martes, febrero 27, 2024

Cruzadas (22): El rey ha muerto, viva el rey

Decidiendo una corona
La difícil labor de Godofredo de Bouillon
Jerusalén será para quien la tenga más larga

La cruzada 2.0
Hat trick del sultán selyúcida y el rey danisménida
Bohemondo pilla la condicional
Las últimas jornadas del gran cruzado
La muerte de Raimondo y el regreso del otro Balduino
Relevo generacional
La muerte de Balduino I de Jerusalén
Peligro y consolidación
Bohemondo II, el chavalote sanguíneo que se hizo un James Dean
El rey ha muerto, viva el rey
Turismundo, toca las campanas, que comenzó el sermón del Patriarca
The bitch is back
Las ambiciones incumplidas de Juan Commeno
La pérdida de Edesa
Antioquía (casi) perdida
Reinaldo el cachoburro
Bailando con griegos
Amalrico en Egipto
El rey leproso
La desgraciada muerte de Guillermo Espada Larga
Un senescal y un condestable enfrentados, dos mujeres que se odian y un patriarca de la Iglesia que no para de follar y robar
La reina coronada a pelo puta por un vividor follador
Hattin
La caída de Jerusalén
De Federico Barbarroja a Conrado de Montferrat
Game over
El repugnante episodio constantinopolitano 



 


El rey Balduino era, por así decirlo, doblemente responsable de resolver el problema de Antioquía. Lo era, en primer lugar, porque , como rey de Jerusalén, era el rey soberano de aquel territorio, como el rey de España lo era del Principado de Asturias; razón por la cual había sido ya su regente. La segunda razón era el vínculo de sangre, pues era suegro de Bohemondo II como padre que era de Alicia, la mujer de príncipe ahora muerto. Bohemondo y Alicia habían tenido una hija, Costanza, que era una niña de cuatro años.

En esas circunstancias, la princesa de Antioquía demandaba un regente. Y ahí es donde estaba el lío, porque, sobre ser regente Balduino, más derechos tenía Alicia.

Alicia de Jerusalén no perdió ni un minuto en llorar a su marido. Aunque los cronistas no acusan a Bohemondo de los pecados habituales de los males maridos e insisten en que sus actos privados eran irreprochables, lo cierto es que marido y mujer nunca se llevaron bien, y cuando menos Alicia odiaba a su consorte con todas sus fuerzas. Así pues, no sólo no lo lloró, sino que, en cuanto supo de su deceso, todo su esfuerzo se centró en reivindicar el trono antioquiano.

En buena lógica feudal, Alicia podía aspirar a ser regente formal del principado, pero siempre asistida por su propio padre y por una asamblea de notables. Ella, sin embargo, quería desdibujar la frontera entre un regente y un príncipe reinante; quería todo el poder. En una reacción que, una vez más, y ya no sé cuántas van, viene a demostrar que eso de las cruzadas como periodo histórico con dos bandos enfrentados y bien definidos es una puta mentira, Alicia, cuando se dio cuenta de que por el flanco de su propia familia y correligionarios no iba a conseguir lo que quería, le envió emisarios a Zengi, que estaba en Alepo, ofreciéndole una alianza. Sin embargo, el musulmán nunca recibió el mensaje. Los espías de Balduino, que supongo que ya tendría muy claro de qué palo iba su hija, lo interceptaron. El rey, con la mitad de sus caballeros, se presentó en la ciudad de Antioquía, pero Alicia se negó a abrirle las puertas.

Con aquel gesto, Alicia se colocó en abierta rebelión contra el poder franj constituido. Pero le duró poco. La mayoría de los barones y caballeros que estaban dentro de la ciudad con ella se escandalizaron con lo que vieron, y la traicionaron. Abrieron las puertas y dejaron pasar a Balduino, que venía acompañado por Fulco, su rey becario; y por el conde de Edesa. Inicialmente, Alicia resistió en una torre, pero finalmente se rindió y se echó a los pies de su padre pidiendo clemencia. Balduino la perdonó, pero la envió a vivir a Lattakieh, en un régimen de libertad vigilada. Puede parecer que, en este punto, Alicia desapareció de la Historia; pero no es así. Sería restituida en su papel de regente por su hermana la reina Melisenda y, de hecho, permanecería siempre como uno de los principales elementos, si no el principal, antagónicos respecto del rey Balduino. De hecho, volvió a trazar una alianza contra Balduino, esta vez con la ayuda de Bizancio; pero su muerte en juventud trastocó sus planes. La hostilidad entre Balduino y su hija, al fin y al cabo más armenia que franca por influencia de su madre, la reina Morfia, es una buena prueba de que los cruzados nunca tuvieron una buena relación con los cristianos locales armenios. Lo cual es lógico, porque les robaron hasta el último mango.  Y en aquellos tiempos era imposible amar y admirar a quien te roba porque todavía no se había inventado la socialdemocracia.

Tras un año de matrimonio, Melisenda, la mujer de Fulco de Anjou, dio a luz a un niño que, cómo no, fue bautizado Balduino. Sería el primer rey de Jerusalén nacido en la tierra sobre la que mandaba.

El rey Balduino duró poco más que esta alegría. Murió en agosto del 1131. Treinta y cinco años antes, este oscuro noble de las Ardenas, hijo del conde de Rethel, destinado a tener una vida de guerrero más o menos del montón en Europa, había decidido escuchar la llamada del PasPas y marchar hacia Oriente Medio confundido en las mesnadas de Godofredo de la Baja Lorena, a ver si allí le tocaba la Bono Loto. Y le tocó, la verdad.

El trono más importante del experimento cruzado quedaba en manos de Fulco, un hombre a quien nadie le discutía la valentía y el arrojo, pero que sabía muy poco de las sutilezas del lugar donde estaba su reino. Asimismo, en el caudal relicto de la herencia también estaba presente, por así decirlo, el hecho de que Balduino dejaba sobre la Tierra al primer líder turco musulmán, Zengi, que había decidido jugar a fondo la carta de la guerra santa contra los cristianos.

Nada más morir el rey de Jerusalén, como era bastante habitual en los sistemas feudales, los reinos vasallos se inquietaron y aún se rebelaron. Pons de Trípoli y, por supuesto, Alicia en Antioquía, comenzaron dar por culo. Por lo que respecta al conde de Edesa, Joscelin de Courtenay había dejado bien claro ya que, en el momento de faltar Balduino, haría cabalgar a sus mesnadas contra el poder hierosolimitano; pero no pudo hacerlo porque, apenas unas semanas antes de la muerte del rey de Jerusalén, él mismo pereció durante una campaña contra los turcos. Edesa quedó en manos de hijo y heredero del conde, Joscelin II.

Alicia, por su parte, llegó a un acuerdo con Joscelin II y con Guillermo de Saona y Pons de Trípoli, todos los cuales querían la restitución de la mujer de Bohemondo II al frente del solar antioquiano. Por lo tanto, tanto el conde de de Edesa como el principado de Antioquía estaban trabajando para debilitar el poder del reino de Jerusalén; un gesto que, una vez más, nos está confirmando que aquellas personas no leían los tiempos en términos de cristianos buenos y musulmanes malos. Más bien, lo que había era un enfrentamiento entre cristianos, igual que en el otro bando, entre musulmanes, había unas hostias como panes candeales. La propia Alicia, pero también Joscelin II, tenían, por mor de los casamientos de sus padres, fuertes componentes armenios en sus personales. Y, como os he dicho, los cristianos armenios no tenían gran cosa que agradecer a los cruzados pues, primero, éstos habían desplazado del poder en muchos sitios a las asentadas dinastías armenias; y, segundo, los cristianos armenios habían sido demasiadas veces moneda de cambio en los apliques entre cruzados e islamitas.

Con el tiempo, Fulco acabó por coscarse del mojo, y decidió enviar a una expedición de caballeros para convencer a los antioquianos de quién mandaba. Sin embargo, Pons de Trípoli, quien como ya habéis leído estaba en la coalición, le negó en permiso a pasar por sus tierras. Por lo tanto, el rey de Jerusalén tuvo que embarcar en Beirut casi sin escolta y navegar hasta el puerto de San Simeón, para desde allí tratar de ganar las planicies de Antioquía. Una vez en Antioquía, se hizo jurar regente por los barones francos del principado, en nombre de Costanza.

Cuando se enteró de la jugada, totalmente inesperada y verdaderamente muy temeraria, Pons se cogió un globo de la hostia y entró en Antioquía con sus propias tropas. Fulco, que la verdad era mucho mejor combatiente que su contrincante, lo derrotó sin ambages y, de hecho, se permitió el humillante lujo de llevarse unos cuantos caballeros provenzales engrilletados a Jerusalén. Como las desgracias nunca vienen solas, el debilitado Pons fue atacado por los turcomano, que habían olido la sangre, y quienes lo asediaron en Montferrand. Desesperado, al conde de Trípoli no le quedó otra que rogar por la ayuda de aquel rey a quien había combatido. Tenía, por lo menos, la agarradera de que Cecilia, su mujer, era medio hermana de Fulco. Efectivamente, Cecilia de Francia era la viuda de Tancredo por su primer matrimonio, pero además era la hija de Bertrada de Montfort, que había sido la mujer de Fulco IV de Anjou y, más tarde, de Felipe I, rey de Francia. Fulco, efectivamente, respondió al llamado, y tiró para Montferrand.

Joscelin II, el otro gran conspirador, no estaba en una situación mucho mejor. Sawar, uno de los mejores generales de Zengi de Alepo, le estaba atacando con todo lo gordo en Turbessel. Esto dejaba a Alicia, como canta el tango, sola, fané y descangallá, por lo que la orgullosa hija de Balduino hubo de quedarse en Lattakieh haciendo eso que cantaba Mecano, es decir, beberse las ganas con el café.

Pero fijémonos un poco más en el reino vecino de Edesa, el de las lavadoras. Como recordaréis, el reino de Edesa había sido la primera posesión de Balduino de Boulogne antes de ser llamado a cotas más elevadas en el reino de Jerusalén. Edesa había sido conquistada por los francos de forma traicionera y arrebatada de las manos de quien era su soberano legítimo hasta el momento, el armenio Thoros. Balduino de Boulogne sólo duró tres años al frente del condado porque fue llamado a Jerusalén, por lo que le sustituyó Balduino de Le Bourg. Esto consolidó en Edesa una Corte formada por nobles valones, sobre todo procedentes de las Ardenas. Tras cuatro años de balduinato, el condado fue controlado por Ricardo de Salerno, noble normando, quien puso a los habitantes en rebelión por su manía de cobrar impuestos hasta por defecar. Cuando los Balduinos regresaron a Edesa, se encontraron con que el desgobierno del normando había dado alas a los armenios, que trataban de recuperar lo que consideran suyo; en el sofocamiento de esas rebeliones, los franj no escatimaron violencia. Balduino fue conde de Edesa diez años más, hasta que, en 1118, él también fue proclamado rey de Jerusalén. Durante aquellos diez años, el de Le Bourg incrementó mucho el territorio del condado, pero no a costa de los musulmanes, sino de los armenios, que eran cristianos.

Balduino le otorgó a un primo suyo, el típico tío con título pero sin un euro, uno de los mejores territorios de su condado, la provincia de Turbessel o Tel-Basheir. Joscelin de Courtenay era, como os he dicho, pobre; pero manejando la espada era un Jackie Chang. Cuando le fue entregado su feudo, quedó obviamente agradecido, lo que lo convirtió en uno de los hombres más fieles de Balduino de Le Bourg, hasta el punto de terminar prisionero con él. Se convirtió en su lugarteniente y, muy especialmente, en el terror de los armenios que osaban rebelarse contra el poder franco en Edesa.

Desde el año 1112, cuando la sequía y otros problemas atacaron buena parte de Edesa, Joscelin se encontró un poco en la situación de James Dean en Gigante: de repente él, que estaba mucho menos golpeado por la desgracia que otras provincias del condado, era inmensamente rico; incluso más rico que su mentor. Esto no le gustó nada a Balduino, quien lo llamó a la capital y lo acusó de no haber jugado limpio, Lo metió en el maco, y no lo liberó hasta que Joscelin juró devolver el feudo de Turbessel.

Solo y pobre de nuevo, Joscelin se marchó a Jerusalén, a ponerse bajo la protección del rey Balduino I, quien le prometió el feudo de Galilea, que acababa de quedarse libre por la muerte de Hugo de Saint Omer.

En una buena prueba de que los nobles altomedievales eran personas que tenían muy claro que los enfrentamientos nunca debían ser personales, cuando Balduino I se murió, Joscelin no tuvo ningún reparo en ser uno de los principales báculos de Balduino de Le Bourg para llegar al trono, a pesar de que, como hemos visto, en el pasado le había metido en la cárcel y le había quitado todo lo que tenía. En recompensa, Balduino hizo a Joscelin conde de Edesa entera.

Como muchos otros barones franj, Joscelín se había casado con una princesa armenia, hija del rey Thoros I (Thoros normalmente lo convertimos en castellano en Teodoro), asimismo nieto de Rupen o Rubén I; el rey que, a pesar de ser él mismo miembro de la dinastía Bagratuni, fundó su propia dinastía rupénida o rubénida. Tanto Joscelin como Balduino de Le Bourg habían intentado conseguir alianzas con la nobleza armenia y, de hecho, Balduino casó a una hija suya con Leo I, el hermano de Thoros que, como ya hemos visto, lo sucedió en el trono cilícico.

Joscelin era, pues, cuñado del rey armenio de Cilicia y, a diferencia de otros nobles franj, se tomó aquello muy en serio. Él, que había sido un mata armenios en nivel experto cuando luchaba para Balduino, como señor de Turbessel se desempeñó como una persona que aceptó y adoptó las costumbres locales, se hizo uno más, y se convirtió en adorable para los armenios. Y, cuando en el 1118 recibió el condado de Edesa, se convirtió en el señor de una provincia mayoritariamente poblada por armenios. De hecho, cuando en 1122 fue hecho prisionero, una situación que normalmente hubiera sido oro molido para las rebeliones internas, los armenios de Edesa, lejos de volverse contra él, se sometieron a Balduino II, dejando muy claro que lo que verdaderamente esperaban era el regreso de su buen conde. De hecho, enviaron una operación de comando a Kharpurt, la población donde estaba preso; villa que estaba mayoritariamente poblada por armenios, que se rebelaron abiertamente para liberarlo. Joscelin montó una expedición para liberar al rey Balduino II, que estaba preso como él. Pero el tema salió mal, y terminó en una gran matanza de armenios y también de francos presos, de la que sólo se libraron el rey, uno de sus sobrinos (quizás Manases de Hierges) y Valerán de Le Puiset. En venganza por esta matanza, Joscelin arrasó los alrededores de Alepo,

Murió en 1131, poco tiempo después que el propio rey Balduino. Estaba en su lecho de muerte cuando supo de un ataque musulmán al norte de su condado, y le ordenó a su hijo Joscelin que partiese hacia allí. El hijo se negó, pretextando que no tenía suficientes tropas. Así que el padre fue llevado al campo de batalla en litera y, dicen las crónicas, cuando lo turcos vieron la litera y los pendones del conde de Edesa, levantaron el asedio y se marcharon. Supongo que este episodio le sonará a cualquier español que sepa dos cosas de su Historia medieval.

Con Joscelin de Courtenay desapareció el único de los hombres de la primera cruzada que intentó conseguir una alianza permanente entre los cristianos que ya estaban en Oriente Medio y los que vinieron de Europa. O sea, el único que hizo lo que los indocumentados creen que hicieron todos los demás.

Joscelin II, hijo y heredero del conde de Edesa, fue también querido por sus súbditos. Fue muchísimo más “armenio” que su padre, algo que tiene plena lógica pues, para él, Europa era una referencia culta más que otra cosa. Con Joscelin II, Edesa comenzó a perder, muy rápidamente, su condición de reino franco en Oriente Medio, y se acercó la condición de ser casi una monarquía armenia más. Son muchos los historiadores que consideran que eso mismo fue lo que labró su desgracia.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario