viernes, junio 25, 2021

Watergate (13): It is not easy, but it could be done

     ... y, al final, alguien escuchó al juez John Sirica

Un presidente Missing in Action
El día que James McCord le dijo al mundo: "¡Es un pato, imbéciles, es un pato!"
Breznev y los prisioneros de guerra contraprograman el Watergate
Los pruritos morales de Hugh Sloan
Johnny cogió su fusil
El testimonio de Alejandro Mantequilla
Spyro Agnew y las 21 preguntas de los cojones
A situaciones paranormales, aficiones paranormales
Los diez negritos fiscales
El discurso del político acorralado
La última trinchera
It's not easy, but it could be done
El último martillazo de Warren Earl Burger
Barbara Jordan, Christine Chubbuck, y el final 

Un signo claro de que la suerte de Nixon, si es que alguna vez la había tenido, estaba cambiando rápidamente, era la suerte de sus íntimos. El mismo día de la conferencia de prensa que ya hemos referido, Herbert Kalmbach, su asesor legal personal, se declaraba culpable de haber montado comités electorales falsos para lavar contribuciones electorales recibidas en 1970. Cuatro días después, la oficina del fiscal especial anunció la imputación de Haldeman, Ehrlichman, Mitchell y Colson, a los que acusaba de 24 cargos de conspiración, mentiras y obstrucción a la Justicia.

miércoles, junio 23, 2021

Watergate (12): La última trinchera

    ... y, al final, alguien escuchó al juez John Sirica

Un presidente Missing in Action
El día que James McCord le dijo al mundo: "¡Es un pato, imbéciles, es un pato!"
Breznev y los prisioneros de guerra contraprograman el Watergate
Los pruritos morales de Hugh Sloan
Johnny cogió su fusil
El testimonio de Alejandro Mantequilla
Spyro Agnew y las 21 preguntas de los cojones
A situaciones paranormales, aficiones paranormales
Los diez negritos fiscales
El discurso del político acorralado
La última trinchera
It's not easy, but it could be done
El último martillazo de Warren Earl Burger
Barbara Jordan, Christine Chubbuck, y el final 


Las historias sobre las interioridades financieras de la campaña de Nixon no dejaban de brotar, quizás porque, a causa de su creciente debilidad, la locuacidad de muchos de sus subordinados de entonces, cabe sospechar que muy desengañados, era cada vez mayor. La Prensa también publicó historias sobre cómo Nixon había escondido la plusvalía generosa obtenida por la venta de unos terrenos en Florida a base de registrar toda la operación a nombre de su hija Tricia, amén de otras irregularidades menores, como que se había registrado para votar en California, aunque no pagaba ni un duro de impuestos en dicho Estado.

martes, junio 22, 2021

De indultos

Os contaré una cosa como primera providencia. 

lunes, junio 21, 2021

Watergate (11): El discurso del político acorralado

    ... y, al final, alguien escuchó al juez John Sirica

Un presidente Missing in Action
El día que James McCord le dijo al mundo: "¡Es un pato, imbéciles, es un pato!"
Breznev y los prisioneros de guerra contraprograman el Watergate
Los pruritos morales de Hugh Sloan
Johnny cogió su fusil
El testimonio de Alejandro Mantequilla
Spyro Agnew y las 21 preguntas de los cojones
A situaciones paranormales, aficiones paranormales
Los diez negritos fiscales
El discurso del político acorralado
La última trinchera
It's not easy, but it could be done
El último martillazo de Warren Earl Burger

Barbara Jordan, Christine Chubbuck, y el final 



El lunes siguiente a aquel sábado tan intensito que había vivido la Casa Blanca y, con ella, todo Estados Unidos, la cosa se relajó por el flanco internacional. Las grandes potencias, todas ellas cada vez menos convencidas de que la guerra árabe-israelí les fuese a aportar ventaja alguna, se apresuraron a patrocinar un alto el fuego decretado por la Casa Inútil (o sea, la ONU) que entraría en efecto en 48 horas. Para el caso Watergate, fue un alto el fuego todavía más corto: el martes, el Comité Judicial del Congreso recibió el permiso para comenzar sesiones de análisis de impeachment, gracias, sobre todo, a los votos demócratas. Ese mismo día, Alexander Haig confesó frente a los periodistas que la orden al FBI de sellar la oficina de Archibald Cox la había dado él personalmente; había acudido al encuentro con los plumillas para convencerlos de que la Casa Blanca no había traspasado la línea roja de la dictadura y los convenció de exactamente lo contrario.