lunes, abril 04, 2022

El fin (41: Diga lo que diga Miaja, no somos amigos ni hostias)

El Ebro fue un error

Los tenues proyectos de paz
Últimas esperanzas
La ofensiva de Cataluña
El mes de enero de las chinchetas azules
A la naja
Los tres puntos de Figueras
A Franco no le da una orden ni Dios
All the Caudillo's men
Primeros contactos
Casado, la Triple M, Besteiro y los espías de Franco
Negrín bracea, los anarquistas se mosquean, y Miaja hace el imbécil (como de costumbre)
Falange no se aclara
La entrevista de Negrín y Casado
El follón franquista en medio del cual llegó la carta del general Barrón
Negrín da la callada en Londres y se la juega en Los Llanos
Miaja el nenaza
Las condiciones de Franco
El silencio (nunca explicado) de Juan Negrín
Azaña se abre
El último zasca de Cipriano Mera
Negrín dijo “no” y Buiza dijo “a la mierda”
El decretazo
Casado pone la quinta
Buiza se queda solo
Las muchas sublevaciones de Cartagena
Si ves una bandera roja, dispara
El Día D
La oportunidad del militar retirado
Llega a Cartagena el mando que no manda
La salida de la Flota
Qué mala cosa es la procrastinación
Segis cogió su fusil
La sublevación
Una madrugada ardiente
El tigre rojo se despierta
La huida
La llegada del Segundo Cobarde de España
Últimas boqueadas en Cartagena I
Últimas boqueadas en Cartagena II
Diga lo que diga Miaja, no somos amigos ni hostias
Madrid es comunista, y en Cartagena pasa lo que no tenía que haber pasado
La tortilla se da la vuelta, y se produce el hecho más increíble del final de la guerra
Organizar la paz
Franco no negocia
Gamonal
Game over 

 



Este día 6 de marzo, en todo caso, no es importante sólo por lo que pasó, sino por lo que no pasó. El día anterior, 5, Mundo Obrero había anunciado con gran alarde que el día 6 se produciría un discurso de Negrín. Sin embargo, Negrín nunca pronunció esas palabras públicas.

Este no-discurso, como todo lo que no-ocurre, está lleno de misterio. En su anuncio, Mundo Obrero alude a los tres puntos de Figueras, lo que hace pensar que, tal vez, Negrín se iba a limitar a realizar una intervención más intentando hacer valer estas tres condiciones para la paz. Otras interpretaciones, que yo creo más ajustadas a la realidad, apuntan a que su pretensión era hacer pública la posición que Azcárate había buscado por su parte durante días sin conseguirlo: la oferta de una rendición a cambio de garantías de escape para quien quisiera abandonar España. En realidad, lo más posible es que ambas ideas sean verdad: que Negrín fuese consciente de que ya no podía poner condiciones, pero los comunistas todavía esperasen de él que defendiese la doctrina Figueras.

Aquel intensísimo 6 de marzo, aunque en realidad tenga muy poca importancia, se vuelve a reunir, en París por supuesto, la Diputación Permanente de las Cortes republicanas. Con todo lo que está pasando, los miembros del gobierno de la asamblea legislativa siguen a lo suyo, y se dedican a estudiar las novedades desde su cuchipanda en el restaurante. Martínez Barrio informa de que se ha puesto en contacto con Negrín para informarle de las conclusiones de la reunión anterior y de su propia visión sobre la única utilidad que debiera tener asumir la presidencia interina de la República, esto es: negociar la paz. Esto se hizo mediante un radiorama enviado desde la embajada por el titular de la misma, Marcelino Pascua; pero, en el momento de la reunión, Barrio reconoce que Negrín no le ha contestado. Estoy seguro que muy liberado, Martínez Barrio concluye, pues, que no tiene capacidad de decidir sobre la aceptación de dicha presidencia interina (que, como os he dicho, no quería aceptar ni con una pistola apuntándole a la cabeza).

Bueno, estamos ya en el 7 de marzo aunque, a fuer de ser precisos en la declaración, alguna de las cosas que vamos a contar y que ocurrieron en Monóvar, en realidad ocurrieron en las últimas horas del día 6. Pero, vaya, estas notas tampoco son un programa de ésos de la radio que se rigen por las señales horarias.

En el hangar del aeródromo, como ya os he contado, el Partido Comunista de España celebra la última reunión de su Comité Central en España antes de la vuelta de la democracia. Lo pueden hacer porque, como ya he comentado, en realidad no ha habido ni uno solo de los importantes miembros del máximo órgano de gobierno del PCE que se haya siquiera planteado compartir el destino de los cientos, miles, decenas de miles de españoles que, por escucharles, han terminado ya, y terminarán, en tumbas, fosas comunes, o en el fondo de celdas cochambrosas cumpliendo condenas interminables. Ellos, qué coño, son la Vanguardia de la Revolución. Y las vanguardias siempre sobreviven, siempre catan el marisco disponible, siempre acceden a las subvenciones más jugosas. Siempre.

Aquel Comité Central es un cotolengo de ciegos. Nadie sabe dónde está en realidad el enemigo; en puridad, ni siquiera saben cuántos enemigos tienen. Tienen, sí, noticias de que Cartagena es, de nuevo, de la República; pero hay que suponer que los mejor informados de aquel ramillete de comunistas debían de saber que la Cartagena de nuevo republicana estaba, en realidad, bloqueada de facto por barcos nacionales; así pues, la consecuencia más importante de la involución de la rebelión cartagenera: la vuelta de la Flota, era imposible, aun suponiendo que se lograse convencer a la Flota de volver (que ni de coña). Los casadistas, asimismo, dominan la ciudad y el puerto de Alicante, tras haber neutralizado a Etelvino Vega.

Todos los que contaron esta reunión: Tagüeña, Castro, Modesto, Líster, dejan claro que no tenían ni puta idea de lo que estaba pasando en Madrid. No tenían noticias ni de Ascanio, ni de Barceló, ni de Mera, ni de Liberino, de puto nadie.

La reunión, éste es todo un dato, la presidió Palmirito Togliatti; porque era quien mandaba, más que nada. Quien siempre había mandado en un PCE inscrito en una II República en cuya Constitución se incluyó un artículo, diseñado para poder disolver la Compañía de Jesús, que prohibía en España las organizaciones de obediencia extranjera; pero que nunca actuó contra este PCE que ni siquiera evacuaba los intestinos sin el permiso de Moscú; ciudad que, que yo sepa, no está en Los Monegros, precisamente.

Para cuando el Comité empezó, el gobierno de la II República ya no estaba en España; yo creo que ya ni estaba en su espacio aéreo. Opinaron los comunistas, o dicen esos mismos comunistas que opinaron (o quienes dictaron sus memorias les dijeron que escribieran que dijeron) que, fuera el gobierno legítimo de España, no quedaba sino el Consejo Nacional de Defensa, por ilegítima que hubiera sido su proclamación y estúpidos sus objetivos. Que no tenía sentido provocar una guerra civil dentro de la guerra civil, porque eso sería una responsabilidad histórica excesiva para los comunistas, que siempre habían abogado por la unidad popular (ésta yo creo que es la gran verdad de la movida: los comunistas, o quienes los dirigían, estaban ya pensando en su reputación). Por lo tanto, lo que les quedaba era salvar cuantos más cuadros, mejor. Sí: los tipos que, hasta horas antes, le habían estado diciendo al pobre Juan Español, soldado de cuota movilizado en el marco de una guerra que probablemente no entendía, que se inmolase por unos principios que bla, ahora ya no querían morir al lado de Juan Español. Ahora querían que Juan Español diese la vida para que ellos se pudieran subir a un avión. Y estos tipos, desde sus cómodos apartamentos de Moscú, se permitieron luego, durante años, la humorada de poner a parir a Julián Besteiro, quizás porque hizo lo que ellos mismos no se atrevieron: morir en la cárcel como un español más.

Este grupetto de valientes miembros de la Vanguardia Obrera Mundial disponía sólo de tres aviones. Dos de ellos tenían depósito para llegar a Toulouse; y el tercero, que era el bueno, podía llegar a Orán. Alguien (es de suponer que Togliatti) había hecho ya la lista de los ocupantes de cada aparato; la llevaba Irene Falcón, o sea Lola Iba II. Como es lógico, no ser incluido en la lista dio para algún que otro problemilla. Así, Josep Fusiñana, comisario del XV Cuerpo de Ejércitos; y Ramón Soliva, comandante de la 45 División del V Cuerpo, ambos catalanes y veteranos de la batalla catalana, se quedaron fuera de la lista (no eran suficiente vanguardia, por lo que se ve); apoyados por Líster y Tagüeña, les encontraron sitio en los baños, por así decirlo.

Así pues, en un avión se metieron Hidalgo de Cisneros, Modesto, la Falcona, Uribe, el pesuquero Josep Moix Regàs, y alguna otra gente. En el segundo se metió casi todo el mando comunista de la batalla del Ebro. Algún truquito debió haber: Tagüeña cuenta que al capitán de los guerrilleros que defendían el aeródromo lo metieron de estrangis en ese avión.

En España se quedaron, para organizar la evacuación: Togliatti, Checa y Fernando Claudín. También se quedó Jesús Hernández, que creo no estaba en Monóvar; y, por supuesto, el teniente coronel Joaquín Rodríguez, porque estaba enfangado en lo de Cartagena. Claudín decidió buscar el amparo de la 206 Brigada de Artemio Precioso, y fue por él, pues, que las tropas que estaban reconquistando Cartagena para la República supieron de la huida del gobierno.

En Madrid, todavía antes de amanecer ha llegado a la ciudad el general Matallana junto con sus dos jefes de Estado Mayor: Félix Muedra y Antonio Garijo. Matallana asume el mando de todas las fuerzas del Consejo que, verdaderamente, están necesitadas de coordinación.

El Consejo Nacional de Defensa se reúne a las 9 de la mañana. Para entonces, ya se sabe que, de los tres cuerpos de ejército, uno está sublevado, el de Barceló; y el otro, aunque se alberguen algunas dudas, está claro que, cuando menos parcialmente, está en contra del Consejo. De esta manera, en lo que a las fuerzas que estaban en Madrid se refiere, Casado y los suyos dependen de Ortega, a quien lógicamente consideran poco de fiar.

Sobre el terreno, en la mañana de aquel día 7 los comunistas, que como ahora sabemos luchan por una resistencia que sus vanguardiobreros han dado por inútil, dominan los ejes de Castellana y Alcalá e, incluso, llegan a hacerse fuertes en la plaza de la Independencia. Bajan a Cibeles y siguen hacia arriba, logrando colocar algunos puntos fuertes en la calle Sevilla; tienen a la vista el Ministerio de Hacienda, pues. Dominan también la plaza de Manuel Becerra, el arroyo del Abroñigal, Atocha, la plaza de Oriente, Antón Martín... vamos, que, si hubieran querido, hubieran podido inventar las multas del Madrid Central, empedrando el camino de Rita Maestre.

Como consecuencia de esta situación, a las nueve y pico de la mañana se toman dos decisiones. Una, que Miaja hable en la radio. Otra, que trate de parlamentar con Ortega. Ahora mismo nos referiremos a la primera. Pero, primero, digamos algo sobre la segunda.

En el Consejo había miembros que no se fiaban. Besteiro, por ejemplo, recelaba de que Miaja hablase con Ortega. Debía de conocerlo bien, de tener bien claro que el general era La Veleta Uniformada, porque temía que, lejos de traer Miaja a Ortega al bando del Consejo, acabase Ortega llevándose a Miaja al bando de los comunistas. Por ello, Miaja se fue a Carabaña escoltado por el anarquista González Marín, a quien, según algunas fuentes, los miembros del Consejo incluso autorizaron a cargarse al general si se ponía bonito.

Vayamos con la radio, porque es lo primero que hizo Miaja. El discurso del general, de nuevo, es puro Miaja: no nos demos de hostias, coño, a ver si nos vamos a hacer daño. Somos amigos para siempre means you'll always be my friend. Estoy hay que terminarlo, ¿sí o qué?

Después de Miaja habla Besteiro; mucho más valiente que él, mucho más en su sitio. El Consejo sigue en su sitio y el gobierno de Negrín ha abandonado el país. "El Consejo Nacional de Defensa quiere impedir que el gobierno de España republicana caiga definitivamente en poder del comunismo que tiraniza al pueblo". La lucha es contra la tiranía comunista. O sea: ni caso al puto gordo uniformado. No somos amigos ni hostias, coño.

De seguido, Casado, quien trata de desmoralizar a los comunistas combatientes en Madrid diciéndoles que en el resto de España nadie les está acompañando, que sus dirigentes han huido, y que la confusión de las últimas horas ya no es tal.

Finalmente, Mera, quien trata de identificar al Consejo de Defensa con un "verdadero" gobierno del Frente Popular, y no uno monopolizado por los comunistas.

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