viernes, febrero 18, 2022

El fin (22: Negrín dijo "no" y Buiza "a la mierda")

El Ebro fue un error

Los tenues proyectos de paz
Últimas esperanzas
La ofensiva de Cataluña
El mes de enero de las chinchetas azules
A la naja
Los tres puntos de Figueras
A Franco no le da una orden ni Dios
All the Caudillo's men
Primeros contactos
Casado, la Triple M, Besteiro y los espías de Franco
Negrín bracea, los anarquistas se mosquean, y Miaja hace el imbécil (como de costumbre)
Falange no se aclara
La entrevista de Negrín y Casado
El follón franquista en medio del cual llegó la carta del general Barrón
Negrín da la callada en Londres y se la juega en Los Llanos
Miaja el nenaza
Las condiciones de Franco
El silencio (nunca explicado) de Juan Negrín
Azaña se abre
El último zasca de Cipriano Mera
Negrín dijo “no” y Buiza dijo “a la mierda”
El decretazo
Casado pone la quinta
Buiza se queda solo
Las muchas sublevaciones de Cartagena
Si ves una bandera roja, dispara
El Día D
La oportunidad del militar retirado
Llega a Cartagena el mando que no manda
La salida de la Flota
Qué mala cosa es la procrastinación
Segis cogió su fusil
La sublevación
Una madrugada ardiente
El tigre rojo se despierta
La huida
La llegada del Segundo Cobarde de España
Últimas boqueadas en Cartagena I
Últimas boqueadas en Cartagena II
Diga lo que diga Miaja, no somos amigos ni hostias
Madrid es comunista, y en Cartagena pasa lo que no tenía que haber pasado
La tortilla se da la vuelta, y se produce el hecho más increíble del final de la guerra
Organizar la paz
Franco no negocia
Gamonal
Game over   


 



El 1 de marzo (es, cuando menos, la fecha más probable), el gobierno español republicano se reúne en Madrid. Era miércoles, y su principal decisión fue comunicarle a Diego Martínez Barrio que ahora corría el escalafón constitucional y, consecuentemente, si Azaña había dimitido, le correspondía a él, presidente de las Cortes, asumir la alta magistratura y presentarse en el Foro. Cipriano Rivas Cherif, cuñado de Azaña y biógrafo suyo, indica en su libro que, nada más enviarle a Barrio el cablegrama con su dimisión, Azaña le hizo una serie de comentarios sarcásticos en los que venía a decir que al presidente de las Cortes le iba a dar un jare de la hostia cuando lo leyese, porque él tampoco quería regresar a España. El gobierno Negrín, más que probablemente consciente de todo esto, le comunicó el 1 de marzo que lo consideraban presidente y que se ponían a sus órdenes.

El 2 de marzo de 1939, Martínez Barrio responde al requerimiento del día anterior del consejo de ministros. Básicamente, lo que hace en su nota es recordarle al gobierno que lo que dice la Constitución republicana es que, tras dimitir Azaña, es preceptivo reunir las Cortes, que deberán aceptar dicha dimisión y aceptar a su sucesor. En otras palabras: el nombramiento no es automático. Martínez Barrio, pues, conocedor de que la República, desde Figueras, carece ya de la capacidad de reunir Cortes en suelo español, lo que estaba haciendo era quitarse de en medio y despejar el balón.

Asimismo, ese 2 de marzo Juan Simeón Vidarte, un activo diputado socialista por Badajoz que había sido nombrado representante de la República en Tánger; y Vicente Guarner, el agregado militar de dicha embajada, hacían entrega de la legación a la España nacional. Recordaréis que Guarner había hecho un postrer esfuerzo el 26 de febrero de sublevar a la confederación de kábilas en contra de Franco, esfuerzo que había devenido írrito cuando el sultán reconoció a la España nacional. Ahora, con el presidente de la nación dimitido, los nacionales exigieron la legación, y los miembros republicanos de la misma tuvieron que entregársela. Guarner y Vidarte salieron del edificio en medio de un mar de personas vestidas con camisa azul que los saludaban brazo en alto; sin embargo, no fueron molestados (para más referencias, el libro del propio Guarner, Cataluña en la guerra de España).

Este mismo 2 de marzo, por cierto, el general Juan Vigón, el coronel Gonzalo Victoria y los comandantes Medrano y Rodríguez Madariaga, a los que volveremos a ver u oír en Gamonal tres semanas después, estuvieron ya en el aeródromo burgalés, esperando la llegada de un avión republicano que, sin embargo, no llegó. Recordad que la realización de una negociación en Gamonal el 2 de marzo era la condición que había puesto Franco. Lo que no sabría deciros es si las exigencias de Franco a Casado transmitidas al SIPM el 27 de febrero, el coronel no las quiso o no las pudo cumplir; o, hipótesis que a veces se da por más cierta, en los días entre el 27 de febrero y el 2 de marzo, que verdaderamente son muy pocos, la comunicación entre Burgos y el SIPM no funcionó bien y los deseos del Caudillo no fueron adecuadamente transmitidos.

Ese día, en todo caso, llega una comunicación del SIPM a Burgos, que da cuenta de que Casado ha sido informado de las condiciones de los nacionales. Yo me inclino a pensar que esto se refiere más a la información transmitida en la primera reunión entre Casado y Centaño/Guitián que a las apreciaciones de Franco del 27. Sea como sea, ahora los espías franquistas, que como sabemos se habían mostrado tan optimistas en el sentido de que Casado lo tenía hecho, vienen a decir que hay elementos civiles en la conspiración del coronel que se han quedado fríos con las exigencias nacionales, y que ahora mismo el proyecto de Casado de formar una Junta se ha alejado. Estas apreciaciones son compatibles con los problemas que acabaron surgiendo en el seno del Consejo Nacional de Defensa, durante las últimas boqueadas de la guerra, con los miembros (los anarquistas y Wenceslao Carrillo) que no querían ceder a cualquier precio.

Da la impresión de que este día 2 de marzo, al SIPM se le ha caído la venda de los ojos. Informan ahora de que la rendición está lejos porque los políticos republicanos quieren una capitulación honrosa, con libertad de huir para todo aquél que quisiera marcharse. Es ahora cuando el SIPM parece ser consciente de que la propuesta de que Casado vuele a Burgos es una celada que busca dar la impresión de unas negociaciones de alto nivel entre República y España nacional; o sea, justo lo que Franco había recelado desde el primer momento.

El 2 de marzo, en todo caso, tiene su importancia como víspera del 3. Esto es: como momento en el que estalla, aunque sea bajo tierra, la lucha por el poder en los restos del ejército de la República.

Líster nos cuenta que ese día llega a Elda, a la Posición Yuste; aunque no aclara, y hubiera sido de mucho valor esa aclaración, quién, exactamente, le pide que coja ese tren. Allí se encuentra con Pedro Checa, quien le da noticias muy alarmantes que se pueden resumir en el concepto de que hay una especie de conspiración para quitarlo de en medio, a él y a otros mandos comunistas. No se trata de matarlos; se trata de dejarlos sin mando en tropa.

Estos movimientos orquestales en la oscuridad no son nuevos. La Gaceta, es decir el BOE del momento, había publicado el 25 de febrero el nombramiento de Segismundo Casado como general. Ese movimiento, aparentemente tan bueno, siempre fue interpretado por el coronel como el primer paso para dejarle sin mando en tropa, y por eso siempre lo rechazó. Ahora, sin embargo, eran los comunistas los que temían que les hiciesen esa envolvente. Ellos sabían mejor que nadie que Stalin había dejado de enviar ayuda militar a la República; se había dejado de producir, por lo tanto, el hecho fundamental que justificaba la prevalencia comunista en las fuerzas armadas republicanas. El PCE, por lo tanto, está preparando una especie de cumbre comunista en la Posición Yuste.

Sigue contando Líster que logró hablar con Negrín, pero que fue peor. Que la impresión que le dio el jefe del gobierno es que no pensaba cesar a nadie y que pretendía dejar que los acontecimientos se desarrollasen solos. Pero esto, claramente, se lo inventa Líster. Por algún otro mando militar, también comunista pero mucho más cercano a Negrín como Antonio Cordón, sabemos que el primer ministro estaba pensando, de tiempo atrás, en la mejor manera de neutralizar a Casado y la Triple M, más que probablemente de acuerdo con comunistas mejor informados, o más eficientes, que este Enrique Líster que tanta fama tiene y tan poco puede aportar para justificarla.

Hace semanas que la República ha perdido la Guerra Civil. Perdido el Norte en el 37, perdida Cataluña en el 38-39, la España republicana ya es sólo un área central que no puede sobrevivir, ni militar, ni económicamente, por sí sola. Sólo le queda sobrevivir políticamente.

La provincia de Alicante es en ese momento la última relapsa aldea gala que resiste al aplastante poder de Roma. Tanto es así, que uno de los planes que el primer ministro Juan Negrín manejará durante esas semanas será hongkongnizar Alicante; convertirla en una especie de isla republicana en una España franquista, en un Gibraltar democrático (o comunista; eso no está del todo claro) sostenido por las potencias internacionales. Elda, más concretamente la conocida como Posición Yuste, es el lugar más común de las reuniones de altos militares, y ese 2 de marzo es la sede de la reunión que os voy a contar. Asistentes, los generales José Miaja, Manuel Matallana, el coronel Segismundo Casado, el general Antonio Cordón, el almirante Miguel Buiza; y Negrín, claro. El notario que tenemos de esa reunión, Cordón, que muy preciso en sus juicios no es que sea, nos cuenta que Miaja y Casado se dedicaron durante todo el rato a convencer a Negrín de que no era cosa de resistir, porque estaba todo el pescado vendido. Se dijo que las líneas de Franco habían recibido 168 trenes de pertrechos y soldadesca, que si había que iniciar inmediatamente las negociaciones de paz… En ese momento, nos dice Cordón que Buiza sugirió que se produjese algún tipo de conversación entre militares. Sabemos, por testimonios que posteriormente se han conocido, que Matallana y Miaja eran más o menos de la misma opinión. Ambos opinaban que, siendo como eran todos, Franco y ellos, de la misma pata, en el fondo se acabarían entendiendo. La rendición de Breda, esas cosas. Negrín, si hemos de creer la notaría de Cordón, vio la jugada, y se negó en redondo.

Según Cordón, y yo le creo, en la reunión Casado se explayó sobre la inutilidad de resistir, teoría en la que le hizo de coro la Veleta Uniformada, esto es, Miaja; sí, el mismo nenaza que, quince días antes, en reunión bien parecida, había sostenido lo contrario. Cordón añade (es el mantra de todos los procomunistas cuando escriben sobre esos días) que los reportes sobre la falta de recursos del ejército eran artificialmente homeopáticos (la verdad de las cosas no es que las valoraciones fuesen ciertas; es que, en muchos casos, eran imposibles porque la comunicación con las unidades era muy deficiente).

Negrín le informó a Matallana de su proyecto de nombrarle jefe del Estado Mayor Central, y a Casado le anuncia que será jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra. En otras palabras: les descubre la celada y les anuncia que les va a dejar sin mando en tropa. El primer ministro se ha coscado de que ambos, Matallana y Casado, están negociando con Franco; y ha decidido cortar ese tema por la raíz.

Los dos apelados, es de suponer que sudorosos y algo histéricos, deciden irse a Valencia, para poder verse tranquilamente con Miaja y Menéndez. Todos llegan allí a la conclusión de que es necesario dar un golpe de mano rápido para neutralizar a Negrín y sus intenciones. Casado vuelve a pelo puta a Madrid esa misma noche. En realidad, su estado de desconfianza es tan intenso que, ya cuando se marchó hacia Elda, había “olvidado” designar jefe accidental en su ausencia.

Casado y Matallana no son los únicos que salen de Yuste encabronados. Todo parece indicar que Buiza no se quedó ni contento ni tranquilo con el corte tajante de su primer ministro. Ese mismo día, o tal vez al siguiente, el almirante está convocando una reunión a bordo del crucero Cervantes con el gotha de la flota surta en Cartagena. Tal vez Negrín había entendido que, cuando Buiza sugería un pacto entre militares, el jefe de la Flota le estaba aportando una idea; pero en la cabeza de Buiza, sin embargo, sus palabras eran otra cosa: eran un ultimátum. En corto: o se negociaba con Franco, o Buiza sacaría los barcos de Cartagena.

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