miércoles, marzo 11, 2020

Partos (24: Fuck you, Trajan)

Otras partes sobre los partos

Los súbditos de Seleuco
Tirídates y Artabano
Fraates y su hermano
Mitrídates
El ocaso de la Siria seléucida
Y los escitas dijeron: you will not give, I'll take
Roma entra en la ecuación
El vuelo indiferente de Sanatroeces
Craso
La altivez de Craso, la inteligencia de Orodes, la doblez de Abgaro y Publio el tonto'l'culo
... y Craso tuvo, por fin, su cabeza llena de oro
Pacoro el chavalote
Roma, expulsada de Asia durante un rato
Antonio se enfanga en Asia
Fraataces el chulito
Vonones el pijo
Artabano
Asinai, Anilai y su señora esposa
Los prusés de Seleucia y Armenia
Una vez más, Armenia
Lucio Cesenio Peto, el minusválido conceptual
Roma se baja los pantalones
De Volagases a Trajano

En el año 114, siete después de haber terminado su campaña rumana, Trajano se aprestó a realizar su campaña asiática. En Atenas recibió a una embajada parta que llegó a su encuentro con regalos y ofertas de paz entre ambos reinos. Chosroes le tiraba al emperador romano la zanahoria de la noticia de que había depuesto a Exedares, su sobrino y rey de Armenia, que lo era sin haber consultado con Roma; y proponía como nuevo rey a Partamasiris, el hermano de Exedares, pero ya con todos los pronunciamientos romanos, pues sería investido por los ellos, como lo había sido Tirídates.
Tiene plena lógica que los partos hiciesen esa oferta, pues en el pasado era el tipo de oferta que placía a los romanos. Pero las cosas habían cambiado. En muchas cosas, Trajano fue un emperador que no se pareció a sus antecesores, y desde luego la política exterior fue una de las cosas en las que se desempeñó con ideas originales. Trajano estaba hasta las narices de reinos más o menos enfeudados, y había llegado a la conclusión de que la grandeza y el poder de Roma demandaba que el mundo fuese su provincia. Así pues, le deparó a los embajadores partos un recibimiento y una respuesta cortos y fríos, en los que no se olvidó de dejar claro que lo que tenían que hacer los amigos era ser amigos, no darse regalitos. Que, la verdad, tiene huevos que un romano le dijese eso a alguien.

Justo antes de que llegara el invierno, Trajano se desplazó de Atenas a Antioquía y, por lo tanto, pasó a Asia. Allí fue donde decretó la leva que habría de avanzar en la primavera siguiente. Abgaro, el rey de Osroene, que lo era en pleno uso de su soberanía porque le había comprado el país a Pacoro, le envió una embajada en pleno invierno para ofrecerle su amistad, y lo mismo hizo Partamasiris. El sobrino del rey parto, por cierto, escribió una primera carta en la que se asumía como rey de Armenia pero, inquietado por el hecho de que Trajano ni siquiera se la respondiera, le escribió una segunda intitulándose de mero ciudadano privado, claramente tratando de la lanzarle el mensaje de que él sería lo que el emperador quisiera que fuese (o sea, el famosérrimo un amigo, un esclavo, un servidor del inolvidable José Luis López Vázquez). No sabía hasta qué punto eso era verdad.

No fue hasta que Partamasiris planteó las cosas en este último plano que las negociaciones entre el parto y los romanos comenzaron. Se le dijo que se presentase en el campo romano, donde recibiría la diadema real de Trajano como su antecesor la había recibido de Nerón. Sin embargo, no por realizar estos acercamientos pacíficos dejaba Trajano de preparar la guerra, disciplinando a las legiones sirias que, en efecto, con la llegada del buen tiempo y de las flores, se pusieron en marcha.

Trajano remontó el Éufrates hasta Samosata, donde varios reyes y reyezuelos se presentaron para hacerle patente su sumisión. Tomó rápida posesión de Stala y Elegeia, ambas ciudades armenias a las orillas del río; en la última de ellas esperó por la llegada de Partamasiris. Finalmente, el parto llegó a donde los romanos y, en presencia de las tropas de Trajano, recibió de él la diadema real y se postró a los pies de su amo.

Las cosas, sin embargo, tornaron por una dirección relativamente inesperada. En un gesto probablemente calculado pero que Trajano no parece haber pedido, la tropa comenzó a saludarlo como emperador y a alabarlo por su “victoria”. Para Partamasiris, por lo tanto, quedó claro que aquella ceremonia no se planteaba en los mismos niveles en los que él, y los partos en general, la concebían. Para los partos no era una victoria o derrota, sino un pacto con dos vencedores. Ahora, sin embargo, lo trataban prácticamente como a un prisionero.

Encabronado, Partamasiris solicitó una audiencia privada con Trajano. El emperador lo recibió en su tienda, pero fue rechazando, una por una, todas las propuestas que le hizo el parto. Se preocupó especialmente, asimismo, de que el rey de Armenia tuviese claro que lo era por una concesión romana que era, pues, como una franquicia de 100 Montaditos: se la quitaría si consideraba que no estaba haciendo las cosas como a él le molaba. Es más, le dijo, destapando finalmente su intenciones: es que Roma no tenía intención de nombrar rey de Armenia a nadie. En consecuencia, Partamasiris era libre de irse donde le apeteciese; pero, para empezar, todos los miembros armenios que habían venido con él tenían que quedarse en poder de los romanos.

Ni eso lo cumplió. Probablemente, durante la última entrevista con Partamasiris, Trajano había concluido que la juventud y fogosidad del parto serían un problema; así pues, le aplicó la ley de fugas: una vez abandonó el campo envió a un comando que lo apresase y, finalmente, se lo llevó por delante.

Roma, la cuna de la civilización occidental. Para muchas más cosas de las que habitualmente se dicen en las aulas.

Tras la muerte de su rey formal, la Armenia toda se sometió a los romanos, y Chosroes, prudentemente, no intentó nada por vengar a su sobrino. Roma se anexionó como provincias tanto la Gran Armenia como la Pequeña Armenia, que es algo que yo creo que era lo que los romanos habían decidido hacer, como poco, desde Atenas.

Una vez completada la anexión provincial de Armenia, Trajano comenzó a fijarse en los otros reinos colindantes. Llegó a una alianza con Anquialo, rey de los henioches y los maquelones, que eran primos de los motilones que viajaron con Colón. A los albanianos (que escribo así para distinguirlos de los amiguetes de Skadenberg) les dio un nuevo rey porque el que había no le molaba. También llegó a acuerdos con los reyes de los iberianos, los sauromatses, los golches, los habitantes del Bósforo Cimerio... Pero esto sólo buscaba pacificar los temas en el noreste de la región para dejar espacio a las acciones militares en el entorno del Éufrates. Trajano bajó con sus tropas hasta Edessa, la capital de Abgaro de Osroene, quien le presentó total sumisión. Manisares, otro sátrapa de la zona, quien al parecer no tenía ninguna buena relación con Chosroes, también se decantó del lado del romano.

Finalmente, cuando Trajano ya tuvo claro quién era amigo, enemigo y mediopensionista en la zona, comenzó a atacar. Hacia el sur lo hizo hacia Artemusia; mientras que, al mismo tiempo, presionaba hacia el este en dirección de Nisibis, en Gordiene. Fueron dos movimientos coronados por el éxito, de forma que, cuando llegó el invierno, los romanos se habían enseñoreado de toda la Alta Mesopotamia.

En Nisibis, una zona muy rica en madera, Trajano ordenó la construcción de una flota, que debería ser trasladada al Tigris. Todo le sonreía a los romanos. Pero, claro, a veces pasan cosas.

Aquel invierno, estando Trajano hibernando en Siria, Antioquía se vio golpeada por un importante terremoto en el mes de diciembre. Fue un terremoto, según los testimonios, desconocido por su duración y violencia, que acabó con la práctica totalidad de los edificios grandes de la ciudad, y los pequeños también. En la desgracia habría de fallecer Marco Virgiliano Pedo, uno de los cónsules anuales sirios (hijo, supongo, de Marco Valerio Flato). El propio Trajano había salvado la vida saltando por una ventana desde el edificio donde se encontraba.

Sólo en las provincias asiáticas de Roma, el terremoto destruyó por completo las ciudades de Eleia, Mirina, Pitane y Cime. Fue una catástrofe de grandes proporciones pero, al fin y a la postre, no sirvió para desviar a Trajano de sus objetivos militares. En la primavera del año 116 estaba de nuevo en movimiento. Los generales de Trajano habían construido en Nisibis una flota de barcos Lego, pues eran desmontables; y desmontados los llevaron hasta el Tigris, donde los montaron y botaron de nuevo. Con esa flota, los romanos se aprestaron a atacar Adiabene, la vieja Asiria.

Durante todo ese tiempo, ¿qué hacía Chosroes? Pues, básicamente, hacía de don Tancredo, como si nada de lo que estaba pasando fuese con él. El rey adiabeno, Mobarsapes, había basado sus esperanzas en la línea estratégica del Tigris; sin embargo, la flota trajana fue demasiado para él y, cuando ese paso fue debelado por los romanos, probablemente perdió toda esperanza de poder mantener sus posiciones y su reino. Los romanos tomaron Nínive, Arbela y Gaugamela.

Tras haber conseguido someter la Asiria, la lógica para cualquier estratega habría sido avanzar hacia Ctesiphon, la capital de los partos. Sin embargo, y por razones que, la verdad, no están del todo claras, eso no fue lo que hizo Trajano. El emperador prefirió cruzar el Tigris de nuevo hacia Mesopotamia, tomando Hatra y, después, decidió descender por el curso del Éufrates hacia Babilonia, ciudad que hizo suya sin bajarse del caballo. Seleucia parece que también se le sometió.

La intención clara de Trajano era tomar el control de toda la región por la que pasan los dos grandes ríos mesopotámicos. Para eso necesitaba otra flota, pues los barcos del Tigris, según lo que parece, habían sido abandonados. Con esta nueva flotilla, atacó las capitales de la zona sin encontrar resistencia. Y eso incluye a la capital de los partos, Ctesiphon, que le abrió las puertas cuando lo vio venir; para cuando llegó, en todo caso, Chosroes había abandonado la ciudad con toda su familia. El rey parto estaba decidido a no plantar batalla al romano.

La victoria de Trajano era total. Roma accedía por primera vez a un nuevo mar; sus generales habían capturado el trono de oro de los partos. Chosroes había huido hacia las regiones más orientales de su imperio, donde le sería muy difícil allegar una fuerza capaz de hacer una mínima sombra a las tropas romanas de ocupación. Tan seguro estaba de todo Trajano que incluso hizo un viaje de placer por el Tigris hacia el Golfo Pérsico.

Pero eso no demuestra otra cosa que Trajano no conocía a los asiáticos a los que pretendía someter.

Mientras el emperador se encontraba benvenuto a la felicitá al cuadrado, y como si existiesen las redes sociales y el correo electrónico, media Mesopotamia se levantó en revuelta. Ocurrió en Seleucia, en Hatra, en Nisibis, en Edesa. Los locales se alzaron y comenzaron a buscar con fruición epiglotis de romanos para practicarles incisiones de diverso calado y longitud. Para Trajano, esto significaba que, repentinamente, toda la línea de regreso de las tropas romanas hacia sus cuarteles sirios estaba ahora petada de enemigos. Así pues, mandó a todos sus generales a diferentes lugares para pacificar todos los lugares que se habían rebelado. Erucio Claro y Julio Alejando, que con esos nombres más que generales romanos parecen galanes de culebrón, recuperaron Seleucia a sangre y fuego. Lucio Quieto se movió (obsérvese el chiste fácil) hacia Nisibis, la tomó, y luego incendió Edesa, con todos sus electrodomésticos dentro. Otro general, Máximo, demostró ser más bien mínimo, pues fue derrotado por los insurgentes, que le masajearon el cuello comme il faut.

Lo realmente importante de todo aquello es que le enseñó a Trajano que su objetivo primero, que era convertir toda Asia en una provincia romana, tal vez era un poco pasarse. Aparentemente, juzgó, tanto Armenia como la Alta Mesopotamia y Adiabene podían pasar siendo provincias romanas; pero para el resto necesitaba un rey que le chupase el pie a él convenientemente.

Así las cosas, los estrategas romanos eligieron a un arsácida, Partamaspates, un tipo del que sabemos que ya al principio de las hostilidades se había puesto del lado de los romanos. En una planicie cerca de Ctesiphon, Trajano colocó la diadema real en las sienes de este joven rey.

Tras este acto, considerando que había dejado las cosas solucionadas y que sus objetivos estaban bastante cubiertos, Trajano comenzó su retirada, por una ruta que iba directamente a Siria. Sin embargo, yo creo que terminó por darse cuenta de que esas victorias suyas eran, cuando menos en una parte de la zona, un huevo Kinder relleno de mierda. En Hatra, por ejemplo, y a pesar de que meses antes la había tomado sin resistencias, los habitantes, casi todos ellos inmigrantes del desierto arábigo, cerraron las puertas de la ciudad y le presentaron resistencia. Los romanos, que con seguridad eran muchos más, consiguieron incluso derribar una parte de la muralla de la ciudad y atacaron con saña. Pero el tiempo, el calor, la sed, el hambre y las moscas acabaron por agotarlos y, finalmente, Trajano se vio obligado a abandonar el proyecto de tomar una placita de mierda que había en su camino de retirada.

En la siguiente primavera, Chosroes regresó a Ctesiphon, echó a Partamaspates, quien huyó a las provincias romanas; y restableció su mando cuando menos sobre Susiana y la Mesopotamia meridional.

Fuck you, Trajan.

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