miércoles, diciembre 25, 2019

Historias triviales (6)

Bueno, este día de Navidad voy a recuperar una costumbre vieja que se quedó traspapelada en el tiempo. Las Historias Triviales. Diez pequeñas anécdotas históricas que aquí os brindo para vuestro solaz.

Sin embargo, como ya hice la última vez que publiqué estas tomas, os informo de que hay un pequeño juego: una de las historias que cuento es total o parcialmente falsa. No dudo en absoluto de que mis avezados lectores serán capaces, muy pronto, de apreciar el error no forzado. En todo caso, ya lo aclararemos en los comentarios.

A ello, pues.


1.- Al contrario de lo que se cree, los europeos medievales conocían el jabón, y no sólo a escala aristocrática. Las reglas monásticas establecían habitualmente que los monjes debían ser provistos de jabón suficiente para lavar sus ropas y a ellos mismos, y las personas normales también lo utilizaban. Solían usar un jabón mezcla de agentes blanqueantes y ceniza de madera, u otro que estaba hecho básicamente de cenizas. Los hombres y mujeres del Medievo conocían y practicaban, asimismo, las virtudes de lavarse los dientes, así como las manos antes de comer.

2.- Gabriele Fallopio (siglo XVI) es famoso por haber sido el anatomista que primero describió, entre otras partes del cuerpo, los órganos sexuales femeninos y, muy particularmente, las trompas que llevan su nombre. Sin embargo, hay que decir que Fallopio nunca entendió ni imaginó la función de las trompas que había descrito. Se tardó dos siglos más en saber que los óvulos se generan en los ovarios y llegan al útero precisamente usando estos conductos.

3.- En la Roma clásica, un nomenclator era un esclavo presente en las casas más ricas, cuya función principal era conocer a todos aquéllos que, por una razón u otra, solían frecuentarla. Durante las muchas horas del día en las que el noble patricio se encontraba en su casa rodeado de sus clientes, esto es, personas dependientes de él en algún grado, el nomenclator acompañaba constantemente a su señor para poder susurrarle al oído la filiación de cada persona con la que se cruzaba y sugerirle alguna frase amable. Entre los romanos, un patricio que se cruzase con un cliente y se limitase a saludarlo se habría comportado con gravísima mala educación. El protocolo social exigía que siempre tuviera una palabra para cada uno, del tipo de "¿ya se ha recuperado tu hijo de sus fiebres?" o "¿como le va al joven Flavio en La Galia?" El responsable de saberse la vida y milagros de los clientes de su señor, y de estar siempre dispuesto a relatársela al oído, era el nomenclator, precedente absoluto de nuestro cotilla.

4.- El conocido como Caso Zannanza tiene su centro en una carta que habría recibido el rey hitita Suppiluliuma, aparentemente de la viuda del faraón de Egipto, en la que ésta le proponía al rey hitita que le enviase uno de sus hijos adultos para casarse con él y hacerlo faraón. Quien cuenta todo esto, Mursili II, hijo de Suppiluliuma, nos dice también que la misiva iba firmada por Dahamunzu, que en hitita quiere decir "la mujer del rey". Esta afirmación de Musili ha extrañado siempre a los egiptólogos, dado que los enlaces de las familias reales egipcias con extranjeros eran muy poco frecuentes. El rey hitita envió a Egipto a un mensajero, Hattusa-ziti, para comprobar si la mujer del rey muerto estaba en sus cabales.

Hattusa regresó al reino de los hititas con una nueva carta de la viuda y con Hani, su propio enviado. En la carta, la viuda se mostraba sorprendida de que el rey hitita no lo creyese; pero hay cosas muy sospechosas en ese correo electrónico, entre otras que esté escrito en acadio. Hani, sin embargo, aparentemente logró convencer al rey, quien envió a su hijo, Zannanza, a Egipto, para que fuera faraón de su peor enemigo. Zannanza, sin embargo, murió en una emboscada que sufrió su caravana, aparentemente montada por egipcios.

Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre quién atacó a Zannanza. En realidad, ni siquiera se ponen de acuerdo sobre quién pudo escribir la carta, pues en el momento en que Suppiluliuma la recibió, había dos reinas viudas en Egipto: Nefertiti, que lo era de Ajenatón; y Ankesenamon, que lo era de Tut. Sin embargo, el hecho de que la mujer que escribe la carta confesase que no tenía hijos y, sobre todo, los acontecimientos que habrían de ocurrir en Egipto inmediatamente, sugieren que fue Ankesenamon. En efecto, poco después de este follón, un hombre llamado Ay fue elevado como faraón, y se casó con ella.

5.- Ya que estamos en Egipto: el general Charles de Gaulle, siempre él tan envarado y formalista, ordenó que, a la llegada a París de la momia de Ramsés II, al féretro se le prodigasen atenciones y protocolos de jefe de Estado. Ramsés viajó a París en el marco de un acuerdo arqueológico para tratar y estudiar su momia. Para el Presidente francés, sin embargo, aquella momia era el cadáver de un colega, de un ex jefe de Estado, y como tal le procuró todos los honores militares en el aeropuerto.

7.- La gran exposición universal de Filadelfia de 1876 no fue cualquier exposición. Los Estados Unidos celebraban su centenario y, por ello, el presidente Ulysses S. Grant ordenó que no se reparase en gastos. Uno de los grandes dispendios de la exposición fue la contratación de Piotr Illich Tchaikovsky, un compositor muy famoso en ese momento en el mundo entero. Los americanos valoraron la capacidad del ruso para componer obras grandiosas y le encargaron una Marcha del centenario, que debía quedar como recuerdo indeleble de aquellos momentos.

La obra de Tchaikovsky fue impresionantemente interpretada el día de la inauguración por una orquesta de 180 instrumentos y un coro de 800 gargantas. El público estadounidense, sin embargo, no la aplaudió, aunque también es cierto que no la abuchearon. No les gustó. Muy influidos por su Obertura 1812, obra que siempre les había gustado mucho, los estadounidenses hubieran esperado una performance impresionante, con cañones y ruido de fusilería, muy apegada a su espíritu revolucionario.

8.- Nadie ha profesado en la Historia un mayor odio hacia la familia Borbón que Napoleón. Los odiaba de una forma especial. En realidad, los despreciaba. Tanto los despreciaba que su frase preferida cuando se refería a ellos era: "el único hombre entre ellos es la duquesa de Angulema".

9.- Siguiendo con los Borbones: Luisa María Teresa de Borbón y Borbón, hija del infante don Felipe (hermano del rey Carlos III) y de Luisa Isabel de Borbón, primogénita de Luis XV de Francia (y, dicen, amante de Manuel Godoy) es, probablemente, la reina de España que con más productividad ha cumplido el que, durante siglos, ha sido el primer cometido de toda reina: tener descendencia. Conocido es el dato de que tuvo catorce hijos. Pero, en realidad, entre hijos y abortos, tuvo la asombrosa cifra de veinticuatro embarazos.

10.- Carlos Martel, es bien sabido, realizó un servicio impagable a Europa deteniendo el avance de los musulmanes, imparable hasta entonces. Sin embargo, paradójicamente este héroe del cristianismo es una de las pocas personas de las que tenemos la "certeza" de que está en el Infierno.

La razón fue su gesto de destituir a Rigoberto, santo de la Iglesia, de su puesto como arzobispo de Reims, en beneficio de Milo, un antiguo combatiente en las tropas de Martel. Milo, con posterioridad, acumularía incluso otro arzobispado, el de Trèves. Milo era hijo de Basino, el antiguo titular de la segunda de las sedes citadas. Bonifacio, el gran reformador de la Iglesia carolingia, intentó varias veces echar a Milo de sus dignidades episcopales, pero nunca lo consiguió, y hasta el Papa Zacarías acabó aconsejando al reformador que lo dejase estar. Milo ha sido descrito como "un laico tonsurado", llevaba una vida licenciosa y no se privaba de placeres; de hecho, murió atacado por un jabalí durante una cacería. Por supuesto, también se frotaba a todo lo que se meneaba.

La Iglesia, entre otras cosas por haber apoyado a Milo, decidió condenar a Martel al fuego del Infierno. Euquerio, santo de la Iglesia, tuvo una visión en la que pudo contemplar al viejo guerrero en los fuegos del Hades. En todo caso, para comprobarlo, pidió permiso a Bonifacio y a Fulrad, el abad de Saint Denis, para abrir la tumba. La leyenda nos dice que, al abrir el sarcófago, se encontró que no había cadáver dentro, sino una serpiente. Las pareces internas, además, estaban tiznadas por el contacto con el fuego del Averno.

9 comentarios:

  1. Pues debo reconocer que no estoy seguro, pero la que me parece más sospechosa es la historia 4. Demasiado enredado me parece el asunto de la carta, en enviado y que al final el rey hitita enviara a su hijo. Podría consultar Google, pero entonces no tendría gracia.

    ¡Felices fiestas!

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  2. Pues esa resulta que si es cierta y todavía se debate sobre quién fue la autora ya que la cronología del reinado de Akhenaton es bastante compleja.

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    1. Ya decía yo que no estaba muy seguro. :_) Han ocurrido hechos bastante más rocambolescos en la historia, siendo honesto.

      No me atrevo a sugerir otra historia como falsa, pero diría que las dos primeras son absolutamente ciertas.

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  3. A mi los medievales lavándose las manos,me parece estrafalario

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    1. Creo recordar que la tirria a lavarse vino más bien en la edad moderna, y en España con el tema de alejarse de las costumbres musulmanas para acreditar ser cristianó viejo

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  4. La marcha del centenario fue compuesta por Wagner, no por Tchaikovsky.

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    1. Correcto. Ése era el gazapo

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    2. Me figuraba que podía estar en los detalles... Felicidades, jaimemarlow.

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  5. Dudaba con lo del jabón, pero al ver los comentarios... 😔

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