Las primeras relaciones
Reyes y revoluciones
Nunca te fíes de un francés
Nguyen Ai Doc
Tambores de guerra
El tsunami japonés
Grandeza y miseria de la Kempeitai
El Viet Minh
Los franceses hacen lo que mejor saben hacer (no definirse)
Dang vi qui, o sea, naniyori mo hitobito
El palo y la zanahoria comunistas
Puchimones contra podemitas
Aliados a pelo puta
Franceses y comunistas chapotean para no ahogarse
Vietnamitas listos + británicos estúpidos + periodistas gilipollas = muertos a decenas
Si tu ne voulais pas de bouillon, voici deux tasses
Francés busca indochino razonable
Los problemas del comunismo que se muestra demasiado comunista
Echa el freno, Madaleno
El factor chino
El factor USA
El problema de las tres mareas
Orchestal manoeuvres in the dark
O pacto, o guerra
El acuerdo de 6 de marzo
Buen rollito por cojones
El Plan Cédiletxe
No nos queremos entender
Dalat
Las inquietudes y las prisas del almirante D’Argenlieu
Calma tensa
La amenaza nacionalista
Fontainebleau bien vale unos chinos
Francia está a otras cosas
Memorial de desencuentros
Maniobras orquestales en la oscuridad (sí, otra vez)
El punto más bajo de la carrera de Ho Chi Minh
Marchemos todos, yo el primero, por la senda dictatorial
El doctor Trinh, ese pringao
D’Argenlieu recibe una patada en el culo de De Gaulle
Allez les bleus des boules!
París no se entera
Si los Charlies quieren pelea, la tendrán
Give the people what they want
Todas las manos todas, amigo vietnamita
No hay mus
El comunista le come la tostada al emperador
El momento del general Xuan
Conditio sine qua non con un francés: cobra siempre por adelantado
La ocasión perdida
El elefante chino entró en la cacharrería
El 7 de agosto, Bollaert reunió en Hanoi a sus principales colaboradores. Sin duda, el político se sentía en las últimas boqueadas de su misión. Todo le parecía cuadrar y pensaba que permanecería en la capital del norte una semana para, el día 15, pronunciar un gran discurso con el que se sentarían las bases de un acuerdo definitivo que habría de consolidar la presencia francesa en Indochina. Un discurso en el que iba a proponer un alto el fuego por parte francesa desde el mediodía de aquel día 15; combinado con el reconocimiento oficial por parte de Francia de la independencia de Viet Nam en el marco de la Unión Francesa. Una independencia, sin embargo, que no prevía ni una diplomacia ni un ejército vietnamitas propios. En ese momento, sólo tenía una inquietud. En los últimos días, tanto Claude Bourdet, uno de los principales periodistas de Francia; como Leon Blum, habían escrito artículos llamando a la negociación con Ho Chi Minh.
A pesar de eso, Bollaert, como digo, esperaba culminar su labor en Indochina el 15 de agosto. Sin embargo, el 12 tuvo que salir inopinadamente hacia París.
La razón era evidente: el movimiento estratégico de Ho Chi Minh modificando su gobierno había dejado a los franceses partidarios de negociar con Bao Dai sin el argumento fundamental de que los comunistas seguían encastillados y sin querer negociar. Como ya os he explicado, el astuto líder comunista había estado hábil haciendo lo que Bao Dai debería haber hecho; y ahora aparecía como el lógico heredero, por así decirlo, de un Viet Nam independiente.
Así las cosas, en París el relato estaba cambiando a toda velocidad. El gobierno francés dejó de hablar de independencia, y tornó a hablar de autonomía. Asimismo, la palabra armisticio fue desterrada de la retórica pública. Por lo demás, los políticos de París comenzaron a asumir que entregar Viet Nam al Viet Minh sería entregárselo a los comunistas, por lo que se reafirmaron en la necesidad de la solución Bao Dai. Con estas instrucciones, Bollaert salió el 29 de agosto para Saigón, dos días después de un consejo de ministros que básicamente consistió en estudiar aquel tema.
Diez días antes, el 19, el Frente Conchinchino de Tam y Cuong, publicó una decisión en la que se bajaba de su independentismo irredento y aceptaba la unión de los tres ky “si ello ha de contribuir a la paz”. Ese mismo día, Nguyen Van Sam, en su condición de delegado diplomático del Frente de Unión Nacional, demanda a Vinh Thuy que constituya, con representantes de todos los partidos políticos, un gobierno provisional de Viet Nam. El 22, el Frente de Unión Nacional intima públicamente a Bao Dai para que se ponga al frente de un movimiento para “luchar contra el terror rojo”. Este mensaje lo firman miembros del Cao Dai, del Dong Minh Hoi, del VNQDD, del Partido Democrático, de la Liga Socialista y de un grupo de intelectuales conchinchinos. Una auténtica platajunta, pues.
Bao Dai, sin embargo, dudaba. Había perdido la iniciativa, y aquella ensalada de siglas no terminaba de convencerlo. Envió a un VNQDD que estaba con él en China, Tran Van Tuyen, para que fuese a Viet Nam a pulsar el ambiente. Tuyen estuvo en Hanoi, Hue y, finalmente, en Saigón. Allí hizo unas declaraciones en las que dijo algunas cosas: primera, que Bao Dai había abdicado porque los vietnamitas se lo habían pedido y, por lo tanto, no volvería si no se lo pedían. Que su intención era escuchar a la gente más que a “dirigentes políticos que no representan gran cosa”. Que el ex emperador desconocía casi por completo las intenciones de los franceses. Decía, también, que había constatado que en el norte y en el centro la gente estaba hasta los huevos del Viet Minh, no así en la Conchinchina, “que ha sufrido menos”. Finalmente, decía que Bao Dai ya no se consideraba el consejero supremo del gobierno de Ho Chi Minh, aunque no se oponía a un acuerdo con los comunistas para negociar con Francia, siempre y cuando fuese un acuerdo en pie de igualdad. “Si el gobierno vietnamita”, concluyó, en alusión al gobierno Ho, “ rechazara las nuevas proposiciones de armisticio, el gobierno francés podría iniciar negociaciones con Bao Dai, a condición de que entre sus propuestas figurase la admisión de la independencia y la unidad del Viet Nam. El ex emperador podría entonces formar un gobierno. Considerado en rebeldía, el Viet Minh sería combatido”.
El 30 de agosto, Tuyen hizo otras declaraciones en las que afirmó que si Francia decidía hablar con Ho Chi Minh, los nacionalistas se pondrían enfrente.
Bao Dai, en todo caso, seguía en Hong Kong. Allí estaba bajo el influjo de dos consejeros y confidentes principales que lo habían acompañado en su exilio. Uno era un joven médico, el doctor Phan Huy Dan, que había sido uno de los animadores del grupo Thiet Thuc en Hanoi; y el magistrado Dinh Xuan Quang. Los dos tenían un perfil claramente nacionalista, lo que inquietaba a los franceses, que por eso querían ver su círculo ampliado. Sobre todo, querían incrementar el perfil anticomunista del consejo privado del ex emperador, con miembros como Phan Van Giao, un farmacéutico annamita; o el doctor Que, delegado del gobierno Hoach
El 4 de septiembre, finalmente, Bao Dai decidió mover ficha. Hizo público un comunicado en el que conminaba a los líderes de todos los partidos a ir a verle para informarle de la situación en el país. La verdad, se la dejó botando al Viet Minh, que se apresuró a sacar una nota aseverando que el ex emperador no había sido mandatado por nadie para negociar con nadie.
Sin embargo, los franceses sí que recogieron el guante. En un periodo récord, apenas cinco días, reunieron una Convención Nacional que envió 24 delegados a Hong Kong. Entre ellos, encontramos: Nguyen Van Sam, del Frente de Unión Nacional, y Nguyen Van Tam, presidente del Frente Conchinchino Separatista, en representación de Conchinchina. Tran Quang Vinh, jefe caodaísta, muy conocido en la Kempentai, y no precisamente por haber sido arrestado. Nguyen Phan Long, periodista, director de L'Echo du Viet-Nam. Tran Van Ly, presidente del Comité Administrativo de Hue. Tran Thanh Dat, presidente del Quoc-Gia (el Frente Nacional Unificado). Cao Van Chieu, representante, por así decirlo, de los intelectuales, por así decirlo, de Annam. Tran Van Tuyen, el peripatético enviado de Cao Dai que, durante su estancia en Viet Nam, había cambiado de partido y ya no era del VNQDD sino del Movimiento Popular del Pueblo de Viet Nam.
Esta amigable delegación se reunió en Hong Kong con otros que habían llegado en el Rodalies chino porque vivían allí: Nguyen Van Thanm, Nguyen Tuong Tam, su hermano Nguyen Tuong Long. Todos se aplicaron a redactar una declaración común que terminase de convencer al dubitativo ex emperador. Aquello, pues, era la alternativa montada por los franceses, las fuerzas reaccionarias y el nacionalismo vietnamita xenófobo para contraprogramar al Viet Minh. En puridad, hubieran tenido otra vía alternativa: haber presionado a Ho Chi Minh para que el Lien Viet fuese ampliado y pasase a incluir todas las sensibilidades del país. Pero, la verdad, no se les puede reprochar la decisión de ponerse enfrente del Viet Minh en lugar de a su lado. Los comunistas ya habían demostrado que, hicieran lo que hicieran, nunca soltarían ni el ejército ni la policía y, consecuentemente, siempre retendrían la capacidad de reprimir a sus adversarios.
El 10 de septiembre, con casi un mes de retraso, en Hadong, Bollaert pronunció su discurso. Pero sus palabras habían perdido precisión. El Viet Nam se gobernaría por sí mismo, dijo, sin interferencia de Francia; pero eso no necesariamente quería decir la independencia. Podría realizar su unificación, siempre y cuando los conchinchinos lo quisieran. Pertenencia a la Unión Francesa: Francia será responsable de la defensa y de la diplomacia, además de servir de árbitro entre Viet Nam, Camboya y Laos. Estatuto especial para las minorías étnicas. ¿Independencia? ¿Qué independencia?
Bollaert dijo algo más de gran importancia: la oferta francesa era un bloque. Se aceptaba, o se rechazaba, toda. El pueblo vietnamita era llamado a designar a “los hombres más capaces” para dicha negociación. Pero, ojo:”la mejor manera de negociar es inspirar confianza, y los hombres de la traición del 19 de diciembre la han perdido”. O sea, el típico “eres libre de elegir, pero elige bien” de los franceses. Más martillazos en el clavo: “la paz no se conseguirá si la consigue un solo partido. La paz tiene que ser la paz de todos.”
En Hong Kong, aquel discurso cayó como chistorra en estómago ulcerado. Horas después de la alocución, los representantes allí reunidos hicieron pública una nota aseverando que las ofertas francesas se quedaban cortas. Y venían a decir que ahora, más que nunca, era necesario que Bao Dai soltase el par de tetas al que estaba agarrado y aceptase sus responsabilidades históricas.
El 15 de septiembre fue el Viet Minh quien habló. Giam dijo que la libertad sin independencia no era nada. Y que una independencia sin ejército ni diplomacia propios no era independencia.
Las declaraciones de Giam sirvieron, además, para acojonar de nuevo a Bao Dai, que siguió deshojando la margarita. Lo cual es curioso, porque en Francia las posiciones de derechas ganaban predicamento; y la derecha francesa ya había dejado claro que no negociaría con el Viet Minh. La Guerra Fría, además, había estallado; y esto le jugaba en contra a los comunistas. En China, el Kuomintang había reiniciado la ofensiva contra los comunistas y, en Indonesia, EEUU había intervenido en favor de los indonesios contra los holandeses, lo cual hacía pensar que sostendría la reivindicación de la independencia vietnamita.
Tanto Giao como Que deseaban que el ex emperador tomase una posición decididamente contra el Viet Minh; también lo deseaban los franceses, obviamente. Y el propio Bao era consciente de que, en el ámbito de la Guerra Fría, era lo que le competía hacer. Así las cosas, finalmente el 18 de septiembre hizo pública su declaración. En la misma, afirmaba que aceptaba la misión que le pedía el pueblo, y que iniciaría contactos con los franceses para obtener la independencia y la unidad. Asimismo, se declaraba árbitro del conflicto que “os está enfrentando a los unos contra los otros”; pero no daba pasos muy claros, limitándose a desear que “el tiempo atempere las pasiones”.
Francia era consciente de que ni Bao Dai ni el Viet Minh habían aceptado las condiciones de Hadong. Por eso mismo, en las primeras jornadas de octubre, el gobierno Ramadier aprobó ordenar al general Valluy que lanzase la ofensiva de otoño contra el Viet Minh.
El 7 de octubre, lanzaron operaciones importantes contra reductos Viet Minh en el Tonkin. El objetivo era dislocar la organización de los comunistas y, si fuere posible, capturar a sus principales miembros, destruir las bases del ejército regular vietnamita, cerrar la frontera con el Kwang Si. En varias semanas, lograron invadir lo que se puede considerar la tierra media del Tonkin hasta su delta. En esas operaciones, le hicieron 8.000 muertos y 1.500 prisioneros a los Viet Minh. Los franceses consideraban que habían destruido todos sus puestos de armas y víveres, así como las estaciones de radio.
La acción militar era paralela a la política, es decir, la preparación del regreso de Bao Dai, que se esperaba para la primavera de 1948. Se decía que los franceses habían aceptado las condiciones de Bao Dai. Sin embargo, a finales de noviembre, un periodista francés, Jean Rochoir, publicó un artículo que afloraba más problemas de los previstos. Rochoir venía a decir que la solución monárquica y la marxista no dejaban de ser soluciones radicales en ambos casos y que, por lo tanto, lo lógico sería buscar una más intermedia. Hablaba, de forma un tanto desinformada, de una presunta “tercera fuerza” formada por “las elites republicanas vietnamitas” que traerían una Repúbica de Viet Nam laica, social, progresista, hermana ideológica de una "República Francesa paramarxista”. Rochoir, como se puede ver, era un Lacambra de la vida; el típico periodista que ve lo que quiere ver, y describe no lo que es, sino lo que piensa que es. En lugar de las dos visiones extremistas, decía, era mejor una visión “equidistante, ortodoxa y sostenida por los buenos elementos del Viet Minh”. Como se puede ver, era un punto de vista emboscado, no tanto dedicado a buscar el punto medio que preconizaba, como a blanquear a uno de los dos extremismos. Pero lo importante de este artículo es que, en buena medida, estaba dictado por políticos que estaban en el gobierno.
Tenemos que volver a poner el foco en el general Xuan. Recordad que cuando los franceses habían preferido al doctor Hoach para el gobierno de Conchinchina, Xuan se había cabreado y se había ido a París a dar por culo. En París tomó conocimiento de una euroasiática, una tal Madame Radigue, que tenía un “salón indochino”, donde se reunían muchos políticos interesados por el tema asiático (Marie Madeleine Radigue, née Roger, fue una mujer de gran cultura, consumada pianista ella misma, admiradora de la música impresionista francesa y de las músicas orientales; es madre de la compositora Éliane Radigue). Por allí se dejó caer Xuan y, lógicamente, encontró muchos culos que penetrar, sobre todo culos de la SFIO y la RGR.
Estos políticos de centro izquierda estaban muy desanimados con el Viet Minh y, por lo tanto, por lo general no seguían a Leon Blum en la idea de que había que negociar con Ho Chi Minh. Querían una solución como la insinuada por Rochoir en el meconio que os he citado, en caso alguno monárquica. En realidad, buscaban encontrar en Viet Nam a una clase de progresistas que les fuesen dóciles y que, siéndoles dóciles, les permitiesen generar una alternativa más o menos viable con la que contraprogramar al MRP; porque de eso: de pelea política en París, es de lo que iba todo.
La SFIO moderada, pues, estaba en realidad en contra de la monarquía; pero, formalmente, se guardaba mucho de expresar esa oposición, para no malquistarse con los grupos sociales más conservadores del país. Pero, claro, necesitaban a alguien que pudiera ponerse un poco al frente de esa “tercera fuerza”. Y allí estaba el general Xuan.
El general tenía una concepción muy simple el problema vietnamita. Creía que la mejor salida para el país era crear una confederación de los tres ky, que permitiese colocar al frente de cada uno de ellos a su “líder natural”: Ho Chi Minh en el Tonkin, Bao Dai en Annam, y él mismo en Conchinchina. Pero era un García Page de la vida: su teoría, en realidad, no tenía más adeptos que él mismo. A principios de agosto, los separatistas conchinchinos habían promulgado, de hecho, un rechazo total de su persona. El presidente Hoach, que temía a un Xuan completamente libre de hacer oposición, le ofreció la vicepresidencia o el ministerio de Defensa. Xuan aceptó, y el 15 de septiembre estaba en casa de nuevo.
El pacto era que volviese a cambio de tentar la lengua. Pero eso es algo que no iba con Xuan. Se dedicó a complotar desde el primer momento para ser presidente y consiguió que el Consejo de Conchinchina, por 21 votos contra 10, retirase la confianza a Hoach, que dimitió el 29 de septiembre. El 1 de octubre, Xuan obtuvo 21 votos como nuevo presidente, por 14 del separatista Tran Van Ty. El gobierno se formó el día 7 y en el mismo Xuan era presidente y ministro de Interior y Defensa. El gobierno tenía dos vicepresidentes: Hoach y Tran Van Huu, también ministro de Economía; y la lista se completaba con Nguyen Khac Ve al frente de Justicia; Tran Van An ministro de Información; y, finalmente, Nguyen Tan Cuong como concejal de Juventud y Tiempo Libre.
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