Rumania, ese chollo
A la sombra de los soviéticos en flor
Quiero rendirme
El largo camino hacia el armisticio
Conspirando a toda velocidad
El golpe
Elecciones libres; o no
En contra de mi propio gobierno
Elecciones libres (como en la URSS)
El último obstáculo, el rey
Con la Iglesia hemos topado
El calvario uniate
Securitate
Yo quiero ser un colectivizador como mi papá
Stefan Foris
Patrascanu y Pauker
La caída en desgracia de Lucretiu Patrascanu
La sombra del titoísmo
Gheorghiu-Dej se queda solo
Ana Pauker, salvada por un ictus
La apoteosis del primer comunista de Rumania
Hungría
Donde dije digo…
El mejor amigo del primo de Zumosol
Pilesti
Pío, pío, que yo no he sido
Trabajador forzado por la gracia de Lenin
Los comienzos de la diferenciación
Pues yo me voy a La Mutua (china)
Hasta nunca Gheorghe
El nuevo mando
Yo no fui
Yo no soy ellos
Enemigo de sus amigos
Grandeza y miseria
De mal en peor
Esos putos húngaros
El puteo húngaro
El maldito libro transilvano
El sudoku moldavo
La fumada de Artiom Lazarev
Viva Besarabia libre (y rumana)
Primeras disidencias
Goma
Los protestantes protestan
Al líder obrero no lo quieren los obreros
Brasov
No toques a Tokes
Arde Timisoara
El derrumbador de iglesias y monasterios
Qué mal va esto
Epílogo: el comunista que quiso sorber y soplar a la vez
Ana Pauker siempre defendió que fue Andrey Vyshinsky quien impulsó la idea de su defenestración. Al parecer, el mamporrero estalinista había decidido apartarse completamente de la línea de Pauker en agosto de 1945, cuando Teohari Georgescu llegó a un acuerdo con Nicolae Patrascu, uno de los líderes de la Guardia de Hierro; acuerdo por el cual un contingente de antiguos miembros de dicha organización fascista pasó a formar parte del Partido Comunista. Georgescu había actuado bajo instrucciones de Pauker.
Esta información fue facilitada
por Pauker en 1956, cuando el Partido creó una comisión de investigación sobre
su persona formada por Alexandru Moghioros, Constantin Parvulescu y Ion Vite. Pero
no fue la única que dijo eso; el propio Gheorghiu-Dej acabó por confirmar la
información, aunque, en su caso, el momento del enfrentamiento se desplazaba a
enero de 1946.
En diciembre de 1945 se había
celebrado la conferencia de Moscú. En el curso de aquel encuentro entre aliados
que cada día lo eran menos, los Estados Unidos propusieron que, en Rumania, el
gobierno Groza fuese reestructurado para dar entrada a ministros de partidos no
comunistas. Stalin, que cuando menos en ese momento carecía de argumentos para
resistirse, tuvo que torcer su brazo; y, en consecuencia, el 26 de diciembre
avaló una petición para que el Partido Nacional Agrario y el Partido Liberal
entrasen en el gobierno.
Bajo la atenta mirada de
representantes de los tres aliados desplazados a Bucarest, los partidos de la
oposición nominaron a Ion Mihalache y Dinu Bratianu. Sin embargo, el gobierno
Groza los rechazó y, finalmente, los nombrados fueron personajes de menor jaez:
Emil Hatieganu y Mihail Romniceanu. Sin embargo, siempre según Gheorghiu-Dej,
una vez que todo se había acordado, hubo una propuesta de no nombrar a
Romniceanu y nombrar a Bratianu; y esa propuesta habría procedido de Pauker.
Este cambio encabronó a Vyshinsky, quien, como respuesta, le habría sugerido a Jorge Jorge-Dej el cese de Pauker.
En febrero de 1947,
Gheorghiu-Dej y Pauker fueron recibidos por Stalin. Stalin dijo estar
preocupado por rumores que le habían llegado de que en el Partido Comunista
Rumano había una facción que propugnaba que sólo los rumanos étnicos pudieran
formar parte del Partido o cuando menos ser dirigentes. La insinuación estaba
claramente dirigida contra Ana Pauker y Vasile Luca, ninguno de los cuales era
rumano. Stalin se opuso categóricamente a ese esquema pues, dijo, el Partido
Comunista era un partido de clase, no de raza.
Otra buena noticia para Pauker,
por esas fechas, fue la ayuda de Bodnaras. Como ya os he dicho, Emil Bodnaras,
aunque en esencia era un hombre de Gheorghiu-Dej, en realidad se servía a sí
mismo y a la NKVD. Es probable que su actuación en el verano de 1947 esté
vinculada con las preocupaciones de Stalin expresadas en la visita a Moscú; en
ese caso, tendríamos que asumir que Vyshinsky y Stalin tenían puntos de vista
diferentes, o cuando menos afectaban tenerlos. El caso es que, en el mentado
verano de 1947, Bodnaras, quien habitualmente pacía en algún terreno cómodo en
medio de los conflictos entre comunistas rumanos, tomó la decisión de criticar
a Gheorghiu-Dej por estarse mostrando excesivamente cercano a los aliados
occidentales. No sólo le criticó, sino que se fue a ver al general Susaikov y
lo denunció con todas las letras. Susaikov le dio suficiente valor a la
denuncia como para comunicársela a Milhail Suslov, el monolito marxista de la URSS.
En agosto de aquel año de 1947,
los soviéticos enviaron a un agente a Bucarest con el encargo de redactar a su
vuelta un informe sobre la situación en el Partido Comunista Rumano. En dicho
informe, el agente hizo notaría del hecho palmario de que Gheorghiu-Dej estaba
maniobrando descaradamente para defenestrar a Pauker y a Luca. Los soviéticos
decidieron dejar el tema estar, aunque forzando que el mando colectivo del
Partido permaneciese hasta 1948. Durante todo este tiempo, Gheorghiu-Dej era,
simplemente, el primer nombre citado de la lista de que también formaban parte
Pauker, Luca y Georgescu. No fue nombrado primer secretario general, aunque sí
es cierto que fue nombrado secretario político, lo cual era casi lo mismo.
Gheorghiu-Dej había sido
nombrado en el gobierno Sanatescu como ministro de Transportes; en 1945, cuando
se formó el gobierno Groza, su posición se vio consolidada al añadírsele obras
públicas; se convirtió, pues, en el Óscar Puente de la Rumania posbélica. En noviembre de 1946, fue nombrado ministro de la Economía Nacional,
lo cual mejoró todavía más su perfil. Por su parte, Ana Pauker fue nombrada el
7 de noviembre de 1947 ministra de Asuntos Exteriores, mientras Vasile Luca era
nombrado ministro de Finanzas.
Con el establecimiento de la
República Popular, un paso fundamental que tenía que dar el Estado totalitario
era su integración dentro del bloque militar soviético. Con tal intención, el 4
de febrero de 1948 Groza, Gheorghiu-Dej y Pauker viajaron a Moscú. Allí
firmaron un tratado de amistad, cooperación y asistencia mutua. A la hora de
realizar la foto oficial de aquel acuerdo, los soviéticos situaron a Groza, Molotov,
Gheorghiu-Dej y Vyshinsky en una primera fila, mientras Ana Pauker y Vasile
Luca, de forma bastante difícil de entender, fueron colocados en una segunda
fila. Stalin quiso enviar el mensaje de que ya había decidido.
En el primer congreso del
recién formado Partido de los Trabajadores Rumanos, resultado de la fusión con
los socialdemócratas, y que se celebró en febrero de 1948, Gheorghiu-Dej fue
finalmente elegido secretario general, aunque Pauker y Luca fueron elegidos
secretarios del Comité Central y miembros del Politburo.
Con todo, la principal víctima
de aquel congreso no fue Pauker; fue Patrascanu. Aunque todo parecía ir normal
en los días anteriores, durante el congreso Teohari Georgescu, en su condición
de ministro del Interior, tomó la palabra para denunciar a Patrascanu por
“convertirse en un exponente de la ideología burguesa” y apoyarse en los países
occidentales. Los miembros del Partido entendieron a la perfección el mensaje;
así que Patrascanu no fue elegido para ninguno de los órganos del Partido, y
algunos días después fue cesado en el Ministerio de Justicia. Semanas después,
incluso se le prohibió dar clase en la universidad de Bucarest.
Aparentemente, Patrascanu había
labrado su desgracia frente a quienes daban y quitaban en aquella Rumania, es
decir, los soviéticos, en el verano de 1945, cuando dio un discurso en la
ciudad de Cluj en el que se había mostrado demasiado nacionalista para el gusto
moscovita, salpimentado con insinuaciones de que la integración de la
Transilvania septentrional en territorio rumano podía no ser definitiva y que,
en consecuencia, finalmente se la podrían quedar los húngaros, obviamente con
el nihil obstat de los que verdaderamente mandaban. Estas acusaciones
veladas no le gustaron nada a Stalin.
El discurso de Patrascanu fue
editado en un folleto, lo cual causó muchísimos problemas dentro del Partido.
Vasile Luca y Moghioros, ambos de origen húngaro, se negaron en redondo a difundirlo; como
lo hizo también el jefe de propaganda del Partido, Iosif Chisinevski. Un año
después de su rajada, Patrascanu volvió a Cluj, en un momento muy delicado para
la ciudad, pues para entonces los estudiantes rumanos y húngaros tenían
frecuentes enfrentamientos, una vez que el tratado de paz de París había
apostado por la rumanidad de la Transilvania septentrional. Allí anunció que se
tomarían medidas contra todos los húngaros y rumanos que actuasen para
dificultar la paz social. Su tono, pues, había cambiado. Ahora lo importante no era España, sino Franco, por así decirlo.
Aunque el segundo discurso de
Patrascanu cayó bien, a Gheorghiu-Dej no le gustó nada. Consideraba que
Patrascanu había obviado el papel que, según él, estaban jugando los partidos
de la oposición, agrario y liberal, a la hora de animar el odio antirrumano. En
realidad, lo que estaba era muy preocupado de que los rumanos pudieran ser
acusados en París de estar atizando el odio racial, lo que podría ser
catastrófico para sus aspiraciones.
En julio de 1947, Iuliu Maniu,
el líder del Partido Agrario, y su adjunto, Ion Mihalache, fueron arrestados,
junto con otras figuras del partido. El 30 de octubre, toda la cúpula del
partido fue sentada en el banquillo, acusados de complotar contra la seguridad
del Estado. Maniu y Mihalache fueron condenados a trabajos forzados de por
vida, pena que se les conmutó por cadena perpetua.
Estos arrestos pusieron
totalmente en guardia a Patrascanu. El líder comunista había tenido una serie
de encuentros discretos con miembros del Partido Agrario en el verano de 1945,
especialmente con uno de los ahora detenidos: Víctor Radulescu-Pogoneanu; y
ahora temía que se fueran de la lengua. Años después, de hecho, los comunistas
acusaron a Patrascanu de haber decidido, en esos días, huir del país, para lo
cual habría buscado la ayuda de un asistente suyo, Nicolae Betea.
Gheorghiu-Dej, sin embargo,
procedió como Simeone: partido a partido. En marzo de 1947, le envió un mensaje a Patrascanu con el gesto de expulsar del PTR a uno de los amigos y colaboradores de Patrascanu, Herbert, normalmente
conocido como Belu, Zilber.
Alcanzando el punto de la
desesperación, Patrascanu decidió tratar de conseguir un buen paraguas. Se
decidió por Sergei Ivanovitch Kavtaradze, el amigo de Stalin que era el
embajador soviético en Bucarest. Los dos se vieron el 29 de enero de 1948.
Durante su entrevista, Patrascanu le dijo a Kavtaradze que todas sus desgracias
en el Partido se habían producido desde que Ana Pauker había vuelto de Moscú;
le dijo, pues, que Pauker era la causante de todas sus desgracias, que estaba
contra él, y que él no sabía por qué. Esta parte del relato siempre me ha
parecido tramoya. Pauker, desde luego, no era la mejor fan de Patrascanu; pero
cualquiera con un poco de información y herramientas mentales suficientes como
para entender las dinámicas del comunismo rumano tenía que saber, en ese
momento, que detrás de la desgracia de Patrascanu estaba quien realmente se la
podía procurar, que no era otro que Gheorghiu-Dej. El embajador, por lo demás,
reportó a Moscú que Teohari Georgescu, en su condición de Marlaska rumano, le
había facilitado informaciones sobre Patrascanu que calificó de “absolutamente
letales”.
En todo caso, en ese momento:
principios de 1948, el último clavo del ataúd de Patrascanu estaba a punto de
clavarse. El 17 de enero, dos semanas antes de la entrevista en la embajada
pues, Georgi Dimitrov, el líder comunista búlgaro, había sugerido la posible
creación de una federación balcánica entre Yugoslavia, Bulgaria y Rumania. El
anuncio lo hizo durante una visita a Bucarest, y tanto Gheorghiu-Dej como
Pauker, conscientes de que la idea no le podía gustar a Stalin, recibieron las
palabras de Dimitrov con frialdad. El 28 de enero, Pravda publicó un
comentario en el que venía a preguntarse si es que Dimitrov era subnormal o
qué. El tema fue tan violento que el búlgaro se apresuró a decir que donde
había dicho digo, ahora decía Stalin. Aun así, fue convocado a Moscú el 10 de
febrero, donde Stalin le debió de arrear una buena mano de hostias. Dimitrov
fallecería en Moscú en julio de 1949, de una larga enfermedad (o eso dicen).
Stalin le dijo a Pauker que se distanciaran de Tito; el 12 de febrero, de
hecho, todos los retratos de Tito que había en Rumania desaparecieron.
Tito había estado en Bucarest
en diciembre, apenas unas semanas antes. Su principal anfitrión había sido
Patrascanu. Y, ahora, Stalin acusaba a Tito de chauvinista, y exigía una purga
de elementos chauvinistas en el PTR.
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