viernes, junio 27, 2025

Viet Nam antes de Viet Nam (43): Si los Charlies quieren pelea, la tendrán




Las primeras relaciones
Reyes y revoluciones
Nunca te fíes de un francés
Nguyen Ai Doc
Tambores de guerra
El tsunami japonés
Grandeza y miseria de la Kempeitai
El Viet Minh
Los franceses hacen lo que mejor saben hacer (no definirse)
Dang vi qui, o sea, naniyori mo hitobito
El palo y la zanahoria comunistas
Puchimones contra podemitas
Aliados a pelo puta
Franceses y comunistas chapotean para no ahogarse
Vietnamitas listos + británicos estúpidos + periodistas gilipollas = muertos a decenas
Si tu ne voulais pas de bouillon, voici deux tasses
Francés busca indochino razonable
Los problemas del comunismo que se muestra demasiado comunista
Echa el freno, Madaleno
El factor chino
El factor USA
El problema de las tres mareas
Orchestal manoeuvres in the dark
O pacto, o guerra
El acuerdo de 6 de marzo
Buen rollito por cojones
El Plan Cédiletxe
No nos queremos entender
Dalat
Las inquietudes y las prisas del almirante D’Argenlieu
Calma tensa
La amenaza nacionalista
Fontainebleau bien vale unos chinos
Francia está a otras cosas
Memorial de desencuentros
Maniobras orquestales en la oscuridad (sí, otra vez)
El punto más bajo de la carrera de Ho Chi Minh
Marchemos todos, yo el primero, por la senda dictatorial
El doctor Trinh, ese pringao
D’Argenlieu recibe una patada en el culo de De Gaulle
Allez les bleus des boules!
París no se entera
Si los Charlies quieren pelea, la tendrán
Give the people what they want
Todas las manos todas, amigo vietnamita
No hay mus
El comunista le come la tostada al emperador
El momento del general Xuan
Conditio sine qua non con un francés: cobra siempre por adelantado
La ocasión perdida
El elefante chino entró en la cacharrería 

  

 


La crisis que estaba a punto de desplegarse en Hanoi no pillaba a los franceses precisamente en su mejor momento. Ya hemos visto la inestabilidad provocada por los dimes y diretes políticos en París. Todo esto tenía una réplica muy importante en la larga provisionalidad del Alto Comisariado francés para el Tonkin y el Annam del Norte (en Conchinchina, como sabemos, era alto comisario Thierry D'Argenlieu). El alto comisario del norte era Sainteny. Pero Sainteny, en parte por auténticos problemas de salud, en parte porque estaba hasta los huevos de su cargo, se había quitado de en medio, y había sido sustituido desde junio por tres comisarios militares: Valluy, Crépin y Morlière. El ministro Moutet, que se barruntaba que para aquellos tiempos necesitaba lo mejor y más experimentado, le estuvo comiendo la oreja para que retomase un puesto que Sainteny, claramente, ya no quería. El 10 de noviembre, consiguió que cediese, aunque no muy convencido.

Recién recuperadas sus funciones, Sainteny se aprestó a ir a Hanoi. Pero el general Valluy terció para convencerlo de que lo que debía de hacer era ir a Hai Phong, a resolver el problema de allí. Ladino, el general, además, no le refirió al alto comisario el tema del ultimátum que iba a lanzar Morlière, para así darle tiempo a declararlo.

Valluy, sin embargo, no había contado con que el tema del ultimátum, donde iba a crear grandes consecuencias, era precisamente en Hanoi. La mayor parte de los residentes de la capital llegó a la conclusión, lógica por otra parte, de que sólo era cuestión de tiempo que los ataques de Hai Phong se reprodujesen en la ciudad. Por lo tanto, comenzó un exilio masivo de la ciudad, mientras que los que se quedaban procedieron a encastillarse. Los franceses se aplicaron a explicarle a los vietnamitas que no tenían nada que temer; pero, claro, diciendo las cosas que estaban diciendo en sus ultimátum, y teniendo en cuenta que eran franceses, la cosa no estaba como para creerles. El gobierno vietnamita, convencido de que estaba a punto de producirse un golpe de fuerza colonial, tampoco colaboraba para que al personal le bajase la asistólica.

En medio de todo este merdé, alguien le filtró a los vietnamitas, que asimismo se la filtraron a la Prensa, una circular interna del general Valluy a sus tropas, datada el 10 de abril de aquel mismo año. Era un documento en el que el general afirmaba cosas como “podemos ser atacados de un momento a otro”. Y se autorizaba a que determinados efectivos militares actuasen de incógnito con el objetivo de “neutralizar discretamente a los jefes y personas que se considere de interés”. El documento, por lo tanto, era la demostración escrita de que los franceses nunca habían jugado limpio con los vietnamitas en la cogestión del Tonkin. Que, como era cosa ya sabida, habían firmado el acuerdo del 6 de marzo siendo su otra alternativa enfrentarse militarmente a la población; pero, como se demostraba ahora, incluso con posterioridad a dicho acuerdo habían seguido creyendo en la idea de una guerra en Viet Nam.

Los más políticos dentro del Viet Minh: Ho, Giam, Nam, querían mantener las cabezas frías tras estas revelaciones y usarlas para desacreditar a las autoridades francesas en Viet Nam ante las opiniones públicas mundial y francesa. Sin embargo, otros, fundamentalmente Giap, presionaban con la idea de que los franceses tenían claramente esa estrategia y que, por lo tanto, lo que había que hacer era golpearlos primero.

El 28 de noviembre, Ho Chi Minh hizo una llamada a la calma. Pero en ese momento el movimiento comunista vietnamita era algo así como un gobierno de Pedro Sánchez: había que coleccionar sus diferentes notas de prensa para entender lo que se cocía dentro; porque lo cierto es que, el mismo día en que el supremo líder decía eso de que “tranquilo, Nguyen, tranquilo”, el Comité Ejecutivo del mismo Viet Minh lanzó un comunicado en el que decía que todo vietnamita tenía derecho a organizar su defensa.

Así las cosas, la gran esperanza blanca, nunca mejor dicho, del gobierno vietnamita era la llegada próxima de Sainteny. Es decir, fiaban la resolución de la crisis a un tipo que estaba cansado, estaba hasta los huevos, volvía tan sólo porque le habían puesto una pistola en el pecho y, además, había sido claramente sobrepasado por la logia conchinchina.

Sainteny llegó a Hanoi el 2 de diciembre. Lo hizo después de haber discutido agriamente con Valluy y haberle dicho que en ningún caso pensaba ir a Saigón. En el aeropuerto de la ciudad estaba Giap para recibirlo y, si no estaba Ho Chi Minh en persona, era porque estaba enfermo. A pesar de dicha enfermedad, sin embargo, Ho le envió un mensaje invitándole a visitarle el mismo día 3, a eso de las cinco de la tarde.

La entrevista era urgente y, por eso, se celebró en las condiciones que lo hizo. Ho estaba afiebrado y machacado por su enfermedad. El líder vietnamita hizo todo lo posible por mostrarse flexible. Por ejemplo, allí mismo abatió uno de los vetos que venían afirmando los vietnamitas de semanas atrás, y le dijo a Sainteny que permitiría que la central eléctrica que abastecía a la capital fuese vigilada por un destacamento mixto franco-vietnamita.

Lo que ni Ho ni Sainteny podían evitar era que el francés se encontrase seriamente constreñido por los términos de un ultimátum que ya estaba sobre la mesa y que contaba con el OK de París. Los vietnamitas, para poder quedar adecuadamente bien con su gente, necesitaban que se recuperasen las condiciones de antes del 20 de noviembre; pero eso era ya totalmente imposible para Francia; las posiciones ganadas por el ejército francés habían costado un gran esfuerzo, en vidas incluso; y ahora no serían devueltas fácilmente.

En esos días, Sainteny concedió una entrevista periodística en la que dejó bien clara su situación, y lo limitado de sus opciones. Dijo bien claro que si alguien estaba pensando en un replanteamiento de la situación ocurrida en Viet Nam, debería ser consciente de que eso sólo podía llegar de París. Eso sí, decía que Francia no tenía intención de permanecer como la dueña de Hai Phong. Que entendía que era bueno que la situación retornase a antes del 20 de noviembre; pero, al mismo tiempo, recalcaba, ésa era una decisión que tendría que tomar “el gobierno de Francia”.

Concordando con estos mensajes, el 6 de diciembre Ho Chi Minh realizó una alocución radiada en la que hizo un llamamiento a la Asamblea Nacional francesa para que, “en nombre de los intereses supremos de nuestros dos pueblos, den la orden a las autoridades francesas en el Viet Nam de restablecer en Hai Phong y Langson la situación anterior al 20 de noviembre, mediante la aplicación del modus vivendi de 14 de septiembre”.

Este mensaje de Ho estaba muy influido por un hecho que había ocurrido el día anterior, y que había sorprendido muy desagradablemente al Viet Minh: el desembarco en Da Nang de 700 legionarios. El señor Nam protestó vivamente por esta movida el día 7, mientras que unidades vietnamitas se concentraban alrededor del aeródromo local; el 14 ocuparon la carretera entre Da Nang y Hue. Lo más grave, en todo caso, fue que la violencia llegó a Hanoi, y tuvo como lógicos objetivos a los franceses residentes en la ciudad. Varios fueron incluso asesinados.

Da toda la sensación de que en la primera semana de diciembre, dentro del Viet Minh, los halcones de Vo Nguyen Giap ganaron la partida con su teoría de la agresión preventiva. El día 7, de hecho, Giap envió una circular interna a todos los mandos en la que les conminaba a tener todos los preparativos hechos para este tipo de acción el día 12. Los vietnamitas considerados francófilos o incluso tibios comenzaron a desfilar camino de los calabozos.

El 10 de diciembre tenía señalada fecha de reunión el Comité Central de los Funcionarios para la Salud de la Patria. Allí, uno de los dirigentes del Dang Chu (Partido Democrático), Hoang Van Duc, intervino, en medio de una sesión muy acalorada, intentando explicar que se había visto con Ho Chi Minh, y que el líder había recomendado prudencia (Duc se convertiría en uno de los mayores activistas por la democracia en Viet Nam; murió en 1996). Que aquello era muy gordo y afectaría a la vida de muchas personas y que, en consecuencia, y al contrario de lo que muchos estaban reivindicando, no se podía decir cuándo podría producirse el levantamiento.

Al día siguiente, hubo consejo de ministros del Viet Minh. Tanto Giap como Giam presentaron sendos informes sobre las entrevistas que habían tenido con Sainteny. Aparentemente, en ambos casos habían abundado las sonrisas y el té de calidad; pero acuerdos, acuerdos, lo que se dice acuerdos, no había habido ninguno. A esta improductividad vino a unirse la noticia de que Bidault se había reunido en París con D'Argenlieu, y que el almirante regresaba a Indochina con nuevas instrucciones. Los vietnamitas, sabiamente, no esperaban nada bueno de aquella novedad.

En los barrios vietnamitas, la guerrilla urbana comenzó a prepararse. Prestando pocos oídos a la sostenibilidad y la resiliencia, los vecinos derribaron los árboles urbanos, y los cruzaron en las calles. Se establecieron líneas específicas de comunicación entre casas designadas. Mientras tanto, la policía procedía a arrestar a decenas de militantes del VNQDD; el típico poyaque comunista.

Ho Chi Minh y los moderados, sin embargo, pronto tuvieron una baza que jugar: Leon Blum. Como bien sabemos, Blum se puso a trabajar en el tema indochino nada más acceder a la condición de primer ministro; sus intenciones se conocieron en Viet Nam el día 10 de diciembre (es decir, si hemos de creer a la circular de Giap, 48 horas antes de que se liara) a través de informaciones publicadas en Le Populaire.

Ho Chi Minh reaccionó. El día 15 de diciembre le envió un mensaje al primer ministro Blum en la que le hacía varias propuestas: en primer lugar, las autoridades vietnamitas invitarían a la población a regresar a sus lugares de residencia; al mismo tiempo, tropas francesas y vietnamitas regresarían a las posiciones anteriores al 20 de noviembre en Hai Phong y Langson; los franceses deberían retirar los refuerzos enviados a Da Nang, y cesarían en las operaciones militares en Conchinchina y en el Annam meridional. En tercer y último lugar, ambas partes pondrían a funcionar sin dilación los órganos previstos en el modus vivendi.

De nuevo, sin embargo, hay que entender que Ho no podía enviar ningún telegrama a París. Se lo mandaba al alto comisario del Tonkin, que debía remitirlo al alto comisario de Conchinchina, que es quien lo enviaba a París. En la práctica, esto significa que la carta a los Reyes Magos de Ho Chi Minh acabó en manos de Leon Pignon, quien, con los preparativos de la Navidad en casa y todo eso, no envió el cablegrama hasta que hubo pasado Papá Noel: el día 26. Para entonces, Ho Chi Minh tenía un cabreo de mil demonios de que el señor primer ministro francés ni siquiera hubiese acusado recibo de su envío.

El 17 de diciembre, hubo minicumbre francesa en Hai Phong: allí se desplazaron desde Hanoi Sainteny y Morlière, mientras que Valluy hacía lo propio desde Saigón. Sainteny se encontró con un Valluy que estaba muy lejos de defender la moderación. De hecho, le espetó: Les Nhacs veulent la bagarre? Ils l'auront! (¿Los Charlies quieren pelea? Pues la tendrán).

Aquel mismo día, además, un camión de avituallamiento del ejército francés fue atacado en la avenida Jean Soler de Hanoi por un grupo del Tu Ve. El conductor y los dos soldados que lo acompañaban fueron salvajemente masacrados. En cuanto fue conocedor del suceso, Sainteny ordenó que el puesto vietnamita cercano al lugar fuese atacado y limpiado de soldados, y que se procediese a una operación contra los muchos francotiradores que había en los edificios de la avenida. El resultado de la operación de respuesta fueron quince vietnamitas muertos y varias casas, que se consideraron especialmente importantes como apoyo a la operación, arrasadas hasta el cimiento e incendiadas.

Poco tiempo después, en la central eléctrica, que recordaréis recién se había acordado que fuese vigilada por franceses y vietnamitas conjuntamente, un centinela francés disparó y mató por error a un vietnamita y, automáticamente, los trabajadores locales fueron a la huelga. Hanoi se quedó como gestionada por Red Eléctrica: sin electricidad varias horas hasta que negociaciones de buena voluntad lanzadas por los franceses alcanzaron un acuerdo.

El día 18, la situación fue a peor. El día 12, un paracaidista SAS francés había sido asesinado en el barrio vietnamita. Ese día, un centenar de sus compañeros entró en el área para recuperar su cadáver. Esto provocó una rebelión inmediata que, rápidamente, se extendió por todo el centro de la ciudad. El mando francés dio la orden de tomar la sede del Ministerio de Finanzas, que consideraba central en la rebelión. Los vietnamitas respondieron levantando unas barricadas que, por mucho que Sainteny exigió fuesen levantadas, allí se quedaron. La situación no podía seguir así por mucho tiempo para los franceses, puesto que las barricadas suponían que el barrio francés de Hanoi quedaba aislado y bloqueado. Por ello, a Sainteny no le quedó otra que sacar a la calle los bulldozers escoltados por blindados.

La noticia de que los franceses estaban “repitiendo lo de Hai Phong” llegó a muchos vietnamitas casi al mismo tiempo que la del regreso a Indochina de D'Argenlieu. Parece que muchos Viet Minh habían confiado en que el almirante no regresaría de París y, de hecho, habían interpretado en ese sentido el regreso de Sainteny. El día 19, las tropas vietnamitas fueron avisadas de que deberían lanzar su ataque aquella misma tarde, una vez que, en la central eléctrica, se hubiese dejado la ciudad a oscuras. Giap había concentrado 10.000 hombres en el área de Hanoi. Los Tu Ve tenían la responsabilidad de ir a por los civiles franceses. Pero nadie sabía a qué hora comenzaría la ensalada.

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