Musulmán, protobotánico, profesor de ética, posible ladrón,tendero y sospechoso de homosexualidad
Los comunistas no están solos
La guerra dentro de la guerra
A purgar se ha dicho
Sucios británicos, repugnantes yugoslavos
Fulgor y muerte de Koçi Xoxe
Sucios soviéticos
Con la Iglesia hemos topado
El fin de la troika
La jugadora de voleibol que cambió la Historia de Albania
La muerte de Mehmet Shehu
Al fin solo
Cuando Enver Hoxha visitó Yugoslavia en 1946, ni siquiera pasó por Kosovo ni mantuvo una sola reunión con líderes kosovares. Ni siquiera envió telegramas de saludo. Sobrevoló el territorio, camino de Belgrado, sin hacer escala. Claramente, Hoxha buscaba bienquistarse con los yugoslavos a costa de la identidad albano-kosovar. Incluso tuvo el gesto de visitar a la madre de Miladin Popovic, que había sido recientemente asesinado en un atentado por un albano-kosovar en Prishtina. Aquel encuentro se hizo muy simbólico. La mujer vivía en Peja, en Kosovo. Pero los yugoslavos le enviaron un coche y una escolta para que viajase a Ljubljana, en Eslovenia; es decir, o Hoxha exigió que el encuentro no fuese en Kosovo, o lo acordó con los yugoslavos.
Todo parece indicar que aquel 1946, Hoxha quiso ser
exquisito con sus vecinos yugoslavos y no darles ni un solo motivo para
enfadarse con él. Aquel año marcó, de hecho, el punto máximo de influencia
yugoslava en Albania. Por fin, dos líderes que hasta entonces nunca se habían
encontrado: Hoxha y Tito, pudieron verse las caras.
Los indicios apuntan a que la visita a Belgrado no le dio
buenas vibas a Hoxha. Traía tres grandes asuntos en el cartapacio: las
difíciles relaciones con una Grecia prooccidental; el reconocimiento de Albania
por las potencias democráticas; y, last but not least, la reconstrucción
económica de Albania. Al parecer, a Enver Hoxha le jodió bastante encontrarse
en un Belgrado que, a pesar de haber sido recientemente castigado por los
bombardeos de la guerra, estaba casi totalmente reconstruido y surcado por hermosas
avenidas. En sus memorias, de hecho, Hoxha critica abiertamente el estilo de
vida de Broz, argumentando esa cosa tan poco de moda de que un comunista no
debe vivir como un capitalista; y sugiere que, ya entonces, Yugoslavia tenía
una agenda oculta, uno de cuyos elementos era engañar a Albania.
La verdad yo creo que es un poco distinta. Hoxha pretendía
convencer al mundo, y convencerse personalmente, de que Albania y Yugoslavia,
siendo ambos comunistas, podían llevarse sinceramente bien. Sin embargo, a
menudo se encuentran ejemplos de personas de poder del mismo signo que, sin
embargo, se llevan a matar; el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid son un
ejemplo de lo que digo. ¿Qué es lo que pasa en estos casos? Pues lo que pasa es
que, por encima de ideologías, hay elementos de enfrentamiento estructurales
que lo joden todo. En el caso de Madrid, claramente, siempre en la Comunidad se
sentirá desconfianza hacia el hecho de que el Ayuntamiento de Madrid sostenga
que no es cualquier ayuntamiento y que, por lo tanto, tiene derecho a un
ejercicio autónomo de su poder.
En el caso de Albania y Yugoslavia, el elefante en la
habitación se llamaba Kosovo.
Hoxha cuenta en sus memorias que le transmitió a Tito la
decisión del Partido Comunista de Albania de reclamar que Kosovo, y otras zonas
de Yugoslavia mayoritariamente habitadas por albaneses étnicos, debían retornar
a Albania. Dice que Tito le contestó: “estoy de acuerdo, pero es algo que ahora
mismo no puede abordarse, porque los serbios no lo entenderían”.
La cosa es que, de todas las personas que estuvieron en
aquella reunión, Hoxha es el único que dijo que se había siquiera tocado el
tema de Kosovo. Por esta razón, entre los historiadores la mayoría son de la
opinión de que, probablemente, igual que el jefe de gobierno albanés había
evitado pisar Kosovo, evitó hablar de Kosovo. Una interpretación que es
consistente con el hecho de que, durante su largo mandato en el país, Enver Hoxha,
en realidad, nunca construyó alguna reivindicación sólida y fuerte sobre Kosovo.
De hecho, su astenia fue tan flagrante en aquellos tiempos que, a su regreso a
Albania, fue convocado para dar explicaciones en un encuentro del Comité
Central del Partido, en diciembre de 1946. En dicho encuentro, Hoxha,
claramente, trató de evitar cualquier cabreo de Belgrado: “la Yugoslavia
democrática está más avanzada que nosotros. Está en nuestro interés que siga
siendo fuerte. Yugoslavia significa paz en los Balcanes. ¿Verdaderamente
estaría en nuestro interés reclamar Kosovo?” Y, la verdad, Enver Hoxha era una
mala bestia; pero hay que reconocer que, cuando menos en este análisis, el
tiempo le ha dado la razón.
Los historiadores albaneses, sin embargo, contraatacan.
Dicen cosas como que una cosa es no reivindicar Kosovo para no joder la geopolítica
balcánica dirigida por Tito; y otra muy distinta permitir cosas, si no
participar en ellas, como la matanza de Bar.
Hoxha, en realidad, consiguió lo que quería en su visita a
Belgrado. El resultado de la misma fue una notable intensificación de las
relaciones albano-yugoslavas y, de hecho, parecieron darse pasos muy serios
para la integración de los dos países. Hoxha, de hecho, decretó en 1947 las
uniones aduanera y monetaria con Yugoslavia; decisiones ambas que llevaron al
suicidio a otro de los grandes dirigentes comunistas albaneses, pero de perfil
más nacionalista: Nako Spiru. Spiru, que era ministro de Economía, había ido
desarrollando una posición ferozmente anti yugoslava, lo cual le había llevado
al enfrentamiento, no tanto con Hoxha como con Xoxe.
El 19 de noviembre de 1947, Koçi Xoxe, con la ayuda del
principal “corresponsal” de Tito en el régimen albanés, Savo Zlatic, le organizó
a Spiru una de esas típicas celadas en el Poliburo a las que tan aficionado
era Stalin. Llegados a la reunión, el yugoslavo y el viceprimer ministro y
ministro del Interior se lanzaron a criticar a cascoporro al de Economía. La
tensión fue tan alta que se decidió, sabiamente, aplazar el encuentro hasta el
día siguiente.
Al día siguiente, por la mañana, o esto es lo que contó Hoxha,
Spiru fue a ver a su amigo el camarada primer secretario general. Le pidió
cinco días para poder preparar bien su defensa. Hoxha le dijo que ni de coña.
Spiru, muy probablemente, había sacado de la reunión del día anterior la
conclusión de que los yugoslavos habían decidido eliminarlo físicamente; y,
teniendo como tenían a su hombre (Xoxe) controlando a los polis, sabía que podían
hacerlo cómo, cuándo y dónde les saliese de los huevos. Su segunda mujer, Liri
Belishova (antes había estado casado con Ramize Gjebrea, ejecutada por
partisanos en 1944), habría de recordar que, aquella mañana, por así decirlo,
Nako Spiru era un Bukharin. Estaba bajo una depresión profunda. Cuando Hoxha lo
rechazó, decidió jugar una última carta: visitar la embajada soviética. Como
ministro de Economía, estaba acostumbrado a visitar a un tal Gagarov, que era
el encargado de negocios. Su última esperanza era conseguir que la URSS abogase
por el aplazamiento del Politburo. Pero la cosa es que Gagarov ni siquiera lo
recibió. Liri Belishova investigó, décadas después, las razones de aquella
actitud por parte soviética. Aparentemente, Hoxha se había adelantado
contactando con Gagarov y acusado a Spiru de poner en peligro las relaciones
entre Albania y Yugoslavia.
Belishova estaba en casa de Mehmet Shehu cuando le llegó la
noticia de que su marido se había disparado en la cabeza. Aquella mañana, la
última vez que se vieron, le había dicho: “No veo ninguna salida; todo está
preparado para deshacerse de mí”. Se disparó, pero no se mató en el acto. Pasó
horas en el hospital. A su mujer no la dejaron estar con él. Un detalle que ha
hecho, y hace, a muchos pensar que, tal vez, Spiru no se suicidó. Ni siquiera
tras su muerte encontró la paz, ya que, con los años, y conforme cambiaban los
vientos de la política en cada momento, Spiru fue desenterrado y enterrado de
nuevo, en casos como un héroe, en casos como una escoria.
La muerte de Spiru dejó el camino libre a Koçi Xoxe, en ese
momento el principal activo de los yugoslavos en Albania. El 14 de marzo de
1948, el Politburo aprobó la integración de Albania en Yugoslavia. Sin embargo,
apenas dos semanas después, el 27 de marzo, todo cambió con el enfrentamiento
entre Stalin y Tito, y la denuncia de éste en el Politburo soviético.
El 15 de abril de 1948, Correos entregó en Tirana la primera
carta que Iosif Stalin le escribía a los hermanos comunistas albaneses.
Repentinamente, el secretario general del PCUS había descubierto al Partido
Comunista de aquel país, y se lo quería trabajar. La actitud de Stalin fue oro
molido para Enver Hoxha, quien para entonces ya tenía claro que, a medio plazo,
el hombre de los yugoslavos en Albania era Koçi Xoxe y que, por lo tanto, sus
posibilidades de acabar en un paredón no eran despreciables. Aquello le vino de
perlas. Según el propio Hoxha, tuvo una reunión secreta en Rumania con
Vyshinsky, que fue quien le ayudó a diseñar una purga de elementos comunistas
albaneses pro yugoslavos o, más bien, quien le dio garantías de que, si
Yugoslavia decidía atacar a Albania, Stalin no lo permitiría.
Con la orden del padrino en la mano, Hoxha regresó a Tirana,
consciente de que tenía que actuar deprisa. Aquello se parecía bastante a la
caída de Beria que se produciría algunos años después. Xoxe dominaba a la
policía; no caería tan fácilmente. Así que Hoxha llamó a Mehmet Shehu, un
hombre que tenía muchos enfrentamientos con Xoxe (además de ser amigo personal
de Liri Belishova), y juntos diseñaron un plan. El 28 de junio, el Politburo
albanés sancionó con un total apoyo la posición del Politburo soviético sobre
Yugoslavia. Este país, pues, fue declarado caca comunista, y sus muchísimos
técnicos, agentes y demás patulea fueron inmediatamente expulsados de Albania.
Después de eso, habría de comenzar la purga de elementos pro
yugoslavos. En noviembre de 1948, Koçi Xoxe estaba en un encuentro del PCA en
Korçë. Era su ciudad natal, su terreno. Sin embargo, de forma claramente
coordinada, el tema comenzó a ir mal. Diversos asistentes en la reunión
comenzaron a hacerle preguntas incómodas. Antes de que pudiera reaccionar, Xoxe
se dio cuenta de que aquella reunión del Partido se estaba convirtiendo en un
juicio en toda regla; él, que le había hecho eso mismo a mucha gente antes,
sabía mejor que nadie el tipo de mierda en que estaba metiéndose. Aquella
tarde, Xoxe regresó a Tirana, y allí fue informado de que había sido cesado
como ministro del Interior. En las siguientes horas, fue cesado como ministro
de Industria, viceprimer ministro, secretario del Comité Central del PCA, y
vicepresidente del país. El 28 de noviembre, el ciudadano pringao Koçi Xoxe,
que ya no conservaba ni uno solo de sus cargos pero seguía viviendo casi puerta
con puerta con Enver Hoxha, fue detenido. En la primavera de 1949 fue juzgado,
condenado a muerte y ejecutado el 12 de junio.
Como otros muchos purgados del comunismo, Koçi Xoxe le
escribió, horas antes de su ejecución, una carta al hombre que había labrado su
caída. En su postrera carta a Enver Hoxha se deshacía en buenos deseos para
Albania, el comunismo y el propio Hoxha. Pero todo era un envoltorio en el que
meter su último deseo, que era que su familia fuese respetada. Pero, claro,
entre comunistas, estas cosas ya se sabe cómo acaban. La familia de Koçi Xoxe
fue perseguida por el régimen durante cuatro décadas.
Algunas semanas antes de la muerte de Xoxe, y cuando ya
había caído totalmente en desgracia: en abril de 1949, Hoxha tuvo su segundo
encuentro con Iosif Stalin. Ése fue el momento en el que ambos líderes
estuvieron más cerca el uno del otro, y no me refiero a la cercanía física. El
anterior encuentro, 16 de julio de 1947, había sido más breve, más formal y
menos íntimo; en él, por cierto, había participado Koçi Xoxe. A ese encuentro
seguirían tres más, algo que debemos anotar en el haber de Enver Hoxha porque a
Stalin, la verdad, Albania se le daba una puta higa, hasta el punto de que,
hasta que riñó con Tito, la única opinión que se le escuchó sobre el país es
que le parecía de puta madre que Yugoslavia se lo comiese. En realidad, las
únicas aportaciones a la política albanesa que hizo Stalin fue aconsejar a Hoxha
que no se implicase en la guerra civil griega, y el consejo de que el PCA
pasase a llamarse Partido de los Trabajadores de Albania o PTA.
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