Rumania, ese chollo
A la sombra de los soviéticos en flor
Quiero rendirme
El largo camino hacia el armisticio
Conspirando a toda velocidad
El golpe
Elecciones libres; o no
En contra de mi propio gobierno
Elecciones libres (como en la URSS)
El último obstáculo, el rey
Con la Iglesia hemos topado
El calvario uniate
Securitate
Yo quiero ser un colectivizador como mi papá
Stefan Foris
Patrascanu y Pauker
La caída en desgracia de Lucretiu Patrascanu
La sombra del titoísmo
Gheorghiu-Dej se queda solo
Ana Pauker, salvada por un ictus
La apoteosis del primer comunista de Rumania
Hungría
Donde dije digo…
El mejor amigo del primo de Zumosol
Pilesti
Pío, pío, que yo no he sido
Trabajador forzado por la gracia de Lenin
Los comienzos de la diferenciación
Pues yo me voy a La Mutua (china)
Hasta nunca Gheorghe
El nuevo mando
Yo no fui
Yo no soy ellos
Enemigo de sus amigos
Grandeza y miseria
De mal en peor
Esos putos húngaros
El puteo húngaro
El maldito libro transilvano
El sudoku moldavo
La fumada de Artiom Lazarev
Viva Besarabia libre (y rumana)
Primeras disidencias
Goma
Los protestantes protestan
Al líder obrero no lo quieren los obreros
Brasov
No toques a Tokes
Arde Timisoara
El derrumbador de iglesias y monasterios
Qué mal va esto
Epílogo: el comunista que quiso sorber y soplar a la vez
Inmediatamente después de que Rumania firmase su tratado
de paz, el 10 de febrero de 1947, el gobierno inició una nueva ola de arrestos.
En la práctica, puesto que el poder judicial había quedado laminado, en ese
momento el país era el paraíso del izquierdoso de X medio: un país en el que
quien practicaba las detenciones por el delito de “pertenencia a una
organización fascista” era quien interpretaba, en cada caso a su conveniencia,
qué era pertenecer, qué era organización; y, sobre todas las cosas, qué era, y
qué no era, fascista. 
El 20 de marzo se produjo el arresto masivo de 315
miembros de la oposición; en la noche del 4 de mayo, fueron detenidos otros
600. Ninguna de estas acciones tuvo base judicial alguna; las personas
detenidas acabaron en prisión sin garantías. El objetivo de la policía
era muy variado. Fueron a por personas de zonas rurales que se habían opuesto a
la colectivización agraria, pero fueron también a por médicos, a por maestros
de escuela. La verdad es que fueron a por todo el que les jodía de alguna manera.
La guinda del pastel tenía que ser el ataque a la cúpula
del Partido Agrario, que le fue encargada por los soviéticos a Pintilie
Bodnarenko, que entonces era el director de la Siguranta. Lo que hizo
Bodnarenko fue infiltrar en los altos escalones del partido a uno de los suyos,
con el objetivo de convencer a la mano derecha de Maniu, Ion Mihalache, para
que se marchase del país, tentándolo con la información de que él tenía la
forma de organizarlo. El plan salió perfecto. El 14 de julio de 1947, Mihalache
y un nutrido grupo de correligionarios del partido fueron arrestados cuando
estaban a punto de marcharse a Turquía. Algunos días después, el propio Maniu
fue arrestado y la totalidad de la cúpula del partido fue llevada a juicio
(bueno; a “juicio”) el 30 de octubre. El cargo: complotar contra la seguridad
del Estado.
Maniu y Mihalache fueron condenados a trabajos forzados de
por vida, pena que fue conmutada por la de prisión. Ninguno de los dos fue
visto en público después. 
A los planes de Stalin ya sólo les quedaba un obstáculo:
el rey. Aunque, de alguna manera, todavía había elementos de resistencia, por
ejemplo entre los funcionarios públicos. En setiembre de aquel año de 1947, el
ministro de Asuntos Exteriores, el fichado Tatarescu, fue intimado para
despedir a varios funcionarios de su departamento que se consideraban demasiado
pro occidentales. Tatarescu se resistió, y todo lo que consiguió fue que, en
noviembre, tanto él como otros miembros liberales del gabinete fueran
despedidos. La verdad, qué poco entienden la Historia algunos, y,
consecuentemente, qué poco entienden que hay gente que no tiene aliados. 
Con el cese de Tatarescu, los comunistas pasaron a ocupar
el ministerio que regía la diplomacia rumana. El rey tuvo que aceptar que Ana
Pauker fuese nombrada ministra de Asuntos Exteriores, y que Vasile Luca lo
fuera de Finanzas. Para completar el panorama, el 23 de diciembre Emil Bodnaras
fue nombrado ministro de la Guerra. 
Las cosas como son, cuando el 12 de noviembre el rey se
fue a Londres a la boda de Isabel de Inglaterra, los comunistas pensaron que no
volvería. Habían calculado que renunciaría por Teams desde la capital británica,
dejándoles el campo libre. Miguel, de hecho, tenía esa idea. La consultó con el
embajador estadounidense en Londres y éste, la verdad no sé muy bien por qué,
le dijo que su regreso a Bucarest podría ser de utilidad. El rey de Rumania,
que acababa de anunciar su compromiso con Ana de Borbón-Parma, regresó junto
con su madre el 21 de diciembre.
Este gesto, sin embargo, no desanimó a los comunistas.
Groza y Gheorghiu-Dej hicieron llamar al rey de su retiro en la montaña, en
Sinaia, para que se presentase en Bucarest. Una vez en Bucarest, le presentaron
una abdicación que habían redactado ellos. Cuando el rey les dijo que no
pensaba hacerse un Juan Carlos, los comunistas le dieron media hora para
que se lo pensase. Media hora que fue muy bien aprovechada por los comunistas,
ya que se invirtió en movilizar a una serie de tropas para que rodeasen el
palacio. Aun así, el rey se negó a abdicar. Entonces, Groza le dijo que, si no
abdicaba, habría una guerra civil. El rey, tratando de evitar un baño de
sangre, cedió. Era el 30 de diciembre de 1947; el mismo día de la abdicación,
se proclamó la República Popular de Rumania.
Cayendo la tarde del 30 de diciembre, los comunistas
convocaron a su parlamento para aprobar la ley constitucional de formación de
la RPR. Yo no sé mucho de récords, pero yo creo que ésta debe de estar cerca
del récord a la ley constitucional más rápidamente trasegada por una asamblea
parlamentaria. En 45 minutos, el parlamento se las arregló para reunirse,
aprobar la ley, y elegir un presídium. El acta de la reunión dice que durante
la presentación de la ley hubo 19 ovaciones. Todo eso, como digo, en tres cuartos
de hora. O sea, más o menos como un debate de Cintora, pero con rumanos.
El verdadero gobernante de la República Popular de Rumania
se llamaba, obviamente, Iosif Stalin. Y tenía prisa por consolidar los vínculos
militares entre el país y la Unión Soviética, no fuese a ser que por alguna
chorrada, al final se le fuese a escapar la anguila de las manos (hay que
reconocer, en todo caso, que las prisas de Stalin tenían su razón de ser. Al
fin y al cabo, el tema le acabaría por salir como el culo con Tito, con Enver
Hoxha y, como veremos en estas notas, en realidad medio le salió mal,
también, con Ceaucescu. Como buen georgiano, es decir no alejado de la zona, yo
creo que sabía bien que los balcánicos son problematiquillos.)
En estas circunstancias, lo fundamental era concluir un
tratado de amistad, cooperación y asistencia mutua entre los dos países. Las
dudas en torno al texto fueron tan pocas que estuvo listo el 4 de febrero.
Claro que en un país con legisladores tan supersónicos, no hay que extrañarse. 
El siguiente paso (como se puede ver, Rumania no hizo sino
seguir el Catón de todo comunista que llega al poder) fue disolver al resto de
los partidos. Los comunistas, efectivamente, comparten con el general Franco su
repugnancia por la alternancia y la presencia de políticos de diferentes
tendencias; ambos actuaron en consecuencia. El Partido Agrario y el Partido
Liberal quedaron ilegalizados, mientras que el Partido Social Demócrata, que
formalmente había sido hasta entonces un aliado de los comunistas, fue
finalmente absorbido por éstos el 12 de noviembre de 1947. Para entonces, de la
socialdemocracia en la formación, representada por su líder histórico Titel
Petrescu, ya no quedaba prácticamente nada. En el congreso del partido
celebrado ya el 10 de marzo de 1946, dos submarinos comunistas: Lothar
Radaceanu y Stefan Viotec, consiguieron sacar adelante una resolución
completamente a favor de la colaboración con los comunistas. El último congreso
del partido fue el 5 de octubre de 1947, que aprobó la fusión con los
comunistas. Acababa de nacer el Partido Rumano de los Trabajadores Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista.
El PRT celebró su primer congreso entre los días 21 y 23
de febrero de 1948. Gheorghiu-Dej fue reelegido secretario general, y el
secretariado se completó con Ana Pauker, Vasile Luca y Teohari Georgescu; lo
mejor de cada casa, pues. Gheorghiu introdujo el concepto de vanguardia
revolucionaria y, por lo tanto, defendió el principio de que para ser
dirigente comunista había que valer mucho. Por ello, se introdujeron diversos
filtros exigentes para poder admitir a nuevos militantes. Ahora que ya tenían a
todo el país bajo la bota y que habían ilegalizado cualquier oposición, a los
comunistas rumanos no les interesaba seguir creciendo.
El 27 de febrero, los rumanos comenzaron a mamar marxismo.
Ésta fue la fecha en la que se aprobó la reforma del Código Penal. Se
incluyeron términos y conceptos hasta entonces no presentes en el catálogo de
crímenes punibles, como el sabotaje contrarrevolucionario, o la agitación y
propaganda contrarrevolucionaria. Todo esto no era sino un pequeño montaje
teórico que sustentase la operación que ya se estaba preparando, que era una
detención masiva de miembros de la Guardia de Hierro. Esta operación se llevó a
cabo los días 14 y 15 de mayo de 1948. En seis meses, bajo el nuevo código
penal se habían hecho 4.500 arrestos, a lo que hay que unir algo más de 1.000
personas más que no fueron arrestadas, pero fueron colocadas bajo estrechísima
vigilancia. 
El 18 de agosto, se aprobó el texto de un decreto que
complementaba a una ley ya existente para la represión de los crímenes de
guerra. Este decreto fue usado para arrestar a más de 1.000 miembros de
diferentes cuerpos de seguridad; personas que fueron sustituidas por devotos
comunistas. Asimismo, siguiendo el ejemplo de Stalin, el Partido ordenó una
investigación a fondo de su militancia; investigación que duró dos años y que
produjo más de 190.000 expulsiones. 
Por supuesto, dado que todo lo que se hacía, se hacía
copiando el modelo soviético, también se creó la estructura, notablemente
inútil en el largo plazo, por la cual el Partido hizo crecer una estructura
paralela a la Administración en su propio seno. Para poder controlar la
evolución del país, el Comité Central creó secciones de la mujer, de la
juventud, de los campesinos, de los sindicatos, del transporte, de
absolutamente todo. En octubre de 1948, se abrió la Escuela Zhdanov, destinada
a preparar a los cuadros comunistas del futuro.
El sistema judicial establecido estaba también copiado de
los soviéticos. El 24 de noviembre de 1947 se había aprobado ya una ley
reorganizando todo el sistema judicial. Esta norma preveía la elección de
“asesores del pueblo”, como se llamaba a los magistrados. Pero, claro, ya
sabéis lo que decía Stalin: lo importante no es quién organiza la elección,
sino quién organiza las listas. Porque resulta que estos candidatos a
magistrados que se presentaban a las elecciones tenían que ser miembros del
Partido o nominados por él. Estos asesores ocupaban sitio en los tribunales
junto a los jueces propiamente dichos, en una relación de dos a uno a su favor;
de esta manera, el sistema se garantizaba que toda sentencia era adecuada para
el Partido. Patrascanu, que seguía siendo ministro de Justicia, llamaba a estos
asesores “representantes electos de la clase trabajadora”; lo cual es una
mentira en todas sus palabras, salvo quizá las preposiciones y artículos. El 31
de marzo de 1950, un decreto prohibió el ejercicio privado de la abogacía.
La Constitución del país fue adoptada el 13 de abril de
1948. Proclamaba la existencia de una Gran Asamblea Nacional, unicameral. Un
presídium, compuesto por un presidente, un secretario y 17 miembros, era el que
verdaderamente cortaba el bacalao. Luego estaba el consejo de ministros. Todas
estas instituciones debían obedecer al Partido. 
 
 
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