Papá, no quiero ser campesino
Un esclavo, un amigo, un servidor
“¡Es precioso, precioso!”
Jefe militar
La caída de Zhu De
Sólo las mujeres son capaces de amar en el odio
El ensayo pre maoísta de Jiangxi
Japón trae el Estado comunista chino
Ese cabronazo de Chou En Lai
Huida de Ruijin
Los verdaderos motivos de la Larga Marcha
Tucheng y Maotai (dos batallas de las que casi nadie te hablará)
Las mentiras del puente Dadu
La huida mentirosa
El Joven Mariscal
El peor enemigo del mundo
Entente comunista-nacionalista
El general Tres Zetas
Los peores momentos son, en el fondo, los mejores
Peng De Huai, ese cabrón
Xiang Ying, un problema menos
Que ataque tu puta madre, camarada
Tres muertos de mierda
Wang Ming
Poderoso y rico
Guerra civil
El amigo americano
La victoria de los topos
En el poder
Desperately seeking Stalin
De Viet Nam a Corea
El laberinto coreano
La guerra de la sopa de agujas de pino
Quiero La Bomba
A mamar marxismo, Gao Gang
El marxismo es así de duro
A mí la muerte me importa un cojón
La Campaña de los Cien Ñordos
El Gran Salto De Los Huevos
38 millones
La caída de Peng
¿Por qué no llevas la momia de Stalin, si tanto te gusta?
La argucia de Liu Shao Chi
Ni Khruschev, ni Mao
El fracaso internacional
El momento de Lin Biao
La revolución anticultural
El final de Liu Shao, y de Guang Mei
Consolidando un nuevo poder
Enemigos para siempre means you’ll always be my foe
La hora de la debilidad
El líder mundial olvidado
El año que negociamos peligrosamente
O lo paras, o lo paro
A modo de epílogo
En plena huida, Mao tuvo un golpe de mala suerte. Hubo una ola de calor, y enfermó de malaria. Por ello, pasó a estar en peligro de quedarse atrás. Lo salvó un médico que conocía de tiempo atrás, Nelson Fu, que llegó de Ruijin y consiguió dejarlo en una situación suficientemente buena como para dar el pego. Mao siempre le estuvo agradecido e hizo del doctor Fu el jefe de su equipo médico habitual durante décadas. Pero, bueno, todas estas cosas, con Mao de por medio, son muy, pero muy, matizables. En 1966, cuando Mao llevó a cabo la Gran Purga, el doctor Fu tenía 72 años. Fue arrestado y apalizado. Le escribió una carta al Presidente recordándole que en Yudu le había salvado la vida, y pidiéndole que ahora le salvase la suya. Mao, inicialmente, hizo alguna gestión para salvarlo; pero cuando supo que el doctor Fu había hablado de su salud (la de Mao) con otros dirigentes del Partido, lo dejó en la cárcel, donde el anciano murió dos semanas después.