miércoles, julio 08, 2009

Encicliqueando

Hay gentes, físicas y jurídicas, que tienen una innata capacidad para decir una cosa y la contraria y quedarse tan panchos. Pero pocos de ellos superan a la Iglesia Católica. Desde luego, todo el mundo tiene derecho a opinar. Pero opinar supone colocar la opinión de uno en algún lugar, donde otros pueden conocerla y criticarla. Así pues, el Papado católico, el mal llamado Santo Padre (hay quien opina que, lejos de ser Santo Padre, lo que es, es Padre Santo), tiene, desde luego, todo el derecho a opinar sobre cualquier materia. Y, por supuesto, está en su derecho utilizar estrategias de márquetin, tales como la búsqueda de oportunidades (la reunión del G-8 en Italia) para sacar a pasear sus letras. Nadie le dice que se calle. Yo, por lo menos, no. Lo que a mí me gustaría no es el silencio de la Iglesia, sino todo lo contrario; esto es, que hablase más y, hablando, se ganase el derecho a sostener las cosas que sostiene. Y, de paso, contase un par de cositas que no sabemos. Y, de paso, pidiera disculpitas por una o dos cosas.

Un principio general: ¿a quién confiaríais antes a vuestro tierno hijo de dos años: a vuestra tía Remorina o a un tipo condenado en firme por pederastia? Una vez que hayais contestado a la pregunta, habréis llegado al principio general, que es: el pasado es un elemento importante para valorar el presente.

Dice el Papa que la globalización, a la que califica, no sé si tras hablar con Leyre Pajín, de «impulso planetario», «puede contribuir a crear riesgo de daños hasta ahora desconocidos y nuevas divisiones en la familia humana». Hay que tener cuidado con la globalización, pues.

Y tiene coña esta prevención, viniendo de alguien que aprovechó la globalización financiera a fondo. Bueno, no fue él, sino su predecesor, Juan Pablo II, y su cardenal americano de origen creo que letón, Paul Marcinkus. Al Papa Wojtyla le preocupaba por encima de todas las cosas su país de origen, Polonia, donde la resistencia al comunismo, en gran parte liderada por la propia Iglesia, libraba un combate final que terminó ganando. Para el Papa, pues, era importante alimentar aquello, y puso tanta carne en el asador que acabó siendo tiroteado por el turco Alí Agca en un suceso que, no sé vosotros, pero yo no tengo del todo claro.

La historia de cómo la Iglesia hizo caja en aquellos años es para contarla en varios post. Pero, sucintamente, se hizo a través de la asociación entre Marcinkus, entonces a la cabeza del llamado Instituto para las Obras de Religión IOR, también conocido como el banco vaticano; y un banquero católico, Roberto Calvi, que dirigía el Banco Ambrosiano, una institución que olía a cera que lo flipabas. Para empezar, resulta curioso que, según leo en los medios, la última encíclica del Papa haya abogado por la transparencia en la economía. ¿Transparencia? En la época del Banco Ambrosiano y sus tropelías, el IOR no estaba supervisado por nadie, puesto que era una institución financiera radicada en un Estado (el Vaticano) que había decidido no tener supervisor bancario. Por lo demás, ¿vosotros habéis visto alguna vez un balance y una cuenta de resultados del IOR? ¿Habéis visto alguna vez un informe auditado y público sobre las inversiones que sostienen las iglesias nacionales, algunas de las cuales (como la nuestra) se nutre, para más inri, de dinero de los impuestos públicos? ¿Alguien sabe cuál es la posición de la Iglesia española en la Bolsa, en mercados de renta fija, en derivados; cuáles son sus posesiones inmobiliarias, cuáles sus empresas participadas?

Totalmente de acuerdo, padre santo: la economía, lo que necesita, es transparencia.

Volvamos a Calvi. Vamos a olvidarnos de pequeños detalles como que buena parte de la liquidez de la Iglesia provenía de la firma con Mussolini (honrado demócrata, mil veces ponderado por los amantes de la libertad, con hondas raíces en la defensa de los derechos humanos) del Tratado de Letrán, que fue firmado, ya digo, con un tipo que se dedicaba, a través de sus pandas, a meterle a obreras un chute de aceite de ricino por boca y luego las obligaba a bailar desnudas hasta que su intestino decía basta y se cagaban encima. Vamos a olvidarnos, pues, del hecho de que muchos de los amigos de la Iglesia han mostrado históricamente notables déficits de ese respeto hacia el obrero y el desfavorecido que la encíclica propugna. Aceptamos barco como animal acuático: el Pescador no se enteró.

Volvamos, digo, a Calvi. Inmediatamente de asociarse con el IOR, y con sus fondos, don Roberto se dedicó a crear filiales del Banco Ambrosiano en lugares exóticos. No lo hizo por el calor y el buen clima de lugares como las Bahamas, sino por la lenidad de sus legislaciones financieras. A partir de ahí, empezó a crear un sistema piramidal complejo por el cual las filiales sostenían el negocio de la matriz mediante préstamos que la propia matriz les concedía. Como todos los esquemas más o menos piramidales, funcionó mientras el valor intrínseco de los activos se sostuvo; cuando dejó de sostenerse, pues como siempre: a la mierda.

No quiero aquí, desde luego, desgranar el caso Calvi, que como digo es muy complejo y apasionante. Sí conviene tener en cuenta, en todo caso, que Calvi apareció ahorcado en el puente londinense de Black Friars, sin que a día de hoy se sepa a ciencia cierta si se colgó, si lo colgaron y, si la opción es la dos, quién y por qué. Lo que sí conviene tener en cuenta es que, si bien Marcinkus acabó apartado de la pasta, desde luego no formó parte de los encausamientos impulsados por los abogados de los muchos, muchísimos estafados de todo aquel mogollón. El Vaticano, que ahora ve problemas en la globalización y pide transparencia y comprensión, no vio problemas en formar parte de un montaje relacionado con la libertad de movimiento de capitales (o sea, el epicentro de la globalización); fue opaco como la noche sin luna a la hora de explicar qué había pasado; y, desde luego, no colaboró demasiado en que las cargas de los muchos estafados que habían perdido fortunas en los enredos de Calvi pudiesen ser justamente compensadas.

Al fondo de la foto que describo se ve un señor vestido de blanco, cuyo sucesor ha dicho ayer que la economía necesita de la ética. Y digo yo que si lo dice es porque sabe bien que es cierto.

Más aún. La encíclica dice (las itálicas y corchetes, claro, son míos): «Los agentes financieros han de redescubrir el fundamento ético de su actividad [toma, toma y toma] para no abusar de aquellos instrumentos sofisticados con los que se podría traicionar a los ahorradores [¿qué tal «se ha traicionado» en lugar de «se podría traicionar»?]. Recta intención, transparencia y búsqueda de los buenos resultados son compatibles y nunca se deben separar [defina nunca, padre santo]». Y Marcinkus que lo lee (¿desde el Cielo?), contesta: ¡¡¡Vilma, ábreme la puerta!!!

Otra cosa que dice la encíclica es que la economía necesita leyes justas. Ejemplos de leyes o iniciativas justas hay muchas. Al hilo de lo que estamos hablando, a mí me gustaría citar aquí la de Juan Álvarez Mendizábal, cuando dijo aquello de que no podía ser que la parte fundamental de la propiedad de la tierra en España estuviera en manos de un solo dueño. Ciertamente, Mendizábal quería vender todos esos predios con el poco ético objetivo de financiar una guerra (la primera guerra carlista); y, además, su famosa desamortización fue una especie de flus que no llevó la propiedad de la tierra a quienes la trabajaban. Pero, siendo cierto todo eso, lo es también que la desamortización de Mendizábal era una medida absolutamente necesaria para modernizar mínimamente las relaciones de propiedad en España, crear una estructura económica razonablemente moderna. Con estos mimbres, cabría esperar que la siempre comprensiva Iglesia Católica Apostólica y Romana, blandiendo los principios de su Doctrina Social, se mostrase de acuerdo con la medida. Pero no lo estuvo. Porque, en refrán muy español que al cabo de lo que decimos viene pero que muy bien, una cosa es predicar, y otra dar trigo. De hecho, la encíclica dice: «el mercado no es ni debe convertirse en el ámbito donde el más fuerte avasalle al más débil». ¿Es una viga lo que acabo de verle caer del lacrimal, padre santo?

También nos dice el Papa, y le debe de parecer importante porque lo subraya en varios puntos, que «en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria». Pues sí. Para gratuidad, el diezmo que había que pagarle a la Iglesia sí o sí, o las exacciones especiales para financiar las cruzadas (tomayá respeto por el otro no creyente el pretender dominarlo a base de invadirlo y/o apiolárselo), algunas de las cuales se cobraban muchos, pero muchos años después de terminadas dichas cruzadas. Y es que las relaciones económicas con la Iglesia, que contra lo que algunos puedan pensar tienen poco que ver con las misas funerales o el día del Domund y mucho más con las relaciones entre Estados, han estado históricamente presididas por la gratuidad.

La doctrina social de la Iglesia, nos dice el Papa, ofrece una aportación «que se funda en la creación del hombre «a imagen de Dios» (Gn 1,27), algo que comporta la inviolable dignidad de la persona humana, así como el valor trascendente de las normas morales naturales». ¿Inviolable dignidad? ¿La de los judíos que en tiempos de los godos (y habrá que recordar aquí que la monarquía goda era una teocracia cuyo parlamento efectivo eran los concilios toledanos) eran desposeídos de todo lo que tenían si casaban con cristiana y, en algunos reinados, incluso por tener tan sólo esclavos cristianos? ¿Inviolable dignidad la de los miles, centenares de miles, si no millones de seres humanos que fueron esclavos durante siglos dominados por la Iglesia católica sin que ésta encontrase incompatibilidad entre dicho estatus y su inviolable dignidad; todo ello porque la esclavitud era una institución económicamente necesaria?

Se podrá decir: coño, Juan, ya te pasas. Pones ejemplos de hace mucho tiempo. Puede. Pero, ¿dónde exactamente ha dicho el Vaticano que la doctrina social de la Iglesia es actual, es nueva, y por lo tanto la anterior ya no es válida? ¿Dónde y cuándo ha dicho el Papa: de aquí para atrás, podéis tirar todas las encíclicas, todas las constituciones, porque ya no valen? Sea o no lógico, la Iglesia Católica no reniega de uno solo de sus actos ni de una sola de sus palabras. Bueno, en realidad sí. En realidad se ha retractado de la chorrada de haberle tocado los cojones a Galileo; y digo chorrada porque, al lado de otras muchas cosas, lo de Galileo, la verdad, parece un chiste, una bromita entre colegas.

Lo digo: leo y releo la encíclica y, no sé por qué, me acuerdo de las soflamas que, en tiempos de la URSS, se editaban desde Moscú criticando la falta de libertad en los países occidentales y la necesidad de basar las relaciones sociales en conceptos más igualitarios.

Y es que los extremos se tocan.

8 comentarios:

  1. La iglesia es una obra de los hombres y por lo tanto no es pura. Pero Dios si. Dios , Jesus y el espíritu santo que son uno. Pero.....¿Donde esta el origen de mis conocimientos sobre dios , la santísima trinidad y a virgen? En la iglesia....algo no me cuadra. ¡¡¡ Mira que si eso es también viene de la parte "humana" de la iglesia !!!

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  2. Mientras leía esta entrada pensaba yo en que sucedería si hiciese el mismo análisis con todas las instituciones y personas, un ejemplo, cogemos un programa electoral del PSOE en el 2008 y lo contrastamos con los discursos de los líderes socialistas de 1933 por ejemplo, o decimos que por ejemplo Elena Salgado no puede hablar de nada porque en su partido existió una Filesa. Bueno y el PP que decir SI FRAGA FUE MINISTRO DE FRANCO, y GreenPeace… pero si falsearon datos hace 10 años en Francia para forzar cambios en legislación sobre energía nuclear…
    El análisis de la encíclica hay que hacerlo en sí mismo, podemos discutir sobre sus planteamientos o razones pero si empezamos a enfangar el razonamiento hablando de las cruzadas y la inquisición estamos listos.

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  3. Amigo New-Man, a mi modo de ver, una institución que voluntariamente decide no realizar una revisión crítica de su pasado y expurgarse de sus errores se condena a asumirlos y llevarlos como una carga.

    Eso incluye a la Iglesia católica y a la inmensa mayoría, si no todos, de los ejemplos que citas.

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  4. Se da la circunstancia de que la iglesia tiene mucha historia (desde estas alturas casi 2000 años nos contemplan) luego es lógico que haya tenido cagadas varias a lo largo de su prolongada existencia. Lo cual no quita que sea sorprendente esta encíclica viniendo de quien viene. Entiendo que la historia cambia, y los parámetros de aceptabilidad de comportamientos son mutables, pero nuestro padre santo ha sido martillo de herejes y guardián de las esencias hasta hace dos días. Ergo esta entrada al blog es de lo más pertinente, me parece. Que la autocrítica, precisamente por ser auto, no la pueden hacer los demás por nosotros.

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  5. Anónimo12:01 a.m.

    A mí lo que más me ha gustado de esta entrada es la frase del final: "leo y releo la encíclica y, no sé por qué, me acuerdo de las soflamas que, en tiempos de la URSS, se editaban desde Moscú". Yo tuve esta sensación de "dejá vu" en muchas ocasiones, pero a la inversa, cuando a finales de los setenta pasé de oír los sermones de los curas a oír los mítines del PC: ambos venían a vender el mismo tipo de humo (aunque, a decir verdad, los curas lo vendían con una lógica más inatacable: todo se remitía a un más allá en el que no era posible hacer comprobaciones, en tanto que los comunistas negaban sin más la realidad que teníamos delante de las narices).

    Creo, sin embargo, como le pasa a alguno de los comentaristas anteriores, y como el propio autor ya anuncia, que esta crítica peca un poco de "extensa". A ver si me aclaro. Todas estas críticas sacadas de una historia más o menos remota a mí me parecen razonables frente a quien efectivamente crea que la Iglesia ha sido fundada por Jesús y sea la manifestación en la Tierra de la Voluntad Divina, etcétera etcétera. También hay que decir, claro, que este tipo de argumentos no pueden afectar en principio al creyente, porque, como siempre sucede con las ideas religiosas, se trata de "teorías blindadas", inasequibles por definición a la falsación: cuando la Iglesia ha hecho buenas obras, ello se considera prueba fehaciente de su raíz divina, cuando la Iglesia ha hecho malas obras..., ello se atribuye sin más a la debilidad humana de los individuos que la conforman.

    Pero en este momento, juzgando a la Iglesia desde una perspectiva absolutamente intramundana, y negando de antemano toda consideración de transcendencia, pienso que en esta entrada de la bitácora se abusa de la heterogeneidad de las pruebas de cargo. Dado que la Iglesia es una institución que no sólo tiene dos mil años de historia, sino que ha sido prácticamente la generadora, directa o indirectamente, de casi toda la cultura occidental (para bien y para mal), hacer un juicio global sobre ella es, me parece, no sólo imposible, sino, en última instancia, esteril. Ningún ser humano está en condiciones de hacer el balance de algo de tal magnitud.

    Me parece más útil, por tanto, en una cuestión como la planteada, limitar las pruebas de cargo a lo que ahora mismo la Iglesia está haciendo en cuestiones financieras y, más en concreto, a lo que en justo sentido se podrían llamar las "finanzas vaticanas" y, como mucho, a las finanzas de las diferentes conferencias episcopales nacionales. Claro que, por cierto, también para ser justos habría que recordar algo de lo que hacen las numerosísimas organizaciones caritativas que forman parte directa de la Iglesia Católica.

    Yo no tengo datos concretos sobre, por ejemplo, las finanzas de las diócesis españolas, y no puedo saber si son o no transparentes, pero tengo que confesar que en un par de ocasiones en que critiqué determinadas cosas de estas finanzas en una diócesis concreta, descubrí luego con gran vergüenza mía que lo que yo consideraba "datos positivos" no eran más que leyendas urbanas anticlericales (me estoy refiriendo, en concreto, a los salarios de los sacerdotes y al coste de mantenimiento de una catedral, y perdón por no poder específicar más aquí y ahora).

    [continúa]

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  6. Anónimo12:02 a.m.

    [continuación]

    Me consta, por lo demás, que hay datos positivos de que las comunidades religiosas (todas, católicas, protestantes, judías...) son siempre mucho mejores administradoras que las comunidades no religiosas. Ello, desde luego, no implica 'per se' que esa eficacia en la gestión económica derive de su mayor uso de la ética..., pero tal vez sí. Todo lo que sé sobre ello proviene de la lectura de algunos artículos sobre la cuestión en el número 12 de la revista "Mente y Cerebro" (me permito recomendarlos).

    Bastante fuera de lugar, en fin, me parece la referencia a los curas pedófilos: me parece que es una cuestión que queda bastante alejada del tema económico aquí tratado. Como si para poner en duda la honradez financiera de cierta persona le recordásemos un desliz extraconyugal, argumentando que ambas cosas tienen que ver con la “honradez”. Por lo demás, ¿seguro que el número de curas pedófilos es tan alto como los medios de comunicación quieren hacernos creer? ¿Es más alto el número de curas pedófilos que el de, pongamos por caso, maestros pedófilos? Creo que Juan Antonio Herrero Brasas no es precisamente un meapilas, por lo que pude ser interesante recordar los datos que ofrece en un pequeño artículo que se puede consultar en Internet:

    http://www.elmundo.es/papel/2002/06/05/opinion/1153038.html

    Perdón por haberme alargado tanto. Volviendo a la última encíclica del actual Papa, yo ni la he leído ni tengo especial interés en leerla, porque lo que de ella me ha llegado me ha parecido suficiente para entender que se trata, una vez más, de uno de esos conjuntos de dicciones formulares, preñados de buenas intenciones y vacíos de contenido. Sí que me gustaría leer algún día lo que Tomás de Aquino escribió sobre economía, que también estaba muy cargado de buenas intenciones (según me han contado) y trajo como consecuencia muchos siglos de retraso en el desarrollo económico de occidente, al insistir en la inmoralidad de la usura. Y tampoco he leído, en fin, el texto de la conferencia que ese gran adalid de la ética, Mario Conde, le leyó al anterior Papa, pero seguramente sería interesante ver hasta qué punto el texto de don Mario coincide con la encíclica actual.

    http://www.elpais.com/articulo/sociedad/CONDE/_MARIO/JUAN_PABLO_II/VATICANO/CAPITALISMO/Mario/Conde/propone/Papa/nuevo/codigo/moral/competitividad/elpepisoc/19920115elpepisoc_4/Tes/

    athini_glaucopis@hotmail.com

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  7. Se me ocurren varios ejemplos:
    ¿Cuándo España ha pedido perdón por todo el periodo de conquista colonial sobre todo en América?, hasta qué punto los españoles podríamos hablar de justicia social y demás habiendo, según parece, exterminado pueblos enteros, y por ejemplo ¿los franceses han pedido disculpas por el exterminio de la Vandea?, yo acabo de leer un libro de discursosde Churchill…. pero ¿no fue este el que ordenó el bombardeo sobre Dresde?, y bueno, Obama ¿ha pedido perdón por Hirosima … y peor aún por Nagasaki?, o es que toda responsabilidad acaba en Bush y Guantanamo…, bueno de los partidos comunistas, alguna que otra organización sindical, y la mayor parte de partidos políticos (de toda inclinación) con más de 10 años de existencia mejor no hablar…
    Me repito, cogemos una institución con millones de personas, y la estudiamos durante 20 siglos y con los parámetros actuales analizamos con rigor todo su pasado y luego de sacar todas sus miserias decimos que nadie de esa institución puede decir nada aunque sea el mejor razonamiento que hayamos escuchado nunca.
    Yo no sé si llegaré a viejo, pero desde luego si llego estoy seguro que mirando atrás me encontraré con muchos actos, opiniones y omisiones de las que no me sentiré muy orgulloso, me imagino que a más de uno, aun sin intención, dañé en algo, ¿me tendré que callar entonces?, a lo mejor me tengo que callar desde ya, en fin, a lo mejor nos tenemos que callar todos.

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  8. Anónimo3:41 p.m.

    Una pequeña errata al inicio del texto: creo que no existen "gentes jurídicas", supongo que donde dice "gentes" hay que leer "personas" (y, ya como curiosidad, las persona fueron primero "jurídicas" y sólo después "físicas").

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