viernes, diciembre 30, 2022

La hoja roja bolchevique (33): Gorvachev versus Romanov

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov


En julio de 1984, y no era la primera vez, Chernenko enfermó de seriedad. De hecho, su enfermedad fue tan prolongada que el Partido incluso ofreció explicaciones públicas de su ausencia total de la luz pública. Fue un movimiento racional, puesto que el secretismo reciente alrededor de la muerte de Andropov habría provocado la interpretación del silencio como la confirmación de su muerte que, sin embargo, no se había producido. Eso sí, la nota oficial se limitaba a informar de que el secretario general había dejado Moscú el día 15 de julio para descansar.

miércoles, diciembre 28, 2022

La hoja roja bolchevique (32): El caso Bitov

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 


Chernenko se mostró, además, dispuesto a negociar otras cosas con los estadounidenses, como el despliegue de nuevos submarinos, o la prohibición de modernizar misiles balísticos que ya se hubieran desplegado. Fueron propuestas desarrolladas más para construir una imagen fuera de la URSS que dentro. Pero dentro también se conocieron. En mayo de 1984, Pravda publicó un artículo del general Ustinov que recuperaba las peores esencias de la Guerra Fría. Ustinov buscaba lo que consiguió: lanzarle al Departamento de Estado de Reagan el mensaje de que no contase con que las acciones de Chernenko tenían a todo el Politburo detrás.

lunes, diciembre 26, 2022

La hoja roja bolchevique (31): ¿Quién manda en la política exterior soviética?

El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 



Conforme los años de Chernenko fueron avanzando, la URSS entró en una gravísima crisis de suministros. La agricultura soviética, simplemente, se gripó. Fue el reflejo en el campo del estado general de corrupción, pasotismo y alcoholismo que se podía apreciar en la economía en general. Los salarios eran muy bajos y el nivel de vida putomiérdico. Si los analistas de turno se hubiesen fijado en estos datos, tal vez no les habría cogido tan por sorpresa la desintegración de la Unión que se iba a producir en muy pocos años.

viernes, diciembre 23, 2022

La hoja roja bolchevique (30): braceando para no ahogarse

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov


Romanov, sin embargo, tenía un problema para llegar adonde quería llegar; un problema llamado Gorvachev. Era joven como él, y tenía más apoyos. Romanov sufría “la maldición de Leningrado” que había pesado sobre otros antes que él: viniendo de allí, carecía de apoyos en Moscú, que eran los que realmente valían para construir una estructura propia de poder en el Comité Central. Así las cosas, tuvo que improvisar, y es por eso que se acercó a Chernenko. Su estrategia consistía en que el secretario general muriese lo antes posible para, así, poder heredar él su estructura de poder en el Politburo. Pero tenía que ser cuanto antes, porque todos eran muy mayores y eran susceptibles de cascarla.

jueves, diciembre 22, 2022

La hoja roja bolchevique (29): Chuky, el muñeco comunista

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov


A pesar de ser un tipo gris y poco eficiente, además de efímero, Chernenko se apuntó grandes triunfos durante su mandato; algo que nos viene a dejar claro en qué medida la URSS anda muy perdida ya en esos tiempos. Por ejemplo, Leónidas Breznev, su mentor y maestro, había tenido que esperar trece años para ser presidente del Soviet Supremo. Andropov redujo ese plazo a siete meses, pero Chernenko los superó a todos: apenas dos meses después de ser nombrado secretario general, ya era también presidente del Parlamento.

miércoles, diciembre 21, 2022

La hoja roja bolchevique (28): El gobierno del cochero

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 

A pesar de haber conseguido imponerse en el plenario del Comité Central, Chernenko, y ésta era una situación bastante inusitada en la historia de la URSS, estaba en minoría en el Politburo. O sea: no era una situación del todo inusitada pero, ciertamente, cuando se había producido en el pasado el tema había terminado en golpe de Estado y remoción del secretario general. En el alto gobierno comunista, Chernenko podía contar consigo mismo, Tikhonov, Kunaev, Shcherbitsky, Grishin y, a ratos, con Romanov. Con Gorvachev, aparte de él mismo, estaban Gromyko, Ustinov, Vorotnikov, Aliev y Solometsev . Esto suponía que el joven jerarca comunista disponía de una minoría de bloqueo de cualquier gran decisión que no le gustase. En la práctica, el futuro del poder soviético estaba en manos de la Parca, pues dependía, fundamentalmente, de que Chernenko muriese antes o después que Ustinov.

lunes, diciembre 19, 2022

La hoja roja bolchevique (27): El sudoku sucesorio

El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero

El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 



El principal problema que se había presentado en el Politburo post Andropov es que, con la muerte del secretario general, quedó claro que el único cemento que unía a sus partidarios era el poder; en consecuencia, la coalición se disolvió como un azucarillo. Esto quiere decir que Gorvachev no heredó los apoyos que había tenido su mentor. Finalmente Gorvachev consiguió acopiar seis amigos, por cinco de Chernenko. El segundo de los partidos tenía dos importantes miembros en Grishin y Shcherbitsky, dos viejos zorros de la política del vodka y las putas que se resistían a dejar el momio en manos de la siguiente generación; así pues, apoyaban a Chernenko más por solidaridad demográfica que por otra cosa. A estos dos se unieron el propio Chernenko, Tikhonov y Kunaev. A pesar de las dificultades, pues, Gorvachev debería haber ganado.

Pero, claro, estaba Romanov. El que no se casaba absolutamente con nadie.

viernes, diciembre 16, 2022

La hoja roja bolchevique (26): Dos zorras y un solo gallinero

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov


Como consecuencia de todo lo que acabo de describir, conforme fue avanzando el corto mandato de Andropov, el juego de mayorías en el Politburo estaba menos claro. El problema, como suele pasar en en estos casos, no era quien estaba en el poder, sino aquél a quien éste quería como sucesor o mano derecha. Por lo tanto, el apoyo a Andropov parecía garantizado; pero, sin embargo, el eventual apoyo a Gorvachev ya estaba bastante menos claro. En los dos bandos teóricos: el de la gerontocracia partidaria de Chernenko, y el de los jóvenes partidarios de Gorvachev, había defecciones de uno y otro lado. La más clara, por ejemplo, era la de Romanov, un teórico partidario de Gorvachev que, sin embargo, se dedicó a cortejar a Chernenko, probablemente porque, al juzgarlo una persona ya provecta, imaginaba, y no se equivocaba, que el día que alcanzase el poder sería un mandatario breve, lo que le daría una oportunidad a él. Incluso políticos más veteranos, como Grishin o Shcherbitsty, parecen haber animado los mismos pensamientos.

miércoles, diciembre 14, 2022

La hoja roja bolchevique (25): el campeón de los jetas

El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov



Konstantin Chernenko, un poco como Alexei Kosigyn algunos años antes, había pensado, probablemente, en encastillarse frente a Yuri Andropov usando dos elementos fundamentales de su poder: la política económica, y el control sobre los cuadros del Partido. Existen muchos indicios de que Chernenko, en el primero de los temas, era plenamente consciente, como lo era Andropov, de que la URSS necesitaba entrar en una nueva era, con una organización económica distinta a la que tenía. El país estaba pidiendo a gritos dar saltos hacia la eficiencia y la competitividad, saltos que siempre eran muy difíciles de dar, cierto es, en un sistema que era incapaz de poner en solfa las recetas básicas de Lenin; de admitir, pues, que dichas recetas eran, en el fondo y en la superficie, el problema. Había mucho que hacer; pero ese mucho que hacer también suponía obtener y retener cuotas de poder, que es de lo que realmente estamos hablando. Habrá que recordarlo las veces que hagan falta: por sincera e importante que fuese la preocupación por el desarrollo y bienestar de la URSS, la preocupación fundamental de los grandes hombres del Partido fueron, siempre, el vodka y las putas.

lunes, diciembre 12, 2022

La hoja roja bolchevique (24): La continuidad discontinua

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov



Fuera como fuera la muerte de Breznev, lo que es un hecho es que pilló a Yuri Andropov con los deberes hechos. En las primeras horas tras exhalar el último suspiro el secretario general, unidades de la división de guardias de Kantemirovskaya y de la división Dzerzhinsky del KGB se desplegaron por Moscú; a las primeras las mandó Ustinov; a las segundas, nadie lo sabe, porque Fedorchuk protestó vivamente por la movilización (y sería rápidamente cesado semanas después).

viernes, diciembre 09, 2022

La hoja roja bolchevique (23): Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 


La jugada de Chernenko en aquel plenario era clara: los miembros del Comité Central deberían votar la remoción de Kirilenko de todos sus cargos y, sobre todo, del de segundo secretario general. Este cargo recaería en la persona de Chernenko y, de esta manera, el Comité Central lo estaría nombrando sucesor in pectore. A partir de ahí, lo más probable es que Chernenko pensaba abrir un proceso de unas semanas o meses, no mucho más porque la pila Duracell de Breznev difícilmente lo aguantaría, durante los cuales comenzaría a acompañarlo a todas partes, figurando como su número dos formal; para, idealmente antes de la muerte de Breznev, proceder a la “abdicación” del secretario general en su nombre. En otras palabras: para Chernenko era crucial que Breznev se muriese siendo él ya, formalmente, el primer secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, muriéndose pues Breznev siendo formalmente presidente del Soviet Supremo. Pero eso, como sabemos, no es lo que pasó.

jueves, diciembre 08, 2022

La hoja roja bolchevique (22): Orchestal manoeuvres in the dark

El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov

Gorvachev versus Romanov 



Os he dicho antes que las ideas de Kosigyn, en el sentido de que había que hacer algo con la URSS y muy especialmente con su economía, estaban más difundidas de lo que se creía. En la URSS había mucha gente, incluso puteros, que vivía el día a día de un sistema que no funcionaba, un sistema en el que cuando algo fallaba se descubría que en realidad no había nadie responsable de que funcionase; un sistema en el que los objetivos se incumplían a base de decir que se habían cumplido y punto pelota; y tantas y tantas cosas más. Por lo demás, aunque la clase política soviética no fue otra cosa que una mafia, una elite extractiva que todo lo hacía para garantizarse su vida muelle, sus grandes apartamentos, economatos, su vodka y sus putas, siempre había, porque siempre hay, gente a la que el tema del buen gobierno le preocupaba un mínimo. Y luego estaban las ambiciones de Yuri Andropov, que pronto veremos. A todo este magma difícil de localizar, el culto a la personalidad de Breznev y la radical concentración de poder en su persona no les gustaba.

miércoles, diciembre 07, 2022

La hoja roja bolchevique (21): El culto a la personalidad

El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov


Si bien Chernenko era, todavía, en 1980, un dirigente soviético relativamente poco conocido, tenía algunas agarraderas. Por ejemplo, había escrito o editado una decena de libros, lo cual era más que todo el resto de los miembros del Politburo juntos, salvo Breznev. Siempre se había preocupado de ser ligeramente heterodoxo en dichas obras, como si siempre hubiera sabido que algún día tendría que especular con la trump card de su reformismo blando. En el mismo 1980, fue editor del plúmbeo Vladimir Illitch Lenin, el PCUS y sus cuadros; y fue autor directo, o por lo menos firmó, dos libros más: Cuestiones sobre el funcionamiento de los aparatos gubernamental y de Partido, y el tomo publicado en la serie Ases del Humor llamado El PCUS y los derechos humanos.

martes, diciembre 06, 2022

La hoja roja bolchevique (20): La invención de un reformista

El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 


 



El siguiente escalón en el particular cursus honorum de Konstantin Chernenko era parangonarse en su poder y relevancia con algunos miembros de la alta dirección soviética, como Suslov o Kirilenko. La ocasión se planteó el 29 de mayo de 1976, con ocasión de la firma de un acuerdo americano-soviético. En el abundantísimo material gráfico de aquel acto que fue publicado por la Prensa soviética, la presencia de Chernenko fue un must. El 12 de junio, informando de la firma de otro acuerdo, esta vez con India, en la foto publicada por Pravda se podía ver, por su orden, a Suslov, Kirilenko, Demichev y Chernenko. El 28 de junio, en la foto correspondiente a la partida de una delegación soviética al Berlín comunista, Chernenko aparecía acompañando a una serie de personas que eran todas miembros del Politburo: Kirilenko, Pelshe y Kulakov. El verdadero bingo lo cantó el 6 de octubre, cuando Breznev regresó de un viaje a Alma Ata; en la foto del aeropuerto, Chernenko fue situado a su derecha.

lunes, diciembre 05, 2022

La hoja roja bolchevique (19): Konstantin comienza a salir solo en las fotos

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 


Cargarse a Shelepin, un hombre con hondas raíces en la policía secreta soviética, no era moco de pavo. Había que proceder por etapas, poco a poco, como en la famosa frase sobre cómo cocer una rana viva. Ya en 1965, de forma casi imperceptible, su carrera comenzó a toser; pero su apartamiento de los pasillos del poder soviético no se produciría hasta diez años después, en 1975. Diez años es, incluso, poco tiempo. Shelepin tenía partidarios importantes en el Komsomol, en el KGB, en la burocracia del Partido y en los sindicatos. Todo eso había que desarmarlo.

viernes, diciembre 02, 2022

La hoja roja bolchevique (18): Diez negritos soviéticos

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 


Chernenko propuso que los directores, es decir, aquellos miembros del Partido que estaban encima de las cosas reales porque mandaban en las fábricas, en las granjas o en los parques de bomberos, tuviesen capacidad de decisión y responsabilidad personal por los resultados que arrojaban las estructuras sobre las que mandaban. Asimismo, propuso que la labor de la economía real fuese continuamente peritada mediante métodos científicos (esto quiere decir datos reales y fiables). Muy influido por su agotador trabajo en el Comité de Cartas del Comité Central, también propugnó que las preferencias de la gente (ese Pueblo por el que todo se hacía) se tuviesen en cuenta a la hora de diseñar las políticas, por lo que le daba gran importancia a las cartas (porque, claro, de hacer verdaderas encuestas demoscópicas, no digamos ya elecciones libres, como buen miembro de la vanguardia revolucionaria comunista, no estaba dispuesto a hablar). No obstante lo dicho, tenéis que entender que todas estas ideas las expresaba en sus artículos de formas muy genéricas y con muy pocas propuestas prácticas. Como os he dicho, la prioridad era presentar batalla al rigorismo susloviano y, sobre todo, obtener un mayor control sobre los cuadros del Partido para que todos le debiesen a Breznev, si no la vida, sí desde luego las putas y el vodka. Se trataba sólo de eso.

miércoles, noviembre 30, 2022

La hoja roja bolchevique (17): El Simplificador

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos
Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 


La resolución del Comité Central de 1971, como os he dicho propuesta por Chernenko, no era más que la consecuencia lógica del proceso que había comenzado desde el momento en que Leónidas Breznev había conseguido imponerse sobre Shelepin y otros posibles adversarios de su posición de poder. Una tendencia fuertemente centralizadora del poder que, de alguna manera, reinventaría el estalinismo, aunque sin purgas violentas que ya no hacían falta porque ni en el Partido ni el en ejército quedaba gente dispuesta a discrepar. En 1977, este proceso culminaría con la decisión del Comité Central, en ese momento inusitada en términos históricos, de que el secretario general del Partido debía ser también presidente del Soviet Supremo. Estas cosas son las que hacen totalmente huero y fruto de la ignorancia habitual esas afirmaciones de que el estalinismo fue una “enfermedad” del sistema soviético; algo que traicionó sus principios. No, no los traicionó: los quintaesenció. Y el breznevismo repitió la jugada.

lunes, noviembre 28, 2022

La hoja roja bolchevique (16): El Partido se hace científico

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos
Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 

De alguna manera, Chernenko le dio la vuelta a uno de los principales argumentos del estalinismo, gesto en el que, aunque probablemente a él el tema le diese igual, reivindicó a muchos miles de comunistas muertos en oscuros patios bajo las balas. Efectivamente: si con Stalin el hecho de que una fábrica sufriese un incendio o que las cooperativas agrícolas no completasen sus cupos de producción era el producto de sabotajes perpretrados por oscuros enemigos del Partido, con Breznev-Chernenko ese tipo de cosas comenzaron a ser oficialmente consecuencia de que el Partido no estaba haciendo las cosas bien y, consiguientemente, debía reestructurarse o ajustarse. Como ya os he dicho, siendo como eran bolcheviques, es decir dictadores, nunca se permitieron el lujo de concluir que, tal vez, el problema estaba en el comunismo en sí; pues una marca muy común del comunista devoto es que él, que tan rápido es a la hora de hacer juicios sistémicos del tipo “el capitalismo mata”, jamás aceptará ningún juicio sistémico sobre el comunismo; jamás aceptó, ni acepta, ni aceptará, la idea de que algo no funciona, no porque el comunismo no está funcionando bien, sino porque, simplemente, no funciona. Pero, claro, no le vamos a pedir peras al olmo, pues a todas estas gentes ya les dejó claro Vladimiro Lenin que dejarse penetrar por pensamientos así es contrarrevolucionario.

viernes, noviembre 25, 2022

La hoja roja bolchevique (15): Spud Webb, primer reboteador de la Liga

El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos
Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 



La publicación del artículo de Chernenko, como cualquier otra novedad nacida del Partido en aquellos tiempos, no era algo ni casual ni falto de motivación. El artículo del futuro secretario general del PCUS incidía repetidamente en la idea de que la evolución de la política soviética, así como de su ingeniería social, tendría una fuente importante en la praxis del Partido, pero también en las acciones realizadas por los elementos no afiliados al PCUS (pero dentro del régimen; una especie de concepción orgánica, pues, ligeramente desideologizada, que recuerda un poco a la última Falange del franquismo que, por cierto, estaba escribiendo sus páginas precisamente en esos años). Todo eso, como digo, tenía un objetivo por parte del autor del artículo y de los hombres que facilitaron su publicación: extender las alas de Konstantin.

miércoles, noviembre 23, 2022

La hoja roja bolquevique (14): La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin

El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos
Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov  



El 23 Congreso del PCUS fue una victoria sin paliativos de Breznev. Por ejemplo, se reeditó el cargo de secretario general del PCUS. Formalmente, pues, el secretario general del Partido dejaba de ser el primer secretario general del Comité Central; así pues, su cargo dejó de transmitir, cuando menos formalmente, la idea de que era un primus inter pares. Asimismo, el Politburo recuperó su nombre, dejando de ser Presidium. Lo verdaderamente importante de este cambio es que había sido solicitado por el propio Breznev. Pero es bueno que repasemos los actos de esta victoria.

El principal problema de Breznev, evidentemente, era Nikolai Podgorny. Nombrado segundo secretario general del Comité Central por Khruschev, quedó a cargo de muchos elementos organizativos de dicho órgano; lo cual le otorgaba la oportunidad de crear su propia base de poder. Asimismo, como secretario del Comité también estaba Alexander Shelepin, un hombre que a nadie se le ocultaba que había ido al enfrentamiento con Khruschev con la idea de ser él quien lo sucediese. Shelepin entró en el Politburo en noviembre de 1964, era vice primer ministro del gobierno y, como he dicho, secretario del Comité Central. Tenía, pues, muchos hilos de los que tirar, especialmente el llamado Comité de Control del Partido, cuya presidencia ostentaba desde los tiempos de Khruschev, y que le daba un poder importante sobre nombramientos y destinos. Shelepin tenía el poder de decidir sobre mucha gente del Partido en el sentido de si tendrían coche oficial o no; de si vivirían y trabajarían en Moscú o en el culo del mundo; esas cosas.

Podgorny era un problema para Breznev desde el momento en que cayó Khruschev. Pero más lo fue después de que, pasado el tiempo, fue acercándose a Kosigyn, cuyas ideas sobre la necesidad de fomentar la industria y los bienes de consumo asumió como propias. Juntos, Podgorny y Kosigyn presentaban una alianza capaz de tener una gran influencia en el campo económico, hasta el punto de eclipsar al secretario general. Existía el peligro, por lo tanto, de que la pareja se dedicase a gestionar en serio el país, mientras que a Breznev le dejaban los besitos a la momia de Lenin y las gilipolleces.

La opción lógica, en ese punto, para Breznev, era cortejar a Shelepin. Shelepin era un conservador en el sentido más comunista del término. Era uno de esos tipos, tan comunes en la nomenklatura soviética, que interpretaban la doctrina del socialismo en un sentido religioso; así pues, igual que un musulmán no suele plantearse que, tal vez, la orden de El Profeta de no beber alcohol pudo tener un sentido en su tiempo que no tiene ahora, el comunista conservador considera que las palabras de Lenin están escritas en piedra. Ese tipo de personas consideraba las teorías de Podgorny y Kosigyn como contrarrevocionarias y de consuno muy peligrosas; aunque de ello no había nada, si es que había algo, puesto que esta pareja tiene de predecesora de las ideas que acabaría defendiendo Gorvachev (muy a su pesar, por cierto) lo que yo de lagarterana. Aunque las cosas sean así, como digo, personas como Shelepin tendían a ver una hidra en la actuación de los nuevos jerarcas soviéticos, crecidos a la sombra de Khruschev.

Shelepin, por otra parte, no respetaba a Breznev. Consideraba que no tenía empuje para hacer todo lo que había que hacer para defender y conservar la ortodoxia soviética; y, en consecuencia, lo concebía como una especie de secretario general de transición, cuya misión principal sería preparar el terreno para la llegada de un líder más joven y con más capacidad, por ello, de proveer a la URSS de estabilidad. Y ese alguien, claro, era el propio Shelepin.

De forma como siempre taimada y extremadamente formal, Breznev tuvo que defenderse de esta presunta condición de líder provisional a través de sus terminales en la Prensa. Estas cosas en la URSS se hacían de forma extremadamente indirecta, y por eso eran tan valorados, en aquel tiempo, los verdaderos sovietólogos que eran capaces de leer entre líneas. Por ejemplo, si en 1965 la revista Economicheskaya gazeta publicó un furibundo artículo criticando la gestión económica de los mandos del Partido en Jarkov, era necesario leer ese texto teniendo siempre presente que Podgorny provenía de allí. Esta publicación y, sobre todo, el Pravda, continuaron criticando abiertamente el punto de vista basado en defender la prevalencia estratégica de la industria ligera en el futuro de la economía soviética.

En mayo de 1965, durante una visita a la capital azerí de Bakú, Podgorny decidió responder. En su discurso, vino a decir que en un tiempo no había otra que decirle al pueblo soviético que tenía que aceptar recortes en su bienestar para poder desarrollar la industria pesada nacional; pero que esos tiempos habían pasado, y había llegado el momento de transferirle bienestar a la gente. Este discurso cayó como un baldón sobre los círculos más conservadores del Partido, que veían en esas palabras la insinuación de que Podgorny estaba dispuesto a levantar el pie del acelerador en la carrera de armamentos. Bueno, por eso y porque a los miembros del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el bienestar del proletario por quien lo hacían todo, y mientras ellos pudieran seguir con su vodka y sus putas, les importaba una puta mierda.

El discurso de Bakú, yo creo que sobre esto hay un consenso bastante amplio, fue un error por parte de Podgorny. Este tipo de planteamientos nunca se hacían, nunca se debían hacer, sin tener claro que se tenía suficientes turiferarios para defenderlo y ampararlo; y no era el caso. Podgorny tenía una amplia base de poder; pero no tan amplia como para mostrar músculo delante de los conservadores. Además, fue una toma de posición tan clara, tan neta, que obligó a quienes hasta entonces habían querido permanecer au dessus de la melée a descender al barro. Uno de ellos, por ejemplo, fue Milhail Suslov quien, desde su tribuna de ideólogo oficial del régimen, comenzó a despotricar contra “las visiones desviacionistas” y a defender las esencias del leninismo, para él intocables.

El hecho de que Suslov acabase, en la práctica, en el lado de Breznev, hizo que la relación de fuerzas en el Politburo capotase para siempre. El jarkoviano ya no podía aspirar a imponerse sobre el secretario general, falto absolutamente de apoyos. Así las cosas, el 9 de diciembre de 1965 le dieron la patada y lo nombraron presidente del Presidium del Soviet Supremo, o sea, Florero Mayor del Reino. Pocos meses después, perdería su secretaría del Comité Central, convirtiéndose en una figura absolutamente falta de poder.

Para Breznev, la caída de Podgorny vino a significar algo muy importante: ya no necesitaba de Shelepin. De hecho, en el mismo pleno de 9 de diciembre de 1965 en que a Podgorny lo mandaron a la jefatura del Estado a tocarse las narices, a Shelepin le quitaron la presidencia del Comité de Control del Partido, que era, como os he dicho, la fuente principal de su poder; se hizo por la vía de abolir el propio comité. Asimismo, sería pronto removido como viceprimer ministro.

En apenas unos meses tras la caída de Khruschev, pues, Leónidas Breznev había conseguido controlar el Politburo y decidir, en la práctica, lo que se vería en sus sesiones, y lo que no. Había conseguido deshacerse del peligro de que Kosigyn y Podgorny pudieran crearle una pequeña coalición en contra basada en una suerte de alianza con un pueblo soviético ávido de tener cosas que no tenía; y se había deshecho de quien era, verdaderamente, su principal competidor a la hora de llegar a la cumbre del poder soviético, esto es, Alexander Shelepin. Y todo esto lo había conseguido con la colaboración importante de Chernenko.

Konstantin comenzó a subir y a ganar peso dentro del PCUS conforme lo hizo el poder de su jefe directo. Y esto, la verdad, era algo, como poco, inusitado, porque difícilmente se podría pensar en un líder comunista con menos galones para serlo que él. Por edad, Chernenko ni había formado parte de la Revolución ni de la guerra civil que le siguió. Pero tampoco había ido a la guerra mundial, cosa que sí le podría haber tocado; y, lo que es más importante a la hora de exhibir sovietogalones, nunca había gestionado ni una república ni una región, que eran los territorios habituales donde los jerifaltes soviéticos hacían el MIR. Muy particularmente, Chernenko ni sabía hablar, ni era un escritor brillante. Nunca le había gustado leer y, la verdad, como especialista en propaganda que era, a él lo que le interesaba era la superficialidad de las cosas; las sutilezas del marxismo lo superaban.

Por eso, para Chernenko, alcanzar la situación de ser uno de los elementos fundamentales del equipo del secretario general reinante supuso un reto muy importante; un reto en el que, la verdad, nunca avanzó gran cosa: convertirse en un teórico de ésos que escriben y publican artículos. Era necesario, teniendo en cuenta que la victoria de Breznev, que como os he dicho se produjo fundamentalmente en el XXIII congreso del Partido, venía a suponer el inicio de la ascensión del subordinado. Cuando se celebró este XXIII congreso, marzo de 1966, Chernenko fue elegido para figurar en el secretariado de la reunión. Un nombramiento muy, muy importante. El Congreso, asimismo, lo nombró miembro candidato del Comité Central. El 15 de abril del mismo año, Pravda anunció que era, asimismo, candidato para adjunto al Soviet Supremo.

Aquel mismo año falleció A. N. Rudakov, uno de los secretarios del Comité Central; y en la lista reducida de nombres que Pravda publicó en las condolencias, estaba el de Chernenko. A decir verdad, el periódico lo citaba en el puesto 43; pero era un comienzo, como el de ese actor famoso de Hollywood que comenzó haciendo un pequeño papel de extra.

La segunda mitad de los años sesenta se puede resumir en la constante labor de Chernenko, escalando como una culebrilla arborícola por ese tipo de listas. En 1971, cuando se celebró el XXIV congreso del Partido, fue de nuevo nombrado para el secretariado del congreso y nombrado miembro de pleno derecho del Comité Central. En 1967 la roscó M A Sivolyubov, el director del Gospolitizdat o Editora Estatal Soviética; y Chernenko figuró en Pravda el segundo en la lista de los que habían expresado sus condolencias, justo detrás de un miembro candidato del Politburo. En 1974, cuando Pravda publicó una lista de felicitaciones para Breznev al regreso de su visita al presidente americano Richard Nixon, Chernenko estaba de nuevo segundo en la lista, justo detrás de Dimitri Ustinov, también miembro candidato del Politburo.

Asimismo, 1971 fue el año en que Chernenko se estrenó como teórico. La revista Voprosi istorii, Cuestiones de Historia, publicó un artículo de Konstantin en el que analizaba las consecuencias del XXIV congreso. En su artículo, Chernenko viene a decir que el papel de liderazgo social y económico del Partido Comunista en la Unión Soviética debe combinarse con mayores dosis de democracia. Aunque tampoco te sobres mucho, porque, la verdad, el concepto de democracia que manejaban aquellos tipos tiene poco que ver con lo que solemos entender por ello. No les quedaba otra, la verdad, pues, como demostraron situaciones como la Primavera de Praga, introducir una democracia verdadera en el “liderazgo económico y social del Partido” suele tener como consecuencia que dicho liderazgo se vaya a la mierda. El artículo es un retruécano argumentativo de la hostia, basado, cómo no, en la herramienta analítica que ofrece la dialéctica, cuya principal conclusión venía a ser que los ciudadanos soviéticos no afiliados al PCUS tendían cada vez más a actuar como los miembros del Partido, como lógica consecuencia del liderazgo de éste; por lo que podría llegar un día en que dicho liderazgo ni siquiera fuese necesario. Los comunistas, ya sabe, son como los sacerdotes: todo te lo fían a un momento futuro que siempre está por llegar.

Quizás acojonado por lo que él mismo estaba diciendo, Chernenko hacía virar sus plúmbeos párrafos en la dirección de recuperar las esencias del socialismo. Que todo el mundo tienda a hacer como el Partido es la mejor demostración de que el Partido hace lo correcto (en realidad, era la mejor demostración de que el Partido dirigía una dictadura violenta que reprimía de forma repugnante cualquier disidencia; pero pedirle a Chernenko que viese esto, y pedirle a Voprosi istoriii que lo publicase, probablemente sería demasiado). Como consecuencia, concluía, todo en las tendencias históricas apunta hacia la necesidad y eficiencia de la dictadura del proletariado, del mando único del Partido y, en suma, de un mando totalitario. 

El Congreso del Partido, de hecho, adoptó el texto de Chernenko entre sus propuestas aprobadas. Nos ha jodido. Más vodka, y más putas. A ver quién dice que no.

lunes, noviembre 21, 2022

La hoja roja bolchevique (13): El regreso de la guerra

El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos
Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 


 

Breznev sabía muy bien lo que tenía que hacer para mantenerse en el poder. La suya fue una estrategia tan exitosa que su mando fue muy largo y no terminó sino con su muerte. Básicamente, se basó en dos grandes elementos: por un lado, la construcción de una base de cuadros en puestos clave formado por personas que se lo debieran todo. Y, por otro, la homeopatización del Politburo. ¿Qué quiere decir esto? Pues, claramente, la mejor opción de supervivencia para un secretario general, y esto Breznev lo sabía bien porque había visto a su mentor Khruschev fallar en esto estrepitosamente, era conseguir que en el Politburo no hubiese miembros ni grupos de miembros en condiciones de acumular poder suficiente para hacerle sombra. Y esto suponía permitir el ascenso al máximo órgano político de la URSS a personas que tuviesen una, o mejor varias, de las siguientes características:

  • No tener vínculos claros con el Partido, es decir, no ostentar secretarías del Comité Central.
  • Ser demasiado viejos, o demasiado jóvenes.
  • Tener poco predicamento y escasos contactos en la capital.
  • Tener poco predicamento y escasos contactos en la burocracia del Partido.