viernes, marzo 24, 2023

El otro Napoleón (12): Emperador, como mi tito

 Introducción/1848
Elecciones
Trump no fue el primero
Qué cosa más jodida es el Ejército
Necesitamos un presidente
Un presidente solo
La cuestión romana
El Parlamento, mi peor enemigo
Camino del 2 de diciembre
La promesa incumplida
Consulado 2.0
Emperador, como mi tito
Todo por una entrepierna
Los Santos Lugares
La precipitación
Empantanados en Sebastopol
La insoportable levedad austríaca
¡Chúpate esa, Congreso de Viena!
Haussmann, el orgulloso lacayo
La ruptura del eje franco-inglés
Italia
La entrevista de Plombières
Pidiendo pista
Primero la paz, luego la guerra
Magenta y Solferino
Vuelta a casa
Quién puede fiarse de un francés
De chinos, y de libaneses
Fate, ma fate presto
La cuestión romana (again)
La última oportunidad de no ser marxista
La oposición creciente
El largo camino a San Luis de Potosí
Argelia
Las cuestiones polaca y de los duques
Los otros roces franco-germanos
Sadowa
Macroneando
La filtración
El destino de Maximiliano
El emperador liberal y bocachancla
La Expo
Totus tuus
La reforma-no-reforma
Acorralado
Liberal a duras penas
La muerte de Víctor Noir
El problemilla de Leopold Stephan Karl Anton Gustav Eduardo Tassilo Fürst von Hohenzollern.Sigmarinen
La guerra, la paz; la paz, la guerra
El poder de la Prensa, siempre manipulada
En guerra
La cumbre de la desorganización francesa
Horas tristes
El emperador ya no manda
Oportunidades perdidas
Medidas desesperadas
El fin
El final de un apellido histórico
Todo terminó en Sudáfrica 



Exactamente igual que los diputados, todo funcionario público tenía la obligación de jurar fidelidad al presidente. Esta norma causó una cascada de protestas en la universidad, donde fueron muchos los catedráticos, decanos y rectores que dimitieron para no tener que prestar dicho juramento. Pero eso no parará a Fortoul, el ministro de Instrucción Pública. Mediante decreto, obliga a los profesores de facultad a someter a aprobación sus planes de estudio y de clase. De hecho, el ministro, que tenía un porte y una filosofía híper conservadora, llegó al punto de prohibirle a los profesores llevar barba, por considerarlo propio de personas revolucionarias.

miércoles, marzo 22, 2023

El otro Napoleón (11): Consulado 2.0

 Introducción/1848
Elecciones
Trump no fue el primero
Qué cosa más jodida es el Ejército
Necesitamos un presidente
Un presidente solo
La cuestión romana
El Parlamento, mi peor enemigo
Camino del 2 de diciembre
La promesa incumplida
Consulado 2.0
Emperador, como mi tito
Todo por una entrepierna
Los Santos Lugares
La precipitación
Empantanados en Sebastopol
La insoportable levedad austríaca
¡Chúpate esa, Congreso de Viena!
Haussmann, el orgulloso lacayo
La ruptura del eje franco-inglés
Italia
La entrevista de Plombières
Pidiendo pista
Primero la paz, luego la guerra
Magenta y Solferino
Vuelta a casa
Quién puede fiarse de un francés
De chinos, y de libaneses
Fate, ma fate presto
La cuestión romana (again)
La última oportunidad de no ser marxista
La oposición creciente
El largo camino a San Luis de Potosí
Argelia
Las cuestiones polaca y de los duques
Los otros roces franco-germanos
Sadowa
Macroneando
La filtración
El destino de Maximiliano
El emperador liberal y bocachancla
La Expo
Totus tuus
La reforma-no-reforma
Acorralado
Liberal a duras penas
La muerte de Víctor Noir
El problemilla de Leopold Stephan Karl Anton Gustav Eduardo Tassilo Fürst von Hohenzollern.Sigmarinen
La guerra, la paz; la paz, la guerra
El poder de la Prensa, siempre manipulada
En guerra
La cumbre de la desorganización francesa
Horas tristes
El emperador ya no manda
Oportunidades perdidas
Medidas desesperadas
El fin
El final de un apellido histórico
Todo terminó en Sudáfrica 



Mientras estos sucesos luctuosos están ocurriendo, en otras zonas no muy lejanas de la ciudad están pasando otras cosas. En el barrio del Templo, uno de los bastiones de la izquierda en París, los diputados republicanos están tratando de unirse y tomar contacto entre ellos; de la partida es, por ejemplo, Víctor Hugo. Al principio apenas consiguen movilizar a la gente; pero conforme se va conociendo la noticia de la muerte de Baudin bajo las balas del Ejército, los ánimos se encrespan y se produce el ya tradicional, e inquietante, traslado, en realidad invasión, de las personas vestidas con blusa (los obreros) hacia el centro de la ciudad. En los bulevares se grita en favor de la República y en contra de Napoleón. Diversas tropas tratan de dispersar a los manifestantes.

lunes, marzo 20, 2023

El otro Napoleón (10): La promesa incumplida

 Introducción/1848
Elecciones
Trump no fue el primero
Qué cosa más jodida es el Ejército
Necesitamos un presidente
Un presidente solo
La cuestión romana
El Parlamento, mi peor enemigo
Camino del 2 de diciembre
La promesa incumplida
Consulado 2.0
Emperador, como mi tito
Todo por una entrepierna
Los Santos Lugares
La precipitación
Empantanados en Sebastopol
La insoportable levedad austríaca
¡Chúpate esa, Congreso de Viena!
Haussmann, el orgulloso lacayo
La ruptura del eje franco-inglés
Italia
La entrevista de Plombières
Pidiendo pista
Primero la paz, luego la guerra
Magenta y Solferino
Vuelta a casa
Quién puede fiarse de un francés
De chinos, y de libaneses
Fate, ma fate presto
La cuestión romana (again)
La última oportunidad de no ser marxista
La oposición creciente
El largo camino a San Luis de Potosí
Argelia
Las cuestiones polaca y de los duques
Los otros roces franco-germanos
Sadowa
Macroneando
La filtración
El destino de Maximiliano
El emperador liberal y bocachancla
La Expo
Totus tuus
La reforma-no-reforma
Acorralado
Liberal a duras penas
La muerte de Víctor Noir
El problemilla de Leopold Stephan Karl Anton Gustav Eduardo Tassilo Fürst von Hohenzollern.Sigmarinen
La guerra, la paz; la paz, la guerra
El poder de la Prensa, siempre manipulada
En guerra
La cumbre de la desorganización francesa
Horas tristes
El emperador ya no manda
Oportunidades perdidas
Medidas desesperadas
El fin
El final de un apellido histórico
Todo terminó en Sudáfrica 


El presidente Luis Napoleón acudió aquella tarde a la ópera cómica, pero a las diez de la noche, cuando todavía el espectáculo estaba produciéndose, lo abandonó para reunirse con su gobierno y con Maupas. A estos dos actores se les unieron rápidamente Mocquard, Morny, Persigny, Saint-Arnaud y el oficial de día, Charles Alphonse Aimé Alexandre Yvelin de Béville. Napoleón abre una carpeta donde ha escrito la palabra “Rubicón”. Ahí guarda el texto del decreto de disolución de la Asamblea y las llamadas al Ejército y al pueblo. De la discusión que se sigue, el presidente saca probablemente la conclusión de que quien tiene la cabeza más fría en ese momento es De Morny, así pues le encarga la coordinación del movimiento que, le asegura Morny, se producirá sin violencia ni derramamiento de sangre. Morny debe empezar por dar un golpe dentro del golpe, puesto que tiene que tomar el control del Ministerio del Interior y sustituir a Thorigny, a quien todos consideran demasiado blando para la misión. Por su parte, a Béville se le encarga llevar los textos de las proclamas a la Imprenta Nacional, donde deberá supervisar su impresión con el mayor de los secretos. Por último, responsabilidad de Maupas será detener, con las primeras luces del día, a 16 miembros de la Asamblea que son los considerados como principales elementos de la misma: Thiers; Édouard-Léon Roger du Nord, conde de Roger du Nord; Baze, uno de los firmantes de la petición del 17 de noviembre; siete diputados montagnards; y los generales Changarnier, Lamoricière, Cavaignac, Le Flô y Bedeau, más el coronel Charras. Hay que decir que Saint-Arnaud se declaró contrario a estos arrestos, pero Morny los consideraba fundamentales para el éxito de un movimiento sin violencia. También hay que decir que, cuando la policía se despliegue, habrá más de sesenta detenciones más, entre periodistas y miembros de clubs revolucionarios y sociedades más o menos secretas.