La difícil restauración
Los exiliados
Una monarquía anárquica
Esto no durará
Soult
El affaire Raucourt
Ceguera borbónica
Una situación cada vez más deteriorada
La conspiración bonapartista sin Bonaparte
Viena
De nuevo, potencia mundial
Un balance discutible
El emperador de Liliput
Las cuitas de María Luisa
La partida
Diles que voy
En Elba, Napoleón tenía una información más que razonable de todas estas amenazas. Y no lo veía como el peor de los destinos. Solía decir: “Yo soy un soldado; a quien pretenda asesinarme, le ofreceré mi pecho desnudo; pero lo que no quiero es ser deportado”. A pesar de esta declaración genérica y simbólica, lo cierto es que los militares que estaban con el ex emperador trabajaron desde el principio para generar una especie de red de inteligencia que previese cualquier tipo de atentado. Toda persona que desembarcaba en la isla tenía que presentar su pasaporte en la comisaría, indicar dónde iba a residir, y pasar por un interrogatorio.