lunes, octubre 28, 2024

Mao (39): El Gran Salto De Los Huevos

Papá, no quiero ser campesino
Un esclavo, un amigo, un servidor
“¡Es precioso, precioso!”
Jefe militar
La caída de Zhu De
Sólo las mujeres son capaces de amar en el odio
El ensayo pre maoísta de Jiangxi
Japón trae el Estado comunista chino
Ese cabronazo de Chou En Lai
Huida de Ruijin
Los verdaderos motivos de la Larga Marcha
Tucheng y Maotai (dos batallas de las que casi nadie te hablará)
Las mentiras del puente Dadu
La huida mentirosa
El Joven Mariscal
El peor enemigo del mundo
Entente comunista-nacionalista
El general Tres Zetas
Los peores momentos son, en el fondo, los mejores
Peng De Huai, ese cabrón
Xiang Ying, un problema menos
Que ataque tu puta madre, camarada
Tres muertos de mierda
Wang Ming
Poderoso y rico
Guerra civil
El amigo americano
La victoria de los topos
En el poder
Desperately seeking Stalin
De Viet Nam a Corea
El laberinto coreano
La guerra de la sopa de agujas de pino
Quiero La Bomba
A mamar marxismo, Gao Gang
El marxismo es así de duro
A mí la muerte me importa un cojón
La Campaña de los Cien Ñordos
El Gran Salto De Los Huevos
38 millones
La caída de Peng
¿Por qué no llevas la momia de Stalin, si tanto te gusta?
La argucia de Liu Shao Chi
Ni Khruschev, ni Mao
El fracaso internacional
El momento de Lin Biao
La revolución anticultural
El final de Liu Shao, y de Guang Mei
Consolidando un nuevo poder
Enemigos para siempre means you’ll always be my foe
La hora de la debilidad
El líder mundial olvidado
El año que negociamos peligrosamente
O lo paras, o lo paro
A modo de epílogo  

 


En la misma reunión, los dirigentes provinciales, que se habían convertido en el backbone del maoísmo, también cargaron contra Liu Shao Chi por haber sido el heraldo de los recortes. Liu, sin embargo, mantuvo el pulso, y siguió siendo el número 2 del Partido. No así Chou. El compañero de fatigas de Mao estaba tan jodido que le pidió al Presidente permiso para dimitir como primer ministro. A Mao le pareció buena idea, así que Chou siguió siendo el responsable de las relaciones exteriores, pero dejó de ser el coordinador gubernamental.

viernes, octubre 25, 2024

Mao (38): La Campaña de los Cien Ñordos

Papá, no quiero ser campesino
Un esclavo, un amigo, un servidor
“¡Es precioso, precioso!”
Jefe militar
La caída de Zhu De
Sólo las mujeres son capaces de amar en el odio
El ensayo pre maoísta de Jiangxi
Japón trae el Estado comunista chino
Ese cabronazo de Chou En Lai
Huida de Ruijin
Los verdaderos motivos de la Larga Marcha
Tucheng y Maotai (dos batallas de las que casi nadie te hablará)
Las mentiras del puente Dadu
La huida mentirosa
El Joven Mariscal
El peor enemigo del mundo
Entente comunista-nacionalista
El general Tres Zetas
Los peores momentos son, en el fondo, los mejores
Peng De Huai, ese cabrón
Xiang Ying, un problema menos
Que ataque tu puta madre, camarada
Tres muertos de mierda
Wang Ming
Poderoso y rico
Guerra civil
El amigo americano
La victoria de los topos
En el poder
Desperately seeking Stalin
De Viet Nam a Corea
El laberinto coreano
La guerra de la sopa de agujas de pino
Quiero La Bomba
A mamar marxismo, Gao Gang
El marxismo es así de duro
A mí la muerte me importa un cojón
La Campaña de los Cien Ñordos
El Gran Salto De Los Huevos
38 millones
La caída de Peng
¿Por qué no llevas la momia de Stalin, si tanto te gusta?
La argucia de Liu Shao Chi
Ni Khruschev, ni Mao
El fracaso internacional
El momento de Lin Biao
La revolución anticultural
El final de Liu Shao, y de Guang Mei
Consolidando un nuevo poder
Enemigos para siempre means you’ll always be my foe
La hora de la debilidad
El líder mundial olvidado
El año que negociamos peligrosamente
O lo paras, o lo paro
A modo de epílogo  

 


Los asistentes a la misa-romería leninista de 1957 eran comunistas de variado pelaje. Algunos eran estalinistas, otros ya no. Algunos tenían entonces tenues líneas de colaboración con occidente, otros no. Algunos estaban casi frontalmente enfrentados con Moscú, otros no. Pero todos ellos compartían un sentimiento: el temor a que la situación pudiese provocar una guerra con el mundo capitalista, por las gravísimas consecuencias que ello tendría para todos. No eran, en puridad, hombres pacifistas (porque mujeres había pocas); eran hombres de la Guerra Fría, más bien. Hombres que tenían claro que la palabra clave de la definición era “Fría”, no “Guerra”. Pero, junto a este sentimiento general, estaba el chino: Mao Tse Tung, que destacaba por ser un comunista que, lejos de temer una guerra, la esperaba y la deseaba. La diferencia fundamental entre aquel comunista y el resto de comunistas es que a Mao, como dejó bien claro en sus discursos, los muertos de la guerra, incluso los suyos, le importaban tres cojones. De hecho, ya se lo importaban en vida, puesto que una de sus perlas en aquel congreso fue esta confesión de acendrado marxismo: “La gente dice que la pobreza es mala, pero en realidad es buena. Cuanto más pobre es alguien, más revolucionario se hace”.  En esas condiciones, no ha de sorprender el dato de que Mao, que llegó a Moscú convencido de que iba a ser la gran estrella del encuentro, en realidad pasó sin pena ni gloria, sin ser citado por otros ni agasajado en las fotos oficiales. Mao apestaba.

jueves, octubre 24, 2024

Mao (37): A mí la muerte me importa un cojón

Papá, no quiero ser campesino
Un esclavo, un amigo, un servidor
“¡Es precioso, precioso!”
Jefe militar
La caída de Zhu De
Sólo las mujeres son capaces de amar en el odio
El ensayo pre maoísta de Jiangxi
Japón trae el Estado comunista chino
Ese cabronazo de Chou En Lai
Huida de Ruijin
Los verdaderos motivos de la Larga Marcha
Tucheng y Maotai (dos batallas de las que casi nadie te hablará)
Las mentiras del puente Dadu
La huida mentirosa
El Joven Mariscal
El peor enemigo del mundo
Entente comunista-nacionalista
El general Tres Zetas
Los peores momentos son, en el fondo, los mejores
Peng De Huai, ese cabrón
Xiang Ying, un problema menos
Que ataque tu puta madre, camarada
Tres muertos de mierda
Wang Ming
Poderoso y rico
Guerra civil
El amigo americano
La victoria de los topos
En el poder
Desperately seeking Stalin
De Viet Nam a Corea
El laberinto coreano
La guerra de la sopa de agujas de pino
Quiero La Bomba
A mamar marxismo, Gao Gang
El marxismo es así de duro
A mí la muerte me importa un cojón
La Campaña de los Cien Ñordos
El Gran Salto De Los Huevos
38 millones
La caída de Peng
¿Por qué no llevas la momia de Stalin, si tanto te gusta?
La argucia de Liu Shao Chi
Ni Khruschev, ni Mao
El fracaso internacional
El momento de Lin Biao
La revolución anticultural
El final de Liu Shao, y de Guang Mei
Consolidando un nuevo poder
Enemigos para siempre means you’ll always be my foe
La hora de la debilidad
El líder mundial olvidado
El año que negociamos peligrosamente
O lo paras, o lo paro
A modo de epílogo  

 


Después de Wuhan, Mao voló a Cantón. Mientras tanto, recibía noticias de Pekín, donde tanto Chou como Liu seguían apoyando la idea de que había que tascar el freno, por el bien del chino corriente. A finales de mayo, Mao volvió a Wuhan para nadar en el Yangtze. Hizo tres inmersiones públicas, literalmente rodeado de guardias de seguridad que no dejaban que se acercase ni el krill; pero en medio de los vivas y el cariño espontáneo de su pueblo. Porque de eso se trataba: de lanzar el mensaje de que China estaba con él, igual que España estaba con Franco y que todos los clientes de las librerías donde entra Pedro Sánchez lo adoran.

miércoles, octubre 23, 2024

Mao (36): El marxismo es así de duro

Papá, no quiero ser campesino
Un esclavo, un amigo, un servidor
“¡Es precioso, precioso!”
Jefe militar
La caída de Zhu De
Sólo las mujeres son capaces de amar en el odio
El ensayo pre maoísta de Jiangxi
Japón trae el Estado comunista chino
Ese cabronazo de Chou En Lai
Huida de Ruijin
Los verdaderos motivos de la Larga Marcha
Tucheng y Maotai (dos batallas de las que casi nadie te hablará)
Las mentiras del puente Dadu
La huida mentirosa
El Joven Mariscal
El peor enemigo del mundo
Entente comunista-nacionalista
El general Tres Zetas
Los peores momentos son, en el fondo, los mejores
Peng De Huai, ese cabrón
Xiang Ying, un problema menos
Que ataque tu puta madre, camarada
Tres muertos de mierda
Wang Ming
Poderoso y rico
Guerra civil
El amigo americano
La victoria de los topos
En el poder
Desperately seeking Stalin
De Viet Nam a Corea
El laberinto coreano
La guerra de la sopa de agujas de pino
Quiero La Bomba
A mamar marxismo, Gao Gang
El marxismo es así de duro
A mí la muerte me importa un cojón
La Campaña de los Cien Ñordos
El Gran Salto De Los Huevos
38 millones
La caída de Peng
¿Por qué no llevas la momia de Stalin, si tanto te gusta?
La argucia de Liu Shao Chi
Ni Khruschev, ni Mao
El fracaso internacional
El momento de Lin Biao
La revolución anticultural
El final de Liu Shao, y de Guang Mei
Consolidando un nuevo poder
Enemigos para siempre means you’ll always be my foe
La hora de la debilidad
El líder mundial olvidado
El año que negociamos peligrosamente
O lo paras, o lo paro
A modo de epílogo  

 

Tal y como ya sospechaban los más conspicuos miembros del PCC, el caso Gao Gang no se iba a quedar ahí. En el comunismo de corte estalinista, una vez que has hecho el gasto de abrir la esquina de la lata de las purgas, ya la abres entera porque dejarla así sería tontería. Así que Mao ordenó la acusación de Rao Shu Shi. Rao Pescado Crudo no era un cualquiera: era el jefe del Departamento de Organización del Partido; y si habéis estado atentos en pasadas lecciones sobre la estructura del comunismo soviético, ya deberíais saber a estar alturas que este puesto controlaba un montón de cosas relacionadas con nombramientos, destinos y otras gabelas que llevaban a sus beneficiarios, no a la tierra que mana leche y miel, sino a la tierra que mana alcohol y donde la leche la pones tú. Mao hizo que Rao fuese acusado de haber complotado con Gao (o sea, sí: Mao acusó a Gao y a Rao) para romper el Partido ( o sea: de lo que Gao acusaba a Liu; es lioso, lo sé, y sobre todo con nombres chinos de por medio). El gran pecado de Rao, que a todas luces debía de ser un comunista listo y eficiencia, fue haber sido el jefe de la inteligencia china en Estados Unidos. Mao estaba pensando en hacer una purga en su sistema de inteligencia; en ese momento, estaba bien atento al merdé que tenía montada la URSS posestalinista con la figura de Lavrentii Beria; y claramente no quería eso. Rao fue correspondientemente arrestado, pero no fusilado. Lo metieron en el maco, donde murió tras haber incluso sobrevivido a Mao, en 1975. Esto quiere decir que, efectivamente, ni siquiera Deng Xiao Ping se planteó nunca revisar su caso, mucho menos rehabilitarlo. Lo cual nos lleva, de nuevo, a la enigmática frase de Patxi Arkhipov: ¿Por qué quieren ustedes saber tantas cosas de Gao Gang? ¿Qué más da, chavales, qué mas da?

martes, octubre 22, 2024

Mao (35): A mamar marxismo, Gao Gang

Papá, no quiero ser campesino
Un esclavo, un amigo, un servidor
“¡Es precioso, precioso!”
Jefe militar
La caída de Zhu De
Sólo las mujeres son capaces de amar en el odio
El ensayo pre maoísta de Jiangxi
Japón trae el Estado comunista chino
Ese cabronazo de Chou En Lai
Huida de Ruijin
Los verdaderos motivos de la Larga Marcha
Tucheng y Maotai (dos batallas de las que casi nadie te hablará)
Las mentiras del puente Dadu
La huida mentirosa
El Joven Mariscal
El peor enemigo del mundo
Entente comunista-nacionalista
El general Tres Zetas
Los peores momentos son, en el fondo, los mejores
Peng De Huai, ese cabrón
Xiang Ying, un problema menos
Que ataque tu puta madre, camarada
Tres muertos de mierda
Wang Ming
Poderoso y rico
Guerra civil
El amigo americano
La victoria de los topos
En el poder
Desperately seeking Stalin
De Viet Nam a Corea
El laberinto coreano
La guerra de la sopa de agujas de pino
Quiero La Bomba
A mamar marxismo, Gao Gang
El marxismo es así de duro
A mí la muerte me importa un cojón
La Campaña de los Cien Ñordos
El Gran Salto De Los Huevos
38 millones
La caída de Peng
¿Por qué no llevas la momia de Stalin, si tanto te gusta?
La argucia de Liu Shao Chi
Ni Khruschev, ni Mao
El fracaso internacional
El momento de Lin Biao
La revolución anticultural
El final de Liu Shao, y de Guang Mei
Consolidando un nuevo poder
Enemigos para siempre means you’ll always be my foe
La hora de la debilidad
El líder mundial olvidado
El año que negociamos peligrosamente
O lo paras, o lo paro
A modo de epílogo  

 


A partir de junio de 1953, con la renuncia a la guerra de Corea ya en la buchaca, Mao pudo disfrutar de las noventa fábricas que los sucesores de Stalin le habían prometido; lo cual quiere decir que pudo comenzar a pensar en su proyecto de convertirse en un complejo militar-industrial como la propia URSS. Para ello, el líder chino repitió la jugada de su maestro unos treinta años antes con el primer Plan Quinquenal: un plan para industrializar China, todo lo más, en quince años; plan para el cual todo lo demás sería subordinado al objetivo principal. Es importante entender que a Mao, al revés que a personajes como Pedro Sánchez, la posteridad le importaba un huevo. A él, si los chinos iban a conservar un retrato suyo en Tiananmen o arrastrarlo por los albañales, se le daba una higa. Como veremos en estas notas, su lucha final con Deng Xiao Ping lo que por su seguridad personal; porque Mao veía al naciente líder comunista capaz de clavarle un estilete en la tráquea y luego sentarse encima; el futuro del maoísmo tuvo muy poco que ver. De hecho, cuando Mao visitó la momia de Lenin en Moscú, el único comentario que se le ocurrió fue preguntarse en qué medida toda aquella parafernalia le había beneficiado al propio Lenin. Lo suyo era la apoteosis en vida. Mao se miraba mucho en Confucio, a quien la tradición otorga una edad a su muerte de 73 años. Echaba cuentas, y le salía que, corriendo a buen ritmo, le llegaba para ser el dueño militar del mundo antes de morir. Y eso es lo que quería. Lo de labrar la grandeza de China no era su objetivo.

lunes, octubre 21, 2024

Mao (34): Quiero La Bomba

Papá, no quiero ser campesino
Un esclavo, un amigo, un servidor
“¡Es precioso, precioso!”
Jefe militar
La caída de Zhu De
Sólo las mujeres son capaces de amar en el odio
El ensayo pre maoísta de Jiangxi
Japón trae el Estado comunista chino
Ese cabronazo de Chou En Lai
Huida de Ruijin
Los verdaderos motivos de la Larga Marcha
Tucheng y Maotai (dos batallas de las que casi nadie te hablará)
Las mentiras del puente Dadu
La huida mentirosa
El Joven Mariscal
El peor enemigo del mundo
Entente comunista-nacionalista
El general Tres Zetas
Los peores momentos son, en el fondo, los mejores
Peng De Huai, ese cabrón
Xiang Ying, un problema menos
Que ataque tu puta madre, camarada
Tres muertos de mierda
Wang Ming
Poderoso y rico
Guerra civil
El amigo americano
La victoria de los topos
En el poder
Desperately seeking Stalin
De Viet Nam a Corea
El laberinto coreano
La guerra de la sopa de agujas de pino
Quiero La Bomba
A mamar marxismo, Gao Gang
El marxismo es así de duro
A mí la muerte me importa un cojón
La Campaña de los Cien Ñordos
El Gran Salto De Los Huevos
38 millones
La caída de Peng
¿Por qué no llevas la momia de Stalin, si tanto te gusta?
La argucia de Liu Shao Chi
Ni Khruschev, ni Mao
El fracaso internacional
El momento de Lin Biao
La revolución anticultural
El final de Liu Shao, y de Guang Mei
Consolidando un nuevo poder
Enemigos para siempre means you’ll always be my foe
La hora de la debilidad
El líder mundial olvidado
El año que negociamos peligrosamente
O lo paras, o lo paro
A modo de epílogo  

 



Stalin tenía claro que under no circumstances debía poner la bomba atómica en manos de Mao. El líder de la URSS tenía claro que Mao era un bombardeador imprevisible. Hoy, quería tener la bomba para defenderse de los Estados Unidos. Pero mañana, si le cuadraba, podía soltarla sobre Mongolia, o la URSS. Y, en todo caso, un Mao con tecnología atómica podía dar fácilmente al traste con la cuidadosa imagen que el mundo comunista estaba construyendo de sí mismo, con la inestimable colaboración de los intelectuales gilipollas de occidente, como amante de la paz y de la libertad de los pueblos, del derecho de las mujeres a no depilarse, y de lo que hiciese falta. Sin embargo, tenía otro problema, y es que tenía miedo de su otrora aliado y residente en Reims, hoy presidente de los Estados Unidos. Le creía cuando insinuaba que podía soltar un pepinaco sobre China.

viernes, octubre 18, 2024

Mao (33): La guerra de la sopa de agujas de pino

Papá, no quiero ser campesino
Un esclavo, un amigo, un servidor
“¡Es precioso, precioso!”
Jefe militar
La caída de Zhu De
Sólo las mujeres son capaces de amar en el odio
El ensayo pre maoísta de Jiangxi
Japón trae el Estado comunista chino
Ese cabronazo de Chou En Lai
Huida de Ruijin
Los verdaderos motivos de la Larga Marcha
Tucheng y Maotai (dos batallas de las que casi nadie te hablará)
Las mentiras del puente Dadu
La huida mentirosa
El Joven Mariscal
El peor enemigo del mundo
Entente comunista-nacionalista
El general Tres Zetas
Los peores momentos son, en el fondo, los mejores
Peng De Huai, ese cabrón
Xiang Ying, un problema menos
Que ataque tu puta madre, camarada
Tres muertos de mierda
Wang Ming
Poderoso y rico
Guerra civil
El amigo americano
La victoria de los topos
En el poder
Desperately seeking Stalin
De Viet Nam a Corea
El laberinto coreano
La guerra de la sopa de agujas de pino
Quiero La Bomba
A mamar marxismo, Gao Gang
El marxismo es así de duro
A mí la muerte me importa un cojón
La Campaña de los Cien Ñordos
El Gran Salto De Los Huevos
38 millones
La caída de Peng
¿Por qué no llevas la momia de Stalin, si tanto te gusta?
La argucia de Liu Shao Chi
Ni Khruschev, ni Mao
El fracaso internacional
El momento de Lin Biao
La revolución anticultural
El final de Liu Shao, y de Guang Mei
Consolidando un nuevo poder
Enemigos para siempre means you’ll always be my foe
La hora de la debilidad
El líder mundial olvidado
El año que negociamos peligrosamente
O lo paras, o lo paro
A modo de epílogo  



La intervención china en la guerra de Corea salvó la dictadura de Corea del Norte en los minutos de descuento. Kim Il Sung estaba claramente perdiendo la guerra que había iniciado; pero unos meses después, las tropas del sur habían sido desalojadas del norte del paralelo 38. La consecuencia, sin embargo, fue una dependencia total de China. Kim todavía tenía 75.000 soldados; pero dependía totalmente de los 450.000 que Mao había puesto en juego. El 7 de diciembre, los chinos recuperaron Pyongyang, la capital de Corea del Norte. Kim, abrumado por los hechos, les cedió a los chinos la comandancia de la guerra. Eso convirtió a Peng De Huai en el general Mola de los comunistas.