viernes, abril 10, 2020

Fernando (22: la (presunta) carta de Fernando)

Aquí están todos los capítulos presentes y futuros de esta serie. Los enlaces irán apareciendo conforme se publiquen.

Un niño en el que nadie creyó
El ascenso de Godoy
La guerra en el mar
Trafalgar
A hostias con Godoy
El niño asustado y envidioso de Carlota
Escoiquiz el muñidor
La conspiración de El Escorial
Comienza el proceso
El juicio se cierra en falso y el problema francés se agudiza
Napoleón aprieta
Aranjuez
Los porqués de una revolución
C'est moi le patron
Francia apremia
La celada
El día que un vasco lloró por España delante de un rey putomierda
Bayona
Napoleón ya no se esconde
Padre e hijo, frente a frente
La carta del rey padre
La (presunta) carta de Fernando
La última etapa en la hoja de ruta de Napoleón
El 2 de mayo se cocina
Los madrileños no necesitamos que nos guarden las espaldas
De héroes, y de rocapollas
Murat se hace con todo, todo y todo
La chispa prende
Sevilla y Zaragoza
Violentos y guerrilleros
La Corte de Bayona
Las residencias del rey padre
Bailén
La "prisión" de Valençay
Dos cartas que dan bastante asco
Un ciruelo tras otro
El Tratado de Valençay
¡Vente p'a España, tío!
El rey, en España
El golpe de Estado
Recap: por qué este tío nos ha jodido

Aquí tenéis, pues, la presunta carta de respuesta de Fernando, sin cortes ni resúmenes.

Mi venerado Padre y Señor: he recibido la carta que VM se ha dignado escribirme con fecha de antes de ayer, y trataré de responder a todos los puntos que abraza con la moderación y respeto debido a VM.

Trata VM en primer lugar de sincerar su conducta política con respecto a la Francia desde la paz de Basilea; y en verdad que no creo que haya habido en España quien se haya quejado de ella: antes bien, todos unánimes han alabado a VM por su constancia y fidelidad en los principios que había adoptado: Los míos en este particular son enteramente idénticos a los de VM y he dado pruebas irrefutables de ello desde el momento que VM abdicó en Mí la corona.

La causa del Escorial, que VM da a entender tuviese por origen el odio que mi mujer me había inspirado contra la Francia, contra los Ministros de VM, contra mi amada Madre, y contra VM mismo, si se hubiese seguido por todos los trámites legales, habría probado evidentemente lo contrario; y no obstante que Yo no tenía la menor influencia, ni más libertad que la aparente, en que estaba guardado a vista por los criados que VM quiso ponerme, los once consejeros elegidos por VM fueron unánimamente de parecer, que no había motivo de acusación, y que los supuestos reos eran inocentes.

VM habla de la desconfianza que le causaba la entrada de tantas tropas extranjeras en España, y de que si VM había llamado las que tenía en Portugal, y reunido en Aranjuez y sus cercanías las que había en Madrid, no era para abandonar a sus vasallos, sino para sostener la gloria del Trono. Permítame VM le haga presente, que no debía sorprenderle la entrada de unas tropas amigas y aliadas y que, bajo este concepto, debían inspirar una total confianza. Permítame VM observarle igualmente que las órdenes comunicadas por VM fueron para su viaje y de su Real familia a Sevilla: que las tropas las tenían para mantener libre ese camino; y que no hubo una sola person que no estuviese persuadida de que el fin de quien lo dirigía todo era transportar a VM y su Real familia a América. VM mismo publicó un Decreto para aquietar el ánimo de sus vasallos sobre este particular; pero como seguían embargados los carruajes, y apostados los tiros, y se veían todas las disposiciones de un próximo viaje a la costa de Andalucía, la desesperación se apoderó de los ánimos y resultó el movimiento de Aranjuez. La parte que Yo tuve en él, VM sabe que no fue otra que ir por su mandado a salvar del furor del pueblo al objeto de su odio, porque le creí autor del viaje.

Pregunte VM al Emperador de los franceses y SMI le dirá sin duda lo mismo que me dijo a Mí en una carta que me escribió a Vitoria, a saber: que el objeto del viaje de SMI y R a Madrid era inducir a VM a algunas reformas, y a que separase de su lado al Príncipe de la Paz, cuya influencia era la causa de todos los males.

El entusiasmo que su arresto produjo en toda la nación es una prueba evidente de lo mismo que dijo el Emperador. Por lo demás, VM es buen testigo de que en medio de la fermentación de Aranjuez no se oyó una sola palabra contra VM ni contra persona alguna de su Real familia; antes bien aplaudieron a VM con las mayores demostraciones de júbilo y de fidelidad hacia su Augusta Persona. Así es que la abdicación de la Corona, que VM hizo en mi favor, sorprendió a todos, y a Mí mismo, porque nadie la esperaba ni la había solicitado. VM mismo comunicó su abdicación a todos sus Ministros, dándome a reconocer a ellos por su Rey y Señor natural; la comunicó verbalmente al Cuerpo Diplomático que residía cerca de su Persona, manifestándole que su determinación procedía de su espontánea voluntad, y que la tenía tomada de antemano. Eso mismo lo dijo VM a su muy amado hermano el Infante D. Antonio, añadiéndole que la firma que VM había puesto al decreto de abdicación era la que había hecho con más satisfacción en su vida; y últimamente me dijo VM a Mí mismo tres días después que no creyese que la abdicación hubiese sido involuntaria, como alguno decía, pues había sido totalmente libre y voluntaria.

Mi supuesto odio contra la Francia está lejos de aparecer por ningún lado; resultará de los hechos, que voy a recorrer rápidamente, todo lo contrario.

Apenas abdicó VM la Corona en mi favor, dirigí varias cartas desde Aranjuez al Emperador de los Franceses, las otras son otras tantas protestas de mis principios con respecto a las relaciones de amistad y estrecha alianza, que felizmente subsistían entre ambos estados, eran los mismos que VM había inspirado y había observado inviolablemente. Mi viaje a Madrid fue otra de las mayores pruebas que pude dar a SMI y R de la confianza ilimitada que me inspiraba, puesto que habiendo entrado el Príncipe Murat el día anterior en Madrid con una gran parte de su ejército, y estando la villa sin guarnición, fue lo mismo que entregarme en sus manos. A los dos días de mi residencia en la corte se me dio cuenta de la correspondencia particular de VM con el Emperador de los Franceses, y hallé que VM le había pedido recientemente una Princesa de su familia para enlazarla conmigo, y asegurar más de este modo la unión y estrecha alianza que reinaba entre los dos estados. Conforme enteramente con los principios y con la voluntad de VM escribí un carta al Emperador pidiéndole la Princesa por esposa.

Envié una diputación a Bayona para que cumplimentase en mi nombre a SMI y R: hice que partiese poco después mi muy querido hermano el Infante D. Carlos para que le obsequiase en la frontera; y no contento con esto salí Yo mismo de Madrid, en fuerza de las seguridades que me había dado el embajador de SMI, el Gran Duque de Berg y el general Savary, que acababa de llegar de París, y me pidió una audiencia para decirme, de parte del Emperador, que SMI no desea saber otra cosa de Mí, sino si mi sistema con respecto a la Francia sería el mismo que el de VM, en cuyo caso el Emperador me reconocería como Rey de España y prescindiría de todo lo demás. Lleno de confianza en estas promesas, y persuadido de encontrar en el camino a SMI, vine a esta ciudad; y en el mismo día que llegué se hicieron verbalmente proposiciones a algunos sujetos de mi comitiva, tan ajenas de lo que hasta entonces se había tratado que ni mi honor ni mi conciencia, ni los deberes que me impuse cuando las Cortes me juraron por su Príncipe y Señor, ni los que me impuse nuevamente cuando acepté la Corona que VM tuvo a bien abdicar en mi favor, me han permitido acceder a ellas.

No comprendo cómo puedan hallarse cartas mías en poder del Emperador que prueben mi odio contra la Francia después de tantas pruebas de amistad como he dado, y no habiendo escrito Yo cosa alguna que lo indique.

Posteriormente se me ha manifestado una copia de la protesta que VM hizo al Emperador sobre la nulidad de la abdicación; y luego que VM llegó a esta ciudad, preguntándole Yo sobre ello, me dijo VM que la abdicación había sido libre, aunque no para siempre. Le pregunté asimismo por qué no lo había dicho cuando la hizo, y VM respondió, porque no había querido; de lo cual se infiere que la abdicación no fue violenta, y que Yo no pude saber si VM pensaba en volver a tomar las riendas del gobierno. También me dijo VM que ni quería reinar ni volvería a España.

A pesar de esto, en la carta que tuve la honra de poner en manos de VM, manifestaba estar dispuesto a renunciar a la Corona en su favor, mediante la reunión de las Cortes o, a falta de éstas, de los consejos y diputados de los reinos; no porque esto lo creyese necesario para dar valor a la renuncia, sino porque lo creo muy conveniente para evitar la repugnancia de esta novedad, capaz de producir choques y partidismos y para salvar todas las consideraciones debidas a la dignididad de VM, a mi honor a la tranquilidad de los reinos.

En el caso de VM no quiera reinar por sí, reinaré Yo en su Real nombre, o en el mío, porque a nadie corresponde sino a mí el representar su persona teniendo, como tengo, en mi favor el voto de las Leyes y de los pueblos, y ni es posible que otro alguno tenga tanto interés como Yo en su prosperidad.

Repito a VM nuevamente que en tales circunstancias, bajo dichas condiciones, estaré pronto a acompañar a VM a España, para hacer allí mi abdicación en la referida forma; y en cuanto a lo que VM me ha dicho de no querer volver a España, le pido con las lágrimas en los ojos, y por cuanto hay de más sagrado en el cielo y en la tierra, que en caso de no querer con efecto reinar, no deje un país ya conocido, en que podrá elegir el clima más análogo a su quebrantada salud, y en el que le aseguro podrá disfrutar de mayores comodidades y tranquilidad de ánimo que en otro alguno.

Ruego por último a VM encarecidamente que se percate de nuestra situación actual, y de que se trata de excluir para siempre del Trono de España nuestra dinastía substituyendo en su lugar la Imperial de Francia: que esto no podemos hacerlo sin el expreso consentimiento de todos los individuos que tienen y puedan tener derecho a la Corona, ni tampoco sin el expreso consentimiento de la Nación española, reunida en Cortes y en lugar seguro: que, además de esto, encontrándonos en un país extraño, no haría quien se persuadiera de que obramos con libertad y esta sola consideración anularía cuanto hiciésemos y podría producir fatales consecuencias.

Antes de acabar esta carta, permítame VM decirle que los consejeros que VM llama pérfidos jamás me han aconsejado cosas que desdigan el respeto, amor y veneración que siempre he profesado y profesaré a VM, cuya importante vida ruego a Dios conserve felices y dilatados años.

Bayona, 4 de mayo, 1808,

Hay que decir que esta carta, en la que como veis Fernando mantiene la estrategia de atacar los puntos débiles de la posición de su padre y realizar la opción contraria a él (si Carlos se acuerda de El Escorial y se escabulle sobre Aranjuez, Fernando se escabulle sobre El Escorial y se acuerda de Aranjuez) no parece que fuese nunca leída por su padre, o cuando menos eso es lo que él quiso hacernos creer. Para empezar, es una carta que tiene pocas referencias: apenas fue publicada por Cevallos. Para seguir, Carlos IV, en algún testimonio, sin ir más lejos una carta a su hermano el rey de Nápoles, asevera claramente que nunca la recibió. Por lo tanto, podría ser un texto autojustificativo escrito a toro pasado, cosa que yo no descarto, sobre todo por el tono ácido que se gasta contra Napoleón. Estando en Bayona, Fernando, literalmente, no tendría huevos de malquistarse con él.

Si Carlos IV nunca recibió la carta que os he reproducido, hay dos opciones. Una, muy creíble, es que fue interceptada por los franceses. Que estaban al tanto de todo y tenían ambas casas perfectamente espiadas es algo que está fuera de toda duda. Lo que no termino de tener muy claro es para qué podía querer Napoleón impedir a Carlos leer la carta. El único elemento que incluye el borrador que podía ser peligroso para el hombre más poderoso del mundo es la insinuación que figura al final sobre la celada de Napoleón, es decir que su objetivo final es echar a los Borbones de España. Sin embargo, hay dos apreciaciones que hacer aquí:

En primer lugar, Napoleón bien podía jugar la carta de dejar que Carlos de Borbón leyese cosa tan en la carta de su hijo. Sabía, perfectamente, que Fernando no tenía, en ese momento, credibilidad alguna en el ánimo de su padre, así pues podía aspirar, racionalmente, a convencer al viejo rey padre de que todo eran invenciones del hijo para malquistarlo con él. El tono general de la carta, agarrándose a la sentencia política de la conspiración de El Escorial para sostener que allí no había pasado nada, y pasando de puntillas por lo de Aranjuez, avalaba esa teoría.

En segundo lugar, ese párrafo es, para mí, un argumento a favor de la idea de que esta carta nunca existió y es un invento posterior.  El Cevallos que escribe bastantes años después de mayo de 1808 ya sabe lo que pasó, ya sabe que Napoleón traicionó a los Borbones, y sitúa esa traición en la carta, siquiera sugerida. Pero lo cierto es que ninguno de los demás actos de Fernando lleva a pensar que, en ese momento, el rey de España, o príncipe de Asturias según se quiera mirar, no tenía valentía suficiente como para defender dicha idea por escrito. Si tan claro lo tenía, insisto sobre cosas ya escritas en párrafos anteriores: ¿por qué no puso a su padre en cuidados antes de que llegase a Bayona? El 4 de mayo de 1808, a pesar de la rebelión madrileña del día 2, todavía Fernando tenía, o creía tener, la carta de su matrimonio con una Bonaparte. ¿Qué podía moverlo, si todo lo que le importaba era él (o sea: ni España, ni siquiera el resto de la familia Borbón, le importaban un bledo), para escribir una carta que sabía que los franceses interceptarían o que, en todo caso, su receptor le entregaría voluntariamente a Napoleón, descubriendo el verdadero juego de los franceses, si todavía él quería un descarte?

La segunda posibilidad es que esta carta se la invente Cevallos. Que tal vez pudo haber borradores que nunca fueron enviados o que incluso nunca llegó a revisar Fernando, que luego pudo aprovechar el maniobrero político español para justificar a su rey, y de paso justificarse a sí mismo, a la luz de los acontecimientos. No hay que olvidar, en este sentido, que hay cartas en este affaire que Cevallos reproduce en sus escritos con interpolaciones propias, lo cual sugiere con fuerza que tenía, digamos, mucha imaginación.

Sea como sea, lo que está claro es que el 3 de mayo Napoleón se sentía fuerte y seguro para dar el último asalto de España.

5 comentarios:

  1. Por circunstancias me pasé un par de semanas desconectado y me he leído en los últimos 3 días lo que va de La conspiración de El Escorial hasta estas cartas y. la verdad, me arrepiento un poco.

    Los artículos están igual de bien que siempre y son muy interesantes, pero... ¡Que lectura más deprimente para estos tiempos de coronavirus! Es una tragedia a cámara lenta y con unos protagonistas de los que no salvaría a ni uno.

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    1. Todo lo que puedo recomendarte es que dejes de leer la serie. Lo que resta no creo que te levante el ánimo.

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    2. No, me temo que no, pero ya quiero leer el final.

      Sospecho que lo único bueno que se puede contar sobre Nando7 fue su noche de bodas con María Josefa Amalia de Sajonia.

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  2. Y ese fue el rey por el que murieron cientos de miles de americanos. Porque por él fue que pelearon, no por "España" (concepto que para nada existía en las Indias) ni nada por el estilo.

    Y luego hay historiadores que se atreven a tildar a Bolívar, San Martín y demás próceres independentistas, de "sucios traidores" para abajo.

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  3. Estos artículo, como todas las series que he leído, son para mí un refugio en estos tiempos de confinamiento. La amenidad, el humor latente, la precisión en el dato o la riqueza de fuentes, le reconfortan a uno ante tanto escribiente zarrapastroso. Nuestro paisaje histórico explica, en parte, de que mimbres está tejida la sociedad española actual. Sin extrapolar conductas a nuestra época, la condición humana, tantas veces despreciada por algunos historiadores, surge con fuerza en la mejor historia. Confieso que espero con ilusión la próxima serie sobre la Italia de Calvi y su banco Abrosiano, remolino de una corriente amplia de corrupción y muerte.

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