jueves, noviembre 07, 2024

Mao (46): El momento de Lin Biao

Papá, no quiero ser campesino
Un esclavo, un amigo, un servidor
“¡Es precioso, precioso!”
Jefe militar
La caída de Zhu De
Sólo las mujeres son capaces de amar en el odio
El ensayo pre maoísta de Jiangxi
Japón trae el Estado comunista chino
Ese cabronazo de Chou En Lai
Huida de Ruijin
Los verdaderos motivos de la Larga Marcha
Tucheng y Maotai (dos batallas de las que casi nadie te hablará)
Las mentiras del puente Dadu
La huida mentirosa
El Joven Mariscal
El peor enemigo del mundo
Entente comunista-nacionalista
El general Tres Zetas
Los peores momentos son, en el fondo, los mejores
Peng De Huai, ese cabrón
Xiang Ying, un problema menos
Que ataque tu puta madre, camarada
Tres muertos de mierda
Wang Ming
Poderoso y rico
Guerra civil
El amigo americano
La victoria de los topos
En el poder
Desperately seeking Stalin
De Viet Nam a Corea
El laberinto coreano
La guerra de la sopa de agujas de pino
Quiero La Bomba
A mamar marxismo, Gao Gang
El marxismo es así de duro
A mí la muerte me importa un cojón
La Campaña de los Cien Ñordos
El Gran Salto De Los Huevos
38 millones
La caída de Peng
¿Por qué no llevas la momia de Stalin, si tanto te gusta?
La argucia de Liu Shao Chi
Ni Khruschev, ni Mao
El fracaso internacional
El momento de Lin Biao
La revolución anticultural
El final de Liu Shao, y de Guang Mei
Consolidando un nuevo poder
Enemigos para siempre means you’ll always be my foe
La hora de la debilidad
El líder mundial olvidado
El año que negociamos peligrosamente
O lo paras, o lo paro
A modo de epílogo  

 


En noviembre de 1965, Mao llevaba quince años soñando con emular a su maestro y mentor, Iosif Stalin, conduciendo una purga a gran escala en China. En parte porque percibía la necesidad de la misma; en parte porque, como he dicho, era su naturaleza de hijo de puta; y en parte porque su fracaso internacional le pedía a gritos un éxito, Mao lanzó esa purga. Y comenzó por donde ya lo había hecho: por la cultura. Es por eso que normalmente hablamos de revolución cultural; denominación que es muy limitada y que, en todo caso, deberíamos cambiar por revolución anti cultural.

En todo ese proceso, Mao tuvo una gran aliada: su señora esposa. Madame Mao había sido nombrada en 1963 algo así como Gran Censora del Ministerio de Cultura, un puesto desde el cual dirigía con mano dura la prohibición de óperas y películas que no le gustaban al régimen, es decir, que no le gustaban ni a ella ni a su churri.

La clave de todo fue el concepto de “Pensamiento de Mao”; por eso el puto Libro Rojo juega un papel tan importante en la revolución cultural. Mao tenía un pensamiento. Ni siquiera se molestaba en considerarse heredero de los santones del marxismo, como había hecho Stalin, quien creció siempre a la sombra de Lenin. Lo suyo era muy propio (es por ello que hablamos de maoísmo); y, lo que es más importante, nadie podía desviarse de la senda marcada por ese pensamiento. El concepto nuclear de la revolución cultural es: toda la cultura ha sido elaborada, y es elaborada, por elementos desviacionistas del Pensamiento de Mao. Incluso aunque hablemos de miembros del PCC. Toda forma cultural es, por definición, anti maoísta, porque el maoísmo es anti cultural.

Mao le dijo a su mujer que en la revolución que tenía en mente habría que dar muchas hostias y que, consecuentemente, más le valdría buscar la ayuda del hostiador mayor del Reino. Por esta razón, la mujer del Presidente tomó el teléfono y, el 26 de noviembre de 1965 por la noche, marcó el teléfono de Lin Biao. Como de costumbre, la llamada la cogió la señora de Biao, que le hacía de secretaria. Por supuesto, Lin se comprometió a colaborar.

Lin Biao, ya lo iréis viendo en estas notas, es un personaje enigmático. Personalmente, yo lo considero una especie de José Bono chinorri. Era un tipo a quien todo lo que le importaba era el poder, y que tenía olfato para descubrir a quien iba a ser capaz de conseguirlo y conservarlo. Lin Biao, por lo tanto, era ese tipo de persona que tenía la habilidad de haberle prestado su coche al general Franco cuando fuese un adolescente arruinado en su Ferrol natal; ese tipo de cosas. De su actuación, de los testimonios de las cosas que decía en privado, y de su propio diario, cabe concluir que tenía muy mala opinión personal de Mao Tse Tung. Pero tenía muy claro que aquel cabrón iba a llegar muy alto, así que apostó por él desde los primeros momentos; y ahora que era el Presidente, con mayor razón. Lin estaba convencido de que Mao confiaba en él hasta el punto de hacerle su número 2. Ahí demostró que su radar fallaba a veces.

Lin Biao le solía decir a su mujer: “yo quiero ser el Engels de Marx, el Stalin de Lenin, y el Chang Kai Shek de Sun Yat Sen”. Así pues, su jugada estaba clara: ¿cómo no iba a participar en el colapso de Liu Shao Chi, si esperaba ser su principal beneficiario?

Lin, sin embargo, carecía de algunas de las características que debe tener un líder. Para empezar, su personalidad era débil; algo que se demostraba en las muchas fobias que tenía. Era hidrofóbico, por lo que se bañó apenas media docena de veces en toda su vida; y, siendo el jefe del ejército, apenas tenía contacto con asuntos de la Marina porque no podía ni mirar el mar. Su propia mujer confesó en su diario que Lin Biao era “un adorador del odio, que siempre piensa lo peor de todo el mundo”.

Cuatro días después de la llamada, Lin envió a su mujer a Hangzhou, para que se entrevistase con el propio Mao. Estaba empezando la purga por su cuenta. El jefe de Estado Mayor del ejército rojo era Luo Rui Qing, normalmente conocido como Luo el Alto; un hombre en quien Mao confiaba mucho, entre otras cosas porque había sido su jefe de seguridad durante mucho tiempo. La mujer de Lin, aquel día, llevaba consigo una carta del puño y letra de su marido, desplegando una serie de acusaciones contra el Alto.

Mao hizo a Lin acudir a su presencia; ambos se entrevistaron el 1 de diciembre. El Presidente le confesó a su colaborador que iba a lanzar una purga de grandes proporciones; que él, Lin Biao, sobreviviría a todo como número 2 del Partido; y que, a cambio, tenía que garantizarle que el ejército no daría por culo. Lin dijo que todo eso estaba muy bien, pero que Luo tenía que estar en la lista de purgados.

En los meses anteriores a esa conversación, Mao había fracasado en sus intentos, varios, de conseguir la prohibición de una ópera tradicional, llamada Hai Rui despedido de su trabajo. Era una ópera de ambiente contemporáneo, pero inspirada en una vieja historia tradicional acerca de un mandarín que había sido despedido por el emperador por haber tratado de defender a los agricultores. Mao consideraba que la ópera era una crítica velada a la purga de Peng De Huai; aunque para mí que tenía otros significados más directos. Mao hizo publicar un artículo contra la ópera en un periódico de Shanghai; pero, para su desesperación, comprobó que ningún otro periódico en el país lo copiaba. El máximo mandatario cultural comunista, Peng Zhen, lo bloqueó, porque Peng era un enemigo declarado de la campaña anticultural de su presidente. Ni siquiera Wu Leng Xi, el editor de El diario del Pueblo, se atrevió a publicar el artículo. A la semana de espera, Chou En Lai se presentó en el periódico y le dijo a Wu que lo publicase sí o sí. El editor lo hizo, pero enterrando el texto en una página menor. Esta actitud le costó acabar en Alcalá-Meco.

Esta evolución de las cosas benefició notablemente a Lin Biao. Le enseñó a Mao lo mucho que lo necesitaba; y, por eso, aunque personalmente creía en la fidelidad de Luo el Alto, comenzó a admitir que tal vez podría ser caca (algo que tampoco le costaría mucho, porque a Mao todo el mundo le importaba un huevo).

El 8 de diciembre, la señora de Lin Biao acudió a una sesión del Politburo, ante el cual presentó un informe de diez horas describiendo las tropelías de Luo Rui Qing; un hombre que describió como devorado por “ambiciones sin fin”. Luo no estaba presente pero, claro, cuando lo colocaron en arresto domiciliario, ya se fue dando cuenta de que algo le estaba pasando.

Inmediatamente, comenzó la gran gala. Apenas unas horas después de la sesión, cuando la familia ni se había enterado de que Luo había caído en desgracia, tres amigos de la hija de Luo la vieron pedaleando por la calle y, ostensiblemente, miraron para otra parte. Mientras, Lin Biao estaba exigiendo que Luo fuese acusado de alta traición, cosa que Mao no terminaba de ver. De hecho, pasó varios meses en un limbo procesal.

En febrero de 1966, Peng Zhen, con el apoyo de Lui Shao Chi, publicó una instrucción según la cual las acusaciones políticas no podían ser usadas contra elaboraciones culturales o sus autores. En un movimiento increíble, Peng Zhen viajó después a Sichuan, donde mantuvo una entrevista personal con Peng De Huai, quien era mantenido allí desconectado de todos. Cuando Mao supo del viaje y supo, además, que Ho Lung, quien todavía no había sido purgado, había viajado al mismo lugar, se convenció de que se estaba montando una conspiración militar para acabar con él (cosa que, para qué nos vamos a engañar, es más que probable). Estas sospechas acabarían por costarle la vida a un maoísta conspicuo: Li Jing Quan, el jefe comunista de Sichuan, un hombre en el que Mao confiaba tanto que le había encargado vigilar a Peng De Huai; bajo las sospechas de formar parte de la conspiración, fue severamente purgado, y su mujer acabaría suicidándose.

Parece que Peng Zhen estaba tratando de conseguir algún tipo de contacto con los soviéticos, probablemente aprovechando el XXIII congreso del PCUS, previsto para abril de aquel año de 1966, y al que habría que enviar una delegación china. Aunque Mao, casualmente, era partidario de desatender la invitación de los soviéticos. Peng Zhe y Liu, sin embargo, presionaron a Mao para que aceptase la invitación, lo cual no hizo sino alimentar las paranoias del líder comunista.

Mao se sentía presionado desde dentro, y desde fuera. A principios de 1966, Leónicas Breznev había dado muestras claras de cambio en su política respecto de Mongolia. En primer lugar, visitó el país, cosa que ningún líder soviético había hecho antes. En segundo lugar, lo hizo acompañado de Malinovsky, la Bestia Negra de los chinos. Y, en tercer lugar, Breznev y el mandatario mongol, Yumjaagiyn Tsedenbal, firmaron un acuerdo de cooperación militar que supuso el establecimiento de unidades soviéticas en territorio mongol, misiles incluidos. Y, las cosas como son, si uno mira el mapa, se da cuenta de que un misil colocado en Mongolia, a Marbella no está apuntando.

La consecuencia más inmediata de todo esto es que la necesidad de Mao respecto de Lin Biao se convirtió en dependencia. Arrastrando el escroto, Mao tuvo que acusar de alta traición a Luo el Alto. El 18 de marzo, Luo se tiró a la calle desde el tejado de su casa, en una tentativa fallida de suicidio. Se rompió los dos tobillos, que ya nadie le curó. La tentativa de suicidio, como es habitual, fue tomada por el Partido como traición y confesión de culpabilidad. Así que Luo fue sometido a un rosario de actos masivos de denuncia y autocrítica, a los que era llevado metido en una cesta pues, obviamente, ya no podía andar.

El 19 de marzo, la camarada Jin Quiang le envió a Lin Biao el manifiesto de Mao Tse Tung contra la cultura, invitándolo a firmarlo públicamente. Lin, por supuesto, firmó.

El gesto de Lin Biao le dio un beneficio inmediato a Mao: Chou En Lai. Chou se tragó la idea de que Mao preparaba un nuevo número 2 que lo sustituiría (cosa que yo creo que Mao nunca pensó); y sabía que caer en desgracia como número 2 era algo muy amenazante para su vida y la de su familia. Así que, tras haber estado nadando entre dos aguas durante mucho tiempo, se dirigió a Peng Zhe para advertirle de que iba a estar con Mao a muerte.

El manifiesto contra toda cultura que lanzó lo que, de forma como digo extraña, se conoce como revolución cultural, fue publicado el 14 de abril de 1966. Un mes después, el Politburo se reunió para aprobar la primera lista de víctimas de las purgas. Y en la lista ya había cuatro nombres importantes: Peng Zhe; Luo; Yan Shang Kun, para entonces ya cesado como responsable de las comunicaciones con la URSS; y Lu Ding Xi, un dirigente de la Prensa. Mao no estuvo en la reunión. Comenzaba a perfeccionar sus habilidades de sutil torturador. Quería que la reunión la presidiese Liu Shao Chi. Lo quería animando la votación final, en la que por supuesto estuvo a favor de las purgas. De hecho, incluso Peng Zhe votó a favor de ser él mismo purgado.

La guardia personal de Mao fue lo que se purgó después. Tres de sus jefes adjuntos fueron encarcelados. El único que se salvó fue el más cercano a Mao, Wang Dong Xing. El ministro del Interior y el jefe de Policía de Pekín también fueron encarcelados. Mao quería controlar todo grupo armado.

Habéis visto a Lu Ding Yi entre los purgados. Aquello fue una movida propia de Lin Biao. Lu estaba casado con una mujer esquizofrénica. En el curso de su enfermedad mental, que además en aquella China se trataba malamente, desarrolló una fijación por la mujer de Lin Biao. Le envió al matrimonio más de 50 anónimos, de autoría fácilmente reconocible, en los que venía a decir que Ye Qun, o sea la señora Lin, era un pendón desorejado de cojones que se había follado a la mitad de la población de China. La mujer sostenía que las probabilidades eran muy altas de que los hijos de Lin Biao no fuesen suyos y, en el fragor de su locura, llegó a escribirle anónimos a los propios hijos, con descripciones puntillosas de los polvos que había echado su madre. Esta señora fue arrestada el 28 de abril de 1966, y nunca fue propiamente tratada de sus problemas mentales.

Tras el arresto, Lin Biao se hizo un Pedro Sánchez (por eso de escribirle a los españoles para decirles que está muy enamorado de su mujer) y realizó una declaración ante el Politburo, que literalmente nadie le había pedido, informando de que Ye Qun se había casado virgen y que Dodo y Tigre, que así solían conocerse sus hijos, eran hijos suyos.

¿Por qué hizo esto Lin Biao? Básicamente, lo hizo para forzar un acto oficial del Politburo, al dar por recibidas las explicaciones y darlas por buenas, que sacase a su mujer de la luz pública. Primero, porque no se fiaba de Mao y temía que algún día pudiera aprovechar toda esa mierda para tirársela a la cara. Y, segundo, porque no se fiaba de su propia mujer.

Sabemos poco de Ye Qun. Es un personaje demasiado secundario, en un escenario en el que hay todavía muchas cosas que siguen muy oscuras, como para poder tener las cosas claras. Pero lo que sí parece claro es que la mujer de Lin Biao no era una persona normal, porque aquél no era un matrimonio normal. Los Biao apenas tenían intimidad. Las acusaciones de la señora Lu eran muy probablemente infundadas; pero, como casi todos los temas de esta naturaleza, algo de verdad portaban. Lo que sí parece cierto es que la mujer de Lin Biao era eso que hoy llamamos una mujer sexualmente activa; y que, una vez pasados los primeros compases de su matrimonio, Lin Biao no estuvo demasiado de acuerdo con colmar esa demanda. Así que Ye Qun, siendo todavía muy joven, parece que percibía la necesidad de hacer algo con su entrepierna que no fuese montar a caballo. Eso la volvió una mujer histérica e impredecible, tanto que su hija Dodo llegó a tratar de cometer suicidio varias veces. Al igual que pasaba con la mujer de Mao, la de Lin era una mujer frustrada, que trataba de canalizar dicha frustración a través del poder de su marido; y que, literalmente, vio el cielo abierto cuando comenzó la revolución cultural. Se convirtió en la mejor asesora y secretaria de Lin Biao, colaborando con él en el análisis de posibles nuevas víctimas de las purgas, y gestionando las acusaciones. Algún día, no sé, tal vez algún historiador podrá hacer una estimación de toda la gente que perdió su vida, sus posesiones, su estatus, que condenó a su familia a ser unos parias totales, básicamente porque esta señora no follaba.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario