miércoles, febrero 02, 2022

El fin (15: El follón franquista en medio del cual llegó la carta del general Barrón)

El Ebro fue un error

Los tenues proyectos de paz
Últimas esperanzas
La ofensiva de Cataluña
El mes de enero de las chinchetas azules
A la naja
Los tres puntos de Figueras
A Franco no le da una orden ni Dios
All the Caudillo's men
Primeros contactos
Casado, la Triple M, Besteiro y los espías de Franco
Negrín bracea, los anarquistas se mosquean, y Miaja hace el imbécil (como de costumbre)
Falange no se aclara
La entrevista de Negrín y Casado
El follón franquista en medio del cual llegó la carta del general Barrón
Negrín da la callada en Londres y se la juega en Los Llanos
Miaja el nenaza
Las condiciones de Franco
El silencio (nunca explicado) de Juan Negrín
Azaña se abre
El último zasca de Cipriano Mera
Negrín dijo “no” y Buiza dijo “a la mierda”
El decretazo
Casado pone la quinta
Buiza se queda solo
Las muchas sublevaciones de Cartagena
Si ves una bandera roja, dispara
El Día D
La oportunidad del militar retirado
Llega a Cartagena el mando que no manda
La salida de la Flota
Qué mala cosa es la procrastinación
Segis cogió su fusil
La sublevación
Una madrugada ardiente
El tigre rojo se despierta
La huida
La llegada del Segundo Cobarde de España
Últimas boqueadas en Cartagena I
Últimas boqueadas en Cartagena II
Diga lo que diga Miaja, no somos amigos ni hostias
Madrid es comunista, y en Cartagena pasa lo que no tenía que haber pasado
La tortilla se da la vuelta, y se produce el hecho más increíble del final de la guerra
Organizar la paz
Franco no negocia
Gamonal
Game over    


En el documento presentado ante el Ministerio de Asuntos Exteriores británico, Azcárate informa de que el legítimo gobierno español está ya reinstalado en Madrid y afirma que su resolución de resistir es total hasta conseguir una paz basada en los tres puntos de Figueras. El documento trataba de hacer responsable al Reino Unido de cualquier consecuencia derivada de la no imposición de los tres puntos de Figueras en la solución del problema español.

Londres, sin embargo, estaba jugando otras cartas. Aunque su embajador español era obviamente Pablo de Azcárate, tenía ya encuentros frecuentes con el embajador franquista in pectore, el duque de Alba. Como ya os he comentado, es probable que también esté siendo notable la labor del cónsul inglés en Madrid, Mr. Cowan; cuando menos, Edmundo Domínguez Aragonés, entonces comisario general del GERC y negrinista cerrado, lo cita muchas veces en su libro, y siempre insinuando o afirmando acciones conspiratorias profranquistas por su parte.

El tormentoso Consejo Asesor del SIE tuvo sesión aquel mismo 14 de febrero, mientras en Londres la República trataba de convencer a Reino Unido de que abrazase la causa de una paz negociada.

Taboada informa de que el día 13 ha visitado a Serrano. El sanguíneo falangista que, como os he dicho, imagino que quería que Falange (o sea, él) fuese la gran protagonista del colapso del Madrid republicano, ha cambiado la actitud tras enviar la carta de Barrón a Casado, puesto que ha entendido, o se le ha hecho entender, que, a partir de ahora, “se da al asunto un encaje militar”. Como digo, de lo insinuado en actas anteriores da la impresión de que Serrano, y tal vez algún otro miembro de la Junta Política, era partidario de provocar el final de la guerra mediante una especie de levantamiento de las milicias de Falange en Madrid que, es de suponer, provocaría la solidaridad de las tropas nacionales las cuales, al fin y al cabo, ya estaban muy cerca de la ciudad.

Decimos Serrano y tal vez otros, y ese “tal vez” aparece como bastante lógico si tenemos en cuenta que Serrano le dijo a Taboada que, a la vista de cómo se planteaban las negociaciones, iba a solicitar al jefe del Servicio de Información Militar para que se dirigiese a la Junta Política, hemos de entender que en el sentido de que se quitase de en medio o, mejor, se ajustase a las negociaciones militares que se querían iniciar con Casado. “Y”, añade Serrano, “en el caso de que se negara a ello, formular Junta de FET y de las JONS un escrito haciéndole responsable único del fracaso o el triunfo de las negociaciones entabladas”. En otras palabras: Serrano consideraba que si Ungría no le ponía las riendas a la Junta Política del partido único, ésta podría salir por cualquier petenera porque, aparentemente, no estaba en condiciones de controlar a sus incontrolados.

Serrano, en todo caso, volvió a insistir en la necesidad de trasladarse a zona nacional “a fin de salvar su responsabilidad personal”. La verdad, no estamos, o por lo menos yo no lo estoy, en condiciones de estimar en qué medida este falangista verdaderamente quiere advertir al mando nacional de que la Quinta Columna falangista en Madrid es un puto caos de decisiones particulares o, simplemente, quiere salir de Madrid como sea (que, la verdad, también lo entendería). Taboada le contestó que no lo veía necesario y que, de todas manera, si en todo momento había obedecido a sus superiores, no tenía nada que temer. Añade Taboada que le dijo: “si el asunto sigue su marcha y las negociaciones van por buen camino, puesta la vista en el ideal común de dar fin a la contienda, no nos debe preocupar quién sea la persona que las realice”. El pecado de Serrano, aparentemente, fue tratar de negociar él el final de la guerra, quizás por tener alguna manera relativamente fácil de llegar a Casado; y, quizá, coquetear con la mentada movilización de efectivos falangistas.

El tema estaba, en realidad, que ardía. En el comunicado de Valdés Larrañaga a Serrano al que ya me he referido en pasadas referencias a las reuniones del Consejo Asesor, Valdés abogaba por la elaboración de un informe completo en el que figurasen todas y cada una de las actuaciones de cada implicado “para en su día exigir la responsabilidad política a que hubiere lugar ante un tribunal supremo”. Da la impresión, por lo tanto, de que las gestiones por libre de alguno de los miembros de la estrecha elite falangista del Madrid republicano, o bien habían supuesto una quiebra muy seria del mando, o bien, más probable, habían puesto en peligro las operaciones y contactos discretos.

Dos asustados miembros del Consejo Asesor: Taboada y López Palop, visitaron a Valdés para pedirle explicaciones sobre la movida. Valdés les dijo que las acusaciones no iban con ellos, sino con la Junta Política y el Servicio de Información Militar.

Valdés se quejó de que el SIE no hubiese tenido una entrevista antes con él lo cual, en su opinión, habría reducido los problemas. Taboada le explicó que, ante las dificultades de llegar al propio Valdés, habían mantenido entrevistas con José María Alfaro, confiados en que estaba en contacto con el máximo responsable de FET y de las JONS en Madrid. Sin embargo, con el tiempo comprobaron que “órdenes suyas [de Alfaro] no eran acatadas, mientras no las refrendaras tú”. Esto es: el SIE comprobó que los dos máximos falangistas de Madrid: Valdés y Alfaro, bien porque no podían contactar al estar el primero de ellos medio preso y estrechamente vigilado, bien porque se llevasen como el culo, no se comunicaban.

Valdés le prometió al SIE una nueva carta suya, al día siguiente, estableciendo los términos en los que FET y de las JONS debería funcionar bajo su estricta autoridad; de donde nos cabe deducir que, hasta entonces, no lo estaba haciendo (porque normalmente nadie se ocupa en ordenar lo que ya está siendo obedecido). Asimismo, Valdés presionó a Taboada, como ya lo había hecho Serrano, para que pasase a zona nacional para informar adecuadamente y solicitar instrucciones; petición con tintes de desesperación que parece sugerir que entre las huestes azules de Madrid había gente muy caliente que, tal vez, cualquier día iba a cometer un desafuero por su cuenta. Taboada se mostró de acuerdo, pero exigió ser acompañado por Alfaro. Buscaba el político católico que cada palo aguantase su vela, puesto que, dice el acta, “la labor desarrollada aquí por el Partido no ha sido todo lo eficaz que debiera esperarse”. La cantidad de cosas que pudiera esconder una redacción tan prudente, yo que es algo que Taboada y sus gentes se llevaron a la tumba.

Según información manejada en esa reunión, Franco había elaborado ya un decreto, que estaba de camino, concediendo al jefe del Servicio de Información Militar la categoría de teniente coronel de Estado Mayor “para que por él se llevan las negociaciones directas con Casado” (que fue exactamente lo que pasó con Centaño). Ese mismo día tenía Casado una reunión con los jefes de los cuerpos de ejército, pero todavía se desconocía el resultado.

En todo caso, la información que el SIE tenía ese día era que Negrín le había pedido un informe a Casado, y que el coronel le había intimado la imposibilidad de resistir (este informe, muy probablemente, se refiere a la entrevista Negrín-Casado en Castellana 2, tan sólo dos días antes, lo cual nos da una medida de la generosidad y precisión de las fuentes republicanas a disposición del espionaje franquista). Esto, suponían los nacionales, había llevado al gobierno a decidir el traslado de Casado hacia la costa, “dejando para más tarde la negociación de la paz”.

Los franquistas consideran que la entrega de Madrid “es un hecho”.

El 15 de febrero es la fecha que le voy a adjudicar a un recuerdo de José del Río, secretario de la Agrupación Republicana de Madrid y que, por cierto, días después será consejero de Instrucción Pública y Sanidad del Consejo de Defensa del coronel Casado. Dice Del Río que en fecha cercana a la que digo o tal vez esa misma fue invitado a un almuerzo en el que coincidió con el coronel Adolfo Prada Vaquero, subinspector del Ejército; y el comandante Eduardo Medrano Rivas. Allí hablaron de esto y de lo otro, se calentaron la boca, y por la tarde decidieron visitar al general Toribio Martínez Cabrera, antiguo Jefe de Estado Mayor y entonces gobernador militar de Madrid. A Cabrera el 18 de julio lo pilló de comandante de la plaza de Cartagena, que se negó a rendir a los sublevados. No quiso abandonar España cuando terminó la guerra; Franco lo sometió a consejo de guerra y lo fusiló. A Medrano, el 19 de julio lo pilló en Barcelona y, como artillero, cañoneó la Capitanía General donde estaba el general Goded. En 1941, Franco lo fusiló en Barcelona. Por su parte, Prada, que había mandado el ejército de Asturias, sería el hombre a quien le correspondería rendir el ejército de la República en la Ciudad Universitaria de Madrid. Fue condenado y posteriormente puesto en libertad, aunque nunca abandonó la actividad política a través de la hoy desconocida AFARE (Agrupación de Fuerzas Armadas Republicanas Españolas). La memoria histórica, a veces, es lerda hasta para recordar a los suyos y homenajearlos como muchos se merecen.

Todos los reunidos en el despacho de Cabrera estuvieron de acuerdo en que no se podía resistir más. Cabrera se dirigió a Del Río y le preguntó a bocajarro cuál sería la reacción de los partidos a la formación de un gobierno militar republicano. Del Río fue sincero y contestó: “creo que los partidos y los sindicatos responderían de la misma manera que cuando Franco se sublevó”. No deja de ser curioso este recuerdo, puesto que, como sabemos bien, en puridad no fue Franco quien se sublevó. Pero, bueno, en ese momento no se puede ya reprochar a nadie que personalizase en Franco la reacción del 18 de julio. Hasta él mismo jugaba a ese juego.

El político republicano salió de aquel despacho sospechando que los militares preparaban algún tipo de celada. Se lo comentó a compañeros de Izquierda Republicana y también de la CNT, entre ellos a Manuel Salgado, un tipo que entra y sale de estas notas varias veces, y que sabemos que estaba en estrechos contactos con Casado por encargo de Eduardo Val, precisamente para impulsar esa celada que temía Del Río. Luego informó a Giner de los Ríos y a Antonio Velao, ambos ministros de Negrín.

En todo caso, probablemente lo más importante que ocurrió aquel 15 de febrero para los acontecimientos se habrían de suceder, es que, por lo general, se considera que dicha fecha fue aquélla en la que Casado tuvo en sus manos la carta que éste había exigido por parte del general Fernando Barrón, y que operó de salvoconducto para las personas que le contactaban (fuesen éstas del SIE, de Falange o, más probable, enviados del SIPM) en el sentido de que eran verdaderos mensajeros franquistas (aunque pudo ser antes; como sabemos por las actas del SIE, unas 72 horas antes, los espías franquistas dan la entrega de la misiva como cosa hecha).

Fernando Barrón era un militar africanista que, en ese momento, estaba on hype en el cuartel general de Burgos desde que mandando La Mano Negra, pues tal nombre llevaba su 13 División, había parado en seco a los republicanos en Gandesa. Se había hecho militar en la misma promoción del arma de caballería en que lo había hecho Casado.

Lo que no está muy claro es qué leyó Casado cuando leyó la carta. Pudieron ser dos cosas: o la carta de un amigo; o la carta escrita, físicamente, por un amigo, pero dictada por Franco (segunda versión ésta que es por la que suelen apostar muchos historiadores e internet). Lo que parece claro es que Franco quiso aprovechar la carta de Barrón para transmitirle a Casado las condiciones de una rendición. Según Martínez Bande, estas condiciones iban aparte, no en la carta, en un papel que además no estaba ni timbrado ni firmado; y Casado no las conoció hasta el día 20. Como digo, según otras versiones, las condiciones formaban parte de la carta y, por lo tanto, Casado las pudo conocer el mismo 15.

2 comentarios:

  1. Anónimo12:06 p.m.

    "Según Martínez Bande, estas condiciones iban aparte, no en la carta, en un papel que además no estaba ni timbrado ni firmado..."
    Este papel aparte es el que en los años 60 Casado mostraba a quien quería escucharle (por aquel entonces ya había regresado a España y vivía en Madrid).
    Todos los historiadores que he leído dan por cierto que este documento no era original, sino uno escrito por Casado de memoria y a posteriori, y que, por ello, puede estar mezclado en sus recuerdos con otros documentos. Por ello no le conceden ninguna validez.
    Para mí que en la carta de Barrón iba lo jugoso, para que no hubiera lugar a dudas, y que el papel aparte nunca existió, o si existió fue en los recuerdos de Casado, mezclados con otras cosas.

    Eborense, strategos

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    1. Excelente apreciación. Eso sí, cuando te he leído se me ha ido la cabeza a otro Casado (no Segismundo), y ya me estaba haciendo un lío de la leche :-D

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