Qué: The fires of lust. Sex in the Middle Ages
De quién: Katherine Harvey.
Dónde: Reaktion Books.
Cuándo: 11 de octubre del 2021
Cuánto: en Amazon, 22,86 lereles en tapa dura, 13,34 en blanda y 17,71 en formato digital.
Nota: 9 sobre 10.
La moderna historiografía, de un tiempo a esta parte, puede llegar a dar bastante asquito. Contar los porqués de esa repugnancia llevaría su tiempo, pero afortunadamente no es el tema de este post. En realidad, este post va de exactamente lo contrario.
Una de las cosas que, me parece a mí, está lejos de dar asquito en la historiografía actual es el medievalismo. Será, tal vez, porque el punto de vista que se adopta en muchas de las monografías que sobre la Edad Media se escriben y publican ahora es bastante el mío; pero lo cierto es que encuentro que los medievalistas actuales están dando bastante en el clavo a la hora de contemplar y relatar esos siglos.
La Edad Media sufre de muchos dolores en forma de lugares comunes. En español, supongo que como en otros idiomas, el adjetivo calificativo "medieval" tiene notables tintes peyorativos. Si hablamos de un régimen político "medieval" hablamos de un régimen sin libertades; de hecho, para la mayoría de los hablantes con los que he consultado el tema, decir "régimen medieval" es situarse varios peldaños por debajo de, por ejemplo, "régimen estalinista"; lo cual no deja de tener coña, puesto que, al fin y al cabo, Stalin jugó con la teórica ventaja sobre Alfonso X de todos los años que habían pasado. Asimismo, y esto sí que tiene que ver un poco con la recensión de este post, si un marido le reserva a su mujer un "trato medieval", todos asumimos que es un moro de la hostia que la tiene encerrada en casa con la pata quebrada. Últimamente, incluso he escuchado en un canal de televisión decir que una ciudad ucraniana estaba sufriendo un "asedio medieval".
"Medieval" y "feudal" son, efectivamente, dos de los peores apelativos que le puede dedicar a cualquier realidad. Hoy en día, sin embargo, hay muchos escritores, investigadores y divulgadores que están empeñados en colocar las cosas en sus justos términos. Os recomiendo que estéis atentos, por ejemplo, al cercano lanzamiento del libro de Consuelo Sanz de Bremond, @alquicel, dedicado a demostraros que, en realidad, los hombres y mujeres de la Edad Media se lavaban. Y en este mismo terreno, me parece a mí, cabe incluir el libro cuya lectura os quiero recomendar hoy: The fires of lust: sex in the Middle Ages, obra que es de la historiadora Katherine Harvey.
Creo que la principal virtud de este libro, y tiene muchas para tratarse de un texto tan poco virtuoso, es el punto de vista que yo creo que adopta. No hay en Harvey el atisbo de entrar en ningún tipo de polémica y, por lo tanto, discutir la interpretación de los hechos. La suya es una narrativa precisa y en muchos puntos se diría que notarial de lo que ha podido saber, normalmente a base de consultar registros judiciales. Su intento no es meramente descriptivo, pero yo sí diría que es fundamentalmente descriptivo. Por lo tanto, los terrenos en los que suele terminar una conversación sobre el tema del sexo en la Edad Media en sitios como Twitter, todo eso del papel represor de la Iglesia o la excesiva dominación de la mujer, más que el contenido del libro, son su consecuencia. Leyendo a Harvey, el lector puede llegar a conclusiones propias y particulares sobre el nivel de libertad o represión que se dio en la actividad sexual medieval; pero no será la autora quien prescriba dicha conclusión. En ese sentido, es un libro honesto, que, cuando menos en mi opinión, renuncia expresamente a vendernos la conclusión en lugar de la descripción.
Hay dos grandes puntos fuertes en este libro, en el que apenas cabe apreciar los débiles y es por eso que creo que merece una buena calificación y una recomendación de lectura. Y ambos puntos fuertes tienen que ver con el ecumenismo.
La autora es ecuménica a la hora de abordar el tema. Su descripción del sexo en la Edad Media analiza todos los puntos de vista posible: el matrimonio, la virginidad, la abstinencia, el débito conyugal, la homosexualidad, el sexo en el arte, etc. Obviamente, hay realidades sobre las que apenas cabe escribir porque las fuentes son muy parcas a su respecto, como ocurre con el lesbianismo, una realidad que socialmente se prefirió, durante mucho tiempo, hacer como que no existía. Pero, en la medida en que las fuentes dan espacio para el análisis, la autora lo realiza, vertebrando los materiales de que dispone de una forma amena y bien estructurada.
Asimismo, la autora es ecuménica a la hora de buscar sus fuentes. Alguien podría pensar que un libro sobre el sexo en la Edad Media tendría que ser un libro sobre la lucha de la Iglesia contra el sexo en la Edad Media. Sin embargo, no es así. En primer lugar, porque la actitud eclesial frente al sexo, o cuando menos algunas de sus formulaciones, fue en realidad mucho menos intensa de lo que hoy se cree, influidos como estamos, no tanto por la labor que la Iglesia medieval hizo, como por la visión que la Ilustración desarrolló de esa labor, que no es lo mismo. En segundo lugar, más importante aún, para la autora la Iglesia es sólo una fuente más, lo cual es lógico ya que era un elemento más de la sociedad medieval; no era la sociedad medieval. De hecho, es bastante sorprendente que, en realidad, sus otras dos grandes fuentes de investigación: los registros judiciales y la literatura médica, tienen bastante más importancia que las referencias directas de fuentes eclesiales. Con ello, Harvey consigue un relato, además de mucho más rico, también mucho más equilibrado.
Ni qué decir tiene que, por mucho que queramos revisar nuestros conceptos sobre la Edad Media, lo que no podremos cambiar es que es un tiempo muy lejano del nuestro propio y, consecuentemente, las cosas que nos cuenta el libro sobre cómo el hombre medieval enfrentaba los problemas y misterios del sexo nos sorprenderán, en ocasiones, mucho. Es obvio que ahí reside uno de los grandes valores de este libro como descripción estructurada y eficiente de actitudes, creencias y acciones que, algunas veces, nos sorprenderán por lo mucho que se parecen a las nuestras de hoy en día; y otras muchas nos sorprenderán por exactamente lo contrario.
El lector de este libro, en suma, tendrá en sus manos una lectura provechosa, enriquecedora, eficiente y muy bien hecha sobre un tema del que probablemente cree saber cosas que, en realidad, no sabe. Desde luego, que no espere encontrar en el texto cinturones de castidad ni crueles derechos de pernada. Este libro es un libro serio, ergo divertido.
En la Pila de pendientes lo tengo.
ResponderBorrarA ver cuando puedo meterle mano.