miércoles, marzo 04, 2015

Richelieu (1: la forja de una voluntad)

El prior de la abadía de Saint Florent de Saumur, padre Hardy Gillot, probablemente comentó con sus compañeros de rezos que aquel alumno delgado de menos de diez años nunca llegaría a nada. El joven Armand-Jean du Plessis, en efecto, era de esos niños que, en el siglo XVII o antes, parecían nacidos para morir jóvenes. A pesar de ser de una familia de la nobleza menor, lo cual le garantizaba ciertos cuidados, lo común de sus fiebres, y lo discapacitado que lo dejaban, hacía pensar a muchas personas, tal vez con la única excepción de él mismo, que su vida iba a ser corta. Y, sin embargo, verdaderamente, como el propio Du Plessis tendría ocasión de decir y escribir muchas veces a lo largo de su vida, Dios escribe con renglones torcidos. Nadie se habría creído, jamás, que a aquel niño enfermizo le estaba reservado el destino de ser, tal vez, el mayor estadista, en el sentido de hombre de Estado, de la Historia de Francia. De alguna manera, el inventor de Francia tal y como la conocemos nosotros.

lunes, marzo 02, 2015

Nacht der langen Messer (y 13: la justificación)

Te recuerdo que antes de seguir leyendo te hemos recomendado que pases por una cabina de descompresión y te hemos contado el cabreo de Hindenburg que lo comenzó todo. Asimismo, te hemos contado el discurso de Von Papen en Marburgo, y la que montó. El relato siguió contando cómo Hitler decidió comenzar a apaciguar a las SA, y cómo Röhm se la metió doblada. Como consecuencia de todo esto, Göbels pasó a la ofensiva y se acojonó a partes iguales.

Acto seguido, te hemos contado una crucial conversación entre Hitler y el general Von Blomberg. Después ha llegado el tiempo de contarte cómo Hitler comenzó a tascar el freno, y la que se montó en Kitzingen. Después hemos pasado a contarte el secuestro de Edgar Julius Jung, y la vergonzosa reacción de su jefe.

El relato ha continuado explicándote cómo Hitler organizó la tangana desde una terraza al borde del Rhin (mientras Göbels andaba por ahí). En ésas, Hitler llega a Munich y desenfunda el cuchillo de capar. En Berlín se lía leoparda y la casca un montón de peña.


El día 2 de julio, un comunicado público del gobierno alemán informaba de que la operación que ahora conocemos como Noche de los Cuchillos Largos había terminado. Al dar esa información, no se aportó ninguna otra lista de víctimas distinta de la que ya habían publicado los periódicos el día 1, y que era notablemente limitada. En realidad, de la NCL cabe preguntarse, con cierta base, si alguna vez alguien llegó a tener toda la información sobre sus víctimas. Es posible que ni siquiera Hitler la tuviera.

La única persona que disfrutó la deferencia de que su muerte fuese reconocida fue Ernst Röhm, cuya ejecución, si bien no admitida, sí fue suficientemente sugerida en la nota del día 2.