martes, diciembre 09, 2025

Ceaucescu (34): Enemigo de sus amigos




Rumania, ese chollo
A la sombra de los soviéticos en flor
Quiero rendirme
El largo camino hacia el armisticio
Conspirando a toda velocidad
El golpe
Elecciones libres; o no
En contra de mi propio gobierno
Elecciones libres (como en la URSS)
El último obstáculo, el rey
Con la Iglesia hemos topado
El calvario uniate
Securitate
Yo quiero ser un colectivizador como mi papá
Stefan Foris
Patrascanu y Pauker
La caída en desgracia de Lucretiu Patrascanu
La sombra del titoísmo
Gheorghiu-Dej se queda solo
Ana Pauker, salvada por un ictus
La apoteosis del primer comunista de Rumania
Hungría
Donde dije digo…
El mejor amigo del primo de Zumosol
Pitesti
Pío, pío, que yo no he sido
Trabajador forzado por la gracia de Lenin
Los comienzos de la diferenciación
Pues yo me voy a La Mutua (china)
Hasta nunca Gheorghe
El nuevo mando
Yo no fui
Yo no soy ellos
Enemigo de sus amigos
Grandeza y miseria
De mal en peor
Esos putos húngaros
El puteo húngaro
El maldito libro transilvano
El sudoku moldavo
La fumada de Artiom Lazarev
Viva Besarabia libre (y rumana)
Primeras disidencias
Goma
Los protestantes protestan
Al líder obrero no lo quieren los obreros
Brasov
No toques a Tokes
Arde Timisoara
El derrumbador de iglesias y monasterios
Qué mal va esto
Epílogo: el comunista que quiso sorber y soplar a la vez



La clara posición de Ceaucescu contra la invasión soviética de Checoslovaquia levantó rápidamente el temor en su país hacia la eventualidad de que fuese la rumana la siguiente frontera que traspasasen los tanques de Moscú. Los comunistas rumanos, de hecho, llegaron a estar tan convencidos de que eso era lo que iba a pasar, que su líder comenzó a moderar su lenguaje. Poco a poco, Ceaucescu abandonó las críticas hacia la invasión, aunque, en realidad, el Partido nunca produjo un contra-discurso que contestase al de la balconada del Comité Central. Todo quedó en un punto medio en el que las autoridades soviéticas siguieron pensando que, tal vez, Rumania iba a acabar por abandonar el Pacto de Varsovia.

Semanas después de la invasión, Leónidas  Breznev produjo la doctrina que lleva su nombre, y que es la justificación ideológica de dicha acción. La doctrina Breznev viene a sostener que las fuerzas soviéticas tienen derecho a actuar para mantener a cualquier miembro de su círculo satélite dentro del mismo. La afirmación de esta misión histórica, por llamarla de alguna manera, convenció a los comunistas rumanos de que Moscú buscaría en el futuro una disculpa para poder intervenir en el país.

El 15 de enero de 1969, el agregado militar rumano en Atenas tuvo una conversación con el agregado de la República Federal de Alemania en la misma plaza, en la cual el militar occidental le confesó que en el oeste se contaba con que el Pacto de Varsovia iba a realizar maniobras en Rumania en marzo o abril. Según el agregado alemán, Breznev iba a aprovechar la situación para “olvidarse” de llamar a las tropas de vuelta, para que se quedasen en suelo rumano.

Con el tiempo, los rumanos habrían de darse cuenta de que, efectivamente, había agua en aquella piscina. El 11 de febrero de 1970, el general Florian Truta, que era el jefe adjunto del Estado Mayor del Pacto de Varsovia en Moscú, tuvo una conversación con el general Sergei Matveevitch Shtemenko en la que el ruso le vino a decir que era consciente de que los rumanos habían aprobado leyes relativas a la relación con la URSS; pero, añadió, si algún día la URSS situaba tropas en suelo rumano, ya verían dónde se quedaban sus putas leyes.

El fondo de la cuestión era que Rumania, si bien obviamente no había abandonado el Pacto de Varsovia, sí lo estaba poniendo en peligro puesto que estaba propugnando la idea de que los países miembros del Pacto debían poder retener la soberanía de no secundar acciones militares del mismo si no las considerasen necesarias. Asimismo, Ceaucescu propugnaba que determinadas decisiones de gran importancia, como por ejemplo entrar en guerra con la OTAN, no pudiesen tomarse por mayoría, y requiriesen la unanimidad.

Leónidas Breznev y Nicolae Ceaucescu se vieron personalmente en Moscú en mayo de 1970; en dicha ocasión, el líder soviético no se cortó un pelo y acusó al rumano de querer salirse del Pacto de Varsovia y alinearse con occidente. Aparentemente, había algo de verdad, pues Emil Bodnaras habría de confesarle al embajador estadounidense en Bucarest, Harry G. Barnes (que sería el polémico embajador USA en el Chile de Allende), que en los tiempos inmediatamente posteriores a la invasión de Checoslovaquia, el abandono del Pacto de Varsovia fue una opción seriamente considerada.

En todo caso, la principal función que cumplió la política de exacerbación del soberanismo rumano fue consolidar todavía más la dictadura personal de Ceaucescu. El 21 de agosto de 1968, esta consolidación dio un paso importante con la creación de la Guardia Patriótica, una milicia proletaria a la que fueron adscritos la mayoría de los hombres y mujeres adultos. De más o menos esa misma época data la orden secreta por parte de Ceaucescu a su CNI particular para que le diseñasen un plan de escape en el caso de que se presentase algún tipo de situación comprometida. Este plan, que se denominó Rovine-IS-70 (Rovine es el lugar valaquio en el que, en 1394, el príncipe Mircea el Viejo paró a los turcos; en España, pues, el plan se llamaría Navas de Tolosa-IS-70), se ocupaba de la eventualidad de una invasión de Rumania, momento en que el Consejo de Seguridad Estatal debería organizar un movimiento de resistencia; si dicha resistencia fallase, Ceaucescu huiría al extranjero. En los años siguientes, el plan fue revisado y modificado muchas veces; la hipótesis más manejada fue siempre la de un golpe de Estado de inspiración soviética, dirigido a colocar a un dirigente más pastueño. El plan una vez tuneado y rebautizado Plan Z fue publicado por la Prensa rumana unos cuatro años después de la caída del comunismo. Preveía la huida de todos los grandes cuadros del Partido (los comunistas siempre se han caracterizado por no ser muy valientes, que digamos; ahí está la guerra civil española para demostrarlo); para ello se pensaba usar canales como el alcantarillado de la capital. Se escogieron emplazamientos de refugio en zonas montañosas y boscosas.

Resulta obvio que os diga que, cuando el plan verdaderamente hizo falta, es decir el 22 de diciembre de 1989, no funcionó, o no del todo. En realidad, estaba diseñado para una situación bien diferente de la que se produjo aquel día de la lotería. Nada salió como se esperaba sobre el papel. A las 10,30 de la mañana, los vehículos blindados que estaban delante de la puerta de la sede del Comité Central se marcharon, y marchándose se cargaron toda posibilidad de poder reservar un espacio para el aterrizaje de helicópteros; algo que era absolutamente fundamental para la primera etapa de huida del Plan Z. El destino de Ceaucescu habría sido quedarse enjaretado allí, aunque provisionalmente lo salvó el teniente general Víctor Stanculescu, que consiguió llamar a dos helicópteros para que aterrizasen en el tejado; cosa que sólo fue capaz de hacer uno de ellos.

El plan Rovine, como os he dicho, era un plan montado básicamente para conservar la integridad de los principales dirigentes rumanos en el caso de una invasión soviética. A partir de 1976, sin embargo, Ceaucescu comenzó a exigirle a sus expertos en seguridad que comenzasen a contemplar la posibilidad de golpes de Estado destinados, no tanto a invadir o dominar Rumania, como a follárselo a él.

El tema seguía estando relacionado con Moscú. Aparentemente la inteligencia rumana, en dicho año, tuvo conocimiento del conocido como Plan Dniestr, un plan diseñado en Moscú cuyo objetivo sería sustituir a Ceaucescu con otro dirigente rumano. Aparentemente, Moscú había decidido comenzar el diseño del plan después de que el presidente Nixon visitase Bucarest.

Todas estas informaciones elevaron notablemente las suspicacias de Ceaucescu. El líder rumano sabía que tenía un problema muy gordo con sus Fuerzas Armadas, dado que todos los altos mandos de las mismas habían sido formados en la URSS. De hecho, una vez que tuvo todo el poder en el país, Ceaucescu ordenó a los militares que estuviesen casados con mujeres soviéticas que o bien se divorciasen de ellas y las devolviesen a su país, o bien renunciasen a su mando militar. La medida, en todo caso, no fue del todo seguida ni respetada.

La GRU, es decir la inteligencia exterior soviética, hizo de Rumania un objetivo fundamental. Aparentemente, el contacto más sólido que consiguieron en Bucarest fue el teniente general Ioan Serb, que era el comandante del distrito militar de Bucarest. Serb le habría pasado documentación sobre las defensas de la ciudad a la embajada soviética en Bucarest. El 30 de septiembre de 1971 fue degradado, y arrestado unos pocos días después. Los interrogatorios no lograron probar nada pero, aún así, fue sometido a un consejo de guerra secreto en el que fue condenado a siete años de prisión. Fue, sin embargo, liberado en agosto de 1976 y enviado como contable a una granja de cerdos; aparentemente, la entrevista que por entonces tuvieron Ceaucescu y Breznev en Crimea tuvo algo que ver.

La Securitate, de hecho, creó una unidad específica, la UM 0110, cuya misión era realizar contraespionaje contra operaciones de inteligencia de otros países comunistas que buscasen atentar contra la vida de Ceaucescu o generar situaciones que pudieran justificar la intervención del Pacto de Varsovia en territorio rumano. Este tipo de unidades parece ser que no existieron en otros países comunistas. La UM 0110 creó una sección especial destinada a investigar la lealtad de miembros del Ejército y del Comité Central. El miembro del Politburo Vasile Patilinet fue situado al frente de esta sección, con un adjunto en el general Grigore Raduica. Todavía se creó una sección más, destinada a vigilar a rumanos considerados con vínculos soviéticos especiales, al frente de la cual fue situado el coronel Aurel Mircea. Estas unidades recibieron autorización para pinchar los teléfonos de las embajadas de todos los países del Pacto de Varsovia. Fruto de las gestiones de estas unidades, los rumanos descubrieron otra defección, la del general Nicolae Militaru, a quien filmaron entrevistándose con contactos soviéticos.

Según Ion Mihai Pacepa, el hombre de más alto rango en el comunismo rumano que desertó a occidente, en el momento en que él decidió pirarse, en el verano de 1978, los servicios de inteligencia rumanos habían identificado a seis altos mandos militares que estaban implicados en el Plan Dniestr. Sin embargo, no da más datos, salvo el nombre del general Grigore Naum. Ceaucescu, aparentemente, reaccionó con mucha cautela con estos conspiradores, prefiriendo neutralizarlos pero sin detenerlos, para así mantener tranquilos a los moscovitas.

Uno de los perdedores del ambiente de asedio en que pronto estuvo Ceaucescu fueron los derechos humanos en Rumania. Aunque el régimen concedió dos amnistías, en 1976 y 1977, siguió siendo brutal y muy poco respetuoso con sus ciudadanos. La legalidad socialista que Ceaucescu había prometido, de hecho, pronto se convirtió más bien en una referencia teórica. La policía y los tribunales comenzaron a fabricar acusaciones por delitos como “parasitismo” (un ilícito en el que se podía caer tan sólo estando desempleado); así como los delitos de homosexualidad.

El régimen copió de los soviéticos la costumbre de enviar personas sanas a sanatorios siquiátricos. Desde 1965, esta práctica tenía cobertura lugar a través del conocido como Decretó-ley 12. A principios de los años setenta se construyeron varios hospitales siquiátricos especiales, donde fueron emplazados presos de conciencia.

Ceaucescu, sin embargo, disfrutaba de un ambiente internacional muy positivo. El pistoletazo de salida lo había marcado la visita de Nixon en agosto de 1969. Ceaucescu, de hecho, le devolvió la visita muy pronto, en octubre de 1970, explícitamente invitado por Nixon.

A partir de ahí, las relaciones económicas se estrecharon. En 1971, Rumania entró en el GATT, la organización internacional de comercio (y bebercio); en 1972 fue aceptada en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. En esos años, de hecho, las relaciones comerciales de Rumania con occidente fueron, de largo, las más intensas de todo el bloque comunista. En 1973, incluso consiguió el estatus de nación más favorecida con la Comunidad Económica Europea. La Trade Act estadounidense de 1974 permitió al presidente extender la clasificación de nación más favorecida a países comunistas. En julio de 1975, el presidente Ford hizo uso de esta norma para darle dicho estatus a Rumania. 

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