Las primeras relaciones
Reyes y revoluciones
Nunca te fíes de un francés
Nguyen Ai Doc
Tambores de guerra
El tsunami japonés
Grandeza y miseria de la Kempeitai
El Viet Minh
Los franceses hacen lo que mejor saben hacer (no definirse)
Dang vi qui, o sea, naniyori mo hitobito
El palo y la zanahoria comunistas
Puchimones contra podemitas
Aliados a pelo puta
Franceses y comunistas chapotean para no ahogarse
Vietnamitas listos + británicos estúpidos + periodistas gilipollas = muertos a decenas
Si tu ne voulais pas de bouillon, voici deux tasses
Francés busca indochino razonable
Los problemas del comunismo que se muestra demasiado comunista
Echa el freno, Madaleno
El factor chino
El factor USA
El problema de las tres mareas
Orchestal manoeuvres in the dark
O pacto, o guerra
El acuerdo de 6 de marzo
Buen rollito por cojones
El Plan Cédiletxe
No nos queremos entender
Dalat
Las inquietudes y las prisas del almirante D’Argenlieu
Calma tensa
La amenaza nacionalista
Fontainebleau bien vale unos chinos
Francia está a otras cosas
Memorial de desencuentros
Maniobras orquestales en la oscuridad (sí, otra vez)
El punto más bajo de la carrera de Ho Chi Minh
Marchemos todos, yo el primero, por la senda dictatorial
El doctor Trinh, ese pringao
D’Argenlieu recibe una patada en el culo de De Gaulle
Allez les bleus des boules!
París no se entera
Si los Charlies quieren pelea, la tendrán
Give the people what they want
Todas las manos todas, amigo vietnamita
No hay mus
El comunista le come la tostada al emperador
El momento del general Xuan
Conditio sine qua non con un francés: cobra siempre por adelantado
La ocasión perdida
El elefante chino entró en la cacharrería
Al alba del día 20 de noviembre, el mando de la Seguridad Naval francesa de Hai Phong, que había recibido el soplo de que un chino estaba descargando combustible de contrabando usando una chalupa, fue informado de que el citado chino estaba en la dársena de Bonnal, en el extremo sur del distrito chino de la ciudad.
En toda la operación, las fuerzas aduaneras vietnamitas hicieron todo lo que pudieron para obstaculizar a los franceses. El landing craft enviado por los mismos, a pesar de ello, logró interceptar la chalupa y colocarla a su remolque. Sin embargo, cuando estaba procediendo a su transporte, de un puesto de los Tu Ve comenzaron a dispararles. La tripulación respondió al ataque. Nada más sonar los disparos, del barrio chino surgieron un centenar de vietnamitas armados que, lógicamente, se impusieron a la exigua tripulación de la embarcación francesa (tres militares) y les hicieron prisioneros. Los vietnamitas, por lo demás, también dispararon sobre otros franceses militares que estaban en el mercado cercano con un camión, avituallándose. Los tres soldados del camión, dos de ellos heridos, fueron también detenidos.
El coronel Pedro Luis Debès, como primera medida tras ser informado, envió a la zona del conflicto a un destacamento blindado, con la misión de recuperar el camión y su carga, que habían quedado abandonados. Su marcha fue hostigada con disparos que los franceses contestaron. Cuando llegaron al mercado, los vietnamitas que tenían a los tres soldados del camión todavía estaban allí con ellos, por lo que el destacamento enviado por Debès logró liberar a sus compatriotas. Pero para entonces, la ensalada era ya general en toda la ciudad, y los vietnamitas habían levantado barricadas urbanas por doquier.
A las 11 de la mañana, con la ciudad convertida en un Mayo francés, el órgano de enlace entre franceses y vietnamitas previsto en los acuerdos se reunió de urgencia. Se decidió la inmediata liberación de los tres franceses que permanecían presos de los vietnamitas, y cierta relajación y mayor tranquilidad se apoderó de la ciudad. Sin embargo, Debès exigió un regreso total de la normalidad, es decir, que para las dos de la tarde hubiese desaparecido la última barricada de la ciudad. Los vietnamitas aceptaron.
Aunque algún esfuerzo por cumplir la orden se hizo, al llegar las dos de la tarde, en el barrio chino seguían algunas barricadas. Debès, en lugar de protestar y esperar a ver si se cumplían definitivamente sus peticiones, decidió enviar a un bulldozer al barrio, protegido por blindados, para que se las llevase por delante. Los vietnamitas los recibieron a tiros y, como los franceses respondiesen, les comenzaron a lanzar obuses. A las tres de la tarde, la situación era de batalla campal.
En una situación de guerra, Debès sacó el catón. Es evidentemente que, en ese punto, lo fundamental es proteger las posiciones propias y ganar las de mayor ventaja. En tal sentido, ordenó a sus tropas que limpiasen literalmente el quartier français de puestos vietnamitas y, consiguientemente, limpiar el barrio europeo de asiáticos; y, por otra parte, tomar la posición del teatro de Hai Phong, estratégica para poder dominar el casco urbano. A las cuatro de la tarde, el comandante Camoin, que era jefe de la misión conjunto franco-vietnamita, fue muerto precisamente en la posición del teatro; dos horas después, los franceses la asaltaron. Como Debès había previsto, desde el momento en que esa posición estuvo consolidada, la capacidad de los franceses se incrementó, y los vietnamitas comenzaron a perder momento.
Obviamente, la noticia fue llegando a lo largo de la mañana y primera tarde a Hanoi. A las cuatro de la tarde, el general Morlière se presentó ante el gobierno vietnamita y exigió que tomase las medidas necesarias para bajar el suflé. El coronel Pierre-Jules Lami, director de asuntos diplomáticos y administrativos del Comisariado de la República, se reunió con un tal Nam, miembro de la comisión conjunta (seudónimo; en realidad, parece ser que se llamaba Phan Ke Toan; pero esta filiación sólo se produce en un caso: el libro de Jean Lacouture, La guerre d'Indochine: 1946-1954; el resto de las veces, se lo cita únicamente como el señor Nam. Si era Phan Ke, era un auténtico peso pesado en el Viet Minh, lo que explica su nivel de interlocución con los franceses); ambos interlocutores habían llegado a un acuerdo a las cinco de la tarde. El acuerdo preveía el alto en fuego inmediato y la devolución de franceses y vietnamitas capturados por ambas partes, junto con el regreso de cada mochuelo a su olivo. La comisión, por otra parte, decidió reunirse de nuevo al día siguiente, ya en Hai Phong. Miembros de la comisión por parte francesa eran Lami y Jean-Marie Herckel, comandante de las fuerzas francesas en Hanoi; junto con el comandante Fonde, que dirigía la representación francesa en las comisiones con los vietnamitas, y un tal Copi (que, aunque entonces vivía en Hanoi, me cuesta creer que fuese Jean-Baptiste Capron, artista que había adoptado el seudónimo Copi). Esta delegación francesa tardó en llegar a Hai Phong; no lo hizo hasta el 21 por la mañana. Se encontraron a un coronel Debès cada vez más escéptico, pues consideraba que los vietnamitas eran una patota caótica con la que no se podían alcanzar acuerdos formales, porque los romperían. Y aunque el bueno del coronel, en parte, no era sino un colonialista rancio que no entendía los tiempos, la cosa es que no le faltaba parte de razón. A Nam y el resto de los negociadores vietnamitas de Hanoi les costó dos horas de vellón poder entrar en el corazón de la resistencia de Hai Phong y hablar con sus coordinadores y jefes. No sólo eso, sino que tuvieron que ir personalmente a los puestos vietnamitas a dar la orden de que cesase el fuego. Aún así, de la parte de los mandos locales existía una resistencia bastante palpable.
La comisión se reunió a mediodía del 21. Para entonces, ya casi no había tiroteos en la ciudad. A las cinco menos cuarto de la tarde, se llegó a un acuerdo, conocido como el acuerdo Herckel-Nam. Según este acuerdo, ambas partes se comprometían a no hacer uso de las armas de fuego; retirada de los blindados franceses; y reducción al mínimo de la circulación nocturna.
Este acuerdo, en todo caso, dependía fuertemente de la neutralización de la zona cero del combate. Además, para hacer que la estabilidad fuese más permanente, se acordó que los barrios franceses serían vigilados por franceses, los vietnamitas por vietnamitas, mientras que el barrio chino sería neutralizado. El Teatro Municipal, puesto fundamental porque se encontraba un poco en el crucero de estas tres zonas, permanecería en manos de los franceses. A pesar de haberse alcanzado el acuerdo, el señor Nam se declaró personalmente escandalizado de la propuesta francesa de que los puestos vietnamitas desapareciesen del barrio colonial. Quizá tratando de dejar clara su distancia respecto de algunas de las previsiones del pacto, Nam abandonó Hai Phong el mismo día 22. Al vietnamita no le faltaba razón. Sobre la mesa, ahora, quedaban dos acuerdos: el primero, que podemos llamar acuerdo Lami-Nam, algo más etéreo y, podría decirse, positivo para los vietnamitas; y el acuerdo Herckel-Nam, que era más limitado y exigente. Quedaba la incógnita de a cuál de los dos se arrimaría Debès en el día a día de los franceses en Hai Phong. Aunque, como veréis, dicha incógnita quedará resuelta a la francesa: ni uno, ni otro.
Lo cierto es que en Hanoi todo el mundo respiró tranquilo con la solución del conflicto de Hai Phong. En la tarde del día 20, Georges-Albert Lacharrière fue invitado a cenar en casa de Ho Chi Minh. Ambos interlocutores estuvieron de acuerdo en que sería una buena idea celebrar una reunión conjunta en Hanoi de la Comisión Mixta de Aduanas y Comercio Exterior.
Lacharrière evacuó la consulta sobre esta posible reunión a Saigón, probablemente pensando que sería una mera formalidad. En la mañana del 22 de noviembre, el general Valluy, que en este tema estaba más que probablemente dominado por Pignon, conminó a Lacharrière a no aceptar aquella convocatoria si no se daban dos condiciones: la evacuación total de Hai Phong por parte de las fuerzas vietnamitas, militares y paramilitares; y libertad completa de estacionamiento de las tropas francesas en todo el ámbito de la ciudad. Si te estás preguntando si Valluy y Pignon eran conscientes de que, en el estado en que estaban las negociaciones, esas dos condiciones eran absolutamente inaceptables, te diré que sí, que lo sabían de sobra. No sólo eso: es que tamaña salida de pata de banco marichula a las armas ciudadanos y tal y tal, no era sino plantar la semilla de una rebelión, ya no en Hai Phong, sino en todo el Vietnam septentrional; y el fin, por la vía de los hechos, de los endebles acuerdos del 6 de marzo. Pero, claro, es que eso, precisamente, era lo que quería León Pignon, que se pasaba el día diciendo eso de ¿qué somos: leones, o huevones? Lacharrière, consciente tras leer el cablegrama de que no tenía nada que hacer en Hanoi, decidió regresar a Saigón el mismo 22.
Valluy fue bastante más allá de petardear la reunión de la Comisión Mixta de Aduanas. Se puso en contacto con el coronel Debès para transmitirle las ideas que ya conocemos sobre las garantías que los franceses debían exigir para la realización de los acuerdos con los vietnamitas. Esto lo hizo a espaldas de Hanoi, pues es un hecho que el general Morlière no supo nada de aquel cablegrama. Valluy no era tonto y debía de conocer bien a Debès. El coronel de Hai Phong, además de estar muy trabajado por el hecho de estar currando en la primera línea de fuego, es decir, en medio de la puta falla donde las placas tectónicas francesa y vietnamita se encontraban, era él mismo, personalmente, y al igual que la mayoría de los mandos franceses en Indochina, un hombre conservador en termas coloniales; un tipo al que le costaba respetar a los vietnamitas y verlos como dueños de su tierra. Así las cosas, pasó lo que Saigón esperaba que pasase: Debès, que no se fiaba ni un pelo del acuerdo Herckel-Nam, que probablemente veía como el típico pacto entre paniaguados, se agarró como una lapa a las condiciones expresadas desde Hanoi, y comenzó a decir que Francia cobraba por adelantado.
El día 22 lo consumieron Lami y Fonde en conversaciones con Debès, tratando de convencerlo para que no fuese tan conas. Pero cualquier persona que trate de discutir con un francés sabe lo que hay. Sólo hay dos resultados posibles: o bien empujas sutilmente a tu interlocutor hasta hacer que él concluya lo que tú piensas y, en pensando que es una conclusión suya y no tuya, lo acepte; o bien te tragas lo que te diga. Porque eso de “ahora que lo pienso, en eso que dices tienes razón” jamás lo ha dicho un francés por encima del nivel de subdirector general. A mediodía del 22, Lami abandonó Hai Phong camino de Hanoi y, sinceramente, no tenía ni puta idea de cómo iban a transcurrir los días por venir, porque se había dado cuenta de que discutir con Debès era más o menos como intentar razonar con una mesa de escayola.
Inmediatamente después, el general Valluy le remitió un cablegrama al general Morlière con copia inmediata al coronel Debès, que terminaba de dejar las cosas claras. Decía en su misiva el general que los franceses de Hai Phong estaban “siendo víctimas de agresiones premeditadas”, perpetradas por vietnamitas “que parecen no estar obedeciendo a su gobierno”. Por ello, decía, “sus intenciones de acordar y de repartir zonas de influencia no son eficientes”. Y luego venía lo mejor: “ha llegado el momento de dar una dura lección a aquéllos que os atacaron traicioneramente. Debéis haceros los dueños totales de Hai Phong por todos los medios que podáis usar”. El famosérrimo "como sea" del mal gestor.
Para qué quería más Debès. Durante toda la tarde del día 22, preparó tropas, mandos y calzoncillos (la guerra también es cuestión de gayumbos, no creas); y el 23, a las 7 de la mañana, le remitió el ultimátum, redactado según las normas de Saigón, a las autoridades vietnamitas. Por supuesto, los franceses nunca dicen “te pego porque soy un bully”. Siempre te dicen: “te pego porque antes me has pegado”, sea o no cierto. Debès se agarraba, cínicamente, a las concentraciones de fuerzas vietnamitas en el barrio chino, interpretándolas como una ruptura del acuerdo Herckel-Nam; cuando, en realidad, esas concentraciones estaban siendo ya controladas, precisamente en virtud de aquel acuerdo.
El presidente del llamado Comité Administrativo de Hai Phong le contestó negando la mayor. Ni había concentraciones vietnamitas en el barrio chino, ni el acuerdo Herckel-Nam había sido puesto en cuestión por nadie. Debès contestó aseverando que eso era mentira; que había habido movimiento de tropas. Y que esperaría hasta las diez menos cuarto por una respuesta. Pasado ese plazo, diversos objetivos de la zona vietnamita serían bombardeados. El Comité respondió: a Hanoi que vas.
A las diez de la mañana, con fuerte viento de Levante, el coronel Debès lanzó la batalla de Hai Phong. Los franceses penetraron con ayuda de artillería en el barrio chino, donde los vietnamitas se defendieron. Debès hizo uso de la artillería naval. La agresión fue generalizada; no fueron a por los objetivos militares; la artillería derribó casas, mercados, escuelas, dejando un reguero de hombres, mujeres, ancianos y niños muertos. Los franceses más sinceros acabarían por reconocer que en aquel ataque provocaron no menos de 6.000 muertos.
Allez les bleus des boules!
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