lunes, enero 31, 2022

El fin (14: La entrevista de Negrín y Casado)

El Ebro fue un error

Los tenues proyectos de paz
Últimas esperanzas
La ofensiva de Cataluña
El mes de enero de las chinchetas azules
A la naja
Los tres puntos de Figueras
A Franco no le da una orden ni Dios
All the Caudillo's men
Primeros contactos
Casado, la Triple M, Besteiro y los espías de Franco
Negrín bracea, los anarquistas se mosquean, y Miaja hace el imbécil (como de costumbre)
Falange no se aclara
La entrevista de Negrín y Casado
El follón franquista en medio del cual llegó la carta del general Barrón
Negrín da la callada en Londres y se la juega en Los Llanos
Miaja el nenaza
Las condiciones de Franco
El silencio (nunca explicado) de Juan Negrín
Azaña se abre
El último zasca de Cipriano Mera
Negrín dijo “no” y Buiza dijo “a la mierda”
El decretazo
Casado pone la quinta
Buiza se queda solo
Las muchas sublevaciones de Cartagena
Si ves una bandera roja, dispara
El Día D
La oportunidad del militar retirado
Llega a Cartagena el mando que no manda
La salida de la Flota
Qué mala cosa es la procrastinación
Segis cogió su fusil
La sublevación
Una madrugada ardiente
El tigre rojo se despierta
La huida
La llegada del Segundo Cobarde de España
Últimas boqueadas en Cartagena I
Últimas boqueadas en Cartagena II
Diga lo que diga Miaja, no somos amigos ni hostias
Madrid es comunista, y en Cartagena pasa lo que no tenía que haber pasado
La tortilla se da la vuelta, y se produce el hecho más increíble del final de la guerra
Organizar la paz
Franco no negocia
Gamonal

Game over   



Ese mismo día 12 de febrero, domingo, Julio Álvarez del Vayo regresa de Francia a la zona republicana, ya convencido de que la negativa de Azaña a volver al país es absoluta. Negrín, que se ha trasladado a Madrid desde Levante, se entrevista con el jefe militar de Madrid, el coronel Segismundo Casado, en el edificio de Castellana número 3; edificio que, como sabemos, está a tiro de lapo de Génova 3, donde se reúne el Consejo Asesor de la Quinta Columna.

La entrevista tiene lugar más o menos a las once de la mañana. Negrín estuvo notablemente obsequioso con el responsable de la defensa de Madrid, y le pide que le informe sobre la situación, tanto de las tropas como del pueblo madrileño. Casado le viene a decir que estarían mejor si alguien les hubiera arrancado los huevos con un cascanueces.

Negrín no se planta delante de su coronel. Le dice que está de acuerdo con él en que la situación es muy jodida; “pero”, añade, “por grave que sea la situación, las circunstancias nos exigen continuar la lucha como única solución”. Él mismo, le dice a Casado, ha tratado varias veces de entenderse con el enemigo, pero no lo ha conseguido. Pero, ojo, en Francia hay un montón de armamento (el mantra francés, otra vez) y, si se consigue repatriar a todos los combatientes que hay allí (la mayoría de los cuales no estaba dispuesta a regresar para volver a luchar, por cierto), la situación puede cambiar. Sobre lo que le acaba de decir Casado de que en Madrid no es que no haya para comer, es que no hay ni para rascarse, le asegura que va a tomar cartas en el asunto (cosa que, claro, no hizo; y yo creo que sabía que no haría).

Siempre nos quedará la duda de qué sabía Negrín de los primeros contactos de Casado con la quinta columna y los terminales de Franco en ese momento. Yo reputo como muy posible que supiera algo, y un posible testimonio de ello lo incluiré ahora mismo. Sin embargo, sabía que no podía cesar sin más a Casado, porque eso le pondría en contra a la triple M (Miaja, Matallana, Menéndez), que era su verdadera china en el zapato. Mi planteamiento personal es que, el 12 de febrero de 1939, Negrín temía mucho más un pacto de la triple M con Franco que un pacto de Casado con el pequeño Claudio (o sea, el Claudillo). Quizás el desarrollo posterior de los hechos nos nubla un poco el entendimiento y nos hace ver a Casado con una importancia que, en ese momento, en realidad, no tenía a los ojos del primer ministro y ministro de Defensa. Yo, personalmente, creo que Negrín, el 12 de febrero, ya tenía, si no total, parcialmente decidido que daría el golpe de mano del 3 de marzo (que ya veremos); golpe que, sucintamente, viene a ser el cese de la triple M en el mando efectivo del ejército de la República, para sustituirlo por mandos comunistas. Pero es probable que no tuviese claro qué hacer con Casado; que todavía pensase que se lo podía ganar.

El coronel, en todo caso, le retruca al primer ministro que se deje de gilipolleces (aunque, obviamente, no lo dice así) sobre lo de Francia y los combatientes en reserva y esas mandangas. Francia, le dice, ya no va a permitir la salida del presunto armamento hacia zona republicana; por no mencionar que, aun superado ese obstáculo, habría que traerlo por mar, y el Mediterráneo es, ya, la piscina trasera del pazo de Meirás. La resistencia es imposible, le dice (en realidad, yo lo que creo que era, es absurda. Negrín decía que había que resistir para salvar vidas; pero, ¿acaso resistiendo no las perdía?) Así las cosas, continuó Casado, lo que habría que hacer era convocar una reunión con los jefes de los ejércitos, la Aviación y la Flota, para que cada uno expusiese su opinión. Casado, pues, viene a exigir la reunión que finalmente se produciría en Los Llanos; lo cual sugiere que eso que dijo en Castellana 3 formaba parte de un guion que había pactado en Valencia cuando se vio con la Triple M. Otra cosa es que Miaja el nenaza los dejase tirados en Los Llanos, como veremos en su momento.

Negrín se limita a decirle: “estoy de acuerdo con su criterio, pero no puedo renunciar a la consigna de resistir”. Político español 100%: una cosa, y la contraria, en la misma frase.

El testimonio que he dicho hace algunas líneas iba a colocar aquí es el de Edmundo Domínguez Aragonés, quien asegura en sus memorias que aquel mismo día, antes de verse Negrín con Casado, se vio con él. En dicha entrevista, Domínguez le aseguró que Casado estaba conspirando, y Negrín se mostró sorprendido pues, dijo, creía que lo único que pasaba es que estaba malquisto porque no se lo había nombrado general. Dice Edmundo que le refirió a Negrín, con pelos y señales, las reuniones de Casado con Besteiro, con Wenceslao Carrillo, con Carlos Rubiera, también diputado socialista, y con elementos de la CNT; como se ve, no cita, para nada, a las terminales franquistas, lo cual nos sugiere que, o bien supieron ser discretas, algo difícil de creer leyendo las actas del SIE, o bien Edmundo Domínguez se inventa, a toro pasado, que el 12 de febrero del 39 sabía cosas que en realidad no sabía. Asimismo, dice que le refirió a Negrín las muchas entrevistas de Casado con Mr. Cowen (citado como Cowan en otras fuentes), el cónsul británico en Madrid, a quien hay autores que conceden un papel fundamental en la conspiración del Consejo Nacional de Defensa; protagonismo que yo creo excesivo. Edmundo le confiesa al primer ministro que ha ordenado vigilar a López Otero, el jefe de EM de Casado.

El problema de este diálogo, como ya he insinuado, es que no sabemos qué parte es creación literaria o fallo de memoria por parte del memorialista. Edmundo Domínguez se vanagloria en el diálogo de conocer los resultados de la reunión Los Llanos; sin embargo, el consenso mayor que hay sobre dicha reunión es que se celebró el 16 o 17 de febrero, unos cinco días después de la entrevista con Negrín; Negrín, de hecho, teniendo en cuenta su “agenda” desde su vuelta a España y su traslado a Madrid, apenas tiene “huecos” donde se pueda colocar la reunión de Los Llanos antes del 12. Así pues, en el mejor de los casos el memorialista confunde fechas; en el peor, se inventa cosas que ni dijo, ni supo, ni hizo.

Para entonces, y por mucho que hayan intentado ocultarlo, si es que verdaderamente lo intentaron, entre los círculos de Madrid bien informados es ya más que evidente que Casado está conspirando. Negrín lo llamó para tenerlo cerca y controlado. Sin embargo, en todo caso parece que, una vez más, la República estaba pecando de exceso de optimismo, puesto que todo parece indicar que el SIM era de la opinión de que las conversaciones de Casado eran mucho más embrionarias de lo que realmente eran; o, tal vez, dentro del propio SIM tal vez había ya muchos efectivos que iban a lo suyo.

Si hemos de creer a Edmundo Domínguez, en esas fechas se produjo una reunión del Comité Provincial madrileño del PCE, en la que La Pasionaria llamó “momia” a Casado y se hicieron muchas críticas al Ejército del Centro, basadas sobre todo en la cagada de Brunete (es decir: los comunistas decidieron responsabilizar a Casado de aquello; lo cual levanta ciertas sospechas sobre las afirmaciones del propio Domínguez sobre la actitud del coronel en las horas previas). Dice Domínguez que Casado hizo enviar las intervenciones de esa reunión al fiscal pero, que yo sepa, no se hizo nada, quizás por lo rápidamente que se desarrollarían los acontecimientos, quizás porque el relator se lo inventa todo.

En esta misma fecha del 12 de febrero, Pablo de Azcárate, embajador de la República en Londres, envía un telegrama a su ministro Álvarez del Vayo: “Últimas 48 horas marcada evolución idea reconocimiento rebeldes. Ante esta eventualidad propongo gestión directa cerca gobierno británico recordando gobierno español dispuesto a examinar posible arreglo inmediato sobre base tres puntos enunciados presidente consejo ministros Cortes. Objeto gestión sería contener reconocimiento inmediato estimulando interés Inglaterra asegurar gracias a su intervención término inmediato lucha. Urge decisión e instrucciones.”

Los tres puntos a los que se refiere Azcárate son los expresados por Negrín en la fantasmagórica sesión de Cortes del castillo de Figueras: garantía de la independencia de España frente a las potencias extranjeras; garantía de que será el pueblo español quien decidirá por qué régimen político se gobernará; garantía de que, acabada la guerra, no habría ni persecuciones ni represalias.

El 13 de febrero, la Prensa republicana se hace eco de la primera reunión del consejo de ministros en Madrid, que había sido el día anterior. Es muy importante para la República esta publicación, porque con ello trata de emitir cierta sensación de normalidad institucional en la capital habitual de España. La nota trata de dejar claro que no existe otra alternativa que apoyar al gobierno Negrín “mientras llega el momento de la paz con la independencia”; subordinada ésta cuya exégesis, debo confesar, me cuesta bastante. La idea, desde luego, no es amenazar a nadie, sino consolidar una unidad que, entre bambalinas, se está resquebrajando: “O todos nos salvamos o todos nos hundimos en la exterminación y el oprobio. Nuestra suerte está echada, y sólo depende de nosotros salir del trance difícil por nuestra voluntad y nuestra resolución común”. Trata, pues, Negrín de decirle al pueblo español republicano, pero sobre todo a las fuerzas políticas del Frente Popular, que frente a Franco no hay componendas parciales (en esto acertaba, la verdad); que la guerra, probablemente, estaba perdida; pero que la salida a esa situación pasaba por una negociación única. En realidad, lo que pasará unos pocos días después es que Segismundo Casado y los que le apoyan adoptarán esa filosofía; simplemente, sustituirán a Negrín por otro poder que se considera con más capacidad de negociar con Franco.

Este mismo 13 de febrero sabemos que el capitán López, el asistente de Miaja, todavía está en París. Allí se ve con Vicente Rojo, quien le dice que la guerra hay que considerarla perdida.

Del día 13, si hemos de creer a Casado (otros dicen que el incidente ocurrió como una o dos semanas más tarde) data una movida que es de gran importancia, porque supone la ruptura formal entre el coronel que defiende Madrid y los comunistas, cuando menos como grupo político. Al parecer, Mundo Obrero, la publicación del PCE que en ese momento ya no se imprime para la población civil sino como instrumento y herramienta de asistencia para los comisarios políticos en las diferentes unidades del ejército, incluye entre sus páginas un artículo que Casado consideró injurioso contra su persona. Como consecuencia, y haciendo uso de sus competencias (recuérdese que la España republicana está ya bajo el estado de guerra), Casado procedió a retirar la publicación de los cuarteles y a secuestrar el artículo, lo que provocó un serio enfrentamiento con los comunistas del que ambas partes ya no se recuperarían.

En dicha fecha, además, Pablo de Azcárate recibe respuesta de su ministro autorizándole a realizar gestiones ante el gobierno inglés en el sentido indicado en su telegrama; se le recomienda dejar claro que la capacidad de resistencia de la República es todavía muy elevada.

Dicho y hecho. El día 14 de febrero, Azcárate presenta un memorando en el Foreign Office.

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