viernes, enero 28, 2022

El fin (12: Negrín bracea, los anarquistas se mosquean, y Miaja hace el imbécil, como de costumbre)

 El Ebro fue un error

Los tenues proyectos de paz
Últimas esperanzas
La ofensiva de Cataluña
El mes de enero de las chinchetas azules
A la naja
Los tres puntos de Figueras
A Franco no le da una orden ni Dios
All the Caudillo's men
Primeros contactos
Casado, la Triple M, Besteiro y los espías de Franco
Negrín bracea, los anarquistas se mosquean, y Miaja hace el imbécil (como de costumbre)
Falange no se aclara
La entrevista de Negrín y Casado
El follón franquista en medio del cual llegó la carta del general Barrón
Negrín da la callada en Londres y se la juega en Los Llanos
Miaja el nenaza
Las condiciones de Franco
El silencio (nunca explicado) de Juan Negrín
Azaña se abre
El último zasca de Cipriano Mera
Negrín dijo “no” y Buiza dijo “a la mierda”
El decretazo
Casado pone la quinta
Buiza se queda solo
Las muchas sublevaciones de Cartagena
Si ves una bandera roja, dispara
El Día D
La oportunidad del militar retirado
Llega a Cartagena el mando que no manda
La salida de la Flota
Qué mala cosa es la procrastinación
Segis cogió su fusil
La sublevación
Una madrugada ardiente
El tigre rojo se despierta
La huida
La llegada del Segundo Cobarde de España
Últimas boqueadas en Cartagena I
Últimas boqueadas en Cartagena II
Diga lo que diga Miaja, no somos amigos ni hostias
Madrid es comunista, y en Cartagena pasa lo que no tenía que haber pasado
La tortilla se da la vuelta, y se produce el hecho más increíble del final de la guerra
Organizar la paz
Franco no negocia
Gamonal
Game over  



El doctor Medina se mostró conforme con el planteamiento que le hacía Taboada. De hecho, informa que ese mismo día Casado está manteniendo una reunión con el Frente Popular para tratar el futuro de Madrid y si se decide resistir; y que Casado tiene pensado decirle a los políticos y sindicalistas que, si se resiste, entonces se impedirá la salida de cualquiera de la ciudad, “quedando todos obligados a empuñar el fusil hasta caer”. En otras palabras: Casado parece ser plenamente consciente del tipo de dirigentes modelo "ya resiste tú, que a mí me da la risa", que para entonces tenía la República. Taboada, lógicamente preocupado tras las confesiones que ha recibido sobre la actitud de los comunistas, le preguntó a Medina si Casado había tomado medidas para atajar eventuales resistencias; a lo que Medina se limitó a contestar que esperaban que eso no pasase. Si el SIE sabía que los comunistas iban a resistir, es más que esperable que Casado también lo supiese; por lo tanto, las palabras del doctor vienen a reconocer, de alguna manera, que Casado sabía que no tenía todo el control.

Al día siguiente, 6 de febrero, el Consejo se reúne para dar cuenta de que un valioso elemento de la CNT, probablemente Eduardo Val como sabemos, estaba dispuesto a pactar la rendición de la ciudad y cooperar con la misma; lo cual sugiere que Manuel Salgado ya tenía contactos con Casado previos a la reunión de los anarquistas en París del 7 de febrero, que ahora veremos. Asimismo, se anuncia que el miércoles (día 8) se espera la llegada de un jefe militar nacional a Madrid.

El Consejo Asesor del SIE, que como se ve a principios de febrero tiene una actividad frenética, celebra nueva reunión el día 7. Aquí se dio cuenta de elementos de organización interna. Taboada se había entrevistado con Alfaro para poder distribuir adecuadamente las labores y responsabilidades. Se acordó que en lo político habría una sola autoridad, lo que sugiere que, probablemente, los falangistas expresaron sus inquietudes hacia la posibilidad de que el SIE estuviese haciendo política o pretendiendo hacerla en el momento en que cayese Madrid. Por otra parte, Tráver informó de que no había tenido entrevista con Besteiro, por considerar que “todo está ya acabado”, la rendición de Madrid acordada y, por lo tanto, ser ya innecesario el contacto.

Ese mismo día 7 de febrero, Juan López, que recordaréis era uno de los tres miembros de la CNT que había sido mandatado a finales de enero en Valencia para contactar con el Comité Nacional del sindicato, logró hablar por teléfono con Mariano Rodríguez Vázquez, secretario nacional de la CNT. Entre ambos quedaron en que los tres designados en Valencia, más Segundo Blanco, se trasladasen a París (donde estaba Rodríguez) para reunirse allí con los miembros que estuviesen del Comité Nacional.

Al día siguiente, 8 de febrero pues, en un pequeño local de la Delegación de la Infancia Evacuada situado en París que cedió un militante anarquista llamado Facundo Roca, se reunieron Mariano Rodríguez Vázquez, Joan García Oliver, Camilo Boer, Segundo Blanco y los tres delegados de Valencia (Val, López y Amil). Vázquez explicó que el Comité Nacional, cuando todavía no había caído Cataluña, había propuesto la formación de un gobierno con personas de prestigio internacional en el que, entre otros, propusieron a Besteiro; propuesta que, dijo, no apoyó nadie fuera el perímetro anarco. Segundo Blanco reiteró su información en el sentido de que ni Azaña ni los ministros pretendían volver a España. García Oliver, en un ataque de realismo que probablemente le debió producir hasta hemorroides, opinó que la guerra estaba perdida, que Negrín estaba quemado, y que había que formar un gobierno que concitase el apoyo de las democracias occidentales (un gobierno, por lo tanto, que, como primera providencia, a él lo metiese en la cárcel). Eduardo Val aportó la información, un poco Radio Macuto la verdad, de que Negrín le había escrito un mensaje cifrado a los socialistas presentes en Madrid para recomendarles que empacaran y tratasen de ponerse a salvo; yo creo que éste era un rumor inventado para “demostrar” que Negrín mentía al llamar a la resistencia.

Los anarquistas se mostraron de acuerdo en que había que seguir resistiendo para poder negociar una paz honrosa; pero que esa resistencia no podría producirse al mando de Negrín. También acordaron que Segundo Blanco dimitiese en el consejo de ministros, para provocar una crisis del mismo.

Da toda la impresión de que en aquella reunión, la persona que tenía una posición más antinegrinista y a favor de un cambio radical de gobierno: Eduardo Val, se quedó descontento. Le pareció que el Comité Nacional no estaba dispuesto a poner toda la carne en el asador, empezando por el gesto de volver a la península, puesto que en la reunión, al parecer, nadie se comprometió a abandonar la dulce Francia. Es por ello que, en una iniciativa más que probablemente propia, telefoneó a su terminal en Madrid, Manuel Salgado, un antiguo empleado de una entidad aseguradora, y le ordenó que se entrevistase con Casado; aunque, como hemos visto por las actas del SIE, puede que Salgado ya hubiese hablado con Casado con anterioridad. La CNT, pues, contactó con Casado, ofreciéndole la solidaridad anarquista; algo que, formalmente, no podía hacer, puesto que el gesto se llevó a cabo a espaldas del Comité Nacional.

Ese mismo día 8, mientras todo esto se estaba negociando, en Menorca tres batallones se sublevaron en Ciudadela, Ferrerías y San Cristóbal. Desde Pollensa vuelan dos hidroaviones para darles apoyo y, más tarde, medio centenar de soldados de aviación en lanchas parten también hacia la isla. El comandante militar de Baleares, general Enrique Cánovas Lacruz, decidió preparar la invasión de fuerzas de tierra. En esa situación rara y caótica, en la que un mando nacional está negociando (e implica a los ingleses en la negociación) y otro agrede a los republicanos, se produce el bombardeo de Mahón por parte de aviones italianos; un bombardeo cuyas motivaciones nunca han estado del todo claras. Lo cierto es que la caída de las bombas provoca que los ingleses se cojan un mosqueo del forty two.

¿Por qué bombardearon los italianos? Bueno, yo creo que, en primer lugar, bombardearon porque eran italianos, esto es, caóticos; no fue ésta la única vez en la guerra civil en que se portaron haciendo lo que les salía del pene. En segundo lugar, hay que tener en cuenta que los italianos consideraban que en toda España estaban a las órdenes de Franco; pero Baleares era otra movida, porque las islas eran ambicionadas por Mussolini. Muy probablemente, decidieron proceder al bombardeo porque se sintieron ninguneados en las negociaciones de Sartorius; tal vez, incluso, con el deseo de hacerlas zozobrar. Sin embargo, no lo consiguieron: los contactos se retomaron, y se acordó que un coronel retirado, Alfonso Useletti López de Lara, tomara el control de la isla, mientras que la principal instalación militar, la Ciudadela, quedaba bajo el control del comandante Federico Noreña Echevarría, enviado desde Pollensa.

El Devonshire salió de Mahón en la noche del 8 al 9 de febrero, en un movimiento muy apresurado, pues muchos republicanos que seguro habrían querido marcharse en él no habían sido ni contactados. A la misma hora, estaban zarpando de Barcelona las tropas de 105 División que tomarían el control de la isla.

Más o menos mientras los acontecimientos en Menorca se desarrollan, en Madrid toma cuerpo, cada vez más, la idea de una rendición pactada con el coronel Casado; rendición que, para los quintacolumnistas madrileños, es tanto más urgente cuanto que, como sabemos, han recibido noticias de que los comunistas podrían dar un golpe de efecto para impedir todo movimiento en este sentido.

El día 9 de febrero, Juan Negrín se presenta en Toulouse y celebra un larguísimo consejo de ministros que se prolongó hasta bien entrada la noche. Todo indica que el primer ministro y ministro de Defensa se encontró ante la actitud que se describe en estas notas por parte de los ministros: éstos, pues, no estaban dispuestos a regresar a España en tanto en cuanto no lo hiciese el presidente Azaña; algo que todos tenían que saber que no iba a ocurrir en caso alguno. Sólo Álvarez del Vayo y Uribe, uno procomunista y el otro comunista 360 grados, le apoyaban. Al socialista González Peña se le atribuye la frase “a mí no me llevan ni atado”. La mayor parte del consejo, por lo tanto, se consumió en la lenta labor de zapa de Negrín, quien los fue convenciendo, cuando menos formalmente, de su compromiso de regresar. Esta forma de discurrir los acontecimientos le jugó en contra al anarquista Segundo Blanco quien, como sabemos, albergaba el proyecto de dimitir y provocar así una crisis de gobierno. No sabemos muy bien si Blanco, simplemente, se calló, o si aunque dijera que lo mismo dimitía, nadie le hizo caso. Los comisionados de la CNT en la reunión de Valencia decidieron, tras la reunión del 9 de febrero, regresar a España; pero no lo harían por lo menos hasta el 20, porque el consulado español les puso mil problemas.

Ese mismo 9 de febrero, que era jueves, mientras lo de Menorca se acaba y Negrín se desgañita tratando de buscar alguna falla en la pared que se ha convertido su gobierno, se reúne de nuevo el Consejo Asesor de los espías franquistas. En dicha sesión, Mariano Tráver informa de su entrevista con José María Alfaro, el falangista. Alfaro le informó de que estaba preparando una entrevista con el coronel Casado, para informarle de las capacidades reales de Falange en Madrid fundamentalmente.

Asimismo, tal y como se anunció, parece ser que el miércoles 8 había llegado el militar nacional a Madrid, a cuyas órdenes se puso el Consejo. Visto lo visto y lo publicado por diversos autores, supongo que ese militar sería el teniente coronel Centaño, a quien os presentaré más tarde en estas notas. Y, si no era Centaño, desde luego tenía que ser alguien relacionado con él.

Con la misma fecha, 9 de febrero, llega a Toulouse por avión el entonces capitán Antonio López Fernández, verdadera mano derecha del general Miaja. El general defensor de Madrid estaba para entonces plenamente identificado con sus compañeros de la que podríamos denominar cúpula militar republicana (no comunista) en el sentido de terminar la guerra de una vez. Sin embargo, al contrario que cuando menos algunos de ellos, Miaja tenía escrúpulos oficialistas (aparte de ser un cobarde y un mierda). Por eso envió a López Fernández a Francia a entrevistarse con Negrín. Lo consiguió, aunque bien entrada la noche de aquel día porque el primer ministro estaba a otras cosas, como ya hemos contado. En la entrevista, López le pidió a Negrín permiso en nombre de Miaja para iniciar contactos con el enemigo a fin de coser una paz, convencido como estaba el jefe de los ejércitos republicanos de que resistir era ya necedad. En la entrevista estaba también Álvarez del Vayo, para entonces el único ministro de quien Negrín realmente se fiaba (lo cual quiere decir que era el único que pensaba como él).

Negrín le contestó a Miaja, o sea, a López, preguntándole qué medios necesitaba para poder resistir con garantías. Lógicamente, el capitán, que hasta hacía dos telediarios había sido sargento taquígrafo, le debió de decir algo muy parecido a esa frase del Ripalda: no contestaré a esa cuestión pues soy lego en la materia; otros padres tiene la Iglesia que sabrán contestarla. Negrín, en todo caso, le dijo aquello de “el tema que me somete es un tema muy complejo”; que es la respuesta average del responsable político cuando no te quiere decir que no o, directamente, no tiene ni puta idea de qué contestarte. Negrín, a pesar de saber que estaba hablando con el portavoz o intermediario de su jefe supremo militar, no se preocupó de informarle de que al día siguiente volvería a España; López se enteraría horas después, por Radio Macuto. López, en todo caso, anotó que Negrín ni pareció sorprendido por la propuesta, ni la combatió.

Hay que tener en cuenta que López es un hagiógrafo; el hagiógrafo de Miaja, un tipo que, la verdad, precisa de mucho greenwashing en lo que a su vida y actuaciones se refiere. Además, parece ser un tipo con mala memoria. Lo de que Álvarez del Vayo era el único acompañante de Negrín en la entrevista se lo contó a Luis Romero; pero cuando finalmente publicó su libro sobre Miaja, incluye también al ministro de Hacienda, Méndez Aspe. Con estas cautelas, López afirma que el general Rojo le entregó dos cartas; una, para Negrín, en la que le instaba a no volver a España y dejar a los militares negociar una paz honrosa. En la segunda, dirigida a Miaja y a Matallana, les venía a decir que si Negrín no hacía lo que él le proponía, que lo fusilaran sin problema. Sinceramente, yo creo que estas cartas se las inventó López para lavar la honrilla de su boss.

11 comentarios:

  1. Anónimo3:29 p.m.

    "...yo creo que estas cartas se las inventó López..."
    Coincido. Especialmente la segunda no encaja con la personalidad de Rojo. Para mí que López elevó a la categoría de comunicación formal lo que quizá no pasó de ser una salida de tono en un mal momento. Y como encajaba en el relato, pues adelante con ello.

    Eborense, psicólogo

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  2. No se como puedes saber tanto y con tantos detalles, me parece un trabajo de documentación y organización impresionante. Yo, solo con leerlo ya me lío- lo leeré más veces, y tomando notas aparte.
    Pues tengo un par de preguntas:
    No acabo de entender por qué los comunistas estaban tan empeñados en resistir a toda costa.
    ¿Qué habría pasado si Azaña hubiera estado en Madrid cuando cayó la ciudad? Quiero decir, difícilmente lo podrían haber enjuiciado y encarcelado/ejecutado, al fin y al cabo era un Presidente de la República y Jefe de Estado perfectamente legal cuando se nombró, aparte de como habría quedado eso en Europa. Me hace pensar que en realidad le quitó un problema a Franco marchándose. Y esto me sugiere una tercera pregunta: lo mismo con el gobierno, no habría debido quedarse en Madrid en lugar de irse a Valencia? ¿Y qué consecuencias habría tenido eso? A lo mejor ninguna apreciable y en realidad daba lo mismo.
    En fin, decidme qué opináis los que sabéis más que yo, y espero impaciente la continuación.

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    1. Yo sospecho que Franco no hubiera tenido problema en cargárselo sin contemplaciones. Si acaso hubiera montado un juicio farsa y listo. Si a Melchor Rodríguez le condenaron a veinte años después de toda la gente a la que salvó, con Azaña no hubieran tenido piedad.

      Si el gobierno no se hubiera trasladado a Valencia es posible que el caos en la zona republicana hubiera sido algo menor (pero tampoco demasiado)

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    2. Mi cuarto a espadas:

      ¿Qué habría pasado si Azaña hubiera estado en Madrid? Pues que Azaña habría sido una persona valiente y consciente de que su cargo le imponía ese tipo de cosas (como a Suárez quedarse de pie cuando la guardia civil entró disparando en el Congreso). Pero, claro, no es el caso.

      ¿Habría fusilado Franco a Azaña? Coincido con Alberto: sin duda, y sin pestañear. Aunque Azaña se consideraba au dessus de la mélée de las violencias republicanas, como Presidente era responsable de ellas a ojos del bando ganador de la guerra. Si Franco se llevó delante a Companys, no veo por qué iba a respetar a Azaña.

      ¿Debería el gobierno haberse quedado en Madrid? Evidentemente. Pero, claro, para eso tendría que ser un gobierno, con capacidad de controlar su parte del país; cosa que no era. Así pues, su reacción, en el fondo, tampoco fue tan importante.

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    3. Cierto. Si Azaña hubiera sido la clase de tipo capaz de haberse quedado en Madrid al final de la guerra, la historia hubiera sido muy distinta (Es posible que ni siquiera hubiera sucedido la guerra)

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    4. Interesantes aportaciones. Suponiendo que Azaña se hubiese quedado y que, por supuesto, Franco lo hubiera ejecutado. ¿Qué reacción hacia España habrían tenido EEUU, Reino Unido y Francia por haberse cargado a un Jefe de Estado? ¿Cómo habría respondido Franco a las decisiones de estas naciones?

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    5. Suponiendo (que es lo lógico) que Azaña hubiera sido fusilado antes de Pearl Harbor, no creo que EEUU hubiera hecho un arco de iglesia de todo aquello.

      En cuanto a Londres y París, la eventual muerte de Azaña a manos de Franco podría suponer la ruptura de relaciones diplomáticas con España, claro. Pero yo creo que eso es algo que Londres, sobre todo, no se podía permitir, porque al principio de la guerra no estaba en condiciones de defender Gibraltar, así pues necesitaba de la no beligerancia franquista.

      Más allá, a Franco ya le hicieron un bloqueo diplomático al terminar la guerra, y se resquebrajó. No me parece que el cadáver de Azaña hubiese cambiado las cosas.

      Todo esto, además, teniendo en cuenta que Azaña era Azaña. Aunque hubiese vuelto a España tras la caída de Cataluña, de seguro habría sido uno de los pasajeros de los aviones de Monóvar. Nunca se habría quedado como se quedó Besteiro.

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  3. Gracias mil. Probablemente tenéis razón y Franco lo habría juzgado y ejecutado sin problemas. Máxime teniendo en cuenta que Jefes de Estado solo cabe uno.
    Y la otra pregunta, lo de los comunistas? ¿Por qué tanto interés en resistir hasta el final? ¿ Qué ganaban con eso?

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    1. Eso se tendrá que quedar para otra serie de posts que algún día me gustaría escribir, sobre la vida de Stalin y, muy particularmente, sus contactos con la Alemania nazi antes del estallido de la segunda guerra mundial.

      La actitud de los comunistas en la guerra civil española tiene muy poco que ver con los intereses de los españoles, y mucho que ver con el complicado entorno internacional que se crea en 1936-39 con el juego de varios factores: la Anchluss primero; luego el pacto de Munich; la gestión del tema polaco; y, finalmente, la decisión que toma Stalin de impulsar el pacto nazi-soviético.

      La guerra civil española es una pieza más de ese engranaje, una pieza que Stalin manejó a su conveniencia en cada momento. Visto lo visto, a Stalin le hubiera venido de perlas que, en el verano de 1939, Hitler estuviese todavía enfangado en el conflicto español, y por eso hubiera necesitado que existiese un conflicto español en esas semanas. Por eso, tal es mi opinión, dio la orden a sus terminales de que la República resistiese hasta el último hombre. Eso sí, sin poner ya más soldados ni material, porque lo necesitaba para armarse él y, sobre todo, porque el oro de los españoles se había acabado.

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    2. Ah. Pensaba en algo conveniencia de los rusos pero no había pensado en eso. Creo que porque tenía la impresión de que la ayuda a Franco a Alemania le costaba poco. Gracias

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  4. También coincido con vosotros en que el gobierno debería haberse quedado pero en la práctica tenía pocas consecuencias

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