jueves, junio 07, 2012

Reflexiones al socaire de la Feria del Libro

He estado en la Feria del Libro de Madrid 2012 dos veces. Dos domingos. En ambos casos, llegué pronto y me marché pronto porque, al menos los domingos, en mi opinión la Feria se convierte en un lugar impracticable para cualquier humano a partir de las 12 de la mañana.

martes, junio 05, 2012

Pirámides mistabobas

Me asomo un momentito a ésta mi ventana para solidarizarme. Para solidarizarme con las varias personas que, antes que yo y con mucho más conocimiento también, se han escandalizado en la red por el reciente otorgamiento de excelente cum laude por una universidad española (o, si lo preferís, catalana: la Politécnica de Barcelona) a la tesis de un arquitecto, Miquel Pérez-Sánchez, según la cual la pirámide de Keops fue construida para conmemorar el milenio del Diluvio Universal y estaba, entre otras cosas, coronada por una esfera con el ojo de Horus. Aquí y aquí podéis leer algunas "respuestas" a este "hito" de la intelectualidad hispano-catalana que, como digo, hablan del tema con mayor conocimiento que yo.

Como también señalan estos otros cronistas de la cosa, esto de la piramología mistaboba es cosa que viene de antiguo. En este blog ya hemos tenido la ocasión de aportar nuestro pequeño granito de arena a las interpretaciones estúpidas sobre la pretendida imposibilidad que los egipcios habrían tenido de construir las pirámides. En realidad, desde el siglo XIX los egiptólogos, y los arquitectos serios, han demostrado que todo eso son caralladas. El lector serio tiene acceso a libros que le explicarán cómo construían los egipcios; y le costará encontrar hombrecillos verdes mezclados con las cuadrillas de fellah asalariados (que no esclavos; otra imagen distorsionada que medio mundo compra de forma acrítica), aplicando en las pirámides conceptos superavanzados.

La hipótesis de la existencia, 2.000 o 1.000 años antes de Jesucristo, de una civilización no sólo más avanzada que su entorno, sino más avanzada que nosotros, que los contemplamos 4.000 años después, es una gilipollez del tamaño de la propia pirámide que toma como disculpa para desarrollarse. La razón para ello es que la tecnología no se desarrolla de forma selectiva. Aunque es posible que una civilización haga algunas cosas mejor que otras, el hecho de que todas las tecnologías se toquen un poco, se entrelacen, hace que, en términos generales, el avance técnico no pueda ser unívoco. Un pueblo, por lo tanto, no puede ser la hostia construyendo y no tener ni puta idea de cómo curarse los pies porque, como digo, todos los conocimientos técnicos están conectados. Queriendo ir al espacio desarrollas sistemas de gestión de datos, desarrollando sistemas de gestión de datos desarrollas las hojas de cálculo, desarrollando las hojas de cálculo mejoras tu capacidad de gestión en tiempo real de la información, y mejorando tu capacidad de gestionar en tiempo real la información generas sistemas de corrección automática de los movimientos excesivamente volátiles de los mercados financieros. Rápidamente, pues, lo que empezó preguntándose cómo impulsar un objeto más allá de la atmósfera termina en la prima de riesgo.

Cuando uno se encuentra con tanta y tanta momia como se ha descubierto con los dientes destrozados, tiende a pensar que entre aquellos egipcios se daban con mucha frecuencia los flemones y los abscesos en las encías (por lo que he podido leer, creo que en el clásico de Flinders Petrie sobre la vida cotidiana en el Antiguo Egipto, aunque bien pudo ser también en el monumental manual de Etienne Drioton, se especula con que los egipcios fueran primitivos fabricantes de pan, que llevaría restos de arena, que provocarían esos problemas). Cuesta creer que un pueblo sea capaz de construir edificios teóricamente imposibles para su tecnología, mientras que agarra el moflete porque, por no saber, no sabe ni luchar con eficacia contra la piorrea y los flemones. Y, como he escrito ya muchas veces, si recibió la visita de romulianos de Alpha Centauri, menuda panda de cabrones fueron, que les enseñaron a levantar edificios en lugar de a vivir sin que les doliese la boca.

La entrevista con el autor de esta investigación en La Vanguardia (enlazada más arriba) no tiene desperdicio. Obsèrvese de qué formas más sutiles se construyen las convicciones: "Como en el vértice de la pirámide había una relación con el número e, la base de los logaritmos neperianos, pensé que el diámetro de la esfera podría ser e. Hice la simulación y me di cuenta de que el perímetro en codos reales de la plataforma que trunca la pirámide en su parte superior era el número Pi. Eso me confirmó la hipótesis de trabajo. Además, la altura del vértice me salía muy próxima al cociente de dividir un millón por 3.600. Para los egipcios, el millón era el número del infinito, y 3.600 son los segundos de una hora y un grado. Podría representar lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño".


Antes nos ha dicho el mismo autor que la altura de la pirámide es exactamente una división de la altura entre la Tierra y el Sol en el momento del perihelio. Ahora nos dice que hay "una relación" con el número e; que no debe de ser muy exacta cuando no nos habla de "una relación exacta". Y también nos dice que "la altura del vértice me salía muy aproximada al cociente de dividir un millón por 3.600". Y nos dice también: pensé que el diámetro de la esfera podría ser e; entonces descubrí que el perímetro de la pirámide truncada era Pi. O sea: pènsé que aquel tipo se podía parecer a George Clooney; entonces, dobló la esquina y ví que era igualito que Laurence Fishburne... ¿y?

Obsérvese, además, que el autor utiliza la expresión "esto es igual a (n veces) Pi", sin explicarla. Que algo sea igual a Pi puede significar que es casi 3, que equivale a 3,1, o que equivale a 3,14. O que es igual a 3,1416, que es la ristra de números que casi todos sabemos. Pero, si recuerdo bien las clases de mates, nada es igual a Pi, salvo Pi claro, porque Pi es un número inabarcable. 3,1416 está asumiendo una desviación del 2,3 por millón respecto de Pi expresado con 50 decimales. ¿Poco? Para tí, sí. Pero para unos pollos que son capaces de levantar un edificio que es divisor exacto de la distancia al Sol, y que está (esto afirma el autor) relacionado con un sistema de coordenadas cuyo referente es nada menos que el monte Everest, pues es, o sería, un error de la hostia.

En todo caso, como explica José Miguel Parra en el enlace que pongo más arriba, los papiros matemáticos egipcios demuestran que desconocían el número Pi; y la aproximación de la Gran Pirámide a dicho número se debe al uso de un triángulo o seqed de unas dimensiones concretas para determinar la inclinación (triángulo que se puede ver aquí). Por lo tanto, el uso de determinadas proporciones para establecer la inclinación de la pirámide resulta en una determinada relación, pero no se basa en ella.

En todo caso, alguien que, desde las orillas del Nilo, es capaz, como en el crimen de los Urquijo, sólo o en compañía de otros, de construir un edificio cuya altura es exactamente una división de la distancia entre la Tierra y el Sol... ¿cómo es posible que sólo realice aproximaciones más o menos felices al número e y, sobre todo, a una división tan sencilla como 1.000.000/3.600?  ¿Es que los romulianos se dejaron el iPad con calculadora en Alpha Centauri, o mandaron a los becarios, o qué?

Otra cosa que es enternecedora es el asunto del múltiplo de 888. Resulta que el autor de la tesis ha encontrado que un montón de dimensiones de la pirámide se relacionan con este número. Como no hay tradición en ninguna parte sobre él, el entrevistador periodístico, con su culturilla, saca el famoso asunto del 666, el número del Diablo. Y atenta la compañía con la respuesta: "El análisis del 888 nos lleva seguramente a entender que lo del 666 es un mito, como tantas cosas que nos llegan de la antigüedad. No he encontrado a nadie que me sepa explicar esta ley a nivel matemático. El dios único se oculta tras el 888. Es un tema complejo y apasionante. Utilizaron el 888 como confirmación del espacio y el tiempo del monumento."

O sea, empiezo por destrozar una gilipollez mistaboba (la del 666) para construir otra (la del 888) a pesar de que yo mismo reconozco que no tengo ni puta idea de cuáles son las relaciones o secretos que puede portar dicho número; y, a pesar de no tener ni puta idea, hago afirmaciones categóricas: "está", "utilizaron".

Eso sí, doy el aldabonazo mistabobo: "el dios único se oculta tras el 888". Pero... ¿por qué único? ¿Eran monoteístas quienes construyeron esa pirámide que se rige por las dimensiones del 888? ¿Acaso no eran muchos de ellos rígidos creyentes de la Enéada Helipolitana que, como su propio nombre indica, está formada por nueve pollos divinos?

Pero... ¡un momento! Si dividimos 888 (la proporción egipcia) entre 9 (los dioses de la Enéada) nos da aproximadamente 98, que es... ¡la distancia entre Madrid y el monasterio de El Paular!

¡Dios mío! ¿Qué sabían los egipcios que también sabían los cartujos medievales castellanos? ¿Quién es, hoy, el secreto guardián de esos adelantadísimos conocimientos piramidónico-numerales-gnóstico-astrofísicos? ¿Rouco Varela, Perales? ¿Acaso murieron con Torrebruno?

Acto seguido, el autor hace una serie de calculines relativos a la edad de la pirámide y, "con la ayuda de un avanzado programa informático" (que no falte la cita al uso de herramientas supersofisticadas, como para darle mayor empaque al mensaje) descubre que "una de las fechas en las que se cumplían los datos de Plutarco, era exactamente 1.000 años antes del día señalado por el canal que fijaba el final de las obras". ¿Una de cuántas? No nos lo dice; tal vez porque autor tan avezado en las matemáticas sabe bien que si una de dos fechas da lo que queremos, es como para sospechar; pero si es una de 25.000, ya la cosa se acerca más al concepto de lo científicamente endeble.

De ahí concluye que la pirámide celebra algo que pasó 1.000 años antes de su construcción (pero que parece ser habría que mantener en secreto, porque ningún testimonio lo indica), y ese algo es el Diluvio Universal. Como digo, lo más extraño de esta hipótesis (como la de que la pirámide estuviese coronada por una esfera que nadie reproduce ni describe, ni en la de Keops, ni en ninguna pirámide) es que nadie la cite. Siendo lo cierto que los egipcios son bastante dados a describir las grandes catástrofes de que son objeto, como bien sabe cualquiera que se haya leído el papiro de Ipuwer, incluso en diagonal, como hizo Abraham Velikowsky.

Considera el autor que Osiris, el moderno Onofre, era un pollo físico, un extranjero que trajo a Egipto la agricultura; o, tal vez, la metáfora de un pueblo entero. Llama la atención al teoría cuando antes ha dicho que "el génesis egipcio es diluvial", como lo son otros muchos; frase en la que está apuntando algo a mi modo de ver más preciso, como es la conexión del mito osiríaco con otras creencias religiosas, que se desarrollan durante milenios y acaban instilándose en el propio cristianismo. El principio del mundo se explica mediante un diluvio en las tradiciones trazables en: Australia, Babilonia, entre los indios canadientes, las razas originales bolivianas, en Borneo, en China, entre los masai, en las islas Fiji, Guayana, Polinesia, la antigua Grecia, Persia, Islandia, la India, Malasia, Nueva Zelanda, México, Perú, la península itálica, Vietnam...

Más parece que Osiris es una realización de la sociedad egipcia de una serie de mitos genéticos y religiosos que se repiten en el ámbito mediterráneo, por no decir en el mundo entero.

Lo más triste de toda esta milonga, en todo caso, es el hecho de que esta sarta de teorías, digamos, no exentas de cierto folklorismo, haya merecido un cum laude por parte de una universidad española. Es más que posible que alguno, si no todos, de los miembros del tribunal que han concedido dicha calificación luego salgan a la calle con una camiseta verde pidiendo una enseñanza de calidad. Pero ellos, pidiendo eso, son un oxímoron con pies. Porque una universidad que de tal se precie no puede dar cabida a este tipo de desarrollos intelectuales. Es más: el detalle es una demostración de que la enseñanza de calidad no es, desde luego, un problema de dinero. Porque si el dinero se gasta en pagarle el sueldo a un pollas para que dé clase. más que invertir en enseñanza de calidad, lo que sirve es para ampliar el pudridero.

No puedo confirmar plenamente las noticias que llegan de que las próximas tesis doctorales que juzgará la universidad española estén dedicadas a demostrar:

Que Jenofonte se llamaba, en realidad, Jenaro Fontenova, y era de Madrigal de las Altas Torres.

Que Lluis Companys era descendiente directo de una dinastía ostrogoda emparentada con Zoroastro, escondida durante siglos en los sótanos de una posada de Ametlla del Mar, donde al parecer aprendieron el catalán.

Que el número 3 es la representación simbólica de las trompas de Falopio de Santa Ana.

... y que la mediana estadística del número de toques de balón que hace la Roja por partido, dividido por la magnitud gnóstica representada por el número de pliegues de la túnica del rey David del pórtico de Platerías de la Catedral de Santiago, resulta ser un múltiplo aproximado de la proporción áurea que, dividido por el número de polvos que se estima echó Felipe V, demuestra fehacientemente que el pico Aneto estuvo una vez situado en las coordenadas aproximadas donde hoy está la villa de Nightmute, Alaska.

lunes, junio 04, 2012

Fra Girolamo (2)

En efecto; con su gesto de entrar en el convento dominico, Girolamo Savonarola creía haber ingresado en un cotolengo de pureza divina y, sin embargo, se encontró con una prolongación del mundo externo del que huía. Sus superiores no se preocupaban de rezar y santificar sus actos, sino de incrementar, en la medida de lo posible, la riqueza e influencia conventuales. Él creía que encontraría santos en vida en los claustros de la casa de Dios; pero los únicos santos eran los que vivían en los libros. Como respuesta, incrementó, todavía más, su austeridad e inmolación. En un mundo como el renacentista, que tendía a superar exageraciones ascéticas como la de los monjes y monjas medievales que dormían sobre el ataúd en el que algún día dormirían su sueño eterno, poco a poco, su extrema austeridad y autocrueldad le ganó fama de santo.