Estos son todos los capítulos de esta serie. Conforme se vayan publicando, irán apareciendo los correspondientes enlaces.
Calvi se hace grande, y Sindona pequeño
Nunca dejes tirado a un mafioso
Las edificantes acciones del socio del Espíritu Santo
El hombre siempre pendiente del dólar
La historia detrás de la historia
Al regreso al consejo, Rosone le explicó al consejo el ego non te absolvo del Vaticano. Ante
esta situación, el consejo, con la única abstención de Bagnasco, votó solicitar la
intervención del supervisor bancario.
Tras una reunión urgente del Ministerio de Hacienda, el
Banco de Italia y la CONSOB, el gobierno firmó el decreto de intervención esa
misma noche; en la mañana, las Bolsas madrugaron ya con la cotización suspendida.
A eso de las siete y cuarto de la tarde, Rosone estaba en su
despacho al teléfono; un periodista lo estaba entrevistando. El reportero escuchó
follón en la línea y preguntó qué pasaba. Rosone le contestó que iría a mirar y
lo siguiente que le dijo, horrorizado, era que la secretaria de Calvi se había
suicidado. En efecto, Graziella Teresa Corrocher, treinta años en el
Ambrosiano, se había tirado por la ventana. En el último momento de su vida, su
nota de suicidio lo dejaba claro, se había acordado de su jefe, Roberto Calvi,
y no para bien, precisamente. La nota terminaba: “que sea dos veces maldito por
el daño que causó al grupo y a todos nosotros, que en otra época estuvimos tan
orgullosos de esta empresa”. El suicidio de Graziella Corrocher metaforiza mejor que nada la radical metamorfosis operada por Calvi en el Ambrosiano; el cambio desde un banco anticuado, ajado incluso, acostumbrado a trabajar tan sólo a unos pocos kilómetros a la redonda de sus oficinas, procurando buscar su clientela y accionariado entre la buena gente católica, hasta un tiburón más del competitivo océano del mercado internacional de capitales. Tal y como traslucía la nota de suicidio, en esa metamorfosis se había perdido todo para la gente que un día creyó en aquel banquito meapilas.
Roberto Calvi, según la reconstrucción más sólida, todavía se tomó seis horas antes de acompañar a su secretaria.
A las siete y media de la mañana del viernes 18 de junio,
Anthony Huntley, un chico que trabaja en el periódico londinense Daily Express, se apresta a ir al
curro cruzando, como cada día, el puente de Black Friars, en Streatham, al sur
de Londres. En unos andamios colocados
por unos obreros que están repintando el puente cree ver la cabeza de un
hombre; cuando se acerca, confirma que es alguien ahorcado.
Huntley era un poco gilipollas, la verdad. En lugar de
llamar a la policía, se limitó a llegar al curro y a contarle a un amigo suyo,
Stephen Pullen, lo que había visto. Pullen, que no era un minusválido
conceptual como su colega, fue el que llamó a la pasma.
El hombre ahorcado tiene unos seis kilos de ladrillos rotos
metidos en bolsillos de sus ropas. Lleva 15.000 dólares y dos relojes
carísimos encima. Y un pasaporte a nombre Gian Roberto Calvini.
En Zurich, esa mañana, la llamada a las ocho que Calvi le
había prometido a su hija no llega. Quien llama a Anna es Kunz, que le dice que
va a enviar a su mujer a su hotel para darle dinero. Efectivamente, una mujer
aparece en el hotel y le da 50.000 francos suizos; se queda consternada cuando
la hija de Calvi le informe del suicidio de la secretaria en Milán. Esa tarde,
Anna Calvi vuela a los Estados Unidos.
En Milán, el Banco de Italia hace lo que tiene que hacer:
dar una nota de prensa mintiendo como una perra, asegurando que el Ambrosiano
es una entidad sólida… todas esas mandangas habituales. O sea, que el banco
estaba intervenido porque sus dueños lo habían perdido al póker. Ja.
En Londres, Scotland Yard sospecha desde muy pronto que el
muerto es Calvi; así se lo hace saber a la policía italiana a la primera llamada.
Keith Simpson, probablemente el mejor patólogo forense de Reino Unido en ese
momento, revisa el cadáver y, al no encontrar signos de violencia ni de drogas,
concluye que, quienquiera que sea el calvo de los bigotes, se suicidó.
El sábado 19 de junio, la Policía italiana ya sabe que Calvi
pasó por Trieste, pero es incapaz de seguir el relato. Ese día, varios
funcionarios italianos llegan a Londres con las huellas digitales de Calvi; así
pues, el ahorcado pasa a tener su auténtico nombre de forma oficial.
En la madrugada del 20 de junio, leyendo las primeras
ediciones del domingo, Robert Clarke, el abogado al que le encomendaron
encontrar un folladero en Londres, se da cuenta de que su gestión tiene
relación con Calvi, y decide hablar con la policía. Ese mismo día, el
comandante a cargo de la investigación, Hugh Moore, da una rueda de prensa, en
cuyas preguntas queda claro que los periodistas italianos no creen en la teoría
del suicidio.
El lunes 21, con la información facilitada por Clarke, el inspector John
White, a las órdenes de Moore, se presenta en el Cloisters y hace que le abran
la habitación de Calvi. Allí encuentra todas sus pertenencias en maletas,
preparadas pues para un nuevo viaje; pero no su maletín negro, el de la
documentación importante. Ese mismo día, en Milán algunos depositantes del
Ambrosiano se presentan en las sucursales para recuperar su dinero; la mayoría,
en cambio, fuertemente vinculados a la institución por elementos no
financieros, aguanta. Sin embargo, quienes no tienen esa identificación religiosa
son los bancos que le han prestado a la entidad en el interbancario, que exigen
el retorno de su pasta ya. Consecuentemente, préstamo que vence, préstamo que
no se renueva.
La situación de los tres interventores del Ambrosiano:
Giovanni Arduino, Alberto Bertoni y Antonio Occhiuto, es muy desabrida. Todo lo
que tienen para tranquilizar al mercado es la afirmación categórica del Banco
de Italia de que respalda al Ambrosiano (el famoso “se hará lo que haya que
hacer”; que nunca, no lo olvides, lector, nunca
es verdad). Los otros bancos, sin embargo, no se chupan el dedo; cada vez
que los interventores les dicen eso, retrucan preguntando si esa garantía incluye a las sociedades internacionales.
En ese punto, el Banco de Italia calla; ¿cómo va a respaldar unas obligaciones
que ni siquiera sabe de quién son, ni qué volumen tienen? Aunque, como veremos, hay otra razón vinculada al hecho de que Italia no esté ya gobernada por la Democracia Cristiana.
El martes comienza el bulle-bulle en las redacciones y los
despachos sobre la cartas del Vaticano. Los periodistas se dirigen al IOR, pero
éste sólo acepta preguntas por escrito que, por lo demás, no responde. Como bien sabemos desde Moisés, Yahvé sólo habla con quien le da la gana, y cuando le da la gana.
El miércoles, día 23, el Partido Comunista interpela al
gobierno en el Parlamento por qué se dejó a Calvi seguir siendo presidente tras
su condena; o sea, pregunta lo obvio que, sin embargo, todo el mundo ha dado por normal durante semanas. En Londres, Leone Calvi, hermano del financiero, reconoce el cuerpo
en la morgue. A la salida, declara a los periodistas que su hermano ha sido
asesinado.
Todo el mundo, a esas alturas, busca a Carboni. Primero lo
buscaban para aclarar el periplo de Calvi; pero, ahora que la hipótesis del
asesinato está viva, lo buscan, también, para intentar aclarar todo eso. El conseguidor
ha llamado el domingo anterior al juez milanés Domenico Sica, que investiga los
hechos; le ha prometido presentarse en el juzgado, pero tres días después no ha
aparecido, y tardará. El jueves, Silvano Vittor se entrega. El viernes, 25 de junio, el
consejo de ENI suspende a su director financiero, Fiorio Fiorini, al descubrir
que diseñó una operación de entrada en el Ambrosiano de la que no le dijo nada
a nadie en la empresa. El dinero público, ya se sabe, no es de nadie.
El viernes 2 de julio, los denodados intentos de la
Santísima Trinidad, la Virgen María y toda la pesca de permanecer ocultos en
toda aquella movida van revelándose cada vez más difíciles. Los tres
interventores del Ambrosiano se reúnen con el IOR. En dicha reunión, informan
fríamente de que, según los cálculos que han podido hacer, el Vaticano debe 1.275 millones de dólares, que es
el montante de los préstamos incluidos en las cartas firmadas por Marcinckus,
Mennini y De Strobel. Ellos repiten eso de que escribieron eso para ayudar a un
amigo como podían haber escrito otra cosa; pero los supervisores bancarios les
contestan que sus intenciones, básicamente, se la traen ondulante penduleante.
Marcinckus, rápidamente, les recuerda que el Banco de Italia no tiene
jurisdicción sobre el IOR, y los despacha. ¿Os acordáis del calvo sudafricano cabrón aquél de Letal weapon, creo que la segunda parte, que cada vez que Riggs y Murtaugh lo pillaban sacaba con una sonrisita el pasaporte y decía: "inmunidad diplomática"? Pues algo parecido, pero con pasta de por medio.
Esa tarde, en el parlamento, Bienamino Andreatta, ministro
de Hacienda, que protagoniza un acalorado debate sobre el Ambrosiano, asevera: “el
Vaticano fue socio de facto del
Ambrosiano; así pues, el gobierno italiano espera que el IOR asuma sus
responsabilidades”.
Conforme avanza el mes de julio, el trabajo de la Prensa va
sacando cosas que convierten la Italia de los escándalos, siempre tan prolija y variada, en un solo tema. Según los
indicios todo: Sindona, el Ambrosiano, la P2, el terrorismo de ultraderecha;
todo está relacionado. Se van sabiendo cosas: por ejemplo, que el Ambrosiano
pudo financiar una operación argentina con misiles Exocet en plena guerra de
las Malvinas y, por supuesto, el trasvase de recursos desde el IOR al sindicato
Solidaridad. Eso hace saltar las alarmas, y los rumores de que los propios
servicios secretos occidentales pudieron estar relacionados con la muerte de
Calvi.
El lunes 12 de julio, al haber vencido el plazo de reembolso
el día 8 de un importante préstamo, el Midland Bank y otros bancos activan la
quiebra del Ambrosiano de Luxemburgo. Eso ya no hay quien lo pare. En la tarde
del domingo anterior, el Banco de Italia ha formado, a pelo puta, un consorcio
de rescate con seis bancos; pero estamos siempre en lo mismo: sólo afecta al
negocio en el interior de Italia.
El martes, 13 de julio, finalmente, Dios habla. El Vaticano
anuncia la creación de una comisión con tres expertos para que estudien la
relación del IOR con el Banco Ambrosiano. El asunto ya no está propiamente en
manos de Marcinckus, sino de Agostino Casaroli quien, probablemente, y neto de Belcebú claro, es el peor enemigo del estadounidense en ese momento. Los designados son: Joseph
Brennan, ex presidente de un banco neoyorkino; Carlo Cerutti, vicepresidente de
la CTET, el conglomerado italiano de comunicaciones de titularidad pública; y
Philippe de Weck, ex presidente de uno de los grandes bancos suizos. El
Vaticano, hay que reconocerlo, progresa adecuadamente: esta vez, ninguno de los
designados parece tener vínculos con la Mafia.
El jueves, 22 de julio, Michele Sindona y otras veinticinco
personas son encausadas por quiebra fraudulenta y por conculcar la legislación
bancaria italiana. Entre los acusados hay tres personas ligadas al IOR, entre
ellas Luigi Mennini, el número dos del banco vaticano. El primer ministro Giovanni
Spadolini, la verdad uno de los políticos italianos de primer nivel que más
claro ha hablado cuando ha hablado, hace unas declaraciones realmente
sorprendentes. En ese momento procesal, hasta los becarios de las hojas
parroquiales hacen siempre la misma pregunta cada vez que hablan con un
político: ¿por qué el Banco de Italia no respalda las deudas de las sociedades
internacionales del Ambrosiano? Normalmente, los responsables públicos suelen
sobrevivir a esa pregunta sin romperla ni mancharla, diciendo, por ejemplo, cosas como "haremos lo que haya que hacer, según dicten la evidencia científica y el criterio de los expertos"; pero ese día Spadolini
tiene ganas de hablar. Consiguientemente, insinúa, más que dice, que la razón
de no ejercer dicho respaldo es que, de hacerlo, el gobierno estaría limpiando
la mierda de otro. Y ese otro es el
Vaticano. Un rescate total de todos los activos y pasivos del Grupo
Ambrosiano, argumenta el primer ministro. “implicaría el riesgo de favorecer a
personas o instituciones que, en realidad, están comprometidas en la
responsabilidad por la producción de estas dificultades financieras”.
El primer ministro italiano, pues, le está diciendo al Papa
que limpie su propia mierda. Que quien la hace, la paga. Que se han terminado
los tiempos en los que los hombres de Dios sólo son responsables ante el propio
Dios en ese día lejano en el que deberán rendir cuentas por sus actos. Que los
impositores, no digamos los accionistas honrados, del Ambrosiano, están a punto
de perderlo todo por sus manejos; y que, si tanto les gusta recordar que a
ellos el Banco de Italia no les tose porque ello son un Estado aparte, que
apechuguen.
Pues no pides nada, Gianni.
Saludos Juan.
ResponderBorrarSolo un pequeño matiz.
El traficante que siempre saca la inmunidad diplomática es interpretado por José Ackland, que no lleva melena pero tampoco está calvo.
Sospecho que está pensando en Arnold Voloo, sudafricano de verdad (el otro es británico), que siempre sale calvorota.
Paisano.
Vosloo, quería decir.
ResponderBorrarNo sale en la película.
Tampoco Charlize Theron, que aún no era actriz.
Irónico. Británicos haciendo de sudafricanos.
Las dos genuinas estrellas sudafricanas, no salen en una película llena de sudafricanos.
Paisano.
P.D. No me olvido que el tema es Calvi. Excelente serie.