jueves, mayo 05, 2011

Cuba

En algún otro post de este blog he dejado escrito que el comunismo soviético perdió muchas guerras en el siglo XX, además de la definitiva de la pervivencia, pero ganó, sin ningún lugar a dudas, una: la guerra de la opinión pública. Mientras existieron la URSS y los EEUU, para amplísimas capas sociales del mundo occidental, la primera fueron los buenos y los segundos, como mucho, los menos buenos.

La URSS consiguió, mediante la multiplicación de corifeos y turiferarios, especialmente en el ámbito intelectual, provocar la impresión de que países que no permitían la libre circulación de sus ciudadanos eran adalides de la libertad. En Europa, cuando menos desde la existencia del Muro de Berlín, se supo de sobra que de la URSS no se salía con facilidad; aunque para la polémica y las teorías conspiranoicas varias siempre quedarán casos de extraordinaria permeabilidad fronteriza como el de Lee Harvey Oswald, el asesino by default del presidente John Fitzgerald Kennedy. A pesar de saberse tan bien que el comunismo era un régimen de cosas tan poco convencido de sus propias virtudes que orohibía a sus ciudadanos tomar la decisión de dejar de experimentarlo, durante décadas vivimos creyendo en el mismo como lo que preconizaba de sí mismo, es decir creyendo que era una alternativa democrática al capitalismo liberal. No hay, de hecho, régimen político en la Historia del mundo que haya utilizado más el adjetivo «democrático» que el comunismo. Excusatio non petita...

La estrategia se basó, principalmente, en dos grandes argumentos: en primer lugar, aquéllos que lograban escapar de la URSS o de los regímenes comunistas, mentían. Mentía Víctkor Kravchenko, probablemente el primer disidente soviético de gran fama, quien, llevado por el rencor y la mala hostia, se inventó en su libro, según la teoría, torturas mil que jamás se cometieron en Ucrania. Mentía, por supuesto, Alexandr Solzenitsyn, un gran ficcionador a los ojos de sus críticos progresistas. Cuando las críticas comenzaron a llegar desde personas difícilmente atacables por el lado moral como Andrej Sajarov, el sólido muro de cristal antibalas comenzó a resquebrajarse. Pero el momio duró décadas.

El segundo gran argumento fue: no, si la situación de la URSS no es normal. Yo no lo niego. Pero es que no puede serlo, porque el comunismo es un régimen aislado, sitiado. Sufre embargos comerciales, tecnológicos, de armas, todo eso. Debe adoptar una postura defensiva ante las intenciones claramente belicistas de los Estados Unidos. Si otorgase libertades como la de movimiento, estaría dando alas al enemigo. Un argumento curioso que venía a admitir tácitamente otro de los grandes problemas del sistema comunista: su fracaso total a la hora de construir potencias con capacidad productiva y comercial, unidas casi todas en un club económico a la remanguillé, el Comecon, que desde luego no pudo evitar que las naciones satélite de la URSS acabasen fuertemente endeudadas en divisas (hecho que, en el fondo del fondo del fondo del fondo, explica su colapso final).

Todo este florilegio de argumentos más o menos chorras se fue al guaino en día de 1989 en el que un funcionario de la República Democrática Alemana metió la pata en una rueda de prensa, desencadenando sin pretenderlo la caída del Muro de Berlín. En realidad, el Muro ya había caído en el punto y hora en el que, semanas o meses atrás, las autoridades de los países satélite de la URSS se habían dado cuenta de que esa vez Moscú no enviaría tanques para sofocar rebelión alguna; a lo que hay que unir la que para entonces ya estaba montada en Polonia, con la ayuda inestimable del Beato.

Pero quedó, como en los tebeos, una irreductible aldea gala. O más bien un par. Pero en este post haré con Corea del Norte como Arguiñano: reservarla para otra ocasión.

La irreductible aldea gala es, básicamente, la ciudad de La Habana y sus aledaños. Cuba llevaba ya décadas cuando cayó el Muro viviendo de su imagen occidental de alternativa al imperialismo estadounidense. Se beneficiaba de la simpatía de todos aquéllos que en un partido de Copa animan al Alcorcón, es decir se alían con el más débil. Pequeña y sola, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos como siempre se ha dicho de México, la isla caribeña se obstinaba en ser otra cosa y en velar por el bienestar de los más pobres y necesitados. La imagen personal de Fidel Castro, su líder secular, ayudaba en todo esto, pues es un tipo que siempre ha caído simpático a los occidentales por su capacidad de, siendo tan chiquito, cantarle las cuarenta al gigante Goliat; a lo que hay que unir que la propia política de los Estados Unidos hacia Cuba ha sido torpona cuando no estúpida, trufada de episodios como aquél, que más parece de Mr. Bean, en el que los asesores de Kennedy le propusieron cargarse a Castro envenenando sus zapatos (sic).

En lo que se refiere a España, Cuba se ha beneficiado también históricamente, esto también lo he escrito ya, de eso que llamamos el trauma del franquismo. Tras casi cuarenta años de dictadura, los españoles antifranquistas se acostumbraron a odiar todo lo que a Franco le gustaba (por ejemplo, los pantanos) y a amar todo aquello que a Franco le repugnaba (por ejemplo, el comunismo, o sea Cuba). Aún hoy, muchos españoles tienen, respecto de muchos asuntos políticos, una actitud muy parecida a la del adolescente que niega por definición los postulados del carca de su padre.

Pero Cuba, nos pongamos decubito supino o decubito prono, es una dictadura. Un régimen totalitario, con tintes fascistas; sin ir más lejos, su lema preferido, Socialismo o muerte, tiene un saborcillo a Unidad de Destino en lo Universal que tira p'a tras. Y es algo peor que eso, porque en los últimos tiempos, desde que su caudillo enfermó no sabemos muy bien de qué (en Cuba, por no haber, parece que no hay ni partes del equipo médico habitual), ha dejado claro que es un país cuyo Partido Único en el poder carece de cuadros comprometidos con la evolución final del régimen. No por muy sabido es baladí recordar que la existencia de estas masas de políticos azules fue crítica en la construcción de la Transición española. Sin ellos, la llegada de la democracia a España se habría tenido que leer en términos de enfrentamiento. La Transición política española se basa en el gesto por el que unas Cortes formadas por representates del Estado totalitario se suicidan aprobando la llamada Ley de Reforma Política.

Sin la existencia de una élite, llamémosle reformista (en realidad, la palabra es rupturista, pero no se puede decir porque el potaje hay que cocinarlo a fuego lento), la transición de una dictadura a una democracia sólo tiene dos caminos: la violencia (véase Siria), o la espera (RDA, Hungría, Rumania...); la espera a que la situación económica se deteriore de tal manera que para el régimen resulte insostenible.

Sin reformismo, pues, el horizonte ofrece sangre o hambre. En Cuba, en Madagascar y en Ganímedes.

En el día de ayer hemos sabido, por la propia interesada, que una de las blogueras más conocidas de entre los escritores críticos con el castrismo, Yoani Sánchez, ha conocido la decisión del Estado cubano de no dejarla salir del país. Estaba invitada a la presentación de un libro y a actuar como jurado en unos premios. Es de suponer que la discusión en torno a este asunto se va a alambicar. Se dirá que es que la persona implicada es tal o cual, que si responde a tales o cuales intereses, que si está financiada por tal y cual. Yo, la verdad, lo desconozco. Tampoco me importa demasiado. Me limito a partir de la base de que, en los países serios, las personas que tienen limitados sus movimientos han matado o violado a alguien, o cosas así. El resto, los financien los mormones de Salt Lake City o un millonario de Orense, defiendan el capitalismo proverista o el conductismo de salón, deben ser libres de ir donde quieran. Y punto final.

Se preguntaba Yoani en Twitter a quién puede acudir. Cita, por este orden: al Papa, a Trinidad Jiménez, al rey Juan Carlos, a James Carter, a Hugo Chávez y a Dios. Curioso orden de prelaciones. La verdad, ninguno de ellos puede hacer algo por ella, con la única excepción de Chávez, que no querrá; y, para algunos de mis lectores, de Dios. Nuestro monarca, por ejemplo, poco más podría hacer que salir en la tele diciendo: «¿Por qué no te marchas?»

Pero cito la lista porque tiene importancia para nosotros, los españoles. Los nombres que se le vienen a la cabeza a la bloguera denotan que nosotros estamos en primera línea de fuego diplomática de esta historia. Es algo obvio, teniendo en cuenta que estamos recibiendo disidentes recientemente liberados de sus cautiverios.

Verdaderamente, no soy muy optimista respecto de las posibilidades reales de influencia. La diplomacia es terreno un tanto suciete, como sabe bien el presidente Zapatero, quien seguro que cuando tenía 20 años y era (más) idealista, jamás pensó que un día se vería en un mitin, enfrentado a unos activistas prosaharauis, defendiendo la voluntad de diálogo de Marruecos sobre el tema. Pero por donde sí podemos empezar es por contar las cosas como son. Contar lo que pasa de verdad, y no lo que nos gustaría que estuviese pasando. Que España adoptase una posición, digamos, democráticamente beligerante en favor del fin del régimen dictatorial cubano sería de gran importancia en el ámbito internacional. Que España se dejase de milongas sería interesante. Lejos de ello, los mismos políticos que hace cuarenta años iban a Bruselas a exigir que la CEE no permitiese la entrada de la dictatorial España, o sus herederos directos, viajan hoy a la misma ciudad para tratar de convencer a la UE de que tenga un trato especial hacia Cuba. Ya lo escribió Góngora: ande yo caliente, y ríase la gente.

Olof Palme era primer ministro sueco cuando salió a la calle para participar en una cuestación a favor de los demócratas españoles. Yves Montand vino a España y trató de dar una rueda de prensa en la misma plaza de España, en el epicentro del franquismo, para reclamar un régimen de libertades. Diputados británicos de diversas tendencias, asambleístas franceses, ministros belgas, políticos alemanes, gentes a paletadas dejaron clara, durante los años sesenta y sobre todo setenta, su llamada inequívoca al franquismo a disolverse. ¿Qué habría pasado si ninguno de aquellos tipos hubiese movido un dedo por nosotros? ¿Qué pensaríamos hoy de John Kennedy si hubiese venido a Madrid a declamar Ich bin ein franquista? ¿Cuál sería nuestro juicio si Willy Brandt y la socialdemocracia alemana hubiesen pateado los foros internacionales susurrando «coño, Franco es un dictador, pero es que...»?

Solemos decir en España que es repugnante cómo algunos o muchos de nosotros tratamos a los inmigrantes, cuando hemos sido un pueblo emigrante que ha tenido que soportar los exabruptos de nuestros anfitriones durante décadas. La misma repugnancia me surge a mí cuando veo a tanto ciborg con sistema operativo DemocratadeTodalaVida.exe sacando de la cartera su personal florilegio de sí, pero, para hablar de Cuba. Si los demócratas de Europa y del mundo entero hubiesen tenido los mismos remilgos con Franco cuando él o ella tenían veinte años, lo mismo hoy estábamos celebrando los 72 Años de Paz y de Mocos.

De Cuba la gente no puede salir. No hay si, pero que valga. Nunca lo ha habido.

12 comentarios:

  1. Un régimen totalitario, con tintes fascistas

    No. Cuba es un régimen comunista, y punto pelota. El fascismo no es comunismo... (aunque se le parece bastante) Y Ud., señor mío, ha caído en el error de todo el mundo. Cuando algún régimen se la quiere tildar de dictatorial, entonces se le apellida fascista Y mi pregunta es ¿Por qué fascista es sinónimo de dictadura, y comunismo no?

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  2. Miguel2:09 p.m.

    Yo creo que el problema que tiene España y el resto de países con Cuba y similares es o hacerle el caldo gordo a 'los de ahora' y favorecer los negocios o favorecer la democracia en esos países y arriesgarse a perder los negocios actuales.
    Los temas ideológicos no sé si en algún momento han sido más importantes que los únicamente económicos, desde luego ahora me parece que ni de lejos.

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  3. Fascismo es supeditar la labor, la libertad e incluso la dignidad de la persona a un objetivo común. El marxismo, en su formulación filosófica, no es fascista porque busca la realización del individuo a través de la lucha de clases. Pero en la práctica, esto es desde Lenin, el marxismo establece un objetivo común ineludible, el socialismo, gestionado e interpretado por una élite a la que se le adjudica el derecho de disponer de vidas, haciendas y voluntades.

    No encuentro nada, repito, nada, en el comunismo práctico, o sea el que históricamente ha salido de los libros para tomar los ministerios, que me convenza de que no es un fascismo.

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  5. Totalmente de acuerdo. Quizás la única diferencia, desde un punto de vista práctico, es que en un régimen fascista, al menos, te dejan creer en Dios.

    Siento no haberme explicado bien, pero mis tiros iban por otro lado.

    El término fascista es, con toda razón, sinónimo de dictadura mientras que comunismo parece serlo de democracia. De hecho cualquiera puede tildarse abiertamente de comunista, sin que nadie le apedree. Ahora, pruebe a decir que ud es fascista.

    Por eso comentaba, que en incorrecto tildar a Cuba de régimen totalitario, con tintes fascistas. Cuba es sin más un régimen comunista, esto es: una dictadura, donde no existen libertades individuales de ningún tipo y donde ni siquiera te permiten creer en Dios.

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  6. Hombre Números comunismo no puede ser sinónimo de democracia porque su origen está precisamente en la renuncia de esta via para llegar al poder. Quiero decir que la ruptura en el moviento de izquierda y como consecuencia el nacimiento de las diferentes ideologías de izquierda, se produce por la discusión que se prodoce en el seno de la izquierda de qué vía utilizarían para llegar al poder. El comunismo dijo "no" a la democracia, que ellos llegarían al poder por "la fuerza". Así que quienes ven sinónimo comunismo de democracia es porque no tienen mucha idea del marxismo y han sido víctimas del marketing que la URSS utilizó para promocionar su régimen.

    No obstante el fascismo se diferencia del comunismo por una cuestión de clase. El fascismo fue un movimiento promovido por clases medias bajas que se sentían ninguneados por las clases medias altas que estaban por encima del bien y del mal y les miraban por encima del hombro, ya que estos se sentían más afines a las clases altas que a sus hermanos pobres.

    Y ellos a su vez, los fascistas, las clases medias bajas, querían dejar bien claro que no eran obreros por mucho que trabajasen para el patrono igual que estos. De ahí que escueza tanto hoy en día todavía, que se siga asimilando comunismo y fascismo como igual, porque las clases medias bajas siguen sin querer ser obreros.

    Y que conste que esto no me parece ni bien ni mal, pero si sabemos porqué escuecen las cosas, al menos podemos utilizar la crema apropiada para eliminar el prurito de la epidermis.

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  7. Saludos:
    Como veo que hay debate a ver si consigo aportar algo.
    Parto del más completo rechazo a toda dictadura, sea del color con que se disfrace, que sea. Ciertamente yo tampoco conozco ningún comunismo que haya sido democrático. No dudo que haya habido voluntariosos que soñaran con lograrlo. Pero Lenin no dejó resquicio a la duda "Libertad, ¿para qué?" o algo parecido.
    En mi modesta opinión fascismo y comunismo no son lo mismo. Pero por diferencias formales y de definición.
    Ambos sistemas siempre han acabado siendo igual de despreciable e ihnumanos. Aunque ciertamente sea la base de partida más hermosa. No es lo mismo "Ni pobres ni ricos habrá. La Tierra será un paraiso la patria de la humanidad" que la raza aria es superior a todas las demás.
    Pero, ay. A lo que siempre se acababa llegando. Igual se moría en Treblinka que en Kolimá.
    En todo caso no me refiero a eso ahora.
    Tanto fascismo como comunismo son ambas dictaduras totalitarias (Hitler o Stalin), que no simplemente autoritarias (Franco en sus últimos años). Todos se limpian con las declaraciones sobre derechos humanos, pero hay matices. Aunque sea para que los historiadores tengamos trabajo.
    Fascismo y Comunismo comparten una serie de principios como culto al líder infalible e indiscutible, partido único, política de masas, imposición total de la ideología oficial (no simplemente prohibir unas cuantas cosas).
    En ese sentido, sostengo que el comunismo es más totalitario que el fascismo ya que al no existir la propiedad privada el control estatal es más efectivo y sistemático. Y a aberraciones como los khemeres rojos, Corea del Norte o el Gran Salto Adelante me remito.
    Pero hay diferencias, especialmente que el fascismo no suprime la sociedad de clases ni las aristocracias, aunque procure encuadrar a todos "Sustitución de lucha de clases por cooperación social" José Antonio dixit. Y, por supuesto no elimina la propiedad privada.
    Sutiles diferencias.
    Un saludo.

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  8. Rafael:

    Sin entrar en el fondo de tu comentario (con el que estoy de acuerdo en líneas generales), te hago ver una "errata", cuando defines al fascismo con : ..." que la raza aria es superior a todas las demás." Esta es la típica definición de nacional-socialismo alemán, que no del fascismo italiano (que ya estaba en el poder cuando el nacional-socialismo apenas empezaba a formarse)

    Un saludo

    Hernando

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  9. Rafael8:46 p.m.

    Saludos Hernando:
    Te agradezco tu matización. Pero el ejemplo que he puesto no pretendía otra cosa que ser suficientemente significativo para explicar la diferencia con que muchas personas juzgan, de entrada, estas ideas totalitarias.
    Por supuesto que la referencia a la raza aria es válida exclusivamente para el nazismo alemán y el fascismo musoliniano nunca lo podría aceptar como parte de su programa. Más o menos los italianos vendrían a ser los primos menores de los alemanes, aunque Hitler cobrara enorme aprecio personal por Benito (una raza latina).
    Vamos, que en modo alguno he tratado de definir o generalizar. Por lo tanto, no lo considero, honestamente, una errata.
    Un saludo.

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  10. Rafael, el fascismo italiano es cronológicamente previo al nazismo, al menos en el gobierno. Además, el fascismo italiano tiene una intención de influencia exterior de la que el nazismo carecía (Hitler, en su discurso durante la gran concentración del NSDAP en Nuremberg en 1936, dijo que era consciente de que el "camino alemán" era propio e inexportable). La influencia de Mussolini en los fascismos europeos es muy superior a la alemana. El fascismo portugués está calcado de Italia, y el español toma muchísimas cosas de él. Falangistas nazis había muy pocos, como Serrallach, la mano derecha de Hedilla; la mayoría eran seguidores de las teorías de Mussolini.

    Es mi opinión, pues, que el primo menor, ideológicamente hablando, es el nazismo.

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  11. Saludos JdJ:
    Agradecido por tu comentario.
    Pero creo que me estoy explicando mal.
    Cuando hice la comparación puse un ejemplo muy contrastado, para explicar mi idea. Y creo que era perfectamente válido puesto que nadie niega al nazismo el carácter de fascismo.

    No acabo de entender lo que me comentas (datos que por supuesto agradezco) de que el fascismo italiano sea anterior. Naturalmente que conozco la cronología. La Marcha sobre Roma fue en 1922 y demás. En modo alguno he insinuado que Hitler inspirara a Mussolini en sus orígenes.

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  12. Rafael1:16 p.m.

    Saludos Jdj:
    Creo que ya he entendido tu observación, mis disculpas.
    Cuando me refería a "primo menor" hacía referencia explicitamente a la teoría racial de Hitler.
    No al origen del fascismo.
    Es decir lo de que la raza aria es la superior, luego van viniendo las demás en orden descendente hasta llegar a los judios y gitanos que deben ser gaseados. Nunca he leído la dichosa lucha de Hitler, pero creo que es así.
    A eso me refería y no a otra cosa.
    Durante la Segunda Guerra Mundial es lógico que Hitler tomara el mando, como el matón mayor y los demás regímenes más o menos similares le siguieran, con lo que se eclipsa su propia trayectoria y funcionamiento a ojos de hoy en día (de Mussolini, Petain, Pavelic, Antonescu, Degrelle, Tiso, Quisling...).
    Gracias por los comentarios.

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