto, Tamerlán entró en lucha con su otrora mentor, así como con
sus sucesores, hasta erigirse, en 1369, como rey del país.
A partir de ahí, Tamerlán comenzó
una serie de rápidas conquistas; al norte hacia el Kipchak y al sur
hacia Khorasán, Afganistán, parte de Persia. Llegó incluso al
Indo, pero el centro de su imperio estuvo situado en Mesopotamia,
además de Georgia, Armenia y el Kurdistán. Su imperio, por lo
tanto, lindaba con los Estados de Bayezid.
Era prácticamente imposible que dos
gallos de esa magnitud no se acabasen peleando. El primer motivo fue
Erzindjan, un pequeño principado cuyo rey, Taherten, había
aceptado ser vasallo de Tamerlán para protegerse de Bayezid. Pero el
turco les invadió, por lo que Taherten acudió a Tamerlán. El
mongol tenía ya de su lado a los príncipes de Kermian, de Meteché
y de Aidin, todos ellos depuestos por el turco. Así pues, Tamerlán
envió una embajada a Bayezid en la que le conminaba a reparar todos
los daños hechos a estos príncipes. El turco, por toda respuesta,
maltrató físicamente a los embajadores, que a punto estuvieron de
morir, y los envió de vuelta con una respuesta insultante.
La respuesta de Tamerlán fue marchar
hacia Sivas, una ciudad recientemente tomada por los turcos. Por una
vez, no le importaba tanto el terreno como la gente que había
dentro. Sivas resistió hasta más allá de la lógica, probablemente
porque sabía lo que había si se rendía; y, efectivamente, cuando
cayó Tamerlán, claramente como respuesta al agravio a sus
embajadores, se desplegó con los supervivientes con una crueldad
inusitadamente elevada. De hecho, encontró en la ciudad a uno de los
hijos de Bayezid, Ertoglu, al que hizo matar. Prueba de que fue una
acción destinada a mostrar su crueldad y no a ganar terreno es que,
nada más tomar Sivas, las tropas de Tamerlán dieron la vuelta hacia
Siria y Mesopotamia, donde tomarían diversas ciudades, entre ellas
Bagdad.
En 1402, con las cosas al menos
formalmente algo más calmadas, Bayezid y Tamerlán intercambiaron
embajadas. Sin embargo, el turco pronto cambió de idea, y llenó a
los embajadores del rey mongol de reproches y bravatas, para pasar
inmediatamente a avanzar contra la ciudad de Tokat, en poder de los tártaros.
Tamerlán se encontraba entonces en Sivas con un ejército que todas
las fuentes coinciden en señalar era más numeroso que el turco. Con
este ejército se dirigió a Angora y allí encontró a la armada
turca. Fue toda una lucha familiar, pues en el lado mongol se
encontraban cuatro hijos y cinco nietos de Tamerlán, mientras que en
el ejército turco se encontraban los cinco hijos de Bayezid.
La batalla fue vibrante. Los jenízaros
y el cuerpo de 10.000 auxiliares serbios que los turcos llevaban con
ellos se portaron con especial valentía. Pero los tártaros eran
muchos y, además, estaban significativamente reforzados por soldados
de los principados que Bayezid había hecho suyos. Los serbios, al
mando de Esteban Lazarevitch, tuvieron que cubrir la retirada de
Solimán, el hijo de Bayezid. Otro de sus hijos, Mehmed, se refugió
en las montañas, en Amasia. Un tercero, Isa, huyó hacia Karamania.
Mientras tanto el sultán y otro de sus hijos, Musa, junto con la
mayor parte de los jefes de unidades, cayeron presos de Tamerlán.
Esto fue lo que ocurrió el 20 de julio
de 1402, en la que nosotros conocemos como la batalla de Angora y los
turcos conocen como la batalla de Timur o Timur mouharebessi.
Una acción bélica que, si hemos de creer que la Edad Media terminó
con la toma de Constantinopla, amplió dicha Edad Media en
aproximadamente medio siglo.
En
principio, Tamerlán se portó con Bayezid con bastante comprensión.
El turco, sin embargo, aprovechó la relativa laxitud de su encierro
para intentar escaparse; momento a partir del cual, al parecer, se acabaron las coñas.
El 8 de marzo de 1403 murió el gran sultán en la cautividad, en
Adchehir. Su cadáver fue trasladado a Bursa.
Dueños
de casi toda Asia Menor, los tártaros fueron a por Esmirna, ciudad
dominada por los caballeros de Rodas, los de No Jodas. Tamerlán
quiso dirigir el ataque en persona. Los caballeros se escabulleron
por un pasadizo hasta el puerto, donde embarcaron en sus naves y
huyeron. El pueblo de Esmirna no tuvo tanta suerte, puesto que fue
masacrado por los tártaros.
Tamerlán
repuso a los príncipes de Asia Menor a los que había depuesto
Bayezid, buscando con ello claramente debilitar al imperio otomano.
Considerando que con ello había construido un tampón con los
turcos, se volvió hacia Persia, en la que tomó Samarkanda, la
capital. Después de eso, se puso como labor conquistar la China, y
yendo hacia allí con sus tropas murió, el 19 de febrero de 1405.
La
muerte de Tamerlán le dio una oportunidad a los hijos de Bayezid que
habían sobrevivido a la batalla de Angora. Solimán, que había
huido hacia el mar, se estableció en Andrinópolis. Issa permaneció
en Bursa, mientras que Mehmed lo hizo en Amasia. Ninguno de los tres
había podido evitar la entrada en anarquía del imperio, cada vez
más dividido entre señores de la guerra, a los que espoleaba todo
lo que podía el basileus constantinopolitano,
Manuel II.
Issa y
Mehmed entraron en guerra en Asia Menor, en un enfrentamiento del que
salió ganador el segundo de ellos; de hecho, el primero de los
hermanos murió en batalla. Tras producirse esta novedad, Solimán
decidió pasar a Asia y atacar a su herma. Pero en ese momento
apareció en escena Musa, el hermano que había compartido el
cautiverio de su padre el sultán y que había sido liberado a la
muerte de éste. Aliado con Mehmed, Musa pasó a Europa y buscó la
alianza con Mircea, el príncipe valaquio, con Esteban Lazarevitch y con los nobles búlgaros Frujin, hijo de Chichman; y Constantino, hijo
de Stratsimir. Solimán, por su parte, buscó la alianza con Manuel
tras casarse con una de sus hijas.
Musa
fue vencido por los griegos muy cerca de Constantinopla, y hubo de
refugiarse en Valaquia. Cuando se recuperó, atacó a Solimán en
Andrinópolis. Solimán, abandonado por muchos de sus generales, huyó
a Constantinopla, pero fue localizado y asesinado antes de llegar
(1410). Musa, por lo tanto, se convirtió en rey y señor de las
posesiones turcas en Europa. Pero cometió el error de atacar
Constantinopla, lo que provocó que Manuel llamase en su ayuda a
Mehmed, quien pasó a Europa y, aliado con la mayoría de los
generales de Musa que estaban hartos de su tiranía, así como con la
ayuda de los serbios, batió a su hermano cerca de Chamurlu (1413).
Hizo ejecutar a su hermano muy cerca del campo de batalla.
Fue
así como se convirtió en sultán Mehmed I Thelebi,
esto es, el señor.
Mehmed
I, sin embargo, duró poco como sultán. Una apoplejía se lo llevó
en 1421. Su gran aportación geopolítica fue la consolidación de la
alianza con los griegos, a los que entregó varias plazas en el Mar
Negro y Tesalia. También se portó adecuadamente con todos los
príncipes cristianos que habían aceptado el vasallaje respecto del
turco. Fue, además, un sultán muy preocupado por la cultura. Fue el
iniciador de la Gran Mezquita de Andrinópolis, y también erigió la
llamada Mezquita Verde de Brusa. También hizo la guerra en Asia
contra el siempre díscolo príncipe de Karamán, así como contra un
reyezuelo de Esmirna llamado Djuneid. También guerreó contra el
duque de Naxos, un jefe veneciano que poseía varias islas en las
Cícladas. Venecia, sin embargo, infligió una derrota naval a los
turcos cerca de Gallipoli, tras lo cual el imperio y Venecia firmaron
la paz (21 de julio de 1418).
Mehmed
tuvo que enfrentarse con el fanatismo religioso. Un anciano experto
en leyes llamado Bedr el Din concibió el plan de atizar una rebelión
religiosa, para lo cual se sirvió de un fanático asceta llamado
Beureklidji Musfafá. Mustafá, a quien había gente que creía
milagrero, trató de imponer una nueva creencia bastante parecida a
la de los bogomilos, basada en un comunismo estricto entre los
fieles. Buscaban, además, el entendimiento con los cristianos. Se
establecieron alrededor del monte Stylarios, al sur del golfo de
Esmirna, y pronto se hicieron muy numerosos y lo suficientemente
poderosos como para rechazar a las tropas que se enviaron contra
ellos. Bayezid Pacha, gran visir de Mehmed, tuvo que encabezar
personalmente un gran ejército que consiguió someterlos y ejecutó
a muchos de ellos, su mesías incluido. Bedr el Din, que estaba en
Serbia protegido por antiguos nobles de la corte de Musa, fue también
prendido y ahorcado.
Cuando
se habían resuelto todos estos problemas, apareció de la nada
Mustafá. ¿Quién era Mustafá? Pues, si habéis seguido este relato
recordaréis que os dije que Bayezid fue a la batalla de Angora
acompañado por sus cinco hijos, pero sólo os he hablado del destino
de cuatro de ellos (Solimán, Issa, Musa y Mehmed). Pues bien:
Mustafá era el quinto, nadie sabía qué había sido de él, pero el
muy cabrón estaba vivo.
Mustafá
se las arregló para arrimar a su favor a Mircea y a Djuneid,
gobernador de Nicópolis. Fue perseguido y batido por Mehmed, tras lo
cual se refugió en Salónica. Allí, el gobernador bizantino se negó
a entregarlo de no mediar una orden del emperador en ese sentido. Por
mucho que Mehmed, que era su aliado, porfió, Manuel siempre defendió
el derecho de asilo de Mustafá, razón por la cual acabó
trasladándolo a Constantinopla y de allí a Lemmos, donde lo ingresó
en un monasterio.
Memhmed
I, por último, dado que había estabilizado su situación en Asia
tras los acuerdos firmados con Chahrok, hijo de Tamerlán, trató de
mejorar sus posiciones en Europa, atacando Hungría, Valaquia y
Estiria. Fue vencido en Radkersburgo, pero al mismo tiempo el siempre
estratégico Mircea, dándose cuenta de que no podía estar toda la
vida rechazando aquellos ataques, tomó la decisión de aceptar su
vasallaje a cambio de unos aceptables niveles de autonomía (lo que
podríamos denominar el cupo valaquio). Eso sí, cuando cometió el
error de apoyar a Mustafá, Mehmed le tomó dos ciudades en la orilla
valaquia del Danubio: Giurgiu y Turnu-Severin.
Cuando
murió Mehmed, su hijo más maduro, Murad, apenas tenía 18 años y,
además, estaba muy lejos de la capital, en Amasia. Por eso, la
muerte del sultán fue ocultada durante cuarenta días, y así darle
tiempo de llegar. Y llegó, y fue nombrado sultán como Murad II.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario