jueves, noviembre 13, 2025

Ceaucescu (17): La caída en desgracia de Lucretiu Patrascanu




Rumania, ese chollo
A la sombra de los soviéticos en flor
Quiero rendirme
El largo camino hacia el armisticio
Conspirando a toda velocidad
El golpe
Elecciones libres; o no
En contra de mi propio gobierno
Elecciones libres (como en la URSS)
El último obstáculo, el rey
Con la Iglesia hemos topado
El calvario uniate
Securitate
Yo quiero ser un colectivizador como mi papá
Stefan Foris
Patrascanu y Pauker
La caída en desgracia de Lucretiu Patrascanu
La sombra del titoísmo
Gheorghiu-Dej se queda solo
Ana Pauker, salvada por un ictus
La apoteosis del primer comunista de Rumania
Hungría
Donde dije digo…
El mejor amigo del primo de Zumosol
Pilesti
Pío, pío, que yo no he sido
Trabajador forzado por la gracia de Lenin
Los comienzos de la diferenciación
Pues yo me voy a La Mutua (china)
Hasta nunca Gheorghe
El nuevo mando
Yo no fui
Yo no soy ellos
Enemigo de sus amigos
Grandeza y miseria
De mal en peor
Esos putos húngaros
El puteo húngaro
El maldito libro transilvano
El sudoku moldavo
La fumada de Artiom Lazarev
Viva Besarabia libre (y rumana)
Primeras disidencias
Goma
Los protestantes protestan
Al líder obrero no lo quieren los obreros
Brasov
No toques a Tokes
Arde Timisoara
El derrumbador de iglesias y monasterios
Qué mal va esto
Epílogo: el comunista que quiso sorber y soplar a la vez

 


Ana Pauker siempre defendió que fue Andrey Vyshinsky quien impulsó la idea de su defenestración. Al parecer, el mamporrero estalinista había decidido apartarse completamente de la línea de Pauker en agosto de 1945, cuando Teohari Georgescu llegó a un acuerdo con Nicolae Patrascu, uno de los líderes de la Guardia de Hierro; acuerdo por el cual un contingente de antiguos miembros de dicha organización fascista pasó a formar parte del Partido Comunista. Georgescu había actuado bajo instrucciones de Pauker.

Esta información fue facilitada por Pauker en 1956, cuando el Partido creó una comisión de investigación sobre su persona formada por Alexandru Moghioros, Constantin Parvulescu y Ion Vite. Pero no fue la única que dijo eso; el propio Gheorghiu-Dej acabó por confirmar la información, aunque, en su caso, el momento del enfrentamiento se desplazaba a enero de 1946.

En diciembre de 1945 se había celebrado la conferencia de Moscú. En el curso de aquel encuentro entre aliados que cada día lo eran menos, los Estados Unidos propusieron que, en Rumania, el gobierno Groza fuese reestructurado para dar entrada a ministros de partidos no comunistas. Stalin, que cuando menos en ese momento carecía de argumentos para resistirse, tuvo que torcer su brazo; y, en consecuencia, el 26 de diciembre avaló una petición para que el Partido Nacional Agrario y el Partido Liberal entrasen en el gobierno.

Bajo la atenta mirada de representantes de los tres aliados desplazados a Bucarest, los partidos de la oposición nominaron a Ion Mihalache y Dinu Bratianu. Sin embargo, el gobierno Groza los rechazó y, finalmente, los nombrados fueron personajes de menor jaez: Emil Hatieganu y Mihail Romniceanu. Sin embargo, siempre según Gheorghiu-Dej, una vez que todo se había acordado, hubo una propuesta de no nombrar a Romniceanu y nombrar a Bratianu; y esa propuesta habría procedido de Pauker. Este cambio encabronó a Vyshinsky, quien, como respuesta, le habría sugerido a Jorge Jorge-Dej el cese de Pauker.

En febrero de 1947, Gheorghiu-Dej y Pauker fueron recibidos por Stalin. Stalin dijo estar preocupado por rumores que le habían llegado de que en el Partido Comunista Rumano había una facción que propugnaba que sólo los rumanos étnicos pudieran formar parte del Partido o cuando menos ser dirigentes. La insinuación estaba claramente dirigida contra Ana Pauker y Vasile Luca, ninguno de los cuales era rumano. Stalin se opuso categóricamente a ese esquema pues, dijo, el Partido Comunista era un partido de clase, no de raza.

Otra buena noticia para Pauker, por esas fechas, fue la ayuda de Bodnaras. Como ya os he dicho, Emil Bodnaras, aunque en esencia era un hombre de Gheorghiu-Dej, en realidad se servía a sí mismo y a la NKVD. Es probable que su actuación en el verano de 1947 esté vinculada con las preocupaciones de Stalin expresadas en la visita a Moscú; en ese caso, tendríamos que asumir que Vyshinsky y Stalin tenían puntos de vista diferentes, o cuando menos afectaban tenerlos. El caso es que, en el mentado verano de 1947, Bodnaras, quien habitualmente pacía en algún terreno cómodo en medio de los conflictos entre comunistas rumanos, tomó la decisión de criticar a Gheorghiu-Dej por estarse mostrando excesivamente cercano a los aliados occidentales. No sólo le criticó, sino que se fue a ver al general Susaikov y lo denunció con todas las letras. Susaikov le dio suficiente valor a la denuncia como para comunicársela a Milhail Suslov, el monolito marxista de la URSS.

En agosto de aquel año de 1947, los soviéticos enviaron a un agente a Bucarest con el encargo de redactar a su vuelta un informe sobre la situación en el Partido Comunista Rumano. En dicho informe, el agente hizo notaría del hecho palmario de que Gheorghiu-Dej estaba maniobrando descaradamente para defenestrar a Pauker y a Luca. Los soviéticos decidieron dejar el tema estar, aunque forzando que el mando colectivo del Partido permaneciese hasta 1948. Durante todo este tiempo, Gheorghiu-Dej era, simplemente, el primer nombre citado de la lista de que también formaban parte Pauker, Luca y Georgescu. No fue nombrado primer secretario general, aunque sí es cierto que fue nombrado secretario político, lo cual era casi lo mismo.

Gheorghiu-Dej había sido nombrado en el gobierno Sanatescu como ministro de Transportes; en 1945, cuando se formó el gobierno Groza, su posición se vio consolidada al añadírsele obras públicas; se convirtió, pues, en el Óscar Puente de la Rumania posbélica. En noviembre de 1946, fue nombrado ministro de la Economía Nacional, lo cual mejoró todavía más su perfil. Por su parte, Ana Pauker fue nombrada el 7 de noviembre de 1947 ministra de Asuntos Exteriores, mientras Vasile Luca era nombrado ministro de Finanzas.

Con el establecimiento de la República Popular, un paso fundamental que tenía que dar el Estado totalitario era su integración dentro del bloque militar soviético. Con tal intención, el 4 de febrero de 1948 Groza, Gheorghiu-Dej y Pauker viajaron a Moscú. Allí firmaron un tratado de amistad, cooperación y asistencia mutua. A la hora de realizar la foto oficial de aquel acuerdo, los soviéticos situaron a Groza, Molotov, Gheorghiu-Dej y Vyshinsky en una primera fila, mientras Ana Pauker y Vasile Luca, de forma bastante difícil de entender, fueron colocados en una segunda fila. Stalin quiso enviar el mensaje de que ya había decidido.

En el primer congreso del recién formado Partido de los Trabajadores Rumanos, resultado de la fusión con los socialdemócratas, y que se celebró en febrero de 1948, Gheorghiu-Dej fue finalmente elegido secretario general, aunque Pauker y Luca fueron elegidos secretarios del Comité Central y miembros del Politburo.

Con todo, la principal víctima de aquel congreso no fue Pauker; fue Patrascanu. Aunque todo parecía ir normal en los días anteriores, durante el congreso Teohari Georgescu, en su condición de ministro del Interior, tomó la palabra para denunciar a Patrascanu por “convertirse en un exponente de la ideología burguesa” y apoyarse en los países occidentales. Los miembros del Partido entendieron a la perfección el mensaje; así que Patrascanu no fue elegido para ninguno de los órganos del Partido, y algunos días después fue cesado en el Ministerio de Justicia. Semanas después, incluso se le prohibió dar clase en la universidad de Bucarest.

Aparentemente, Patrascanu había labrado su desgracia frente a quienes daban y quitaban en aquella Rumania, es decir, los soviéticos, en el verano de 1945, cuando dio un discurso en la ciudad de Cluj en el que se había mostrado demasiado nacionalista para el gusto moscovita, salpimentado con insinuaciones de que la integración de la Transilvania septentrional en territorio rumano podía no ser definitiva y que, en consecuencia, finalmente se la podrían quedar los húngaros, obviamente con el nihil obstat de los que verdaderamente mandaban. Estas acusaciones veladas no le gustaron nada a Stalin.

El discurso de Patrascanu fue editado en un folleto, lo cual causó muchísimos problemas dentro del Partido. Vasile Luca y Moghioros, ambos de origen húngaro, se negaron en redondo a difundirlo; como lo hizo también el jefe de propaganda del Partido, Iosif Chisinevski. Un año después de su rajada, Patrascanu volvió a Cluj, en un momento muy delicado para la ciudad, pues para entonces los estudiantes rumanos y húngaros tenían frecuentes enfrentamientos, una vez que el tratado de paz de París había apostado por la rumanidad de la Transilvania septentrional. Allí anunció que se tomarían medidas contra todos los húngaros y rumanos que actuasen para dificultar la paz social. Su tono, pues, había cambiado. Ahora lo importante no era España, sino Franco, por así decirlo.

Aunque el segundo discurso de Patrascanu cayó bien, a Gheorghiu-Dej no le gustó nada. Consideraba que Patrascanu había obviado el papel que, según él, estaban jugando los partidos de la oposición, agrario y liberal, a la hora de animar el odio antirrumano. En realidad, lo que estaba era muy preocupado de que los rumanos pudieran ser acusados en París de estar atizando el odio racial, lo que podría ser catastrófico para sus aspiraciones.

En julio de 1947, Iuliu Maniu, el líder del Partido Agrario, y su adjunto, Ion Mihalache, fueron arrestados, junto con otras figuras del partido. El 30 de octubre, toda la cúpula del partido fue sentada en el banquillo, acusados de complotar contra la seguridad del Estado. Maniu y Mihalache fueron condenados a trabajos forzados de por vida, pena que se les conmutó por cadena perpetua.

Estos arrestos pusieron totalmente en guardia a Patrascanu. El líder comunista había tenido una serie de encuentros discretos con miembros del Partido Agrario en el verano de 1945, especialmente con uno de los ahora detenidos: Víctor Radulescu-Pogoneanu; y ahora temía que se fueran de la lengua. Años después, de hecho, los comunistas acusaron a Patrascanu de haber decidido, en esos días, huir del país, para lo cual habría buscado la ayuda de un asistente suyo, Nicolae Betea.

Gheorghiu-Dej, sin embargo, procedió como Simeone: partido a partido. En marzo de 1947, le envió un mensaje a Patrascanu con el gesto de expulsar del PTR a uno de los amigos y colaboradores de Patrascanu, Herbert, normalmente conocido como Belu, Zilber.

Alcanzando el punto de la desesperación, Patrascanu decidió tratar de conseguir un buen paraguas. Se decidió por Sergei Ivanovitch Kavtaradze, el amigo de Stalin que era el embajador soviético en Bucarest. Los dos se vieron el 29 de enero de 1948. Durante su entrevista, Patrascanu le dijo a Kavtaradze que todas sus desgracias en el Partido se habían producido desde que Ana Pauker había vuelto de Moscú; le dijo, pues, que Pauker era la causante de todas sus desgracias, que estaba contra él, y que él no sabía por qué. Esta parte del relato siempre me ha parecido tramoya. Pauker, desde luego, no era la mejor fan de Patrascanu; pero cualquiera con un poco de información y herramientas mentales suficientes como para entender las dinámicas del comunismo rumano tenía que saber, en ese momento, que detrás de la desgracia de Patrascanu estaba quien realmente se la podía procurar, que no era otro que Gheorghiu-Dej. El embajador, por lo demás, reportó a Moscú que Teohari Georgescu, en su condición de Marlaska rumano, le había facilitado informaciones sobre Patrascanu que calificó de “absolutamente letales”.

En todo caso, en ese momento: principios de 1948, el último clavo del ataúd de Patrascanu estaba a punto de clavarse. El 17 de enero, dos semanas antes de la entrevista en la embajada pues, Georgi Dimitrov, el líder comunista búlgaro, había sugerido la posible creación de una federación balcánica entre Yugoslavia, Bulgaria y Rumania. El anuncio lo hizo durante una visita a Bucarest, y tanto Gheorghiu-Dej como Pauker, conscientes de que la idea no le podía gustar a Stalin, recibieron las palabras de Dimitrov con frialdad. El 28 de enero, Pravda publicó un comentario en el que venía a preguntarse si es que Dimitrov era subnormal o qué. El tema fue tan violento que el búlgaro se apresuró a decir que donde había dicho digo, ahora decía Stalin. Aun así, fue convocado a Moscú el 10 de febrero, donde Stalin le debió de arrear una buena mano de hostias. Dimitrov fallecería en Moscú en julio de 1949, de una larga enfermedad (o eso dicen). Stalin le dijo a Pauker que se distanciaran de Tito; el 12 de febrero, de hecho, todos los retratos de Tito que había en Rumania desaparecieron.

Tito había estado en Bucarest en diciembre, apenas unas semanas antes. Su principal anfitrión había sido Patrascanu. Y, ahora, Stalin acusaba a Tito de chauvinista, y exigía una purga de elementos chauvinistas en el PTR.

Blanco y en botella, Lucretiu.

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