viernes, octubre 31, 2025

Ceaucescu (10): El último obstáculo, el rey




Rumania, ese chollo
A la sombra de los soviéticos en flor
Quiero rendirme
El largo camino hacia el armisticio
Conspirando a toda velocidad
El golpe
Elecciones libres; o no
En contra de mi propio gobierno
Elecciones libres (como en la URSS)
El último obstáculo, el rey
Con la Iglesia hemos topado
El calvario uniate
Securitate
Yo quiero ser un colectivizador como mi papá
Stefan Foris
Patrascanu y Pauker
La caída en desgracia de Lucretiu Patrascanu
La sombra del titoísmo
Gheorghiu-Dej se queda solo
Ana Pauker, salvada por un ictus
La apoteosis del primer comunista de Rumania
Hungría
Donde dije digo…
El mejor amigo del primo de Zumosol
Pilesti
Pío, pío, que yo no he sido
Trabajador forzado por la gracia de Lenin
Los comienzos de la diferenciación
Pues yo me voy a La Mutua (china)
Hasta nunca Gheorghe
El nuevo mando
Yo no fui
Yo no soy ellos
Enemigo de sus amigos
Grandeza y miseria
De mal en peor
Esos putos húngaros
El puteo húngaro
El maldito libro transilvano
El sudoku moldavo
La fumada de Artiom Lazarev
Viva Besarabia libre (y rumana)
Primeras disidencias
Goma
Los protestantes protestan
Al líder obrero no lo quieren los obreros
Brasov
No toques a Tokes
Arde Timisoara
El derrumbador de iglesias y monasterios
Qué mal va esto
Epílogo: el comunista que quiso sorber y soplar a la vez

 

Las condiciones del país eran tales que el rey comenzó a coquetear con la idea de retrasar la apertura del parlamento. Sin embargo, eso lo quería hacer para algo, y ese algo era ganar tiempo hasta que obtuviese apoyo occidental. Ese montaje mental, sin embargo, se fue a la mierda cuando, tras varias conversaciones con Burton Berry, el representante estadounidense en Bucarest, le quedó claro que en Washington no iban a hacer, mutatis mutandis, nada de nada.

Inmediatamente después de que Rumania firmase su tratado de paz, el 10 de febrero de 1947, el gobierno inició una nueva ola de arrestos. En la práctica, puesto que el poder judicial había quedado laminado, en ese momento el país era el paraíso del izquierdoso de X medio: un país en el que quien practicaba las detenciones por el delito de “pertenencia a una organización fascista” era quien interpretaba, en cada caso a su conveniencia, qué era pertenecer, qué era organización; y, sobre todas las cosas, qué era, y qué no era, fascista.

El 20 de marzo se produjo el arresto masivo de 315 miembros de la oposición; en la noche del 4 de mayo, fueron detenidos otros 600. Ninguna de estas acciones tuvo base judicial alguna; las personas detenidas acabaron en prisión sin garantías. El objetivo de la policía era muy variado. Fueron a por personas de zonas rurales que se habían opuesto a la colectivización agraria, pero fueron también a por médicos, a por maestros de escuela. La verdad es que fueron a por todo el que les jodía de alguna manera.

La guinda del pastel tenía que ser el ataque a la cúpula del Partido Agrario, que le fue encargada por los soviéticos a Pintilie Bodnarenko, que entonces era el director de la Siguranta. Lo que hizo Bodnarenko fue infiltrar en los altos escalones del partido a uno de los suyos, con el objetivo de convencer a la mano derecha de Maniu, Ion Mihalache, para que se marchase del país, tentándolo con la información de que él tenía la forma de organizarlo. El plan salió perfecto. El 14 de julio de 1947, Mihalache y un nutrido grupo de correligionarios del partido fueron arrestados cuando estaban a punto de marcharse a Turquía. Algunos días después, el propio Maniu fue arrestado y la totalidad de la cúpula del partido fue llevada a juicio (bueno; a “juicio”) el 30 de octubre. El cargo: complotar contra la seguridad del Estado.

Maniu y Mihalache fueron condenados a trabajos forzados de por vida, pena que fue conmutada por la de prisión. Ninguno de los dos fue visto en público después.

A los planes de Stalin ya sólo les quedaba un obstáculo: el rey. Aunque, de alguna manera, todavía había elementos de resistencia, por ejemplo entre los funcionarios públicos. En setiembre de aquel año de 1947, el ministro de Asuntos Exteriores, el fichado Tatarescu, fue intimado para despedir a varios funcionarios de su departamento que se consideraban demasiado pro occidentales. Tatarescu se resistió, y todo lo que consiguió fue que, en noviembre, tanto él como otros miembros liberales del gabinete fueran despedidos. La verdad, qué poco entienden la Historia algunos, y, consecuentemente, qué poco entienden que hay gente que no tiene aliados.

Con el cese de Tatarescu, los comunistas pasaron a ocupar el ministerio que regía la diplomacia rumana. El rey tuvo que aceptar que Ana Pauker fuese nombrada ministra de Asuntos Exteriores, y que Vasile Luca lo fuera de Finanzas. Para completar el panorama, el 23 de diciembre Emil Bodnaras fue nombrado ministro de la Guerra.

Las cosas como son, cuando el 12 de noviembre el rey se fue a Londres a la boda de Isabel de Inglaterra, los comunistas pensaron que no volvería. Habían calculado que renunciaría por Teams desde la capital británica, dejándoles el campo libre. Miguel, de hecho, tenía esa idea. La consultó con el embajador estadounidense en Londres y éste, la verdad no sé muy bien por qué, le dijo que su regreso a Bucarest podría ser de utilidad. El rey de Rumania, que acababa de anunciar su compromiso con Ana de Borbón-Parma, regresó junto con su madre el 21 de diciembre.

Este gesto, sin embargo, no desanimó a los comunistas. Groza y Gheorghiu-Dej hicieron llamar al rey de su retiro en la montaña, en Sinaia, para que se presentase en Bucarest. Una vez en Bucarest, le presentaron una abdicación que habían redactado ellos. Cuando el rey les dijo que no pensaba hacerse un Juan Carlos, los comunistas le dieron media hora para que se lo pensase. Media hora que fue muy bien aprovechada por los comunistas, ya que se invirtió en movilizar a una serie de tropas para que rodeasen el palacio. Aun así, el rey se negó a abdicar. Entonces, Groza le dijo que, si no abdicaba, habría una guerra civil. El rey, tratando de evitar un baño de sangre, cedió. Era el 30 de diciembre de 1947; el mismo día de la abdicación, se proclamó la República Popular de Rumania.

Cayendo la tarde del 30 de diciembre, los comunistas convocaron a su parlamento para aprobar la ley constitucional de formación de la RPR. Yo no sé mucho de récords, pero yo creo que ésta debe de estar cerca del récord a la ley constitucional más rápidamente trasegada por una asamblea parlamentaria. En 45 minutos, el parlamento se las arregló para reunirse, aprobar la ley, y elegir un presídium. El acta de la reunión dice que durante la presentación de la ley hubo 19 ovaciones. Todo eso, como digo, en tres cuartos de hora. O sea, más o menos como un debate de Cintora, pero con rumanos.

El verdadero gobernante de la República Popular de Rumania se llamaba, obviamente, Iosif Stalin. Y tenía prisa por consolidar los vínculos militares entre el país y la Unión Soviética, no fuese a ser que por alguna chorrada, al final se le fuese a escapar la anguila de las manos (hay que reconocer, en todo caso, que las prisas de Stalin tenían su razón de ser. Al fin y al cabo, el tema le acabaría por salir como el culo con Tito, con Enver Hoxha y, como veremos en estas notas, en realidad medio le salió mal, también, con Ceaucescu. Como buen georgiano, es decir no alejado de la zona, yo creo que sabía bien que los balcánicos son problematiquillos.)

En estas circunstancias, lo fundamental era concluir un tratado de amistad, cooperación y asistencia mutua entre los dos países. Las dudas en torno al texto fueron tan pocas que estuvo listo el 4 de febrero. Claro que en un país con legisladores tan supersónicos, no hay que extrañarse.

El siguiente paso (como se puede ver, Rumania no hizo sino seguir el Catón de todo comunista que llega al poder) fue disolver al resto de los partidos. Los comunistas, efectivamente, comparten con el general Franco su repugnancia por la alternancia y la presencia de políticos de diferentes tendencias; ambos actuaron en consecuencia. El Partido Agrario y el Partido Liberal quedaron ilegalizados, mientras que el Partido Social Demócrata, que formalmente había sido hasta entonces un aliado de los comunistas, fue finalmente absorbido por éstos el 12 de noviembre de 1947. Para entonces, de la socialdemocracia en la formación, representada por su líder histórico Titel Petrescu, ya no quedaba prácticamente nada. En el congreso del partido celebrado ya el 10 de marzo de 1946, dos submarinos comunistas: Lothar Radaceanu y Stefan Viotec, consiguieron sacar adelante una resolución completamente a favor de la colaboración con los comunistas. El último congreso del partido fue el 5 de octubre de 1947, que aprobó la fusión con los comunistas. Acababa de nacer el Partido Rumano de los Trabajadores Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista.

El PRT celebró su primer congreso entre los días 21 y 23 de febrero de 1948. Gheorghiu-Dej fue reelegido secretario general, y el secretariado se completó con Ana Pauker, Vasile Luca y Teohari Georgescu; lo mejor de cada casa, pues. Gheorghiu introdujo el concepto de vanguardia revolucionaria y, por lo tanto, defendió el principio de que para ser dirigente comunista había que valer mucho. Por ello, se introdujeron diversos filtros exigentes para poder admitir a nuevos militantes. Ahora que ya tenían a todo el país bajo la bota y que habían ilegalizado cualquier oposición, a los comunistas rumanos no les interesaba seguir creciendo.

El 27 de febrero, los rumanos comenzaron a mamar marxismo. Ésta fue la fecha en la que se aprobó la reforma del Código Penal. Se incluyeron términos y conceptos hasta entonces no presentes en el catálogo de crímenes punibles, como el sabotaje contrarrevolucionario, o la agitación y propaganda contrarrevolucionaria. Todo esto no era sino un pequeño montaje teórico que sustentase la operación que ya se estaba preparando, que era una detención masiva de miembros de la Guardia de Hierro. Esta operación se llevó a cabo los días 14 y 15 de mayo de 1948. En seis meses, bajo el nuevo código penal se habían hecho 4.500 arrestos, a lo que hay que unir algo más de 1.000 personas más que no fueron arrestadas, pero fueron colocadas bajo estrechísima vigilancia.

El 18 de agosto, se aprobó el texto de un decreto que complementaba a una ley ya existente para la represión de los crímenes de guerra. Este decreto fue usado para arrestar a más de 1.000 miembros de diferentes cuerpos de seguridad; personas que fueron sustituidas por devotos comunistas. Asimismo, siguiendo el ejemplo de Stalin, el Partido ordenó una investigación a fondo de su militancia; investigación que duró dos años y que produjo más de 190.000 expulsiones.

Por supuesto, dado que todo lo que se hacía, se hacía copiando el modelo soviético, también se creó la estructura, notablemente inútil en el largo plazo, por la cual el Partido hizo crecer una estructura paralela a la Administración en su propio seno. Para poder controlar la evolución del país, el Comité Central creó secciones de la mujer, de la juventud, de los campesinos, de los sindicatos, del transporte, de absolutamente todo. En octubre de 1948, se abrió la Escuela Zhdanov, destinada a preparar a los cuadros comunistas del futuro.

El sistema judicial establecido estaba también copiado de los soviéticos. El 24 de noviembre de 1947 se había aprobado ya una ley reorganizando todo el sistema judicial. Esta norma preveía la elección de “asesores del pueblo”, como se llamaba a los magistrados. Pero, claro, ya sabéis lo que decía Stalin: lo importante no es quién organiza la elección, sino quién organiza las listas. Porque resulta que estos candidatos a magistrados que se presentaban a las elecciones tenían que ser miembros del Partido o nominados por él. Estos asesores ocupaban sitio en los tribunales junto a los jueces propiamente dichos, en una relación de dos a uno a su favor; de esta manera, el sistema se garantizaba que toda sentencia era adecuada para el Partido. Patrascanu, que seguía siendo ministro de Justicia, llamaba a estos asesores “representantes electos de la clase trabajadora”; lo cual es una mentira en todas sus palabras, salvo quizá las preposiciones y artículos. El 31 de marzo de 1950, un decreto prohibió el ejercicio privado de la abogacía.

La Constitución del país fue adoptada el 13 de abril de 1948. Proclamaba la existencia de una Gran Asamblea Nacional, unicameral. Un presídium, compuesto por un presidente, un secretario y 17 miembros, era el que verdaderamente cortaba el bacalao. Luego estaba el consejo de ministros. Todas estas instituciones debían obedecer al Partido.

La Constitución rumana de 1948, por otra parte, es un texto que, como las constituciones soviéticas, dice muchas cosas bonitas; pero la cosa es que no las cumple. Es un texto que se parece mucho a los principios del Movimiento de Franco (y es que Franco odiaba a la URSS, pero el franquismo tiene un montón de ribetes soviéticos), en cosas como permitir al ciudadano reunirse con quien quiera, pero siempre que no lo haga para ir contra el Estado o el Partido. 

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