miércoles, abril 08, 2020

Fernando (20: padre e hijo, frente a frente)

Aquí están todos los capítulos presentes y futuros de esta serie. Los enlaces irán apareciendo conforme se publiquen.

Un niño en el que nadie creyó
El ascenso de Godoy
La guerra en el mar
Trafalgar
A hostias con Godoy
El niño asustado y envidioso de Carlota
Escoiquiz el muñidor
La conspiración de El Escorial
Comienza el proceso
El juicio se cierra en falso y el problema francés se agudiza
Napoleón aprieta
Aranjuez
Los porqués de una revolución
C'est moi le patron
Francia apremia
La celada
El día que un vasco lloró por España delante de un rey putomierda
Bayona
Napoleón ya no se esconde
Padre e hijo, frente a frente
La carta del rey padre
La (presunta) carta de Fernando
La última etapa en la hoja de ruta de Napoleón
El 2 de mayo se cocina
Los madrileños no necesitamos que nos guarden las espaldas
De héroes, y de rocapollas
Murat se hace con todo, todo y todo
La chispa prende
Sevilla y Zaragoza
Violentos y guerrilleros
La Corte de Bayona
Las residencias del rey padre
Bailén
La "prisión" de Valençay
Dos cartas que dan bastante asco
Un ciruelo tras otro
El Tratado de Valençay
¡Vente p'a España, tío!
El rey, en España
El golpe de Estado
Recap: por qué este tío nos ha jodido

Cuando Carlos IV llegó a Bayona, Napoleón prosiguió con su estrategia, otorgándole los honores de un rey reinante e invitándole personalmente a comer. En esa comida, por cierto, pudo producirse una escena, que ha sido repetida por muchos historiadores en su relato de estos días, según la cual Carlos, al llegarse a la mesa y comprobar que no estaba prevista la presencia en la misma de Godoy (quien también se encontraba ya en Bayona), la exigió un poco con cajas destempladas, por lo que Napoleón le hizo llamar. Hay que decir que esta especie, que como digo ha sido aceptada por muchos historiadores, procede de una versión francesa, pues quien lo cuenta en estos términos es Louis-François de Bausset. Godoy lo cuenta de otra manera: según él, todo estuvo muy estudiado por el propio Napoleón, quien fue quien llamó la atención al rey español de que su valido no era de la partida y lo hizo llamar como si se hubiera dado cuenta en ese momento. Yo, la verdad, encuentro más creíble la versión del español, por ser más coherente con la que estaba intentando montar el emperador francés, en el sentido de reconstruir el viejo poder español para luego llevárselo por delante.
Regresemos de nuevo a Godoy quien, con el natural desparpajo que da el escribir siendo ya valetudinario, en un momento pues en el que ya todo en la vida la suda bastante, reproduce el siguiente diálogo entre el rey y el emperador. Las cursivas son mías.

NAPOLEÓN: Majestad, no habéis probado el vino durante toda la comida. ¿Desearéis ahora una copa de licor?

CARLOS IV: Muchas gracias, pero soy abstemio por costumbre y nunca me ha gustado.

NAPOLEÓN: Vuestra Majestad me admira; pero yo querría saber, para agradarle, alguna cosa de su gusto.

CARLOS IV: Vuestra Majestad tiene colmados mis deseos. Mi comida y mi bebida más gustosa es la felicidad de mis vasallos y yo he logrado asegurarla con la ayuda del más grande de los hombres.

Pues eso: Charlie, con sus cojones Borbones, venía a decir, como Góngora, eso de ande yo caliente / y ríase la gente; asumiendo que todo lo que querían los españoles es que él tuviese la lorza bien repleta.

Así ablandado el pulpo, Napoleón se aprestó a cocerlo y comérselo con los cachelos que eran los territorios de España. De una u otra manera, pues en ese tema cuando menos yo no estoy cierto sobre el cómo, el emperador llevó a la mente del rey español, probablemente excitado por los excelentes capones que se estaba llevando al colon, la idea de que debía exigirle a Fernando la devolución formal de la corona de España. Era el último tramo que le quedaba al pérfido francés (pleonasmo), pues Napoleón sabía que el último resbalón que podía dar en el biathlon en que se había convertido la asunción de la corona de España era que cometiese el error de hacer el reclamo él mismo, que formalmente no tenía ningún derecho para ello, salvo el de conquista. Las cosas, en todo caso, para entonces estaban ya muy maduras como para que Carlos reculase y, por mucho que se empeñe Godoy en sus memorias en blanquearse a sí mismo, no parece tampoco que su ex primer ministro le pusiera mucho en guardia, mesmerizado como estaría también con el poder del emperador; cosa que también hay que entender porque, al fin y al cabo, Napoleón acababa de sacarlo del maco. A lo que hay que añadir que, como veremos más abajo, existen indicios, que podemos creer o no, de que el partido de los reyes padres, en ese momento, todavía no podía ni imaginar que Napoleón quería la corona de España para sí. Entre otras cosas, como ya me he ocupado de recordar, porque todas las oportunidades que tuvo su hijo de advertirlo en ese sentido las tiró por el fregadero.

Así pues, Carlos se avino a convocar una reunión con Fernando en la que, en presencia de su mujer la reina (o ex reina; eso depende de la óptica que adoptes) y del propio Napoleón, le exigió que le devolviese la corona. En la Historia española, sobre todo la escrita en el siglo XIX, se dio por prácticamente cierta la versión de que, en dicha reunión, Carlos insultó, incluso gravemente, a su puto niño. Lo cierto es que, leyendo por ejemplo las cartas de María Luisa a la ex reina de Etruria, a las que ya me he referido anteriormente, cartas en las que la mujer de Carlos IV expresa claramente la convicción del matrimonio sobre la participación de Fernando en su abdicación violenta, no tendría nada de extraño que aquella vez, que no dejaba de ser la primera que padre e hijo se ponían de pico a pico desde entonces, Carlos, sintiéndose fuerte, no se le echase encima y lo pusiera de puta para arriba. De nuevo, sin embargo, tenemos que tener en cuenta que el principal, yo diría que casi único en su origen, referente de estos insultos, es un francés: el arzobispo Dominique Georges Dufour de Pradt, un viejo realista que había tomado partido por el Antiguo Régimen en los Estados Generales, hubo de exiliarse por ello, y había podido volver con el Imperio gracias a su parentesco con Duroc. Pradt dice haberle escuchado a Napoleón el relato de esos insultos; pero, teniendo en cuenta el odio africano que el emperador tenía hacia los Borbones en general y Fernando en particular, incluso aunque fuese cierto su padre Carlos lo insultó, hay que tener cuidado al dar el relato por cierto. Hay que tener en cuenta, además, que Pradt era amigo de Escoiquiz, lo que pudo llevarle a exagerar la humillación del jefe de éste. Por último, cabe recordar que Godoy, en sus memorias, niega los insultos; pero, claro, qué va a hacer él...

En la carta que Fernando le escribió a su padre al día siguiente, el hijo le dice al padre varias cosas. Empieza, por ejemplo, por reprocharle que “ahora me dice VM que, aunque es cierto que hizo [en Aranjuez] la abdicación con total libertad, todavía se reservó en su ánimo volver a tomar las riendas del gobierno cuando lo creyese conveniente. He preguntado en consecuencia a VM si quiere volver a reinar; y VM me ha respondido que ni quería reinar ni menos volver a España. No obstante, me manda VM que renuncie a su favor a la Corona”.

Acto seguido, Fernando, en un texto en el que yo adivino las cuatro manos de Escoiquiz y Cevallos, le dice a su padre que la decisión que tome debe de ser consistente con el deseo de cumplir los deseos de un padre, pero “sin estar en contradicción con las relaciones que como Rey me ligan a mis amados vasallos”. Así pues, Fernando se ofrece a renunciar a la corona bajo una serie de condiciones:
  1. Ambos regresarán a Madrid.
  2. Una vez en Madrid, se convocarán Cortes, junto con “todos los tribunales y los diputados de los reinos”.
  3. Que será ante dicha asamblea que la renuncia de Fernando se proclamará, con expresión de las razones para ello, entre las cuales se encuentra “redimir a mis vasallos de los horrores de una guerra civil”.
  4. “Que VM no llevará consigo personas que justamente se han concitado el odio de la nación” (Godoy se queda en Francia).
  5. “Que si VM, como me ha dicho, ni quiere reinar, ni volver a España, en tal caso yo gobernaré en su Real nombre como Lugar-Teniente suyo”.

Termina Fernando haciendo una advertencia indirecta a Napoleón: “Ningún otro puede ser preferido a Mí: tengo el llamamiento de las leyes, el voto de los pueblos, el amor de mis vasallos; y nadie puede interesarse en su prosperidad con tanto celo, ni con tanta obligación, como Yo”.

De esta última frase, la primera parte (hasta “vasallos”) era 100% cierta. En el resto no hay un adarme de certitud. Ésa es, de hecho, la esencia de la tragedia de España en aquel malhadado año de 1808.

En resumen, la contestación de Fernando es la contestación de un egoísta a otro egoísta que, simplemente, explota el hecho de que, siendo el receptor más egoísta que él mismo, lo que hace es explotar esa diferencia. Ambos, padre e hijo, están ahora mismo buscando lo suyo, su propio bienestar y futuro; lo que pasa es que la posición del padre, una vez producida la abdicación y constatado el hecho de que el pueblo español tiene la mejor imagen posible del nuevo rey, está en una posición mucho más desabrida, pues no puede ni soñar con cumplir una sola de las cinco condiciones que le pone su hijo; que son condiciones de plena constitucionalidad. Eso sí, es una postura que también tiene sus fisuras, fisuras por las que se ve que eso de enfundarse en la bandera y en el pueblo español, eso de decir yo no puedo hacer nada que perturbe la felicidad de mis vasallos y todas esas gansadas, es pura mierda. Por ejemplo: si tan constitucional era Fernando, si tan consciente era de que una abdicación o entrega de la corona bien hecha debe verificarse ante las Cortes del reino para ser eficiente, ¿cómo es que aceptó ser rey por un papelito firmado por su padre mientras su palacio estaba rodeado de turbas vociferantes?

Característica propia del político español medio es que la legalidad sólo importa cuando le favorece, o la necesita para defenderse.

Hay, además, otra cosa, que para mí es de extrema gravedad. A esas alturas de la película, es difícil de saber hasta qué punto Carlos era consciente de que la idea de Napoleón era mudar la dinastía, esto es, eliminar a los Borbones de la corona de España. Ciertamente, Carlos, como le reprocha su hijo, deja claro que quiere que le devuelvan la corona que, en su idea, nunca abdicó; pero tampoco quiere regresar a España. Pero eso no quiere decir, exactamente, que tenga claro que crea que Napoleón vaya a echarlo a él y a su familia. Camino de Francia, en Villareal, Carlos había sido cumplimentado por un aristócrata palaciego, el duque de Mahón, que fue quien lo avisó de que la intención de Napoleón era “reunir a todos los Borbones en Bayona para privarles del trono”. Sin embargo, sabemos que los reyes padres no creyeron esa teoría, considerando el cambio de dinastía una “escandalosa perfidia” (en palabras de María Luisa) incompatible con las promesas hechas por el francés de proteger a Carlos.

Por lo tanto, si Carlos todavía creía que Napoleón era un amigo que lo que quería era ayudar al rey a recuperar la corona de España para luego administrarla como le pareciese mejor intramuros de la familia Borbón (por ejemplo, desheredando a Fernando y echando mano de Carlos), ¿por qué Fernando no jugó en su carta la baza de contarle o insinuarle a su padre lo que, desde luego, él sabía bien, y es que Napoleón no iba a admitir a un Borbón al frente de España?

Sólo hay una respuesta a esa pregunta. Para Fernando de Borbón, el peor de los escenarios, el peor, era que volviese a reinar su padre. Él sabía que su futuro personal estaba en grave peligro en ese caso. Escribía en el papel que todo lo hacía por el amor a sus vasallos, pero era mentira. A él todo lo que le importaba era su personal, e intransferible, manual de resistencia.

Las casas de los reyes padres y del rey su hijo estaban fuertemente vigiladas por los franceses, que conocían cada movimiento con precisión. Tanto es así que Napoleón se presentó en la de Carlos un cuarto de hora después de que éste hubiese recibido la carta de su hijo. La leyeron juntos y, una vez leída, el emperador se ofreció para contestarla él. Al mismo tiempo, Napoleón hacía su propia campaña de imagen ante los reyes padres y Godoy, mostrándoles por ejemplo cartas de Fernando (que, para mí, fueron muy probablemente fabricadas por los propios franceses) en las que el Borbón insultaba a la emperatriz y a los franceses; y otras de Murat quien, desde Madrid, hablaba de disturbios que comenzaban a estallar por organización de los fernandinos.

Todas estas noticias abatieron el ánimo de Carlos IV; el rey padre se fue dando cuenta, entre otras cosas porque Napoleón se lo dijo literalmente, de que el emperador estaba dispuesto a pasar por encima de quien fuese para retrotraer el trono a su amigo. De hecho, le dijo que, si hiciera falta, a su ascensión al trono “le servirán de grada los cadáveres mugrientos de sus enemigos”. Carlos, sin embargo, al contrario que sus descendientes del mismo nombre, no quería una guerra civil. Estaba muy encabronado con su hijo, quien consideraba que lo había engañado; pero, más allá, se sentía viejo, cansado, y simplemente quería volver a la que había sido su vida de siempre: cazar, comer, dormir, tocarse los cojones Borbones. Así pues, llegó el momento de volver a enfundarse en la bandera, y por eso le dijo a Godoy que “yo no quiero la corona al precio de la sangre de mis vasallos”.

Siempre según Godoy, en ese momento Carlos, bajando los brazos, le propuso a Napoleón que llegase a un acuerdo con Fernando, procurándole a él una jubilación de oro. El emperador, claro, se negó. Pero no pudo regatear el hecho de que la pieza fundamental de tu estrategia, esto es el rey padre, no se avenía a llegar tan lejos como él se había propuesto. Napoleón no esperaba que el puto viejo se le fuese a achantar, y por eso tuvo que improvisar.

Esto fue lo que le llevó a maquinar la idea de una tercera vía: un consejo de diputados españoles reunido en Bayona, au dessus de la melée, que pudiera diseñar un sistema para alcanzar la concordia en el enfrentamiento dinástico.

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