La difícil restauración
Los exiliados
Una monarquía anárquica
Esto no durará
Soult
El affaire Raucourt
Ceguera borbónica
Una situación cada vez más deteriorada
La conspiración bonapartista sin Bonaparte
Viena
De nuevo, potencia mundial
Un balance discutible
El emperador de Liliput
Las cuitas de María Luisa
La partida
Diles que voy
Efectivamente: los gestores del nuevo orden europeo, y muy particularmente el principal de ellos, que era Metternich, tenían ante sí la cuestión de si obligarían a Napoleón a divorciarse de una mujer que ya, propiamente, no podía ser su esposa. Aquello era lo que dictaba la lógica de una Europa de fuertes sentimientos religiosos como se gustaba concebir la coalición ganadora. Pero hubiera supuesto un escándalo de proporciones potencialmente tan dañinas que ni siquiera Metternich, a quien no solían dolerle prendas de meterse con unos Castellanos en cualquier charco cenagoso, se le hizo bola.