viernes, noviembre 07, 2008

Readivinando

Pues sí. No esperaba menos de mis amables lectores. El barco es el USS Maine y el lugar el puerto de la Habana. La bandera de los Estados Unidos lo cantaba bastante, aunque había que tener vista. Me ha encantado la sospecha de que pensarais que os estaba intentando engañar con lo del reflotamiento.

La he puesto porque la foto me gusta mucho. Forma parte de un libro estadounidense de fotos sobre la guerra que es una verdadera joya y que compré en una subasta casi de casualidad. Si un día tengo un rato, hago un post con algunas de las fotos.

Pero, bueno, visto que lo duchos que sois, aquí os dejo una pregunta de fin de semana. El lunes, la contestación.

¿Qué país del mundo debe su nombre a un crustáceo decápodo?

Pista: en el fondo, 'ta chupao. Sólo encuentra al crustáceo, y luego piénsalo en voz alta. ¿Que dónde tienes que buscarlo? ¡Pues en el río, hombre!

Adivinafoto

Adivinanza: ¿dónde está tomada esta foto?





Pistas:

1) El que sepa dónde, ya sabe cuándo.

2) ¡La bandera, la bandera!

miércoles, noviembre 05, 2008

Todo empezó hace 46 años

Todo empezó hace 46 años. El 1 de octubre de 1962. El protagonista, que yo sepa, sigue vivo. Se llama James Meredith. Meredith había hecho sus estudios escolares y había servido en el ejército durante nueve años. Una típica vida americana que, lógicamente, habiendo dinero y/o becas de por medio, era lógico que terminase en la universidad si el muchacho quería estudiar. Sin embargo, a lo largo del año 1961 y 1962, James Meredith solicitó por dos veces su ingreso en la Universidad de Mississippi, que le fue denegado.

Se me ha olvidado decir que Meredith es negro.

El Tribunal Supremo de los Estados Unidos hace las veces de Tribunal Constitucional. Su interpretación de las leyes es inapelable y ha sido muchas veces utilizado para realizar la interpretación de los preceptos constitucionales. En 1954, el Supremo atendió un caso, un caso cuya denominación conocen de memoria todos los activistas negros de los Estados Unidos: Brown versus Board of Education. Tiene cierta gracia histórica que quien le pusiera una demanda a las autoridades educativas se llamase precisamente Brown (marrón, el color con que eran entonces identificados muy a menudo los negros). Y Brown ganó, porque el TS dictaminó que la segregación racial en el sistema educativo iba en contra de los principios constitucionales de la nación. Fue el tercer gran paso de la raza negra; el primero se dio más o menos en el siglo XVII, cuando los moralistas europeos acabaron por decidir que los negros eran personas y no animales; y el segundo, obviamente, fue la abolición de la esclavitud.

Sin embargo, en medio país el fallo Brown versus BOE no se aplicaba. En el sur seguía existiendo segregación, y Massachussets no era una excepción. El Estado tenía un gobernador, Ross Barnett, que se negaba en redondo a aplicar la medida y a dejar entrar a Meredith en las aulas.

En 1960, sin embargo, Estados Unidos votó un cambio. Votó a su primer presidente católico, John Fitzgerald Kennedy; un personaje poliédrico de difícil juicio histórico, pues fue un decidido aperturista con una mano mientras con la otra ordenaba el asesinato de jefes de Estado; pero cuyas ideas en materia de segregación racial, o más bien las de su hermano, eran bien claras. Kennedy pensaba que Estados Unidos sólo tendría futuro como nación unida si superaba el trauma de la segregación racial. Quienes son propensos a amar a JFK sobre todas las cosas suelen pensar que esos eran sentimientos puros basados en su concepto ético de la política. Mi visión es algo más pragmática. John Kennedy, y sobre todo su hermano Bobby, eran furibundos anticomunistas. RFK se había puesto los pantalones largos de senador asistiendo a otro senador más experimentado llamado McCarthy; y el dato lo dice todo, o casi todo. Por lo demás, en aquel entonces el FBI y su director, J. Edgar Hoover, se pasaba el día redactando informes en los que siempre estaba demostrando la filiación comunista de los líderes negros, notablemente Martin Luther King, auténtica Bestia (nunca mejor dicho) Negra de Hoover. Para los Kennedy, por lo tanto, eliminar la segregación racial era quitar de los pies de los negros el trampolín que, en su idea, les podía catapultar al marxismo.

La ciudad donde tiene su campus la Universidad de Mississippi se llama Oxford. En Oxford, Miss., el gobernador Barnett se negaba a que un negro entrase en la universidad, pero se daba la circunstancia de que ese negro, a finales de septiembre de 1962, obtuvo la matrícula. Y tenía a alguien en la Casa Blanca dispuesto a admitir su entrada.

Ni corto ni perezoso, Kennedy envió a Oxford a los US Marshalls. Que son tropas federales. Hay que entender el gesto en sus puros términos en un país que, lejos de ser autonomista, es una federación de estados libres. Si hubiese un conflicto, digamos, en el campus de la Universidad de Barcelona, por los cojones treinta y tres iba a permitir la Generalitat que Zapatero enviase a doscientos guardias civiles para guardar el orden. De hecho, que Zapatero hiciese eso no demostraría otra cosa que su radical desconfianza hacia que los mossos d'escuadra fuesen aleccionados para conservar el orden. Y eso, precisamente eso, es lo que significa la remisión de tropas federales al campus de Oxford, Mississippi.

Hubo varios días de enfrentamientos. Los enviados de RFK, conectados constantemente por teléfono con el ministro de Justicia, llegaron a pasar momentos en los que temieron por sus vidas. Finalmente, hubo dos muertos. Pero Meredith entró en clase. Los disturbios de Oxford fueron tan importantes para el alma americana que el ínclito Bob Dylan les dedicó una canción, Oxford Town.

Es una mera curiosidad, pero resulta cuando menos vistoso que, entre los muchos conflictos raciales a los que hubo de enfrentarse aquella (presuntamente) idílica década de los sesenta, algunos de los principales se produjesen en ciudades llamadas Oxford y Cambridge. En el verano de 1967, Cambridge, Maryland, un activista negro, H. Rap Brown, se alzó contra la segregación racial que, allí, alcanzaba todavía a escuelas, autobuses y hasta tiendas. Se subió a un coche y gritó: «If Cambridge doesn't come around, Cambridge's got to be burned down»; que viene a ser como nuestro patrio «si esto no se apaña, caña, caña, caña», pero a lo bestia. La que se montó fue brutal. El presidente Johnson montó una comisión parlamentaria, la conocida como Kerner Commission, cuya obsesión era dictaminar que los gravísimos disturbios raciales que en aquél año se estaban produciendo en medio país eran fruto de la agitación comunista (y tal vez, en este dato, encuentre el lector la respuesta de por qué Johnson fue vicepresidente con Kennedy). Pero el tiro le salió por la culata. Las averiguaciones de la Comisión Kerner, en buena parte basadas en los disturbios de Cambridge, dictaminaron que, lejos de ser los conflictos fruto de la agitación de elementos comunistas, se debían a cositas como que los negros sólo pudiesen estudiar en sus escuelas y usando los libros desechados por los blancos.

Así pues, todo empezó hace ahora 46 años. En octubre de 1962. Hoy, 16.837 días después, Estados Unidos ha elegido al primer presidente negro de su Historia.

Eppur si mouve...

lunes, noviembre 03, 2008

GCE y elecciones presidenciales

En unas elecciones a presidente de los Estados Unidos hay muchos asuntos que se tratan. Hay mucha gente que vota pensando en una sola cosa; incluso hay mucha gente que vota pensando en una sola cosa que es una auténtica chorrada. Pero como hay gente que vota pensando en varias cosas y, en cualquier caso, las motivaciones de esos votantes únicos son también muy variadas, es inevitable, y lógico, que en una campaña se manejen muchos argumentos distintos.

Hoy, apenas unas horas antes de las votaciones y a punto de que los estadounidenses se pongan a reflexionar, quizá cabe dejar aquí un breve apunte para decir que, de alguna manera, quizá indirecta, uno de los argumentos que ha estado presente en la pelea electoral entre John McCain y Barack Obama ha sido... la guerra civil española.

Dos candidatos tan distintos como McCain y Obama han coincidido en una cosa: en señalar Por quién doblan las campanas como uno de sus libros favoritos e inspiradores. Esta novela, escrita por uno de los santones de la literatura norteamericana, Ernest Hemingway, narra las peripecias de un americano que abandona una académica vida muelle en su país para irse a España a luchar en la guerra civil del lado republicano. Este personaje fue recreado en el cine por la mejor mirada tranquila de la Historia del cine, o sea Gary Cooper.

Ambos candidatos se han disputado estas últimas semanas la figura de Robert Jordan, el citado protagonista de la novela. McCain dijo en una entrevista que Jordan representaba todo lo que él quisiera ser. Y la cosa le viene de lejos. En su libro de memorias (porque sí; don Juan no es todavía presidente, de hecho parece que no lo será nunca, pero ya tiene libro de memorias), titulado Worth the fighting for, cuenta que descubrió el libro de Hemingway cuando tenía doce años, que lo leyó ávidamente y que desde entonces se sintió identificado con Robert Jordan, incluso en el momento crucial de su vida, es decir cuando cayó preso en Vietnam. Ha dicho McCain que en aquellos momentos pensaba que Robert Jordan no se rendiría, y él no se rindió.

Por su parte, Barack Obama, en la entrevista en profundidad que no hace mucho le hizo la revista Rolling Stone, citó Por quién doblan las campanas como uno de los libros que más le han influido.

¿Quiere esto decir que nuestros candidatos se identifican con la lucha del bando republicano en nuestra guerra civil? No del todo. Robert Jordan es algo más que un luchador a favor de la República. En realidad, si leeis la novela, y aunque esto es, obviamente, opinable, lo que más define a Jordan no es a favor de quién esté, sino en contra de quién. Lo que es Jordan, por encima de todo, es un luchador antifascista. Y esa mitología, para un país que la última gran goleada que ha metido en la Historia ha sido precisamente contra el fascismo europeo, tiene un valor importante.

Ambos candidatos, McCain y Obama, tratan de ver en Jordan más un luchador convencido por sus ideales que una persona defensora de unos ideales concretos. De hecho, la jugada retórica de McCain en su libro, eso de recordar tanto a Jordan cuando estaba preso en Vietnam, trata de lanzar una idea bastante discutible: de haber existido Jordan en los años sesenta, habría ido a luchar contra los norvietnamitas.

Estados Unidos tiene una relación extraña con sus brigadistas internacionales. Bueno, la primera reacción me parece a mí que es el desconocimiento; cuanto más joven el estadounidense al que se le pregunte, más desconocimiento. Pero, aún sobrepasando este obstáculo, está el problema de que los americanos que fueron a España a luchar en la guerra civil eran, por un lado, antifascistas como Jordan (bien); pero eran, también, en buena parte, comunistas (mal). Robert Jordan es un intento por parte de Hemingway, un intento que a mí me parece exitoso, de resolver este sudoku ideológico construyendo un personaje cuyas convicciones ideológicas quedan un tanto desdibujadas, como digo más anti algo (el fascismo) que pro cualquier cosa (procomunista, o proliberal, etc.) Hay quien dice que el protagonista original era comunista y que esto cambió a instancias del editor estadounidense de la novela, que se acojonó. Sea cierta o no esta tesis, lo que sí es cierto es que la indefinición de Jordan es lo que permite que hoy dos candidatos a la presidencia, con notabilísimas diferencias ideológicas entre uno y otro pero que en cualquier caso utilizan ambos El Capital de Karl Marx para calzar la pata coja de alguna mesa familiar, puedan sentirse identificados con él.

De hecho, el título del libro de McCain está directamente relacionado con Jordan. Al final de la novela de Hemingway, el héroe americano yace muy cerca del puente que le han enviado a volar, con la pierna rota, sabiendo que no puede escapar. Le dice a su novia, María, que se pire y se salve. Una vez solo, enfrenta la muerte y es entonces cuando, en su monólogo final, pronuncia la frase: «The world is a fine place and worth the fighting for and I hate very much to leave it»; el mundo es un lugar hermoso por el que merece la pena luchar, y odio abandonarlo.

El héroe americano, generoso, duro a su manera, extraordinariamente capaz, mirando a la muerte a los ojos. Ésta es la imagen cautivadora. Y su relación con los hechos históricos concretos de la guerra civil, más bien epidérmica.