De esta serie se han publicado ya un primer, segundo, tercer, cuarto y quinto capítulos.
Lo que en otoño de 1941 parecía avalar una victoria alemana
en Oriente Medio, en el invierno, rápidamente, cambió las tornas. Y los dos
hechos que explican ese cambio son bastante conocidos.
En primer lugar, el 6 de diciembre, la contraofensiva soviética sobre Moscú obligó a las tropas alemanas, por primera vez desde el estallido de la guerra, a retroceder. Al día siguiente, para colmo, los japoneses atacaron Pearl Harbor, abriendo un nuevo frente en la guerra y, lo que es peor, terminando de decidir, no tanto a la Casa Blanca, que ya estaba decidida, como a la opinión pública americana, a entrar en la guerra.
En primer lugar, el 6 de diciembre, la contraofensiva soviética sobre Moscú obligó a las tropas alemanas, por primera vez desde el estallido de la guerra, a retroceder. Al día siguiente, para colmo, los japoneses atacaron Pearl Harbor, abriendo un nuevo frente en la guerra y, lo que es peor, terminando de decidir, no tanto a la Casa Blanca, que ya estaba decidida, como a la opinión pública americana, a entrar en la guerra.
Y aún queda un tercer hecho, de carácter más preciso, que
ocurrió al día siguiente, es decir el 8: la toma definitiva de Tobruk por los
británicos.
Todo tiene sus pros, y sus contras. Gran Bretaña tenía
muchos intereses en Asia remota, así pues la agresión japonesa no era, en
principio, ninguna mala noticia para Berlín, porque muchas de las tropas que su
Graciosa Majestad tenía desplegadas en el teatro palestino y aledaños tendrían,
seguramente, que volver a sus lugares de acción más lógicos en India o Conchinchina.
Sin embargo, si es verdad que este análisis se pudo hacer por parte de no pocos
generales alemanes, también es cierto que los cambios ocurridos en apenas 72
horas de diciembre de 1941 iban a suponer algo mucho más grave: con la
participación de los Estados Unidos, los aliados estarían en condiciones de desembarcar en el sótano de
Italia, esto es en África del Norte, y complicar, más que crear, un nuevo
frente, hasta límites hasta entonces no asumidos.
Entre tanto, ¿dónde estaban los líderes del movimiento
palestino y del nacionalismo árabe antijudío? Los dos principales elementos de
este entorno, es decir el-Husseini y al-Galiani, habían llegado a Teherán en
junio de 1941. Los británicos invadieron Irán en agosto, motivo por el cual
tuvieron que salir de allí. Al-Galiani tenía papeles que le permitían pasar a
Turquía, pero no así el muftí, que se tuvo que refugiar en la embajada
japonesa. En septiembre, se escapó de la ciudad con ayuda de los italianos y
disfrazado de mujer (hay que reconocer que las costumbres de los musulmanes a
la hora de vestir a las mujeres son oro molido para alguien que desee
escabullirse); de Estambul pasó rápidamente a Roma. Los turcos no lo querían en
su casa ni en pintura.
El día 6 de noviembre, el muftí de Jerusalén, líder
espiritual y real del movimiento palestino, llegó a Berlín, donde fue recibido
por Grobba y otros jerifaltes nazis, delante de la prensa afecta y los
corresponsales extranjeros. Al-Galiani llegó quince después.
El general Franco obligó a todos, desde los niños en la escuela hasta los toreros en la arena, a saludar brazo en alto, y se fue a Hendaya a entrevistarse con Hitler; esto le ha bastado y le ha sobrado para ser calificado de fascista. El Husseini, por su parte, reproducía cruces gamadas en la propaganda pronazi, recibió ayuda de Berlín para sus movidas, y se presentó en Berlín para hacer delante de la prensa profesión de hitlerismo acérrimo. Pero, por alguna razón que no he logrado entender, al menos de momento, jamás he encontrado un solo supporter del movimiento palestino que reconozca que dicho movimiento tiene un pasado fascista de igual o incluso superior raigambre que el del ferrolano.
El general Franco obligó a todos, desde los niños en la escuela hasta los toreros en la arena, a saludar brazo en alto, y se fue a Hendaya a entrevistarse con Hitler; esto le ha bastado y le ha sobrado para ser calificado de fascista. El Husseini, por su parte, reproducía cruces gamadas en la propaganda pronazi, recibió ayuda de Berlín para sus movidas, y se presentó en Berlín para hacer delante de la prensa profesión de hitlerismo acérrimo. Pero, por alguna razón que no he logrado entender, al menos de momento, jamás he encontrado un solo supporter del movimiento palestino que reconozca que dicho movimiento tiene un pasado fascista de igual o incluso superior raigambre que el del ferrolano.
Husseini fue recibido por Hitler el 28 de noviembre. También
estaban Ribentropp, Grobba, un taquígrafo y dos intérpretes. Por muy felices
que se las prometiese el palestino, pronto iba a aprender algunas cosas. Hitler
era Hitler; siempre, las 24 horas del día, y absolutamente con todo el mundo;
con la sola excepción de las mujeres, con quienes, según los testimonios que
tenemos, fue siempre extraordinariamente deferente.
Si el-Husseini pensaba que se iba a entrevistar con un
igual, Hitler puso las cosas claras muy pronto. Se negó a estrecharle la mano
y, cuando le comunicaron que era costumbre palestina celebrar el encuentro
entre aliados bebiendo café juntos, Hitler contestó que se tomase el Nespresso
con George Clooney, que él pasaba. Bueno, en realidad, lo que hizo Hitler
cuando el intérprete le informó de la costumbre árabe fue contestarle,
displicente, que no permitía que nadie bebiese café en su cuartel general (el Führer era persona extremadamente austera; no fumaba, no bebía, era vegetariano, y tampoco bebía café).
Encabronado por la insistencia del intérprete, se marchó de la sala, dejando al
muftí solo y, cuando volvió, unos minutos después, trató de arreglar las cosas
ofreciéndole… un vaso de limonada.
Una vez pasados estos detalles iniciales, la conversación
comenzó. En realidad, el tema era uno. Amin el-Husseini quería arrancar del
Führer una declaración a favor de la independencia de Palestinia, Siria e Iraq.
Hitler le aseguró al muftí que Alemania apoyaba la lucha contra los judíos (ojo, que eso no es exactamente lo mismo que
apoyar la lucha por la independencia), para lo cual estaba dispuesta a proveer
“con ayuda positiva y práctica”; sintagma que lo mismo significa carros de
combate, que caramelos de menta. El jarro de agua fría llegó cuando Hitler le explicó al
muftí que una declaración del tipo de la que pedía podía ser “contraproducente”
en el actual estado de los frentes.
Una vez más, Turquía.
Los países están habitados por mucha gente que se rige
únicamente por sus ideas. No sólo se rigen únicamente por sus ideas, sino que
ello les lleva a considerar que hacer políticas basadas en esas ideas está
chupado de la muerte. Son ese tipo de gente que en la barra del bar, en la
máquina de café de la empresa o en el taxi, te dicen frases que comienzan por
“toda la culpa es de…” o “todo el mundo sabe que…”. Su sintagma preferido, en
realidad, es “esto lo arreglaba yo en dos días”.
No es casualidad que la inmensa mayoría, si no todos, de los
diplomáticos carezcan de ideología. Esto es así porque, normalmente, quien
trabaja en un servicio diplomático sabe que la culpa nunca la tiene uno solo;
que hay opiniones como longanizas; y que no hay nada, absolutamente nada, que
sea mínimamente serio, que tenga arreglo, ni en dos días, ni en dos años. Otra
cosa que saben los diplomáticos es que en su mundo las ideas no tienen cabida.
A pesar de que se pasan el día pronunciando o escuchando discursos que inciden
en la ideología, saben que quienes los pronuncian no creen sus propias
palabras; porque el mundo son negocios, un gran negocio geoestratégico, y las
cosas no son tan fáciles.
La declaración que, envalentonados por sus ideas, pedían los
líderes palestinos al que consideraban rey del mundo (y, tal vez, en aquel
momento, lo era) habría causado llanto y crujir de dientes entre los estrategas
alemanes. Por mucho que la declaración viniese a suponer dar apoyo a los
musulmanes, y los turcos lo eran, ese redactado habría puesto a Ankara de los
nervios. La razón es simple: el país vivía en un status quo, y tendría que
aprender a vivir con otro (como de hecho le acabaría ocurriendo pues, como
sabemos, algunas de las naciones que reclamaban su independencia, acabaron
teniéndola). Las independencias nacionales que reclamaba el muftí habrían
convertido Oriente Medio en un avispero; porque hay que ser muy buenista
propalestino para no ver que se trata de un movimiento muy vario, propenso
incluso al enfrentamiento cainita. Y de las disensiones internas de Siria creo
que no nos hace falta hablar mucho en los tiempos que corren.
Si Alemania hubiese publicado, en noviembre o diciembre de
1941, un papel aceptando y asumiendo como propio el objetivo de la
independencia de los estados árabes de Oriente Medio, los demás no se habrían
quedado quietos. Los primeros, los judíos, presionando a los aliados para
conseguir lo que acabarían por conseguir (y es otra generalización ignorante
decir que fue el sentimiento de culpa por la Shoa u Holocausto; la estancia de
el-Husseini en Berlín, las declaraciones saludando a Hitler como el último
profeta, y todas esas cosas, tuvieron también su papel en la decisión); y, los
segundos, los turcos, cayendo, definitivamente, en la esfera aliada, y
complicando con ello, notablemente, no sólo el frente soviético sino el vital
aprovisionamiento energético rumano.
La declaración alemana, pues, se quedó en un comunicado
secreto.
El muftí, junto con un nutrido séquito, se quedó en Berlín.
Recibía un sueldo de 75.000 marcos al mes, más peplas varias. Su principal labor
fue tratar de arrancar de los jerarcas nazis la declaración pública que Hitler
le había negado; los resultados fueron los mismos que en la entrevista.
Asimismo, otro deseo de el-Husseini, al que los alemanes también eran
obviamente renuentes, era reconocerle como portavoz de los países árabes en su
conjunto. Berlín puso pies en pared siempre que se lo propuso, por dos razones.
La primera, que los expertos germanos en Oriente Medio conocían bien la zona, y
sabían bien que un palestino estaba (está) muy lejos de poder representar de
forma unificada todas las sensibilidades del nacionalismo árabe (entre otras
cosas, porque esas distintas sensibilidades tienen la costumbre de hacerse la
guerra entre ellas); y, segunda, porque para realizar su proyectada acción
sobre Oriente Medio tras el pretendido éxito de la operación Barbarroja,
necesitaban permiso turco para que sus tropas atravesasen el territorio nacional
turco, y eso era algo imposible de conseguir si los nazis se echaban al monte
del nacionalismo árabe.
Cabe señalar, como detalle para la Historia, que la
declaración oficial alemana en favor de la independencia de los países árabes y
apoyando su unidad, acabó llegando. Se produjo el 2 de noviembre de 1944, esto
es, mogollón de tiempo después de que las tropas alemanas, no digamos ya las
italianas, hubiesen abandonado el teatro de Oriente Medio; cuando Alemania estaba
a piques de perder la guerra. Cuando, por lo tanto, esa declaración ya sólo
valía para adverar, a despecho de crédulos, la intensa y estrecha relación
entre el movimiento palestino y el nazismo. Fue aquella declaración un muy mal
negocio para los palestinos, aunque la enorme capacidad occidental para la
memoria selectiva haya terminado por olvidarla.
Lo he leído muy deprisa o no has mencionado alguna cosilla como el Farhud?
ResponderBorrarYa sé que lo diver es hablar del mufti como si fuera alguien muy importante. Pero el bacalao árabe (que no musulman) estaba en Bagdad y en El Cairo, no en Jerusalén o Damasco.
Otro pequeño detalle que no veo muy recalcado, es que el afecto mutuo entre 'nacionalistas árabes' (panarabistas, o no) y turcos era semejante al que había entre turcos y griegos. Acercarse a unos suponía alejarse de otros.
Dicho todo sea con el ánimo de crear polémicas y barahúndas, por supuesto. Que parece que los musulmanes palestinos se merecen todo lo que les pasa por las fotos que se hizo el vejete este con gorrito al lado de Hitler.
Bueno... la serie de posts se llama Hitler y Palestina. Estoy de acuerdo contigo en que si se hubiese llamado, un suponer, Hitler y el nacionalismo árabe, la cosa tendría que tener un gran angular más ancho (cosas que tiene ser el que marca los temas, claro).
BorrarY te aclararé que yo creo que muy pocas personas, y desde luego ningún colectivo, se "merece todo lo que le pase" por causa de su pasado. Pero convendrás conmigo, espero, en que todo dios que estuvo alguna vez a menos de tres metros de Hitler se ha tenido que pasar los siguientes 30 años dando explicaciones, con una sola excepción, que es precisamente el movimiento palestino. Por lo demás, tanto el muftí como los movimientos palestinos, tanto en los años anteriores a la segunda guerra mundial, como los contemporáneos, hicieron algo más que hacerse fotos.
Por cierto, te felicito por tu blog. Me ha divertido mucho el post de portada.
BorrarGracias por tus felicitaciones. Hasta ese momento, mis sesudas reseñas apenas tenían lecturas, mientras que mis anuncios de saldos lo petaban en visitas y comentarios... Lo del SEO no es lo mío.
BorrarVolviendo a mi intento de debate: a mí lo que me llama la atención es la cantidad ingente de libros y publicaciones que ha recibido la figura de este gran muftí desde los 70, cuando antes apenas era una minúscula nota de pie de página. La verdad es que la práctica totalidad de los líderes anticolonialistas de los 30 bebían los vientos por Hitler, con la excepción de Gandhi (pero no del Partido del Congreso). Simplemente, era el único que podía hacer pupita a las potencias metropolitanas. No es que estuvieran seducidos por su ideología, de hecho Chandra Bose organizó protestas contra Japón cuando se inventó lo del Puente de Marco Polo, y Mussolini era uno más del club colonial, aun antes de meterse con el Negus.
¿Y el "Gran mufti"? Pese al adjetivo de "gran", creo que su "autoridad" no llega a la de un obispo católico. Sus fatuas sólo son de cumplimiento para quien lo desee, ni siquiera obligan a los fieles de su sede. A lo sumo se le puede comparar con la de un docto predicador con acceso a una gran iglesia, y dependiendo en todo caso de su carisma y... vale, ya cierro la boca y no digo nada de Savoranola.
Otra cosa que no me cuadra, con ese foco especial hacia el Gran Muftí, está en la idea de que en los 30 existía un “nacionalismo árabe palestino”. Claro que los beduínos de Lawrence de Arabia tampoco luchaban contra los turcos por un “nacionalismo árabe jordano”, pero bueno, depende de dónde se quiera poner el foco. Ni siquiera los judíos se acordaban especialmente del Farhud hasta que les vino bien por un tal Sadam Hussein.
¿Amiguitos de Hitler que no tuvieron que disculparse demasiado? Pues por ejemplo Éamon de Valera, o los integrantes de la Legion Freies Indien. Nasser se quedaría con las ganas, pero Mohamed V por lo menos pudo servirle de espía y la verdad es que le salió muy rentable.
Cordiales saludos.
Hombre, sostienes muy bien tus ideas, pero sólo veo un punto flaco. Éste:
Borrar"¿Y el "Gran mufti"? Pese al adjetivo de "gran", creo que su "autoridad" no llega a la de un obispo católico. Sus fatuas sólo son de cumplimiento para quien lo desee (...)"
Pues anda que hay muchos católicos madrileños que obedecen las fatuas de Rouco Varela :-DDDDD
errr.... vale, aceptamos que el grado de secularización madrileño de inicios del S. XXI es semejante al de Jerusalén de 1940 :<)
ResponderBorrarOtro detallito: el nazismo no es que inventase, o que llegase a monopolizar el sentimiento antisemita del mundo mundial. Notables antisemitas fueron sus enemigos declarados, sin encontrar en ello alguna contradicción, pues había intereses superiores. Y no estoy pensando sólo en polacos o checos, o en algún pastorcillo de apellido Niemöller: recuérdese que "Bomber" Harris tuvo como argumento supremo para no tocar apenas Auschwitz el "qué dirán", a ver si ahora los judíos van a decirnos a nosotros dónde tirar nuestras bombas...
Acerca de los detalles de la entrevista entre Hitler y Husseini, hay uno al menos que no es cierto: sí se estrecharon la mano, como se aprecia en este vídeo.
ResponderBorrarhttp://www.youtube.com/watch?v=FviQJesQ7Us
Y en la resistencia de Hitler a hacer pública una declaración alemana en apoyo al nacionalismo árabe, más que Turquía creo que influyó la Francia de Vichy, que tenía unas cuantas colonias pobladas por árabes y a quien Adolf quería de su lado.