viernes, enero 23, 2009

La Puerta





Estas dos fotos que presiden hoy el comentario son antitéticas. Pertenecen a un mismo momento histórico y a sus dos extremos. En una, la Puerta de Alcalá aparece adornada con los retratos de Stalin y de otros conspicuos líderes comunistas. Es una foto tomada durante la guerra. La segunda foto está tomada al final de dicha guerra, y se corresponde con una misa que se celebró a los pies de esa misma Puerta, presidida por una imagen de Cristo seriamente dañada por las violencias de aquellos años; misa en la que los vencedores de la guerra dieron gracias por su victoria.

Dos situaciones tan extremas en el mismo lugar sirven para definir la importancia que la Puerta de Alcalá, como lugar de encuentro y de Historia, ha tenido para España y para Madrid. Quizá el momento principal vivido por esta puerta fuese el malhadado día en que hubo de ser testigo de un magnicidio en la persona del presidente del Consejo de Ministros, Eduardo Dato, quien vivía allí mismo y allí mismo fue asesinado por dos anarquistas que se acercaron a su coche en una moto con sidecar.
Indudable es, pues, que nuestra Puerta tiene mucha historia. Quizá entretenga un poco contar algunos de los elementos de la misma.
El 27 de mayo de 1769 se fijó en diversos puntos de Madrid un anuncio por el que se anunciaba el concurso para construir la Puerta según los diseños del arquitecto real Francisco Sabattini. Especial énfasis ponía Sabattini en dejar claro que la obra debía ser del mejor material, estipulando que el ladrillo fino debería ser de la Rivera; la piedra blanca, de Colmenar de Oreja y Navarredonda, desechando la piedra de Mingorrubio, toda ella sin ojos, sin agujeros ni pelo alguno. Como se puede ver, la obra es una obra madrileña cien por cien (salvo por el detalle de que su diseñador nació en Palermo, y su impulsor venía de ser rey de Nápoles, claro).

La construcción de la Puerta de Alcalá forma parte de un proyecto más genérico y ambicioso, a la par que muy caro, cuyo principal elemento era la urbanización del paseo del Prado. E, incluso, podríamos decir que hasta la urbanización del Prado formaba parte de otro proyecto aún mayor que se concretó con la construcción de la Puerta de San Vicente, el acabado definitivo del Palacio Real, la construcción de la Casa de Aduanas (actual Ministerio de Hacienda, en Alcalá, 9), el palacio del conde de Altamira en la calle de la Flor, la Casa de Correos (sede de la Comunidad de Madrid), la fábrica de porcelana del Retiro (hoy inexistente), el Banco y el Colegio de San Carlos, la Imprenta Real...

Carlos III, el mejor alcalde de Madrid como le dicen algunos, tuvo desde luego la visión de que Madrid, ciudad apolillada y sucia, debía de mejorar su aspecto y convertirse en una capital europea de relumbrón, y para ello se embarcó en una serie de obras faraónicas, probablemente más aún de lo que lo son las que hoy aborda nuestro alcalde. La reinvención del área incluía la sustitución de la vieja puerta, que estaba un poco más abajo, a la altura de la calle Alfonso XI.
Hay que hacer notar que las medidas de Carlos III alcanzaron hechos más primarios, puesto que el rey se impuso la tarea de que Madrid dejase de ser una ciudad cuyas calles estuvieran literalmente llenas de mierda. El personal de aquel Madrid simplemente tiraba sus desechos y detritus por la ventana, razón por la cual no era muy buena idea andar por la calle de noche, pues no sólo se corría el peligro de ser atacado por los felones, sino también alcanzado por el contenido de los orinales castizos. En una ciudad donde la limpieza pública prácticamente no existía, toda aquella basura quedaba en las calles, se pudría y le daba a la villa, digamos, personalidad. Bajo la inspiración y el impulso de Carlos III, se inventó la conocida como La Marea, que eran unos carros que llevaban unas piezas que servían para arrastrar la mierda, y que iban seguidos de barrenderos que completaban la tarea.

Para pagar todo esto, se embargó el arbitrio o impuesto que pagaban las tabernas madrileñas. Así pues, eso de esquilmar al personal para hacer grandes obras no es ni de coña cosa moderna. Aunque el dinero movilizado fue mucho, no dio para hacer todo lo que se pensó. Sin ir más lejos, el arquitecto Ventura Rodríguez diseñó un pórtico, que quería situar junto a las caballerizas del Casón del Buen Retiro, con capacidad para unas 3.000 personas y que podría albergar cafetines y tabernas. Es curioso imaginarse qué aspecto tendría hoy la zona de haberse llevado a cabo.

Don Ventura, por cierto, fue arquitecto reputado y sus obras pueden verse en muchos lugares de España. Pero hay que reconocer que con la Puerta y el tándem Carlos III-Sabattini, pinchó en hueso. Hasta cinco diseños presentó de la obra, y todos le fueron amablemente rechazados.

La información disponible nos dice que hubo catorce contratistas interesados en hacer la obra. La decisión final se tomó a las cuatro de la tarde del martes, 6 de junio, y fue en favor de Francisco de la Fuente. Las condiciones de De la Fuente eran las que más placían a Sabattini pero, no obstante, el arquitecto consideraba los precios pedidos por el asentista excesivos. Se negoció con él, sin llegar a ningún arbitrio, por lo que el constructor final fue Santiago Feijoo y Compañía.
Siete años después, en 1777, el Ayuntamiento de Madrid tuvo que darle al señor Feijoo un par de cachetadas, pues la obra, al parecer, iba como el culo. El contratista se comprometió a terminar la Puerta en un año, y lo cumplió.

Las crónicas nos dicen que la Puerta, pronto, estuvo rodeada de chabolas e, incluso, unos cien años después el Ayuntamiento tuvo que aprobar un presupuesto de rehabilitación, pues estaba hecha una braga. No ha de extrañar esto pues, entonces, la Puerta de Alcalá era un monumento de extrarradio, tanto que junto a la misma estaba situada la verja fiscal en la que las mercancías que entraban en Madrid pagaban fielato y un poco más allá, la plaza de toros; existen testimonios, además, que se quejan de lo difícil que era apreciarla, rodeada como estaba de chabolas.
El primer hombre que, después de Carlos III, se interesa por la Puerta, es José I, o sea Pepe Botella, el rey Bonaparte que llegó impuesto por su hermano y la fuerza de las armas y que dejó un breve reinado y el odio, en buena parte inmerecido, de muchos españoles. A José Bonaparte le llamaban Pepe Plazuelas por la cantidad de plazas que construyó en Madrid; se le decía así para insultarlo, pero lo cierto es que a esas obras debe el Madrid de siempre su liberación de la naturaleza abigarrada, oscura, amogollonada, que tenía hasta entonces la ciudad. Una plaza que le debemos a José, sin ir más lejos, es la de Oriente; obra para la cual se apioló dos conventos, la biblioteca y jardín de la reina, y 56 casas.

José era un Bonaparte. Y pensaba como un Bonaparte. Igual que un ilustre descendiente de su sangre acabaría imaginando una gran avenida parisina que hoy se llama de los Campos Elíseos, José ideó algo que, de haber sido realizado, habría hecho que Madrid, hoy, no fuese Madrid como lo conocemos. Entre otras cosas, hubiera hecho innecesaria la construcción de la Gran Vía. Soñaba José Bonaparte con una gran avenida, un gran bulevar, ancho y claro, que comenzase en el Palacio Real y terminase en la Puerta de Alcalá, haciendo pues que ambos monumentos y símbolos se mirasen en la distancia. Dejo a la imaginación del lector el aspecto que habría tenido tan imponente obra.

Hasta ese momento tenemos Puerta, pero no tenemos plaza. La plaza de la Independencia es muy posterior a la Puerta de Alcalá y se basa, también, en un modelo muy francés, que no puede ser otro de la plaza de L'Etoile. Es Fernández de los Ríos quien, tras su acceso al Ayuntamiento ya en la segunda mitad del siglo XIX, propone la creación de una plaza de cien metros de radio, cuyo centro será la Puerta, dedicada a los defensores de Zaragoza. Eso sí, el proyecto final fue más modesto que el que pretendía el concejal.

Fernández de los Ríos, inspirándose en París o tal vez envidiándolo, quería que a la plaza confluyesen ocho calles. Propuso que se llamasen: Numancia, Sagunto, Covadonga, Granada, Padilla, Bravo, Maldonado y Lanuza. Todo un pastiche de orgullo patrio. Una de las calles, entiendo yo por los testimonios que he leído, vendría a coincidir con la avenida arbolada que hay tras la puerta del Retiro que da a la plaza. Justo frente a ésta, es decir entre Serrano y (creo que se llama así) Salustiano Olózaga, otra calle que terminaría en un monumento al 2 de mayo. En la actual calle de Alfonso XII se situaría, frente al Casón, una estatua de Quevedo. Otra calle tiraría por lo que hoy es la calle de Alcalá hacia las Escuelas Aguirre. Otra comunicaría con el barrio de Salamanca, entonces en construcción, y tendría una estatua de Pelayo. A otra, desde la plaza hasta Recoletos (debe de ser la de Salustiano Olózaga), se trasladaría desde el Retiro la llamada fuente de las Cuatro Estaciones. Y otra calle conectaría la plaza con unos llamados jardines de los Campos Elíseos (cómo no) que se querían construir más o menos en el actual emplazamiento del inicio de la calle Velázquez.

El proyecto, como sabemos, se realizó reduciendo ligeramente la superficie de la plaza y suprimiendo calles y monumentos.
Por último, Juan Álvarez Mendizábal, el ministro de la desamortización, terminó, eso sí sin desearlo ni imaginarlo, por poner el broche de esta inspiración francesa que parece perseguir a la madrileña puerta. Igual que en París se han acabado por construir dos arcos, el de L'Etoile y el de La Défense, que están igualmente orientados, Mendizábal quiso construir una especie de segunda puerta de Alcalá que, según las crónicas, iba a estar junto a la Montaña Rusa del Retiro. En el Retiro nunca ha habido una montaña rusa según lo que todo el mundo entiende por la expresión. Es que ése era uno de los nombres que recibía la Montaña Artificial. Así pues, probablemente la puerta de Mendizábal, de haberse levantado, habría estado situada más o menos donde están las Escuelas Aguirre.

La última gran polémica que ha vivido la Puerta de Alcalá fue ya durante el franquismo, cuando a algún arquitecto con ganas de especular y dar por saco se le ocurrió levantar la torre de Valencia, en el inicio de la calle O'Donell. No pocas voces se levantaron aseverando, con absoluta certitud en mi opinión, que ese palitroque ahí colocado destruía la armonía de la imagen de la puerta y que, seguro, en Madrid habría muchos sitios donde colocar la puñetera torrecita sin necesidad de andar jodiendo con ello las postales. No hubo indulto para nuestra puerta que, por lo tanto, desde entonces tiene una especie de pariente tonto del culo que se asoma por detrás en las fotos, con la sonrisa de bobalicón que suelen tener los bobalicones.

martes, enero 20, 2009

Voces animales

Bueno, pues hoy parece que es el día de los off topic. Just for fun.

He encontrado hoy, en una de mis lecturas, referencias a un libro de mucho mérito. Se publicó en Sevilla en 1490 y su título es Vocavulario collegido por el cronista Alonso de Palencia. Este libro se publicó cuando Antonio de Nébrija todavía estaba dando los últimos toques a su Gramática y, por lo tanto, es una fuente interesantísima sobre el español barroco. En el pasaje que yo he leído, De Palencia ejemplifica la variedad del español desplegando la totalidad de los verbos que el español tenía para designar las voces de los animales.

Aquí os copio la lista. Yo creo que os va a molar y os servirá para epatar algún día delante de algún diletante que se las dé de listillo. Honradamente, no sé cuántas de estas voces se usan hoy (bueno, algunas sí, pero no muchas). El vocabulario, en todo caso, tiene todos los variados sabores semánticos y fonológicos de unos tiempos en los que la cultura del español medio incluía la habilidad de conocer a un animal con sólo escuchar su voz.

Os recomiendo que os busquéis alguna voz complejilla y os la aprendáis. Imaginaos mañana, cuando estéis tomando café con ese compañero del curro que sólo sabe escucharse, si le decís en voz alta: "Ya estás otra vez, tetrisitando como un ánade en celo". Si os contesta, es que es un crack.

Las voces son:

Águila: clamar.

Halcón: plipiar.

Buitre: pulpar.

Cuervo: croarar.

Milano: vilvinar.

Cisne: dreasar.

Grulla: gruar [éste es el más lógico de todos]

Cigüeña: crotorar.

Gallo: cantar o curcusitar.

Ánade: tetrisitar.

Tortuga: gemir.

Paloma: pausitar [tengo la sensación de saber que hay otro verbo moderno para lo que hace la paloma, pero ahora mismo no lo recuerdo]

Perdiz: Cácabar no cátabar.

Grajo: fringuliar.

Lechuza: cutubiar.

Tordo: trotilar o sucitar.

Estornino: pasitar.

Golondrina: minurar.

Abeja: bombialar [para mí que la abeja moderna se limita a zumbar]

Cigarra: fricinir.

León: fremer [sic]

Tigre: jachar [sic]

Pantera: couriar.

Oso: uncar o soviar.

Puerco montés [entiendo que se refiere al jabalí]: frender.

Lince: urcar.

Lobo: asillar.

Elefante: barritar.

Caballo: relinchar.

Asno: rebuznar.

Cerdo: gruñir.

Berraco: churritar.

Carnero: oretar.

Oveja: balar.

Cabrón: mitar. [Aunque yo opino que el cabrón, más que mitar, lo que más hace es dar por culo]

Cabrito: vezar.

Perro: ladrar.

Vulpeja: gañir.

Liebre: vagir.

Gato: maullar.

Rana: croar o vamir.

Ratings

Hoy voy a pecar. Resulta que, a pesar de lo que yo pude pensar en algún momento, mantener dos blogs no es algo fácil, así pues he tenido que dejar a la deriva mi segunda marca, Oikonomia. Actualmente, ese blog está en lo que los sajoparlantes llaman un run-off de visitas. Ya casi no tiene ninguna, y a quienes han dejado de visitarlo no les culpo pues, al fin y al cabo, hace meses que no registra novedad.

A veces, sin embargo, se presentan ocasiones de comentar alguna cosa. No me parece legal escribiren el blog porque eso puede generar la falsa impresión de que le dedico un tiempo que no le dedico. Así pues, pensando gilipolleces, se me ocurrió la posibilidad de abrir una etiqueta nueva aquí, Off Topic, y, consecuentemente, escribirlo aquí. No pega ni con cola, lo sé. Pero tampoco pegaban Spencer Tracy y Katharine Hepburn, y les funcionó.

En fin. Los historiomaníamos, que sepan que la etiqueta Off Topic no va con ellos. Esto no va de Historia. Pero es que con esta historia de la calificación crediticia de España, que si rating por aquí rating por allá, he pensado que sería bueno escribir un par de cosas. Porque esto de los rating puedes pensar que no te afecta, pero te equivocarás. Esto de los rating, como espero demostrarte, se parece bastante a eso que se dice tanto hoy en día de que si una mariposa base sus alas en Colombia provoca un huracán en Japón.



Supón que compras una letra del Tesoro a un año al 3,1%. Esto quiere decir que hoy, digamos 1 de enero, tú pagas 1.000 euros; y el emisor, en este caso el Tesoro español, te pagará, el 31 de diciembre, 1.031 euros.

Pensemos que la inflación esperada es del 2%. Para conocer el valor de tu letra, tienes que descontar el valor futuro de la misma a euros de hoy en día. Calcular su valor actual. Esto se hace dividiendo el flujo que vas a recibir por 1+ la inflación esperada en tanto por 1 (o sea, 0,02). Así que divides 1.031 por 1,02 y te da 1.010,78. Ése es el valor real de tu letra hoy en día o, si lo prefieres, tienes una ganancia esperada, en valor actual, de 10,78 euros o, si lo prefieres, un 1,078%. El resto, hasta 3,1%, propiamente no lo vas a ganar, porque entre el momento en que tú pagas y el momento en que cobras, la inflación se come parte de la retribución.

Ahora entra a jugar el asunto del rating. La pregunta es sencilla: si el compromiso de pagar 1.000 euros es del Estado español, ¿te fías de que va a pagar? Supongo que sí. Y, ¿te fías lo mismo si el emisor es el Estado de Uganda? Probablemente, no. Técnicamente, te dirán que la deuda pública ugandesa tiene un riesgo de crédito muy superior a la deuda española.

Riesgo de crédito quiere decir probabilidad de default, es decir que el emisor no pague, o no en la medida que se ha comprometido; por ejemplo que en lugar de dar un 3,5%, dé solamente un 2%, o incluso no devuelva todo el principal (principal se llama a lo que tú le prestaste). Todos los activos financieros, cualquiera que sea su emisor, tienen una probabilidad de default, por pequeña que sea. Se considera que hay activos de seguridad total, como la deuda de Estados Unidos el bono alemán, pro ejemplo el Bund (bueno, en realidad el Bund es un derivado sobre los bonos a diez años, pero bastante liado está ya esto).

Los estados más ricos y poderosos han hecho default en la Historia. El caso más claro es el Imperio español que, en época de Felipe II, declaró varias veces la quiebra en el pago de juros, que eran la deuda pública de la época. En años más modernos se ha dado el caso de países que, ante dificultades financieras extremas, han declarado la deuda perpetua, lo cual quiere decir que devuelven los intereses (los 31 euros de cada 1.000) pero no el principal (los 1.000 euros). Jode, ¿eh?

Los inversores en bonos, que son fundamentalmente banqueros, necesitaban un mecanismo para poder medir ese riesgo. Para guardar pasta suficiente como para hacer frente al default si se produce. Sucintamente, se trata de multiplicar tu riesgo (el valor actual de los pagos que tienes pendientes) por una determinada probabilidad. Por ejemplo, en nuestro viejo bono al 3,1%, cuyo valor actual era de 1.010,78 euros, deberíamos multiplicar dicho valor por una determinada probabilidad de default, o sea de impago.

Pongamos que es 0,001, o sea una probabilidad del 0,1% o, lo que es lo mismo, de cada 1.000 euros de deuda emitida por este emisor, dejará de pagar 1. Esto quiere decir que, por el mero hecho de comprar el bono al 3,1%, tienes que provisionar 1,01078 (1.010,78 por 0,001) euros, por si acaso esta emisión hace default. Pero eso, naturalmente, cambia tu rentabilidad. Porque tú ya no te estás gastando 1.000 euros, sino 1.001,01078 euros (el precio del bono más el precio del riesgo de crédito). Por lo tanto, tu rentabilidad ya no es del 3,1%; ahora tienes que calcular qué rentabilidad hacen 1.031 euros sobre 1.001,01078. Esto te dará el 3%. Hay una diferencia de 0,1 puntos porcentuales o, como se dice más en el ámbito financiero, 10 puntos básicos (un punto básico es un 0,01%).

Si los tipos están al 3,1% y viene el Estado español a venderte una letra al 3,1%, tú, si has hecho las cuentas del párrafo anterior, le contestarás: ah, no. No puede ser. Si acepto tus condiciones, entonces no tendré un 3,1% de rentabilidad, sino un 3% (es decir, estoy perdiendo diez puntos básicos que podría obtener invirtiendo a precios de mercado). Así pues, para yo comprar tu bono, me tienes que ofrecer, no un 3,1% de rentabilidad sobre 1.000, sino un 3,1% de rentabilidad sobre 1.001,01078: al correr de 365 días, me tienes que pagar 1.032,04 euros. Pero yo te voy a pagar 1.000, así pues, aunque el mercado esté en 3,1%, tú tienes que ofrecerme un 3,204% o, lo que es lo mismo, 9 puntos básicos más.

Esos 9 puntos básicos es lo que se denomina prima de riesgo. Es el precio que tiene que pagar el emisor, en este caso el Tesoro español, por tener una probabilidad de default de 0,001. Y, ¿quién dice que la probabilidad es ésa? Bueno, en esto cada maestrillo bien puede tener su librillo, y es lo que se llaman modelos internos de control de riesgo, basados habitualmente en la experiencia contrastada del banco. También puede ser una probabilidad prescrita por el supervisor (por ejemplo, el Banco de España). Pero siempre, o casi siempre, depende del rating.

El rating es una nota. A mejor nota, menor probabilidad de default. Así de simple. La banca y otros inversores institucionales inventaron los rating para que hubiese alguien que se tomase el trabajo de ponerle una nota a las emisiones y a los emisores, valorando un montón de aspectos que influyen en la probabilidad de que haya un impago total o parcial. Como os he dicho antes, existen emisores que se consideran con un riesgo cero o muy cercano a cero, como el bono alemán. Alemania es un país grande que lo flipas y con altos niveles de estabilidad. El mercado toma entonces la rentabilidad del bono alemán como rentabilidad libre de riesgo. De esta manera, el inversor sabe que si quiere hacer una inversión sin riesgo de crédito, una inversión que se va a pagar sí o sí, lo que hace es comprar bonos alemanes. El resto de emisores, por ejemplo el Tesoro español, tendrán que ofrecer una rentabilidad superior (prima de riesgo) al bono alemán, para así conseguir que comprar sus títulos sea más atractivo que comprar los alemanes.

¿Qué es lo que pasa cuando hay un downgrading? Pues, sencillamente, que la probabilidad de default se incrementa. Ya no es de 0,001 sino, por ejemplo, de 0,005. Ahora multiplicamos el valor actual de 1.010,78 euros por 0,005, lo cual nos da 5,05 euros. Ahora, si el bono alemán está al 3,1%, reclamaremos al Tesoro español que sea capaz de darnos el 3,1% sobre 1.005,05 euros, lo cual es 1.036,21 euros, o sea un tipo de interés nominal del 3,62%. Así pues, los 9 puntos básicos que eran antes mi prima de riesgo son ahora 52 puntos básicos (3,62%-3,1%).

Os invito a que observéis una cosa. Si la probabilidad de default es de 0,001 y pasa a ser de 0,005, se multiplica por 5. Pero si la prima de riesgo es de 9 puntos y pasa a ser de 52, se multiplica por 5,7. La relación no es lineal, pues. En realidad, el downgrading empeora las cosas más que lo que superficialmente cabría esperar.

Cuando el Tesoro español tenía una calidad crediticia tan buena o incluso mejor que el alemán, nuestra probabilidad de default era nula y la prima de riesgo cero. Luego, cuando nuestra probabilidad pasó a ser (me refiero al ejemplo) de 0,001, se generó una prima de riesgo de 9 puntos básicos. Y ahora, que nos han hecho downgrading, y según estas cifras inventadas, la prima de riesgo ha pasado a ser de 52 puntos básicos. Esto quiere decir que para conseguir el dinero que consigue el Estado alemán ofreciendo pagar 10.000 euros, nosotros tenemos que prometer pagar 10.052. Endeudarnos nos sale más caro.

Por lo tanto, un mismo coste, es decir si suponemos que Alemania y España se van a gastar el mismo dinero en un plan de rescate financiero financiado con deuda; un mismo coste, digo, nos saldrá de hecho más caro a nosotros que a ellos. Los economistas suelen decir que deuda hoy son impuestos mañana, y es cierto. El Estado no se diferencia de una familia. En un Estado, como en una familia, no puedes estar eternamente gastando más de lo que ingresas o debiendo dinero; la diferencia entre un Estado y una familia es que con un Estado se suele tener más paciencia. Mucha más.

Este asunto de la prima de riesgo explica, además, la honda tragedia de los países endeudados del Tercer Mundo. Un país endeudado genera serias dudas sobre su viabilidad económica. En consecuencia, las agencias de rating le otorgan a sus emisiones notas muy bajas. Como consecuencia los inversores, para comprarlas, exigen primas de riesgo muy elevadas. Esto encarece la deuda del emisor, quien se ve obligado a comprometer cada vez tipos mayores. Pero si ofrece tipos mayores la deuda le sale más cara y, en realidad, sus probabilidades de pagarla pasan a ser menores. Entonces las agencias le bajan el rating. Y así mucho.

Así pues, esto del downgrading del rating se parece a eso de la mariposa y el huracán. Porque alguien en la otra parte del mundo, en un sitio con un nombre tan poco financiero como Pobre y Del Montón (Standard & Poor’s), decide que va a bajar la calificación del Estado español; y aquí, en tu casa, suben tus impuestos. Puede que no ahora. Pero subirán.

Y ahora repite conmigo: jodida mariposa de los c….