miércoles, mayo 10, 2017

Trento (20)

Recuerda que en esta serie hemos hablado ya, en plan de introducción, del putomiérdico estado en que se encontraba la Europa católica cuando empezó a amurcar la Reforma y la reacción bottom-up que generó en las órdenes religiosas, de los camaldulenses a los teatinos. Luego hemos empezado a contar las andanzas de la Compañía de Jesús, así como su desarrollo final como orden al servicio de la Iglesia. Luego hemos pasado a los primeros pasos de la Inquisición en Italia y su intensificación bajo el pontificado del cardenal Caraffa y la posterior saña con que se desempeñó su sucesor, Pío IV, hasta conseguir que la Inquisición dejase Italia hecha unos zorros.

A partir de ahí, hemos pasado a ver los primeros pasos de la idea del concilio y, al trantrán, hemos llegado hasta su constitución formal. Pero esa constitución fue tan problemática que pronto surgió el fantasma del traslado del concilio.

En ese punto del relato, hicimos un alto para realizar un interludio estético. Pasadas las vacaciones, hemos abordado la apertura del concilio y las maniobras papales para arrimar el ascua a su sardina. De hecho, el Papa maniobró, en contra de los intereses imperiales, para que Trento le pusiera la proa desde el primer momento a los reformados, y luego intentó, sin éxito, sacar el concilio de Trento. El enfrentamiento fue de mal en peor hasta que, durante la discusión sobre la residencia de los obispos, se montó la mundial; el posterior empeño papal en trasladar el concilio colocó a la Iglesia al borde de un cisma. El emperador, sin embargo, supo hacer valer la fuerza de sus victorias. A partir de entonces, el Papa Pablo ya fue de cada caída hasta que la cascó, para ser sustituido por su fiel legado en Trento.


Tal y como estaba la situación con Carlos el emperador, la respuesta de Monte a Enrique II de Francia no podía ser más que una: estoy en un punto en el que ni quiero ni puedo buscar motivos de querella con el hombre más poderoso de Europa. Por muchas embajadas y mensajes más o menos informales que le envió el rey francés al vicario de Cristo en la Tierra, éste contestó con muy poca pasión, si alguna. Consecuentemente, el rey francés se encabronó en modo experto y, entre otras cosas, ordenó a sus obispos y embajadores que se quedasen en casa y no partiesen en dirección a Trento; gesto éste que viene a ser una muestra más de que en la Iglesia, mandar, mandar, lo que se dice mandar, mandaban los reyes temporales.

lunes, mayo 08, 2017

Endemoniados: el affaire Demandolx

En la Historia social de los pueblos entre los que vivimos la mayoría de los que leemos este blog, pocas cosas son tan interesantes de estudiar como los endemoniados y las brujas. La actitud de las sociedades hacia las personas que eran acusadas de este tipo de prácticas o dolencias refleja muchas cosas sobre en qué medida y cómo se desarrollaron. Se trata de un campo muy triste en el que se mezclan las influencias generadas por el pensamiento religioso y otra cosa tan importante que sigue siendo un problema a día de hoy: la actitud hacia el diferente. En mi opinión, la mayoría de las brujas y los poseídos de los que nos hablan las crónicas son personas con problemas sicológicos o fuertemente sugestionadas por sus ideas o las de su entorno. Rara vez un endemoniado fue alguien que verdaderamente se quería rebelar contra un orden establecido que, la verdad, entonces no se vería como tal sino como orden natural, que no es lo mismo. De todo esto me ha quedado a mí desde hace muchos años, desde una lejana tarde en la que me colé con unos colegas en un cine coruñés donde pasaban El Exorcista, el gustillo por leer y saber sobre casos de este tipo.