lunes, octubre 02, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (21): Ni Marx, ni Engels: Stakhanov

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado 



Platonovitch, que firmaba Andrei Platonov y así se lo conoce, no era un antirrevolucionario; eso sí, era un procomunista al que no acababa de convencerle la colectivización. Su gran pecado, en todo caso, fue escribir una obra, Pedro el Grande, que fue criticada como exaltación de la monarquía. Platonov y Tarle estaban radicados en Leningrado, por lo que ambos fueron objeto de la purga organizada allí por la Sociedad de Historiadores Marxistas (aunque, en realidad, mejor haría en llamarse Sociedad de Licenciados en Historia Marxistas) en el año 1931. Planotov, acusado de monarquista y de nacionalista (porque, sí, para los comunistas ser nacionalista era un delito; cómo ha cambiado el cuento, ¿eh?) fue desterrado a la ciudad de Samara, más tarde renombrada Kuibyshev, a mamarla a orillas del Volga. Platonov moriría allí en 1933; por lo tanto, no llegó a tiempo para su renacimiento, que se produjo en 1937, en medio del Terror, cuando Stalin, en gran parte inspirado en la figura de Pedro el Grande, rehabilitó a muchos intelectuales que habían destacado las virtudes de lo que podríamos llamar el pedroelgranderismo, entre ellos Platonov y el propio Tarle, quien sí vivió para poder contemplar, con indudable placer supongo, cómo los que un día le habían llamado escoria y le habían deseado la muerte pública ahora le comían los huevos.

viernes, septiembre 29, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (20): El Partido Industrial que nunca existió

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado 



A lo largo de 1928 y 1929, mientras en el campo se desplegaba la lucha de la colectivización y en los altos escalones del Partido se libraba la que sería en realidad postrera batalla de Stalin contra sus opositores, en parte como consecuencia, en parte como herramienta de todo lo que estaba pasando, se fue desarrollando la URSS como la conocemos: un Estado híper jerarquizado, que todo lo resolvía en conciliábulos de los que nada se sabe, basado en la existencia de una Administración mastodóntica, en la que Partido y gobierno se confunden, repleto de escalones en el fondo inútiles que sólo sirven para crear hordas de burócratas que han de votar en cada momento lo que se les insta a votar, a cambio de una existencia de vodka y putas en medio de un país en el que disponer de tres coliflores para un domingo era, literalmente, que te tocase la lotería.

jueves, septiembre 28, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (19): El Plan Quinquenal

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado 



El 20 de enero de 1929, en las vísperas del quinto aniversario de la muerte de Lenin, y aprovechando que los bolcheviques moderados todavía tenían mucho predicamento en el Pravda, la mujer de Lenin, Nadezhda Konstantinova Krupskaya, publicó un artículo, titulado Ilitch y la construcción del sistema de kolkhozes, en el que venía a defender que una adecuada política agrícola comunista debía pasar por un acercamiento no coercitivo al pequeño agricultor. Fue un intento de contestar a Stalin, aunque bastante poco efectivo. Por otra parte, el secretario general tenía sus maneras de contraprogramar esas ideas. Como ya os he dicho mil veces, Vladimir Lenin, como autor teórico, es una puta delicia, porque escribió tanto, y tantas chorradas, que, en realidad, no hay más que buscar para encontrar unas líneas suyas que avalen tu pensamiento. Esto fue lo que hizo Iosif. Stalin, en efecto, patrocinó la publicación a cascoporro de los textos de Lenin, porque los hay y son muchos, en los que propugnaba una política de terror en el campo soviético. Por ejemplo, el dirigente del PCUS le dio mucha boleta a una carta de Lenin al comisario de justicia, Dimitri Ivanovitch Kursky, defendiendo que el código penal soviético exigía el ejercicio del terror. La carta fue publicada por primera vez en 1930 en el boletín del Comité Central; pero daría muchas vueltas más aquellos años.

miércoles, septiembre 27, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (18): Qué error, Nikolai Ivanovtich, qué inmenso error

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado 


Apenas cinco días después de terminar el juicio Shakty, el 11 de julio de 1928, se abrió en Moscú el VI Congreso de la Tercera Internacional o Komintern; en realidad, en el mismo teatro que el propio juicio. Participaron miembros de 55 partidos comunistas bajo la presidencia de Nikolai Ivanovitch Bukharin, que había sustituido a Hirsch Apfelbaum, más conocido como Grigory Yevselievitch Zinoviev. Bukharin era la nueva estrella emergente, nombrado presidente del Comité Ejecutivo de la Komintern. Obviamente, no lo había sido sin haber sido previamente mesmerizado y absorbido por Stalin. Por ello, las tesis defendidas por Bukharin ante el comunismo mundial eran, punto por punto, las de Stalin. Defendió el dirigente comunista la llegada de un “tercer periodo bélico”, que vendría a seguir el periodo revolucionario y la estabilización del comunismo. La principal diferencia entre Bukharin y Stalin era que el primero no compartía la visión del segundo de que la llegada de esta nueva amenaza bélica debía llevar al país al incremento de la colectivización. Sí estaban de acuerdo, en todo caso, en la conclusión fundamental que sacó la Komintern: el giro a la izquierda, esto es, el fin de toda colaboración con la socialdemocracia.

martes, septiembre 26, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (17): El caso Shatky, o ensayo de purga

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado 



No por casualidad los agricultores habían sido el gran enemigo de los escritos de Lenin. Como el padre de la revolución rusa había adivinado, los agricultores rusos no podían estar a favor del comunismo; para hacer más tragable esta realidad, Lenin se inventó una categoría de agricultor: el kulak, por definición egoísta y encadenado a sus privilegios. Pero fue, básicamente, una invención para no declararle una guerra total al campesinado, que temía en sus consecuencias. Guerra que Stalin, sin embargo, llevaría a cabo.

lunes, septiembre 25, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (16): La victoria final sobre la izquierda

 La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado

Hay que reconocer, además, que Stalin fue muy hábil, por mucho que su audiencia estuviera entregada, que lo estaba, para volver las cosas a su favor. Reconoció sin ambages que Lenin había recomendado sustituirle en la secretaría general a causa de su rudeza (otra mentira, porque no era sólo por eso). Pero añadió: “Sí, soy rudo; soy rudo con todos aquéllos que quieren romper traicioneramente el Partido. Nunca lo he ocultado y no lo voy a hacer ahora. Puede que hubiera que desplegar alguna gentileza hacia estas personas. Pero yo no soy así. En la primera sesión del pleno del Comité Central siguiendo el XIII Congreso, le pedí a dicho pleno que me relevase de mis funciones como secretario general. El congreso debatió esta posibilidad y todos los delegados, incluyendo Trotsky, Kamenev y Zinoviev, aprobaron unánimemente que permaneciese en mi puesto [de hecho, como ya hemos visto, Kamenev se destacó hablando en favor de dicha permanencia] ¿Qué debería hacer: marcharme? Eso no está en mi naturaleza. Nunca he abandonado un trabajo, ni siquiera tengo derecho a hacerlo porque estaría desertando. Un año después, de nuevo le pedí al pleno que me sustituyera y, de nuevo, se me pidió que siguiera. ¿Qué más puedo hacer? No olvidéis que el testamento de Lenin no dice una palabra sobre los errores de Stalin, sólo su rudeza”.

viernes, septiembre 22, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (15): Cinco horas de reproches

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado 

 

El Congreso tuvo consecuencias inmediatas. El Comité Central, cierto, confirmó a Zinoviev como presidente del Comité Ejecutivo de la Konmintern; pero, la verdad, daba igual, porque poco tiempo después esa figura fue abolida. Por otra parte, Kirov reemplazó a Zinoviev al frente del Partido en Leningrado; Kamenev fue relevado como vicepresidente del Sovnarkom y presidente del Consejo de Trabajo y Defensa. Zinoviev y Kamenev permanecieron en el Politburo; pero en la misma elección entraron como miembros de pleno derecho Molotov y Voroshilov, o sea, dos stalinitos.

jueves, septiembre 21, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (14): Una casa en las montañas y un accidente sospechoso

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado 


Iosif Stalin tenía la convicción del socialismo en un solo país, pero poco más. De los diferentes tipos de sabiduría que trató de practicar en toda su vida, probablemente la economía fue la que menos entendió. A lo largo de su vida, aparentemente se interesó vivamente por los trabajos de Bukharin, Preobrazhensky, Stanislav Gustavovitch Strumilin o, incluso Vasili Leontiev; pero todos los indicios son de que nunca fue capaz de penetrar en la densa terminología y lógica de los modelos económicos. Así las cosas, desarrolló una teórica muy sencilla, basada en la necesidad de que la URSS fuese una nación muy poderosa económicamente, súper industrializada, en la que los campesinos fuesen introducidos en el socialismo de una forma más o menos obligatoria. En otras palabras, su principal instrumento económico era la dictadura del proletariado.

miércoles, septiembre 20, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (13): Stalin 1-Trotsky 0

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado 



Bien. Continuemos en el momento del deceso del amado líder. A las 6 y 20 de la tarde de aquel 22, Kalinin, en su condición de presidente del Comité Ejecutivo Central del Comité Central, invitó a los miembros del Presidium de dicho Comité Ejecutivo a ocupar sus puestos en la tribuna. Con el tiempo se diría que Stalin fue el único orador; lo cual es mentira, porque hubo muchos más discursos.

martes, septiembre 19, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (12): El cerebro de Lenin

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado


Aunque no sabemos muy bien quién fue el padre de la idea, la muerte de Lenin acabó por suponer una decisión no muy habitual. El liderazgo indiscutible de Vladimir Ilitch en el Partido Comunista ruso había terminado por construir el mito de que Lenin era una persona de inteligencia muy especial, casi sobrehumana. El caso es que, poco tiempo después de su muerte, su autopsia y su momificación, un grupo de médicos, la mayoría de ellos del equipo que había tratado el cadáver, decidió proponer que el cerebro de Lenin fuese sometido a un estudio científico. Como digo, esta decisión pudo ser una decisión personal de los médicos (bastante improbable); o estar teledirigida por alguno o algunos de los líderes del Partido.

lunes, septiembre 18, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (11): El rey ha muerto

 La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado


Trotsky se mostró en el congreso muy contrario a las tesis básicas de Lenin. Lev consideraba que agrandar el Comité, lejos de darle estabilidad, se la restaría. Propuso la formación de un Consejo del Partido formado por dos o tres docenas de personas, nada más. Este órgano controlaría al Comité Central y le transmitiría directrices. El congreso rechazó esta propuesta y adoptó la de Lenin de fusionar la Comisión del Comité Central y la Inspección de Trabajadores y Campesinos.

viernes, septiembre 15, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (10): El líder no se aclara

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado 



Según relató Bukharin, Lenin estuvo presente en loor de multitud, el 13 de noviembre de 1922, en el IV Congreso de la Komintern. Allí recibió un homenaje total, con la alemana Clara Zetkin cayendo a sus pies para besarle las manos y todo, y para todos se hizo evidente que el fin del líder estaba cercano. El día de Nochebuena de aquel año, Stalin, Kamenev y Bukharin se reunieron para discutir el tema de la situación tras la previsible pronta muerte de Lenin. Decidieron prescribirle al líder una dieta de trabajo de cinco a diez minutos diarios de dictado; pero le prohibieron tener correspondencia. Se prohibieron las reuniones, y se le prohibió a todas las personas que lo rodeaban o visitaban que le diesen noticias de la vida exterior, por así decirlo.

jueves, septiembre 14, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (9): La Carta al Congreso

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado 



El nombramiento de Stalin como secretario general ni fue sorpresivo ni inquietó mucho a sus camaradas. Con Lenin vivo, muchos de los hombres que colaboraron en aquel nombramiento (no pocos de los cuales eran, la verdad, como el whisky que bebe Estela Reynolds: cortitos) consideraron que se trataba de un nombramiento poco menos que simbólico, el tipo de gabela que le das a un tipo para que corte cintas e inaugure institutos con el nombre de Karl Liebnecht; porque, al fin y al cabo, Lenin estaba vivo (en realidad, estaba más muerto que vivo) y el tema de la sucesión no estaba encima de la mesa (llevaba ya meses, sino años, en el cajón de Kamenev y del propio Stalin).

miércoles, septiembre 13, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (8): Secretario general

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado  



En aquellos tiempos en los que Lenin todavía estaba vivo, Stalin procuró acercarse lo más posible a las que consideró figuras más eficientes del Partido, sobre todo en el campo de la economía. Esto es hablar, fundamentalmente, de Nikolai Ivanovitch Bukharin, Alexei Ivanovitch Rykov y Milhail Pavlovitch Tomsky (nacido Yefremov). De los tres, claramente, el más importante era Bukharin. En aquellos tiempos Bukharin, quien por otra parte era persona bastante accesible, y Stalin, llegaron a ser algo parecido a buenos amigos. Eran vecinos, pues vivían en apartamentos muy cercanos; y Stalin pronto se dio cuenta de que Bukharin, al contrario que Zinoviev, no albergaba ninguna ambición personal de poder. Respecto de Alexei Rykov, Stalin tenía una actitud mucho más cauta. Primero, porque Rykov fue quien sustituyó a Lenin al frente del Sovnarkom, lo cual lo convertía en una persona temible por su poder. Y, segundo, porque Rykov era muy directo y cortante. A mucha gente le costaba trabajar con él y, tarde o temprano, acababan por solicitar traslados si tenían que relacionarse con Rykov diariamente. Era, por lo demás, el principal teórico de la NEP; consideraba que el socialismo, si quería crecer, debería cuidarse de mantener la autonomía de los pequeños productores. Con su habitual estilo directo y poco diplomático, Rykov hizo un discurso en 1922 ante el soviet de Moscú en el que puso de vuelta y media a los críticos de la NEP; un discurso que Stalin nunca olvidaría.

martes, septiembre 12, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (7): El amigo de Zinoviev y de Kamenev

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado 



La represión de la rebelión de agosto de 1924 fue demasiado, incluso para un Partido tan poco cuidadoso con los daños colaterales como el comunista. Semanas después de la traición de Beria, cuando sus detenciones estaban en todo lo gordo, el Politburo en Moscú decidió crear una comisión especial para investigar el mojo, al frente de la cual colocó al georgiano Sergo Ordzhonikidze. Como consecuencia de esta investigación, la Cheka georgiana fue purgada de lo que se denominó “elementos indeseables”. Pero Kvantaliani y Beria salieron indemnes; o sea, había habido violencias, pero los jefes de todo, al parecer, no se habían enterado. Todo esto no era sino el fruto de la protección del señor éste tan bueno, tan bueno, que se suicidó por lo malo malísimo que era Stalin, o sea Ordzhonikidze. Este nota tuvo en la mano acabar con la carrera de Beria, y no lo hizo. Luego, claro, que si las purgas del camarada son excesivas cuando afectan a comunistas; pero cuando afectaban a simples campesinos compatriotas, bien que le gustaban. En 1924, Beria y Nino tuvieron su primer hijo y, por supuesto, lo llamaron Sergo.

lunes, septiembre 11, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (6): El joven chekista

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado 



Volvamos con Beria. En noviembre de 1920, Iosif Stalin visitó Bakú; pero no tenemos, en realidad, ningún dato que nos permita estimar que él y Beria se conociesen. Como chekista que ya era, Beria era en ese momento un hombre de Serge Ordzhonikidze, mucho más que de Stalin. Los bolcheviques, siendo la tendencia general marcada por la revolución, se llevaron por delante el gobierno vigente en Armenia en 1920, y al año siguiente el de Georgia.

viernes, septiembre 08, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (5): El héroe de Tsaritsin

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado

 



Con las semanas, sin embargo, la impresión de que esas revoluciones en Europa parecía que no iban a llegar, se fue extendiendo. En este punto, todo el mundo había pecado de inocente. El propio Lenin había pisado Rusia cuando llegó el exilio anunciando que en muy poco tiempo Karl Liebnecht iba a construir la Alemania comunista; algo en lo que todavía está, 105 años después. El propio Vladimiro, pues, había cometido un pequeño error de cálculo. Algunos de los de avanzar sin transar, como Piatakov, empezaron a decir que, si no había revolución comunista en Europa, la revolución rusa estaba acabada. Fue en este ambiente cuando se mandató a Trotsky de llevar a cabo las segundas conversaciones de Brest-Litovsk.

jueves, septiembre 07, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (4): Beria

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado



Pero bueno, ahora que ya hemos hecho la revolución, hagamos una pausa para comenzar a introducir al otro personaje de esta Historia: Lavrentii Pavlovitch Beria.

miércoles, septiembre 06, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (3): Lenin gana, pierde el mundo

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado

 



Lo cierto es que Lenin, nada más verlos, les echó una bronca por las cosas que estaba leyendo en Pravda. Sucintamente, el líder de la revolución, contra el criterio de la mayoría de los presentes, y desde luego del de Stalin, estaba totalmente en contra de las actitudes contemporizadoras con el gobierno provisional. Apenas unas horas después, Lenin expuso en el Palacio Tauride las que se conocen como sus Tesis de Abril, que formalizaron, por así decirlo, la demanda bolchevique por el control total de la revolución.

martes, septiembre 05, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (2): Buscando a Lenin desesperadamente

 La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado


A principios del siglo XX, cuando la conversión de Stalin en revolucionario se había perfeccionado, dejó su casa y abandonó a su familia. Desde entonces, parece que sólo volvió a ver a su madre unas pocas veces (Yekaterina Dzughashvili fallecería en 1937, aunque fue bien tratada por Lavrentii Beria). Las personas que le dieron o compartieron clase en las escuelas religiosas recuerdan a un estudiante muy capacitado y dotado de una gran memoria. Fue entonces cuando Stalin, cuyo apelativo familiar era Soso, comenzó a querer ser conocido como Koba. Koba es el nombre del héroe de una novela, El Patricida, de Alexander Kazbegi, un escritor georgiano. La novela cuenta la historia de un muchacho, Iago, que se enamora de Nunu, una bella chica. Nunu, sin embargo, acaba encoñando al señor local, Grigola, quien encarcelará y perseguirá a Iago para quedarse con Nunu, a quien de hecho viola. Koba es el amigo de Iago que lo libera de la cárcel y casi consigue reunirlo con su amada, aunque una traición favorece que Grigola mate al frustrado Romeo. Koba, entonces, se venga matando a Grigola, representante del poder zarista. El hecho de escoger este apodo es una buena pista de que para entonces Stalin ya había desarrollado una honda conciencia social. Da la impresión, pues, que si Stalin hubiese nacido en mi generación, hoy lo conoceríamos como Mazinger.

lunes, septiembre 04, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (1): Casi todo está en Lenin

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado


Vladimir Illitch Ulianov, más conocido como Lenin, era un consumado artista en la práctica, hoy tan extendida, consistente en decir que se quiere hacer algo pero, en realidad, hacer lo exactamente contrario. De hecho, como teórico dedicó su vida a generar una praxis para la generación de la sociedad comunista, sin gobierno ni clases sociales, que Karl Marx y Friedich Engels habían formulado más que descrito; pero, como práctico, se dedicó a construir el Estado más poderoso como tal que nunca ha tenido la Humanidad; y mira que ha tenido tiranías atroces.

viernes, septiembre 01, 2023

Stalin-Beria 1: Consolidando el poder (0): La URSS, y su puta madre


La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado



En el mundillo del golf se cuenta un chiste. Unos jugadores están haciendo un recorrido cuando se encuentran a otro jugador metido en un bunker, dando un golpe tras otro contra la arena, pero sin conseguir sacar la bola. Uno de los jugadores se dirige al tipo y le pregunta: “¿Usted sabe jugar al golf?” El otro le mira airado y contesta: “¿Que si sé jugar al golf? ¡Yo he escrito un libro sobre el golf!” El jugador pregunta: “¿Y cómo se titula?” Su interlocutor contesta: “Pues se titula El golf y su puta madre”.

Inspirada en este chiste, aquí tenéis esta introducción: La URSS y su puta madre.

jueves, agosto 31, 2023

Los evangelios (y 4): Juan, el evangelio de las preguntas incómodas

Marcos, el evangelio de masa fina
Mateo, el evangelio 2 sobre 3
Lucas, christians go multinational
Juan, el evangelio de las preguntas incómodas 



En este cuarto y último artículo de la breve saga dedicada a los evangelios cristianos, llegamos a un terreno que no tiene mucho, en ocasiones nada, que ver con todo lo que hemos hollado anteriormente: el denominado evangelio de Juan. Entramos en otra liga; la que es, más propiamente, nuestra liga.

miércoles, agosto 30, 2023

Los evangelios (3): Lucas, christians go multinational

Marcos, el evangelio de masa fina
Mateo, el evangelio 2 sobre 3
Lucas, christians go multinational
Juan, el evangelio de las preguntas incómodas


Debo confesar que, de todos los artículos que me he propuesto escribir sobre la temática evangélica, el de Lucas es el que menos me apetece. De niño me enseñaron a fijarme mucho en este evangelio, a tenerle mucho respeto porque, me explicaron mis maestros, había sido escrito por un contemporáneo de Jesús, no discípulo, que habría estado incluso presente en el Prendimiento, pues era uno de los seguidores que se había quedado dormido junto al Maestro. Puede ser, pues, que lo insulso del texto, pues Lucas viene a ser Marcos más documento Q más poco más, me decepcionase. Además, está el hecho de que, de Lucas, me interesa mucho más el libro de Hechos; una obra tan importante que, como decía Ernest Renan, de haberse perdido ese texto, hoy apenas sabríamos nada sobre los orígenes del cristianismo. Pero, bueno; el compromiso son cuatro artículos, y los compromisos hay que cumplirlos.

martes, agosto 29, 2023

Los evangelios (2): Mateo, el evangelio 2 sobre 3

 Marcos, el evangelio de masa fina
Mateo, el evangelio 2 sobre 3
Lucas, christians go multinational
Juan, el evangelio de las preguntas incómodas


Si hablamos del evangelio de Mateo, estamos hablando del auténtico best seller del primer cristianismo. Mateo fue, efectivamente, el evangelio más distribuido y leído en los primeros tiempos del cristianismo; un hecho que se deriva con claridad del dato de que sea un texto del cual exista un número bastante respetable de fuentes escritas de los primerísimos tiempos del cristianismo que lo citan (muchos más que en el caso de Marcos, por ejemplo). Y el tema es curioso, porque el evangelio de Mateo es, en realidad, un texto muy concreto que se compuso para un momento muy concreto, y para un tipo de cristianos, por así decirlo, muy concreto. Sin embargo, probablemente el hecho de que la problemática que trató de solucionar o definir fue una problemática muy generalizada dentro de los primeros cristianos, lo hizo tan popular. Porque proponía recetas teológicas que mucha gente necesitaba.

lunes, agosto 28, 2023

Los evangelios (1): Marcos, o el evangelio de masa fina

Marcos, el evangelio de masa fina
Mateo, el evangelio 2 sobre 3
Lucas, christians go multinational
Juan, el evangelio de las preguntas incómodas

Los artículos emplazados en los inicios del cristianismo no son novedad en este blog. Tampoco lo son las introducciones en el tema de las que son las escrituras sagradas de esta religión. Alguna vez, ciertamente, alguno de los artículos que he elaborado ha sido considerado, en los comentarios, como excesivamente particularista, aparentemente fuera del tono del resto del blog. Esto ha hecho que, a menudo, cuando me haya surgido la idea de escribir alguna cosa más en la misma dirección, finalmente haya decidido cortar el rollo y dejarlo. No es que me preocupe mucho perder lectores, pues ésta es una casa en la que se entra y de la que se sale cuando a cada uno le peta (suelo decir que mi blog es como Hotel California, pero con puerta de atrás) y, dado que mi actividad es completamente gratuita, no hay nada relevante que pueda estar en peligro, por así decirlo. Pero digamos que soy consciente de que me pierde la exégesis; de hecho, creo que si hubiese nacido millonario y, consiguientemente, sin necesidad de trabajar para vivir, creo que habría estudiado lenguas clásicas, hebreo y arameo, y me habría dedicado al estudio de las primeras escrituras. Pero, claro, soy consciente de que ésa es una afición bastante elitista, máxime en una sociedad como la actual, en la que entre los lectores que pueda tener este blog de menos de, digamos, 45 años, el porcentaje de aquéllos con nula educación religiosa (y, consiguientemente, tenue interés por el tema) no lo estimo baladí. Todas estas razones me han llevado a autocensurarme varias veces. Pero escribo estas notas desde mi habitación particular (lo que mi mujer y yo conocemos, ampulosamente, como “mi despacho”) en mi apartamento de verano, allá en la costa de Lugo. Son momentos expansivos. En los últimos diez días, he escrito treinta páginas sobre la corrupción en el franquismo, y otras treinta sobre la peripecia de los franceses en Indochina antes de la segunda guerra mundial. Y quería eso que llamo “descansar”; que no es dejar de escribir (eso no sé hacerlo), sino hacerlo sobre algo que me relaje. Y ese algo, ya lo siento, es la exégesis. Aunque no te lo creas, hay gente más rara que yo; yo mismo conozco un par.

lunes, julio 24, 2023

El referendo de 1966

 Estamos en el año 1965. El general Francisco Franco Bahamonde ha superado ya la esperanza de vida de su cohorte demográfica, pero aun así espera a ser eterno, a no morir nunca; no personalmente, desde luego, pero sí a través de su régimen político. El sueño de Franco es el que Adolfo Suárez expresaría para su Unión de Centro Democrático: una solución política que dure 103 años. Sin embargo, las cosas no están yendo en esa dirección. 

viernes, julio 21, 2023

El otro Napoleón (59: Todo terminó en Sudáfrica)

Introducción/1848
Elecciones
Trump no fue el primero
Qué cosa más jodida es el Ejército
Necesitamos un presidente
Un presidente solo
La cuestión romana
El Parlamento, mi peor enemigo
Camino del 2 de diciembre
La promesa incumplida
Consulado 2.0
Emperador, como mi tito
Todo por una entrepierna
Los Santos Lugares
La precipitación
Empantanados en Sebastopol
La insoportable levedad austríaca
¡Chúpate esa, Congreso de Viena!
Haussmann, el orgulloso lacayo
La ruptura del eje franco-inglés
Italia
La entrevista de Plombières
Pidiendo pista
Primero la paz, luego la guerra
Magenta y Solferino
Vuelta a casa
Quién puede fiarse de un francés
De chinos, y de libaneses
Fate, ma fate presto
La cuestión romana (again)
La última oportunidad de no ser marxista
La oposición creciente
El largo camino a San Luis de Potosí
Argelia
Las cuestiones polaca y de los duques
Los otros roces franco-germanos
Sadowa
Macroneando
La filtración
El destino de Maximiliano
El emperador liberal y bocachancla
La Expo
Totus tuus
La reforma-no-reforma
Acorralado
Liberal a duras penas
La muerte de Víctor Noir
El problemilla de Leopold Stephan Karl Anton Gustav Eduardo Tassilo Fürst von Hohenzollern.Sigmarinen
La guerra, la paz; la paz, la guerra
El poder de la Prensa, siempre manipulada
En guerra
La cumbre de la desorganización francesa
Horas tristes
El emperador ya no manda
Oportunidades perdidas
Medidas desesperadas
El fin
El final de un apellido histórico
Todo terminó en Sudáfrica   



Pasada esta escena tan poco edificante, la emperatriz recobró algo el aplomo y recibió a sus ministros. Inmediatamente, comenzaron a hablar de transferir el gobierno a Tours y desde ahí comenzar las conversaciones de paz. También hablaron de cogobernar con el Cuerpo Legislativo; porque, claro, ahora que la cosa se ponía difícil como una pandemia, los que siempre habían querido todo el poder para sí, de repente, querían cogobernar, no te jode. Clement Duvernois sometió el borrador de la declaración que haría pública la derrota al público. Schneider, presidente del Cuerpo Legislativo y también presente, le propuso a la regente delegar toda su autoridad al parlamento. Eugenia no dijo nada. En ese momento, todo lo que quería era ganar tiempo a ver si encontraba algún último conejo en la chistera.

Sin tener clara la dirección que tomarían los hechos, Schneider regresó al Palais Bourbon, donde fue literalmente asediado por la turba de diputados. Se convocó sesión para medianoche. Los ministros, inicialmente, dijeron que no irían pero, ante las presiones, acabaron pasándose por allí. Pero ésa es la expresión correcta porque, la verdad, no tenían ni puta idea de qué decir.

Palikao lee los informes llegados de Sedán, y sugiere que cualquier discusión se deje para el día siguiente (aunque ya, prácticamente, estaban en el día siguiente). Gambetta, en esas horas, se ha convertido en el hombre fuerte. Es, sin duda, el político al que más gente sigue en ese Cuerpo Legislativo que está sonado como un boxeador en el ring. Se opone a que la sesión se cierre; la sesión no se cierra. Entonces, Jules Favre gana la palabra para leer, en medio de un silencio sepulcral, la proposición que han redactado los 27 diputados de la izquierda:

Luis Napoleón Bonaparte y su dinastía son declarados desposeídos de sus poderes constitucionales. El Cuerpo Legislativo nombrará una comisión investida de todos los poderes de gobierno y que tendrá por misión expresa resistir a toda costa la invasión y echar al enemigo de nuestro territorio. El general Trochu sigue siendo el gobernador general de París.

Como puede verse, en un arabesco curioso, Trochu se ha convertido en algo así como la gran esperanza blanca de las izquierdas.

El Parlamento, formado, no se olvide, por una mayoría enorme de diputados imperiales, responde con el silencio. Sólo uno de sus miembros se atreverá a disentir. Se trata de Pierre Ernest Pinard, el hombre que, como ministro, se hará famoso por denunciar por escandalosa la novela Madame Bovary de Gustave Flaubert, así como el libro Las flores del mal del poeta Charles Baudelaire. Tímidamente, Pinard argumenta que el parlamento sólo puede tomar medidas provisionales, pero no decretar la desposesión del emperador.

La asamblea se disuelve, citada a mediodía para votar la moción. Pero casi nadie se fue a dormir aquella madrugada. Muchos, de hecho, esperaban un golpe de Estado imperial. Pero, en realidad, las fuerzas imperiales no están ya por esa labor. Rouher, camino de su casa, le confiesa a un amigo: il n'y a plus rien à faire. A demain, la revolution.

Las Tullerías están prácticamente desiertas, y ya sólo tienen un habitante. Por la rue de Rivoli, que se puede ver perfectamente desde sus ventanas, marchan grupos de personas con banderas rojas dando mueras al Imperio y vivas a la república. Eugenia de Montijo, se dice, consumió la noche quemando papeles.

El domingo 4 de septiembre fue un día caluroso y sin nubes. Todo París se echó a la calle a leer los afiches que informaban de Sedán y los periódicos. Entre los políticos se discutía mucho. Gambetta habló varias veces a las multitudes recomendándoles la moderación. Thiers era de la opinión de que había que limitarse a declarar el poder vacío. Buffet, en cambio, consideraba que eso era un constructo imposible; que la regente debía ceder el poder al Cuerpo Legislativo. Y, por encima de todo, las izquierdas demandaban el fin del Imperio.

En las Tullerías, la regente preside una reunión del gobierno. En ella Trochu, siempre echado para delante, vino a decir que se haría lo que se tuviera que hacer para conservar el orden. Pero en medio de la reunión, llega la noticia de que en Lyon ya se ha proclamado la República. Clément Duvernois propone declarar el estado de sitio. Pero nadie le apoya. Se habla de trasladar el gobierno fuera de París; pero todos coinciden en que ya es demasiado tarde y que, además, perder París es perder Francia. Todo el mundo quiere buscar una vía para dejar el poder de forma razonablemente ordenada.

Finalmente, los ministros deciden presentar al Cuerpo Legislativo un proyecto para crear un Consejo de Regencia cuyos miembros serían nombrados por el propio parlamento. Palikao sería nombrado teniente general, para así conformarse una especie de gobierno de defensa nacional.

Todo esto sin embargo, son futesas. El Imperio, en ese momento, apenas cuenta con tres escuadrones de gendarmes a caballo, unos mil policías y dos batallones de infantería formados por soldados que apenas han llegado al oficio. Toda esta tropa es concentrada alrededor del Palais Bourbon.

En las Tullerías, Eugenia de Montijo hacía uso de unos prismáticos de teatro para espiar a la multitud agolpada en la plaza de la Concordia. En ese momento, todo París hierve con la noticia de que esa masa piensa atacar el palacio, cosa que es falsa. Aún así, la emperatriz le pregunta al general responsable de proteger las Tullerías, Émile Henry Mellinet, si podrá defender el edificio; el militar le responde que ni de coña.

En la asamblea, se discute una proposición de Thiers que dice: “a la vista de la vacante en el trono, la cámara nombra una Comisión de gobierno y de defensa nacional. Una asamblea constituyente será convocada cuando las circunstancias lo permitan”. Aunque la fórmula no convencía a muchos, se aprobó, y Buffet fue el encargado de acercarse por las Tullerías para recabar el asenso imperial. Llegó a Tullerías a mediodía, a la cabeza de una delegación en la que también destacaba Daru. Ante la exposición de los hechos, Eugenia de Montijo respondió: “Si se cree que yo soy un obstáculo, que se pronuncie la desposesión, yo no voy a protestar. Pero lo que no voy es a abandonar mi puesto. La única conducta patriótica por parte de los representantes de la cámara sería la de colocarse en torno mío, para concentrar todos los esfuerzos contra la invasión. Yo apoyaré y seguiré al Cuerpo Legislativo en cualquier medida que tome para organizar la resistencia. Si ésta fuese imposible, aun sería útil para conseguir unas condiciones de paz más favorables”. Buffet le contestó que tenía razón; que su punto de vista era el adecuado. Pero que estaba el pequeño problemilla de que el pueblo de Francia ya no creía en solución tal. Eugenia, siempre buscando ganar tiempo no se sabe muy bien para qué, terminó diciéndole a la diputación que fuera a ver a sus ministros; que si ellos estaban de acuerdo, ella lo estaría también.

Los diputados retornaron al Cuerpo Legislativo. La sesión se había abierto ya, y las tribunas de público estaban petadas. El gobierno, por medio de Palikao (quien, por cierto, horas antes había sido informado de que los alemanes habían matado a su hijo) propone un Consejo de Defensa Nacional. Favre reclama la desposesión. Thiers sigue defendiendo su moción.

La sesión se cerró así, para poder negociar. Pero es que la situación ya no está en manos de los hombres políticos. Afuera, en la calle, la Guardia Nacional había pasado la tarde negociando primero y, en muchos puntos, confraternizando con las masas que gritan Déchéance!, es decir, que quieren la caída del Imperio. Esa multitud acaba rompiendo las barreras, puesto que quienes las defienden no van a disparar, y entrando en el parlamento. Es una masa abigarrada de blusas blancas (pronto serán conocidos como proletarios) y estudiantes. Los republicanos, creyendo que tienen ascendiente sobre aquella gente, tratan de apaciguarlos. Pero son las tres de la mañana; ésa no es hora de hacer política.

Quien primero lo entendió fue Gambetta. Siempre fue un político que se destacaba por su capacidad de leer las jugadas populares. Subió a la tribuna y se impuso sobre la turbamulta de voces y gritos. Suyo fue el golpe de gracia al Imperio: teniendo en cuenta que la patria está en peligro, que la representación nacional ha recibido tiempo más que suficiente para pronunciar la desposesión, que nosotros somos y constituimos el poder regular nacido del sufragio universal, nosotros declaramos que Luis Napoleón Bonaparte y su dinastía ha dejado de reinar en Francia para siempre.

Aplausos atronadores. Pero también algunas voces exigiendo que, además de dar ese paso, se proclame la República.

La situación, sin embargo, ya no está clara para los políticos. Los diputados de las izquierdas ya se han barruntado que podrían ser desbordados por la revolución, y eso no les gusta. Así que, como pueden, tiran de tradición, que por otra parte era totalmente cierta, y comienzan a decir que un régimen, en Francia, no se proclama en la asamblea, sino en el Hôtel de Ville. Favre juega la carta del pragmatismo, y trata de convencer a todos de que lo que hay que hacer es nombrar un gobierno provisional, que será el que tome las decisiones y aborde la defensa del país. Pero para entonces la masa ya está gritando A l'Hôtel de Ville!, y el propio Favre se coloca al frente de la manifa.

Y así sale del parlamento un largo cortejo, presidido por Favre y Ferry, escoltado por la Guardia Nacional. Atraviesa el puente de la Concordia, dirección plaza de Grève. Otra columna avanza por la ribera izquierda, con Gambetta al frente. En el puente de Solferino, Favre se encuentra con Trochy en su caballo. El republicano informa al militar de la desposesión y le invita a acompañarlo al Hôtel de Ville. Trochu duda, pero al final decide regresar a su cuartel del Louvre, sin meter los dedos.

La masa llega a la plaza Grève a las cuatro. Los soldados que la guardan no hacen ademán alguno de impedir la entrada, así que las salas están petadas en unos minutos. Favre, subido en una banqueta, logra declamar una corta arenga, en la que en realidad pide moderación y confianza en el gobierno que se va a formar. Dicha formación ser aborda en el despacho del prefecto. Están en éstas los políticos cuando reaparece Trochu. El general sabe que los republicanos consideran fundamental su presencia, y ha decidido jugar la carta. Anuncia que entrará en el gobierno si se le nombra presidente. Favre se quita de en medio, y Thiers no quiere tener nada que ver. Finalmente, en el gobierno entrarán Trochu, Favre, Ferry, Pelletan, Garnier-Pagès, Rochefort, Crémiex, Glais de Bizoin, Arago, Gambetta, Jules Simon y Ernest Picard.

A esa hora, en las Tullerías no queda nadie. La emperatriz se ha ido. La verdad, durante horas Eugenia se ha negado a marcharse, afirmando constantemente que no tiene miedo de nada ni de nadie. Tres ministros: Julien-Henri Busson-Billaut, Chevreau y Jerôme David, se llegaron desde el Cuerpo Legislativo anunciando que el palacio iba a ser prontamente invadido, y que la emperatriz debía partir. Pero ella sigue negándose, a pesar de que en los jardines ya hay gente profiriendo gritos que piden sangre. También llegan los embajadores Metternich y Nigra. Son los que finalmente la convencen, quizás porque pueden ofrecer asilo. Así que sale del complejo palaciego por la plaza Saint-Germain-l'Auxerrois. Esa noche, Eugenia de Montijo durmió en la residencia de míster Evans, su dentista estadounidense. Al día siguiente, la llevaron a la estación para coger un tren a Deauville. Allí, ya en la noche, se embarcó en un pequeño yate hacia Inglaterra. Dos días después, en Hastings, se reencontró con su hijo, venido de Bélgica.

Para el gobierno nuevo, hay una labor fundamental: negociar con Alemania. Bismarck y Favre se ven en Ferrières. Para firmar la paz, el alemán exige la ocupación de Estrasburgo y de uno de los fuertes de París. El gobierno francés coquetea con la idea de continuar la guerra. No están dispuestos a entregar Alsacia.

Los III y IV ejércitos alemanes están ya muy cerca de París. Francia está sola; sólo Garibaldi, el eterno amigo de las causas perdidas, llegará para ayudarla.

Lo que sigue con 130 días de asedio, que el pueblo de París deberá soportar con toda la flema de que sea posible, y con amigos dentro que no son tan amigos, pues hay gente, como Trochu, que juega varias barajas a la vez. En provincias, los ejércitos improvisados logran algún que otro éxito. Pero Bazaine, sin embargo, negocia con Bismarck, y capitula.

De forma inesperada para los prusianos, la guerra se prolonga cinco meses más. El 18 de enero, en Versalles, proclaman emperador al káiser Guillermo. El gobierno de la defensa acaba por rendir París, y por convocar un parlamento en Burdeos que deberá votar la paz negociada por Thiers, para entonces jefe ejecutivo de la República francesa. La paz, que pudo firmarse cinco meses antes a cambio de Alsacia, costará ahora Alsacia, un tercio de Lorena, Estrasburgo, Metz y 5.000 millones. Los alemanes victoriosos desfilan por los Campos Elíseos. No será la última vez.

París se revuelve. Se indigna. Se levanta. Thiers conseguirá dominarlo, pero no antes de que se produzca el episodio que todos conocemos como de La Comuna.

En enero de 1873, al parecer, Luis Napoleón, a causa del enorme problema de orden público en que se ha convertido Francia, está a punto de ensayar el regreso desde la isla de Elba. Pero no lo hará, porque fallece el 7 de enero. Seis años después, a los 23 años de edad, el último mohicano Bonaparte fallecerá también, en Zululandia, combatiendo bajo la bandera británica. Había llegado a las líneas peligrosas de la guerra contra el criterio de sus superiores. Pero fue la reina Victoria quien intercedió para que, como él quería, se le diese un puesto en zona de combate.

Napoleón Luis Bonaparte quería emerger de una guerra cruel para demostrarle a los franceses su valor sin tacha. Lo que no sabemos muy bien es lo que quería Victoria. Considerando la doblez y pragmatismo de los Windsor, yo creo que firmó al pie de su recomendación sabiendo muy bien lo que intentaba, y lo que consiguió.

El último Bonaparte, alanceado en la penúltima esquina del mundo por una partida de humanos entonces considerados simples salvajes. Difícilmente un británico imaginaría un final más feliz.

miércoles, julio 19, 2023

El otro Napoleón (58: El final de un apellido histórico)

Introducción/1848
Elecciones
Trump no fue el primero
Qué cosa más jodida es el Ejército
Necesitamos un presidente
Un presidente solo
La cuestión romana
El Parlamento, mi peor enemigo
Camino del 2 de diciembre
La promesa incumplida
Consulado 2.0
Emperador, como mi tito
Todo por una entrepierna
Los Santos Lugares
La precipitación
Empantanados en Sebastopol
La insoportable levedad austríaca
¡Chúpate esa, Congreso de Viena!
Haussmann, el orgulloso lacayo
La ruptura del eje franco-inglés
Italia
La entrevista de Plombières
Pidiendo pista
Primero la paz, luego la guerra
Magenta y Solferino
Vuelta a casa
Quién puede fiarse de un francés
De chinos, y de libaneses
Fate, ma fate presto
La cuestión romana (again)
La última oportunidad de no ser marxista
La oposición creciente
El largo camino a San Luis de Potosí
Argelia
Las cuestiones polaca y de los duques
Los otros roces franco-germanos
Sadowa
Macroneando
La filtración
El destino de Maximiliano
El emperador liberal y bocachancla
La Expo
Totus tuus
La reforma-no-reforma
Acorralado
Liberal a duras penas
La muerte de Víctor Noir
El problemilla de Leopold Stephan Karl Anton Gustav Eduardo Tassilo Fürst von Hohenzollern.Sigmarinen
La guerra, la paz; la paz, la guerra
El poder de la Prensa, siempre manipulada
En guerra
La cumbre de la desorganización francesa
Horas tristes
El emperador ya no manda
Oportunidades perdidas
Medidas desesperadas
El fin
El final de un apellido histórico
Todo terminó en Sudáfrica  

La bandera blanca ondeó en la ciudadela de Sedán tras el desastre de Illy. Generales, políticos e historiadores franceses dijeron, dirán y hasta dicen que, en ese momento, el gran objetivo de los generales en batalla era conservar la vida de sus soldados. Personalmente, no estoy de acuerdo. Esos mismos generales, militares de carrera con información más que suficiente para ello, sabían, como poco poquérrimo, desde una semana antes de la jornada de Sedán, que la guerra estaba perdida. Si tanto les preocupaba la vida de sus soldados, hubieran capitulado entonces. Desde que quedó más o menos claro que Bazaine estaba a por uvas y que el plan original de movimiento del ejército de Châlons era una quimera, los prusianos tenían todos los triunfos. En el ínterin entre ese momento y el final de la guerra, miles de franceses perdieron sus vidas de una forma totalmente inútil; y nadie se preocupó de ellos porque, Ducrot lo dejó bien claro durante las horas de Illy, allí, lo importante, era salvar el honor de, con perdón, la puta Francia de los cojones.