lunes, septiembre 23, 2024

Mao (14): La huida mentirosa

Papá, no quiero ser campesino
Un esclavo, un amigo, un servidor
“¡Es precioso, precioso!”
Jefe militar
La caída de Zhu De
Sólo las mujeres son capaces de amar en el odio
El ensayo pre maoísta de Jiangxi
Japón trae el Estado comunista chino
Ese cabronazo de Chou En Lai
Huida de Ruijin
Los verdaderos motivos de la Larga Marcha
Tucheng y Maotai (dos batallas de las que casi nadie te hablará)
Las mentiras del puente Dadu
La huida mentirosa
El Joven Mariscal
El peor enemigo del mundo
Entente comunista-nacionalista
El general Tres Zetas
Los peores momentos son, en el fondo, los mejores
Peng De Huai, ese cabrón
Xiang Ying, un problema menos
Que ataque tu puta madre, camarada
Tres muertos de mierda
Wang Ming
Poderoso y rico
Guerra civil
El amigo americano
La victoria de los topos
En el poder
Desperately seeking Stalin
De Viet Nam a Corea
El laberinto coreano
La guerra de la sopa de agujas de pino
Quiero La Bomba
A mamar marxismo, Gao Gang
El marxismo es así de duro
A mí la muerte me importa un cojón
La Campaña de los Cien Ñordos
El Gran Salto De Los Huevos
38 millones
La caída de Peng
¿Por qué no llevas la momia de Stalin, si tanto te gusta?
La argucia de Liu Shao Chi
Ni Khruschev, ni Mao
El fracaso internacional
El momento de Lin Biao
La revolución anticultural
El final de Liu Shao, y de Guang Mei
Consolidando un nuevo poder
Enemigos para siempre means you’ll always be my foe
La hora de la debilidad
El líder mundial olvidado
El año que negociamos peligrosamente
O lo paras, o lo paro
A modo de epílogo  



 

Mao conocía las débiles posiciones de estos comunistas, y las supo explotar. A cambio de su supervivencia, les instó a defender el relato que él se había inventado: el de una Larga Marcha consistente en un avance complejo y sacrificado frente a unas fuerzas nacionalistas muy superiores, y muy belicosas. En ese entorno de cosas, Mao trató de que el éxito de la gestión de Kuo Tao, multiplicando su ejército, se convirtiese en la sospecha de que, tal vez, había evitado los problemas, mientras que Mao los habría enfrentado con valentía.

Kuo Tao y sus mandos se encabronaron con aquellos relatos, y comenzaron a reaccionar. No lo hicieron contra Mao, porque Mao, como ocurre siempre con todo conspirador inteligente, nunca estaba en primera línea de ataque; siempre buscaba a acólitos que atacasen por él. El contraataque de Kuo, por otra parte, fue devastador. Su principal línea de ataque fue la idea de que los mandamases del Partido ni se habían enterado de la Larga Marcha. En apoyo de su tesis tenía un dato (totalmente cierto): ni uno solo de los mandos suficientemente importantes como para ser tratados en la Compañía de Convalecientes de los Cuadros murió como consecuencia de sus heridas.

La hostilidad de Kuo hacia el centro de poder del PCC fue lo que terminó por unir a Lo, Po y Chiang, todos ellos temerosos ahora de las consecuencias, con Mao, dándole una mayoría clara en el Secretariado.

Contando, como digo, con un apoyo mayoritario en el secretariado, Mao le ofreció a Kuo uno de esos puestos-florero de los que la burocracia comunista es tan prolija: vicepresidente del Consejo Militar. Eso y ser limpiacristales en la sede central del BBVA viene a ser lo mismo. Kuo respondió que quería ser comandante en jefe del ejército, puesto que era mayoritariamente su ejército. Mao no respondió.

Finalmente, sin embargo, Mao tuvo que retorcerse su propio brazo. El problema es el problema que siempre tuvo Mao durante toda su vida, cuando menos en cuestiones militares. Se le daba muy bien ostentar el mando de armadas que no tenían que atacar o defenderse; pero cuando llegaba el momento de pegar tiros, de una forma o de otra se hacía evidente que aquello no era lo suyo. A los tibetanos, la llegada de los chinos no les gustó nada. Primero pusieron cara de póker pero, con el tiempo, acabaron por huir a los bosques, donde comenzaron a realizar acciones de guerrilla, muy dañinas para los comunistas. Así pues, el 18 de julio, exactamente pues un año antes del golpe de Estado que comenzó la Guerra Civil Española, Chang Kuo Tao fue nombrado Comisario Jefe del Ejército Rojo. Mao seguía controlando el Partido.

En agosto, Mao impulsó un plan estratégico dirigido a mejorar las posiciones comunistas con el norte y lograr con ello contactar con la URSS. El plan era moverse hacia Gansu y, una vez allí, enviar una unidad a Xinjiang, que era ya un territorio controlado por los soviéticos.

El plan, por lo tanto, suponía dividir el ejército una vez más. La fuerza principal, bajo el mando de Kuo Tao y Zhu De, , iría al norte, hacia la población de Aba, para seguir avanzando hacia el norte desgajando una columna, llamada la Columna Derecha, que iría al este hacia Banyou. Mao decidió que tanto él como los hombres del Secretariado fuesen con esta última Columna Derecha.

El 6 de agosto, Kuo Tao partió con la fuerza y el 15 Mao le envió un telegrama en el que ordenaba un completo cambio de instrucciones: ahora, esta fuerza principal debería dirigirse a Banyou, es decir, avanzaría en la misma dirección que la Columna Derecha. Kuo contestó el 19 argumentando que estaba llegando a Aba, y que allí había mucha comida, y que iba a tomarla (la ciudad; bueno, y la comida también). Asimismo, argumentaba que había varias vías hacia el norte que eran mucho mejores que el camino de Banyou; que dicha ruta, de hecho, era mucho más peligrosa.

La jugada de Mao estaba clara, y también yo creo que está claro que Kuo se coscó de ella. Buscaba tenerlo controlado, que no se apartase de él ni diez metros, porque sabía que, en cuestiones militares, las órdenes, que diría Rajoy, se cumplen, o no. Todo el mundo sabe que, en una situación bélica, el comandante de una tropa tiene un grado de decisión propia de acuerdo con las circunstancias sobre el terreno. Un Estado Mayor, a kilómetros de distancia, podrá decidir que lo que tiene que hacer es, por ejemplo, no avanzar. Pero si el mando aprecia una oportunidad objetiva en el avance, o concluye que en no avanzar concurren riesgos de los que sus mandos no han sido totalmente conscientes, puede llegar a tomar decisiones por sí mismo. Mao sabía que Kuo Tao, en condiciones de tomar ese tipo de decisiones, era un peligro muy gordo; y Kuo lo sabía también. El futuro presidente chino estaba jugando la jugada de Michael Corleone: ten cerca a tus amigos, pero mucho más cerca a tus enemigos.

Aquí es donde se vio la jugada maestra que había hecho Mao conservando el control del Partido. La siguiente comunicación que le envió a Kuo Tao llevaba la firma del Politburo. En corto, esto quiere decir que Mao, a pesar de que los comunistas habían conseguido emplazar a su principal fuerza militar en una ruta relativamente cómoda, no tuvo reparo en volver a colocarla en una ruta comprometida donde se enfrentaría a nuevas bajas y debilitamiento en general. Todo esto es así porque Mao no estaba trabajando por el triunfo del comunismo, sino por el triunfo del maoísmo, que puede parecer lo mismo, pero no lo es.

Mao aseguró, desde sus cuestionabilísimos conocimientos militares, que la ruta desde Maoergai hasta Banyou era una ruta muy sencilla, llena de comida y con un montón de espacios para protegerse. La realidad era muy otra. En esa ruta, Lin Biao, que era un comandante bastante experto, perdió el 15% de todos sus efectivos. Aquello era un terreno pantanoso repleto de mosquitos más rollizos que Falete.

Kuo Tao decidió obedecer, consciente de que, si no lo hacía, sería acusado de conspirador, de enemigo del pueblo y todas esas cosas. Comenzó a avanzar hacia Mao por medio de aquel albañal; pero el día 4 de septiembre envió un telegrama anunciando que no seguiría. Que había explorado el río en varias decenas de kilómetros, sin encontrar ni un solo punto adecuado para la construcción de un puente; construcción para la que, además, no tenía material. Así las cosas, el general hizo lo que Mao, en el fondo, deseaba que hiciera: volver a Aba y, una vez allí, sentar campamento de invierno hasta la primavera siguiente. Con Kuo paradito en Aba, podía aspirar a contactar él primero con los soviéticos.

El problema, claro, era que la orden de Kuo Tao de suspender el avance hacia el norte era la orden del Comisario Jefe del Ejército Rojo; eso quiere decir que todo el Ejército Rojo debía obedecerla. El 8 de septiembre, Kuo le ordenó a los dos comandantes que iban en la Columna Derecha con Mao que la virasen hacia el sur en dirección a sus tropas de Aba.

La situación era comprometida para Mao. Para oponerse a las órdenes transmitidas por dos comandantes a las órdenes del comandante supremo, hubiera necesitado que sus tropas le contemplasen como un Julio. Sólo se cruza el Rubicón siguiendo a alguien que es tu líder nato. Pero las tropas que iban con Mao no amaban a Mao. En realidad, a Mao nunca le amó, mucho menos lo admiró, ninguna tropa que estuviese bajo su mando directo. Así pues, tenía que buscar una comarcal por donde desviarse.

La única solución era usar la capacidad de discernimiento de todo comandante sobre el terreno para tomar decisiones propias. Y usarla para quedarse con sus tropas, en contra de las órdenes que había recibido.

Así las cosas, el día 9 de septiembre, Mao y Lo Fu urdieron una patraña que desplegaron aquella misma noche. Según dicho relato, la orden de Chang Kuo Tao no era una orden estratégica, sino política. Su objetivo era dañar a toda la cúpula comunista. Y, en consecuencia, lo que había que hacer era deshacer el campamento aquella misma noche, y huir. Con el tiempo, Mao incluso se inventaría la existencia de un telegrama de Kuo ordenando el asesinato de todos los miembros de la cúpula comunista. Aquella noche, además de sacar las tropas del mando formal comunista, Mao intervino la denominada Segunda Oficina, donde estaba el aparato de radio que garantizaba las comunicaciones con el cuartel general; y robó todos los mapas detallados con que contaba el ejército. Cuando, en la mañana del 10, los comandantes de Kuo Tao se despertaron, se apercibieron de que los soldados se habían marchado, de que Mao se había marchado; y de que se había llevado los mapas con que podía ser perseguido. Mao se había escapado con 8.000 efectivos apenas. Sin embargo, había conseguido llevarse consigo a Peng De Huai, una jugada que le daba cierto prestigio frente a las tropas.

Chiang Kai Shek estuvo prontamente informado de los dos hechos fundamentales que se habían generado con esa huida: uno, que ahora las fuerzas comunistas estaban divididas, con la mayor parte de ellas hibernando en Aba y otra pequeña parte avanzando hacia el norte. Y, dos, que en esta última estaban todos los miembros de la cúpula del Partido que participaban en la Larga Marcha. Su destino, sin ninguna duda, era la Meseta de la Tierra Amarilla, en el norte de Shaanxi, donde existía una base comunista segura porque el Kuomintang permitía su existencia. El Generalísimo, como hemos dicho perfectamente informado del tema, dejó hacer a la pequeña columna, que así pudo avanzar casi un millar de kilómetros sin ser molestada salvo por francotiradores locales.

El problema era eso que podríamos llamar “cansancio de Larga Marcha”. Los combatientes comunistas, la verdad, estaban, por lo general, hasta los huevos de dar más vueltas por China que Labordeta; y, además, los de la pequeña columna estaban encuadrados en un proyecto liderado por alguien que, por mucho que la Historia luego nos cuente otra cosa, tenía menos carisma que Lilith Verstrynge. En consecuencia, aproximadamente la mitad de la fuerza de 8.000 soldados que Mao se llevó subeptriciamente consigo acabó abandonándolo por el camino.

Mientras pasaba todo eso, Chen Yun, el callado miembro del Secretariado del PCC que había sido enviado a Moscú, había llegado a la capital del comunismo mundial. El día 15 de octubre, durante una reunión de la Komintern, tuvo la ocasión de transmitir el mensaje de Mao en favor de Mao. Ésta sería, de hecho, la primera vez que Moscú aceptaría formalmente que Mao Tse Tung era el máximo líder del PCC. El informe de Chen Yun fue publicado por los soviéticos en noviembre, aunque bastante editado, por así decirlo. Un informe en el que, en todo caso, Mao aparecía como un esforzado y fiel comunista que había arrostrado las privaciones y la enfermedad por el bien del proletariado internacional. Pravda publicó un artículo en el que motejaba a Mao de líder del comunismo chino.

A mediados de noviembre, un enviado de Moscú llegó a la Shaanxi septentrional. Había cruzado el desierto del Gobi disfrazado de comerciante, y traía en la memoria los códigos necesarios para reestablecer la comunicación por radio. Traía además a un operador de radio con él, por lo que la comunicación quedó restablecida.

Unas semanas antes, el 18 de octubre, Chiang Kai Shek se entrevistó con Dimitri Bogomolov, el embajador soviético en China. El líder del Kuomintang le propuso a la URSS un tratado militar secreto entre ambas partes contra Japón. La respuesta del embajador fue clara: si quería hacer negocios con Moscú, Chiang tenía antes que llegar a acuerdos con el PCC. Así las cosas, un hombre de la confianza del Generalísimo, Chen Li Fu, comenzó una serie de conversaciones secretas con Bogomolov y Eduard Lepin, el agregado militar.

Durante estas conversaciones, obviamente, Chen Li Fu sacó de nuevo el tema del hijo de Chiang Kai Shek; aunque Cheng le diría al historiador Jung Chang que, en realidad, esa petición la hizo de su propia cosecha, ya que estaba convencido de que el líder del Kuomintang nunca le habría autorizado algo así.

Stalin, sin embargo, permaneció impasible el georgiano. Para entonces, Ching Kuo llevada diez años separado de sus padres. Sin embargo, no todo habían sido malas noticias durante su estancia soviética. Stalin lo había enviado a una fábrica de maquinaria pesada en los Urales, en Sverdlosk, donde lo podía tener bien vigilado con relativamente pocos efectivos; y donde, desde luego, era totalmente impensable que los chinos intentasen recuperarlo por sí mismos. Allí conoció a una técnico soviética llamada Faina Ipatyevna Vakhreva, con la que fue al embroque. Faina era una devota comunista que había ingresado con 16 años en el Komsomol, y como tal había sido encomendada de irse a currar a Sverdlovsk (porque ser, ser, ella era de Osha, en Bielorrusia). En la fábrica, Chang Ching Kuo resultó ser su supervisor directo; y hemos de pensar que cuando el chino le hizo un 69 (pollo con almendras), ella debió de quedar prendada. Así que se casaron en marzo de aquel año, y en diciembre tuvieron su primer hijo. Faina cambiaría su nombre por Chiang Fang Lang, que es como probablemente la conoceréis, ya que fue el que usó cuando fue primera dama de Formosa (porque, sí, éste es el spoiler: Ching regresaría a China, huiría del continente con su padre y, de 1978 a 1988, fue presidente de Taipei). Faina murió ya en el siglo XXI, en el 2004.

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