viernes, marzo 18, 2022

El fin (34: La sublevación)

El Ebro fue un error

Los tenues proyectos de paz
Últimas esperanzas
La ofensiva de Cataluña
El mes de enero de las chinchetas azules
A la naja
Los tres puntos de Figueras
A Franco no le da una orden ni Dios
All the Caudillo's men
Primeros contactos
Casado, la Triple M, Besteiro y los espías de Franco
Negrín bracea, los anarquistas se mosquean, y Miaja hace el imbécil (como de costumbre)
Falange no se aclara
La entrevista de Negrín y Casado
El follón franquista en medio del cual llegó la carta del general Barrón
Negrín da la callada en Londres y se la juega en Los Llanos
Miaja el nenaza
Las condiciones de Franco
El silencio (nunca explicado) de Juan Negrín
Azaña se abre
El último zasca de Cipriano Mera
Negrín dijo “no” y Buiza dijo “a la mierda”
El decretazo
Casado pone la quinta
Buiza se queda solo
Las muchas sublevaciones de Cartagena
Si ves una bandera roja, dispara
El Día D
La oportunidad del militar retirado
Llega a Cartagena el mando que no manda
La salida de la Flota
Qué mala cosa es la procrastinación
Segis cogió su fusil
La sublevación
Una madrugada ardiente
El tigre rojo se despierta
La huida
La llegada del Segundo Cobarde de España
Últimas boqueadas en Cartagena I
Últimas boqueadas en Cartagena II
Diga lo que diga Miaja, no somos amigos ni hostias
Madrid es comunista, y en Cartagena pasa lo que no tenía que haber pasado
La tortilla se da la vuelta, y se produce el hecho más increíble del final de la guerra
Organizar la paz
Franco no negocia
Gamonal
Game over     



En el conglomerado República-Guerra Civil, hay dos episodios que la historiografía dominante, y de consuno el sentir de los licenciados en Historia, prefieren no tocar: uno es las elecciones del 36 y el medio año que le siguió, con sus más de 200 muertos por la violencia política. El otro es el golpe de Casado. En ambos casos, la razón es muy parecida o, incluso, la misma: recordar estas mierdas le supone un problema a ideologías y partidos todavía existentes hoy en día. La institución española más golpista, de largo, es el ejército. Nadie ha dado tantos golpes de Estado contra regímenes legalmente constituidos como él. Por eso, el ejército español ha trabajado tanto en las últimas cinco décadas por convertirse en un mecanismo de solidaridad y ayuda, con plena fidelidad constitucional. Por detrás del ejército, están dos partidos políticos: el PSOE y Esquerra Republicana de Cataluña. ERC anota uno: la rebelión del 34; a lo que ahora, según puntos de vista, hay, o no, que sumar la DUI y el 1-0. El PSOE tiene otro: la mal llamada Revolución de Asturias, en realidad GERA (Golpe de Estado Revolucionario Anticonstitucional). Pero, claro, si consideramos la acción de Casado como otro golpe de Estado, entonces ya suma dos; puesto que en la habitación en la que Casado lo decidió todo estaban Julián Besteiro y Wenceslao Carrillo; en otras palabras, el PSOE no puede aducir que no estaba presente, y que no dijo que sí, amén Jesús Misericordioso. Eso sí, el suyo es un arabesco histórico de la leche, puesto que se habría dado el golpe de Estado a sí mismo, puesto que el primer ministro del gobierno de la República, Juan Negrín, no era sino militante del mismo PSOE. El mismo problema le acucia a la CNT, para la cual el recuerdo de la noche del día 5 de marzo de 1939 en el número 9 de la calle Alcalá no creo que le despierte, precisamente, una sonrisa.

Yo creo que por esta razón se habla tan poco del golpe de Casado en el debate histórico. No mola.

miércoles, marzo 16, 2022

El fin (33: Segis cogió su fusil)

El Ebro fue un error

Los tenues proyectos de paz
Últimas esperanzas
La ofensiva de Cataluña
El mes de enero de las chinchetas azules
A la naja
Los tres puntos de Figueras
A Franco no le da una orden ni Dios
All the Caudillo's men
Primeros contactos
Casado, la Triple M, Besteiro y los espías de Franco
Negrín bracea, los anarquistas se mosquean, y Miaja hace el imbécil (como de costumbre)
Falange no se aclara
La entrevista de Negrín y Casado
El follón franquista en medio del cual llegó la carta del general Barrón
Negrín da la callada en Londres y se la juega en Los Llanos
Miaja el nenaza
Las condiciones de Franco
El silencio (nunca explicado) de Juan Negrín
Azaña se abre
El último zasca de Cipriano Mera
Negrín dijo “no” y Buiza dijo “a la mierda”
El decretazo
Casado pone la quinta
Buiza se queda solo
Las muchas sublevaciones de Cartagena
Si ves una bandera roja, dispara
El Día D
La oportunidad del militar retirado
Llega a Cartagena el mando que no manda
La salida de la Flota
Qué mala cosa es la procrastinación
Segis cogió su fusil
La sublevación
Una madrugada ardiente
El tigre rojo se despierta
La huida
La llegada del Segundo Cobarde de España
Últimas boqueadas en Cartagena I
Últimas boqueadas en Cartagena II
Diga lo que diga Miaja, no somos amigos ni hostias
Madrid es comunista, y en Cartagena pasa lo que no tenía que haber pasado
La tortilla se da la vuelta, y se produce el hecho más increíble del final de la guerra
Organizar la paz
Franco no negocia
Gamonal

Game over    



Armentia no tardó en atar cabos. La única forma de meterse en medio de una conversación militar privada, él lo sabía, era hacerlo desde la centralita telefónica del Gobierno Militar. Ergo, si el malencarado contertulio era capaz de hablarles, eso era porque las “Fuerzas de Ocupación de Cartagena” dominaban el Gobierno Militar. La peor noticia de todas es que, ahora, era imposible ya comunicar con seguridad con Espa. La Flota franquista iba hacia allá, disfrutando de seguridades de que no les iban a disparar; pero, ahora, eso ya no estaba tan claro, porque si los republicanos lograban reducir todas o alguna de las baterías, ellos no tendrían manera de saberlo. A su alrededor, sin embargo, todo el mundo sigue apostando porque Franco y el caballo blanco de Santiago van a aparecer por una esquina, arreando hostias a diesto y siniestro.

martes, marzo 15, 2022

Lectura: The Fires of Lust

Qué: The fires of lust. Sex in the Middle Ages
De quién: Katherine Harvey.
Dónde: Reaktion Books.
Cuándo: 11 de octubre del 2021
Cuánto: en Amazon, 22,86 lereles en tapa dura, 13,34 en blanda y 17,71 en formato digital.
Nota: 9 sobre 10.


La moderna historiografía, de un tiempo a esta parte, puede llegar a dar bastante asquito. Contar los porqués de esa repugnancia llevaría su tiempo, pero afortunadamente no es el tema de este post. En realidad, este post va de exactamente lo contrario.

lunes, marzo 14, 2022

El fin (32: Qué mala cosa es la procrastinación)

El Ebro fue un error

Los tenues proyectos de paz
Últimas esperanzas
La ofensiva de Cataluña
El mes de enero de las chinchetas azules
A la naja
Los tres puntos de Figueras
A Franco no le da una orden ni Dios
All the Caudillo's men
Primeros contactos
Casado, la Triple M, Besteiro y los espías de Franco
Negrín bracea, los anarquistas se mosquean, y Miaja hace el imbécil (como de costumbre)
Falange no se aclara
La entrevista de Negrín y Casado
El follón franquista en medio del cual llegó la carta del general Barrón
Negrín da la callada en Londres y se la juega en Los Llanos
Miaja el nenaza
Las condiciones de Franco
El silencio (nunca explicado) de Juan Negrín
Azaña se abre
El último zasca de Cipriano Mera
Negrín dijo “no” y Buiza dijo “a la mierda”
El decretazo
Casado pone la quinta
Buiza se queda solo
Las muchas sublevaciones de Cartagena
Si ves una bandera roja, dispara
El Día D
La oportunidad del militar retirado
Llega a Cartagena el mando que no manda
La salida de la Flota
Qué mala cosa es la procrastinación
Segis cogió su fusil
La sublevación
Una madrugada ardiente
El tigre rojo se despierta
La huida
La llegada del Segundo Cobarde de España
Últimas boqueadas en Cartagena I
Últimas boqueadas en Cartagena II
Diga lo que diga Miaja, no somos amigos ni hostias
Madrid es comunista, y en Cartagena pasa lo que no tenía que haber pasado
La tortilla se da la vuelta, y se produce el hecho más increíble del final de la guerra
Organizar la paz
Franco no negocia
Gamonal
Game over   



Franco y Cervera estaban en la fase premasturbatoria: ¿será verdad lo que imaginamos sobre Cartagena  o no lo será?, cuando llegaron los mentados cablegramas justo antes de las doce y media, enviados por Barrionuevo. Lo que más preocupó a los nacionales, obviamente, fue el hecho de que su comunicante no supiera qué rumbo había tomado la Flota. Los barcos, ahora lo sabemos, habían decidido buscar un puerto propicio en África, Bizerta, para llegarse allí; pero las hipótesis posibles eran otras. Nada impedía imaginar, por ejemplo, que la decisión de la Flota fuese seguir en la guerra, y que decidiesen tirar hacia la URSS.