Breznev estuvo en la escuela de Kursk entre 1923 y 1927.
Tras este periodo formativo, fue destinado como supervisor en una explotación
en Orsha, en la Rusia Blanca, más o menos a la misma distancia de Moscú de la
que separa Madrid de La Coruña. A pesar de estar muy lejos de Kamenskoye, Orsha
está en las orillas del mismo río: el Dnieper. Fue en esa estancia cuando
Leónidas conoció a una enfermera llamada Victoria Petrovna, que se acabaría
convirtiendo en su mujer.
Luego volvió a Kursk durante un periodo corto, para pasar a
tener el primer destino de comunista dispuesto a todo, esto es su primera
misión donde Cristo perdió su copia del 18
de Brumario. Más concretamente, fue enviado a la provincia de Sverdlovsk,
en los Urales, donde fue nombrado jefe del distrito agrícola de Bisertsky. En
Bisertsky, además, fue la primera vez en que el futuro secretario general del
PCUS superó el modo puto miembro de Komsomol: lo nombraron vicepresidente del
comité ejecutivo del soviet local, lo que venía a significar más o menos ser
diputado provincial, en términos españoles.
Sin embargo, ya hemos dicho que Leónidas Breznev sabía
hacerlo todo bien. A finales de 1929, gracias a su empuje y tal, es nombrado
jefe adjunto del distrito agrícola de Sverdlovsk, con lo que por primera vez
fue gestor de las explotaciones primarias de toda una provincia.
En este punto, la vida de Breznev cambia y, la verdad, que
yo sepa, jamás los sovietólogos han sabido explicar muy bien por qué. Acabamos
de ver a un joven prometedor comunista, ascendiente además con rapidez en la
estructura del partido oficial gracias a sus conocimientos agrícolas que, por
ello, con seguridad son sólidos y bien aplicados. Ese joven, sin embargo, sin
razón aparente, en ese punto, decide volver a Kamenskoye y estudiar para
ingeniero.
¿Por qué? Para eventuales futuros fabuladores de la vida de
Breznev, hay varias posibilidades a la hora de llegar a este capítulo.
Puede que Breznev tuviese una fuerte vocación de
metalúrgico. Su abuelo y su padre lo habían sido, y él siempre había
ambicionado, en su adolescencia, serlo también. Es una posibilidad muy
plausible, aunque tiene en su contra que es la que mayoritariamente alimentaron
las publicaciones hagiográficas de la época, lo cual siempre hace pensar que es
mentira.
Puede que se decepcionara de la labor agrícola. Esta es una
teoría que se da de hostias con su vida posterior, que iremos viendo, en la que
los logros en materia agrícola abundan. Pero también es cierto que los jerarcas
medianos comunistas no elegían sus destinos, así pues que a Leónidas le fuese
encomendado el proyecto de las Tierras Vírgenes no quiere decir que eso fuera
lo que a él más le apeteciese en el mundo mundial.
Puede, por último, y por citar las opciones más bastas, que,
simple y llanamente, se diese cuenta de que plantando nabos en los Urales no
iba a llegar muy lejos. Hay una ley fundamental del poder, que nos dice que
nadie llega a tenerlo, sobre todo si es en grado sumo, por casualidad. Las
personas que acaban teniendo un poder absoluto lo buscan, lo pretenden, y engañan, mienten,
muerden, zancadillean o lo que haga falta por conseguirlo. Y eso incluye soñar
con el poder desde muy pronto. En la URSS de los años veinte del siglo ídem,
había jóvenes que se metían en el komsomol porque, honradamente, y tras leer El Capital, habían concluido que el
comunismo era chupi lerendi para la Humanidad. Pero la mayoría de ellos se
metían porque querían que el comunismo fuese chupi lerendi para ellos mismos.
Si Leónidas Illych Breznev llegó a secretario general del
PCUS, entonces lo más probable es que no entrase en el komsomol por
convicciones marxistas, sino por ambición de poder. Y él sabía, el tiempo lo
demostraría, que su ascensión en el cursus
honorum leninista era poco menos que imposible sin el concurso de sus
allegados políticos, socios y libertos manumitidos varios. Y todos ellos
estaban en un sitio. En Ucrania. En Kamenskoye.
Incluso cabe una cuarta posibilidad, y es que la cagase en
Sverdlovsk. Que, en alguno de los muchos enfrentamientos
ideológico-crematísticos que entonces eran tan comunes a lo largo y ancho de
los partidos comunistas de las repúblicas soviéticas, tomase partido por un
bando perdedor, y fuese consecuentemente puteado hasta el punto de decidir su regreso
a la casilla de Salida. Tampoco se puede descartar que fuese así, pues es
lógico que nada sepamos de ese fracaso si se produjo. Un tradicional chiste ruso dice que la
única diferencia entre Stalin y Breznev es que el segundo tenía el bigote sobre
los ojos. Con seguridad, Leónidas practicó un aspirado, barrido y fregado de su
pasado, al estilo del que hizo su antecesor Pepito el Georgiano.
Be it as it may,
en 1931 Leónidas Breznev ha vuelto a casa, como por Navidad, y se encuentra estudiando
para ingeniero y trabajando en la factoría metalúrgica, ahora renombrada Planta
F.E. Dzerzhinsky, junto a su padre Ilya y su hermano pequeño Yakov. Ese año se
casa con la enfermera y, además, entra definitivamente en el Partido Comunista.
Las gentes que lo trataron entonces lo pintaron como una
persona distante, consciente de su poder como cuadro del partido, que miraba a
la gente por encima del hombro y escasamente se relacionaba con ella. Había
razones para ser así. En la segunda mitad de la década anterior, en toda la
Ucrania rural había comenzado el programa estalinista de colectivización
forzosa, de dekulakización del campo.
Cinco millones de personas fueron arrancadas de las tierras que venían ocupando
en ocasiones de siglos atrás. Fueron encerrados en trenes de ganado, golpeadas,
torturadas, sometidas a hambre, a frío, humilladas delante de sus hijos y, al
fin y a la postre, deportadas a Siberia, a los Urales, a otros lugares, donde
muchos de ellos murieron de hambre, de pena, o de ambas cosas. Este proceso
contra los propietarios rurales burgueses no había terminado cuando Stalin
decretó la total colectivización del campo, incluyendo también a los
explotadores pobres. La resistencia de los pobladores fue tan feroz que en 1930
hubo de decretarse desde Moscú un alto en el camino. Pero duró poco.
En el otoño de 1931, un auténtico peso pesado del régimen,
Vyacheslav Molotov, hizo un viaje a la provincia de Dnepropretovsk. Viajó de
aldea en aldea, en un tren blindado, ofreciendo la colectivización voluntaria. Al mismo tiempo, las cuotas
de producción a cumplir por los koljozes y los agricultores fueron elevadas de
tal manera que, para cumplir con ellas, las explotaciones se quedaban sin
alimento ni grano para el año siguiente.
En enero de 1933, ante el relativo fracaso de los cuadros
comunistas a la hora de conseguir de Ucrania las cantidades de grano que Stalin
quería, el secretario general envió a un grupo de fieles de Moscú a encargarse
de la movida. Entre ellos, M. Katayevich, que ya era secretario del Comité
Central del Partido Comunista Ucraniano, fue nombrado jefe del partido en
Dnepropretovsk.
Katayevich es el inventor de las tristemente famosas buksirniye brigady, una policía paralela
formada por patotas de comunistas acérrimos, a las que se concedía completos
poderes represivos, y con una sola misión: conseguir que los campesinos
cumpliesen las cuotas. Literalmente, este ejército ilegal de jovenzanos con
porra robó a los ucranianos todo lo que tenían; y, cuando no les quedó nada que
robar, a ellos los apalearon y a ellas se las pasaron por la piedra (y luego se
llevaron la piedra). Resulta muy difícil de imaginar una manera de que Leónidas
Breznev no formase parte de esos grupos, de los que formaba parte, puesto que
lo confesó, el que luego sería famoso disidente Viktor Kravchenko; de lejos, un
comunista menos vocacional que el Cejas.
Ya hemos hablado de esto en alguna otra ocasión. Cualquier
cosa que se pudiera comer desapareció de las granjas ucranianas. Entonces sus
habitantes mataron al ganado para comérselo. Cuando se acabó el ganado, mataron
a los perros. Luego, a los gatos. Finalmente, a las ratas, a los insectos. Se
lo comían todo porque Iosif Stalin había decidido condenar a la hambruna a una
de las zonas de Europa, y del mundo, con mayor potencialidad de producción de
comida. Cinco millones y medio de muertos, aunque Stalin llegó a vanagloriarse
de que fueron diez.
En 1935, más o menos pues en los convulsos tiempos del
asesinato de Sergei Kirov en Leningrado (1 de diciembre de 1934) tras el cual Stalin comenzó su primera
purga, Leónidas Breznev, todavía demasiado joven para estar en esos juegos
malabares, se recibió, como dicen en Latinoamérica, de ingeniero metalúrgico.
Esto lo convertía en un cuadro técnico del Partido. En 1936, seguía currando en
la fábrica, y había sido nombrado director de la escuela politécnica.
Estamos ya en tiempo de purga estalinista en modo experto, y
ya sólo es cuestión de tiempo que llegue a Ucrania. En 1937 Pavel Potyshev, el
dictador de Ucrania de facto, el hombre
que más ha hecho por cumplir las órdenes de Stalin para matar de hambre a los
ucranianos, es llamado a Moscú, y ya nunca nadie vuelve a saber de él.
Katayevich, que sigue siendo el jefe del partido en Dnepropretovsk, es quien
lo sustituye. Alguien le tiene que sustituir a él, y ese alguien es E.K. Pramnek.
Pero eso es sólo el principio, porque la caída de Potyshev provoca la de un
huevo de gente que pertenece a su tribu comunista ucraniana.
Un día, el jefe adjunto del comité ejecutivo del soviet de
la ciudad de Dneprodzerzhinsk es purgado elegantemente. Teniendo en cuenta que
el cargo equivale más o menos al de vicealcalde de la ciudad, la purga deja un
agujero jodido que es necesario cubrir lo antes posible. Y alguien se acuerda
del jovencito de treinta años que anda por Zamenskoye, buen chico éste, las
hostias que daba por el campo cuando lo de las colectivizaciones, tú…
Es el principio de la fulgurante carrera, con sus marchas
atrás todo hay que decirlo, de Leónidas Illych Breznev, secretario general del
Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Y de las JONS.
Simplemente por curiosidad: ¿Qué posibilidades había de que un comunista acabara metido en rencillas dentro del partido? Por los textos que habré oído, tengo para mí que es frecuente, pues esta gente tiene cierta tendencia a creerse con la posesión de la verdad absoluta.
ResponderBorrar