miércoles, abril 11, 2012

Vita Mariae iterum

Recientemente, a causa de mi post sobre la vida de María, la madre de Jesús, Miguel A. Román, amable lector de este blog y más amable aun crítico del mismo, remitió tres comentarios apostillándome. Cuando los leí, le escribí un correo privado estimándole que el material que remitía era tan denso y completo que no merecía aparecer en pequeños capítulos en la parte de comentarios; que, si le parecía bien, quedaba invitado a expresar sus apreciaciones de una forma más estatuida y completa, a través del blog. Escribiendo ese correo me caído en la cuenta de que nunca he dicho algo que pienso, y es que esta ventana está, en realidad, abierta a cualesquiera aportaciones que se me quieran enviar (y, obviamente, me parezcan de valor).

Miguel Ángel me remitió el texto que leeréis debajo de esta introducción. Supongo que os gustará como a mí me ha gustado. Me ha servido, eso sí, para darme cuenta de que, tal vez, tanto a mí  mismo como a él nos quedan los deberes de explicar un poquito más a fondo, algún día, por qué las relapsas teorías de Nestoriano tienen tanta importancia a la hora de disparar, por así decirlo, la mariología, y por qué la discusión, aparentemente pollas, sobre si María es Theotokon o Christotokon, resultó (resulta) tan importante para la Iglesia Católica y seguidores de Saulo de Tarso en general.

Advierto a posibles lectores del blog que, por ser ésta una contribución de un tercero, no ha de entenderse afectada por el sometimiento del blog a licencia Creative Commons. Todos los derechos de este texto permanecen en poder de su autor, siendo el de estas líneas un mero portor del trapecista.

A disfrutar.

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Las tradiciones sobre los orígenes, familia y juventudes de María se compilan hacia el siglo II o III en el llamado "Protoevangelio de Santiago". Basados en este y muy posteriormente, hacia el siglo IX, se redactan otra serie de textos muy similares conocidos como Evangelios de la Natividad, como el "Evangelio de la Natividad de María" y el "Evangelio de Pseudo-Mateo".

Pero dichos textos tienen muy poca verosimilitud histórica (muchísima menos que los evangelios canónicos, que ya es decir) con grandes inexactitudes a cuenta de las costumbres y leyes judías de la época (por ejemplo, ProtoSantiago cita el rito de dar un agua amarga a la mujer para comprobar su fidelidad, descrito en la biblia (Números 5, 11-31), que no se empleaba desde tiempos babilónicos) y con fragmentos idénticos a los otros evangelios o textos bíblicos tomados literalmente de la traducción griega (la llamada “Biblia de los Setenta”), de lo que se deduce que el autor no tenía acceso a testimonios directos sino a tradición oral o a obras de terceros.

Pese a lo cual, normalmente sus aseveraciones “sientan cátedra” y se transmiten y difunden conjuntamente con la doctrina “oficialista”. No es la progenitura de María, Joaquin y Ana, la única tradición a la que da lugar, sino también, por ejemplo, el nacimiento de Jesús en una cueva, como se reproduce en los belenes (pero que no es citado por ningún evangelista, que solo dicen "pesebre"), o la tradición extendida en las iglesias cristianas orientales de que la anunciación tuvo lugar en un camino al aire libre (pese a que el evangelio de Lucas dice que “entró el ángel donde estaba ella…” (Lc. 1,28)).

Si bien no es descartable que parte de estas tradiciones sobre María se originaran entre los propios cristianos judíos surgidos tras la muerte de Cristo, no hay en los movimientos cristianos primitivos (Roma, Grecia, Egipto y Persia) un especial interés en la figura de la madre del Cristo, y no es sino hasta el siglo V, con la libertad religiosa establecida por Constantino I (edicto de Milán, a.d.311), la controversia del nestorianismo y su resolución durante el Concilio de Éfeso (a.d.431) que el culto mariológico empieza a despegar, así que la mayor parte de lo que se establece es de origen posterior e históricamente cogible con papel de fumar.

En cualquier caso, la mayor parte de estas tradiciones se contradicen con datos de los evangelios canónicos, con las costumbres y tradiciones de los judíos del siglo I y algunas incluso con el sentido común (aunque, claro, hablando de temas religiosos, el sentido común no es una exigencia).

Los orígenes de María

Para empezar, las tradiciones situan a Joaquin, y, por tanto, a María, en la tribu de Judá, pero Lucas hace explícito que su prima Isabel, madre del Bautista, era “descendiente de Aarón”, esto es, de la tribu de Leví (Lc. 1,5). Una referencia nada trivial si recordamos que los levitas eran la casta sacerdotal (aunque no todos los sacerdotes eran levitas ni viceversa), mientras que a José sí le mientan la casta de Judá, es decir, David, la dinastía gobernante y la tribu preeminente (que da lugar al toponímico del territorio de Judea y al patronímico genérico “judío”).

No es improbable que los antiguos judíos discutiesen si el Mesías habria de venir de Judá, como rey, o de Aarón, hermano de Moisés, como libertador y portador de la Ley. El “Testamento de Simeón”, un apócrifo judío (aunque de autenticidad dudosa) cita: “obedeced a Leví y Judá, y no os alcéis en contra de estas dos tribus, pues de ellas surgirá la salvación de Dios. El Señor Dios se levantará de Levi como si fuera un Sumo Sacerdote, y de Judá, como rey, y Él salvará a todas las naciones y la raza de Israel”. Un párrafo de un cristianismo demasiado obvio como para no dudar de su genuidad judía, pero que, a lo que vamos, apoyaría entonces la tesis del origen levita de María.

De esta forma, la referencia de Lucas puede dar a entender que en Jesús se fusionan ambas dinastías. Lucas no era judío, pero sin embargo parece darle interés a estos detalles, pues igualmente cita que Zacarías, el padre de Juan Bautista, era de "la clase sacerdotal de Abías" (refiere a 1Cro. 24,10), luego levita; y algunos aspectos de su evangelio parecen interpretarse como que el evangelista intenta contar los hechos "después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes" (Lc 1,3).

La cuestión de Nazaret

Quedan flecos de difícil contrastación respecto a dónde pudo nacer y vivir su juventud María.

Aunque se cita que Gabriel la visita en Nazaret, nada hace pensar que fuera galilea de nacimiento ni se explica qué hace allí. Desde luego José no lo era, sino judío, y así justifica su decisión de empadronarse en Belén, ciudad de sus antecesores. También cuenta el evangelista que María, ya embarazada, visita a Isabel “en un pueblo de los montes de Judá”, es decir, en la cadena montañosa al sudoeste de Jerusalem (tal vez cerca de la actual Beit Shemesh).

Aunque mucho de esta narración es una evidente referencia a la recuperación por el Rey David del Arca de la Alianza (IISam cap.6), de tenerla por cierta podríamos situar la residencia premarital de María y lugar de la anunciación en un radio no mayor de dos jornadas de viaje (unos 50 km) de este punto y, ya puestos, de Belén (José no iba a estar tan loco de unirse a una caravana de una semana desde Nazaret a Belén con su mujer embarazada de nueve meses, solo para cumplir con el padrón de Augusto), postulándose dos candidatos de cierta entidad: Jericho al este o Hebrón al sur. Este último punto cuenta además con la ventaja especulativa de ser el camino natural de la ruta a Egipto, adonde la Sagrada Familia huiría de la persecución de Herodes; mientras que un jeriquense hubiera elegido cruzar el Jordán y pasar a la Decápolis, al este, y un galileo se hubiera refugiado en Siria.

(Inciso: María Valtorta, una visionaria italiana del siglo XX, sitúa en Hebrón el domicilio de Isabel y Zacarías, los ya citados padres de Juan Bautista). 

El caso es que, según cuenta el evangelio de Mateo, Nazaret es elegido por la familia a su regreso de Egipto para evitar la zona de influencia de la casa de Herodes: «Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: “Será llamado Nazareno”» (Mt. 2, 22-23). La frase hace pensar que ni eran de allí ni se les conocía mucho, aunque probablemente tuviera parientes en aquella zona (si no fuera así es muy improbable que María y Jesús fueran invitados a una boda en Caná, no siendo pariente de ninguna de las familias celebrantes).

Igualmente es improbable que José, el prometido y luego esposo de María, fuese un anciano como se ha opinado en varias ocasiones (San Epifanio lo pone incluso nonagenario). La sociedad judía en general y los rabinos en particular, abominaban de las uniones con gran diferencia de edad por varias razones; por un lado no ser una pareja fértil era un oprobio; además, ningún varón con un mínimo de ego masculino aceptaría pasar por un ridículo como el del Rey David con la sunamita Abisag (1Reyes 1,1-4), pues si no le daba hijos dejaría pública su impotencia sexual, pero si la chica quedaba embarazada todos murmurarían dudando de que él fuera el padre; y por otro lado, a la sociedad no le apetecía cargar con un gran número de viudas jóvenes y menos aún con huérfanos a cargo.

Siempre virgen María

El tema de la virginidad es también mucho más complejo que la simple declaración de María de “no conocer varón” o la referencia a la profecía de Isaías de que “la virgen concebirá y dará a luz su hijo al que llamará Emanuel” (Is. 7,14). Pero traducir aquí ha'almah (הָעַלְמָ֗ה) por “virgen” (en el sentido sexual, parthenos en griego) puede ser un error. La traducción más aproximada sería “núbil”, es decir virgen no en estado “adulto” sino por naturalidad, al ser joven y soltera. De hecho, la tradición judía no valora especialmente la virginidad voluntaria del adulto (y mucho menos como lo hace el cristianismo, que lo toma de la influencia paulina y este a su vez del pensamiento romano), e incluso -como dije- lo desprecia como una forma de infertilidad.

Así que nada en los textos canónicos sugiere que María fuera una virgen consagrada al templo, y de hecho no podría serlo desde su menarquía pues la impureza establecida por la Torah para la menstruación se extiende a todo lo que la mujer toca, personas y cosas, dónde se sienta, etcétera, y sería muy incómodo tener una chica menstruante en el templo. Las mismas tradiciones que sitúan a María como virgen consagrada, citan que dichas vírgenes abandonaban el templo a los 14 años.
Pero el caso es que no hay documentación que avale fehacientemente la tesis de que en el Templo de Jerusalén hubiera un estamento organizado de vírgenes consagradas al servicio del establecimiento sacro. Sería algo inusitado teniendo en cuenta que todos los ritos y liturgias se hallan escrupulosamente descritos hasta el más mínimo detalle en la Torah, Talmud y resto de dictámenes rabínicos, y en ninguno de ellos se definen tareas específicas para vírgenes en el templo.

Hay, sin embargo, algunos indicios de que en la época en que nace Jesús pudiera haber vírgenes en el Templo de Jerusalén: en Macabeos II se habla de unas jóvenes recluidas en clausura siendo sacerdote Onías III (c. 177 a.JC.), de algún conflicto entre los soldados romanos y “las vírgenes del templo” en tiempos del gobernador Lucio Quieto o de “las ochenta y dos vírgenes” que bordaron el velo del templo según la Mishnah; pero todo hace pensar que se trataban de niñas o chicas muy jóvenes (y, probablemente, también niños) que, al mismo tiempo que auxiliaban en la liturgia, recibían la formación judaica (cita el evangelista que, en la presentación de Jesús, interviene una tal Ana, anciana viuda que echaba las horas en el templo y la da como “profetisa”, que tal vez sea una forma de decir que enseñaba la ley); nada que ver, en cualquier caso, con las vestales, sacerdotisas o similares y desde luego ninguna inmersión en ritos que pudieran parecer de gentiles o paganos.
Lo más verosímil es una María virgen como cualquier jovencita, que está preparada para un matrimonio inminente (recuérdese la parábola de las vírgenes prudentes y las necias) y sin ninguna característica que la diferenciara del resto de adolescentes de su entorno.

Todo esto, como dije, aceptando los evangelios como un relato histórico de los hechos; pero eso, claro, es otra historia.


Algunas referencia disponibles on line:

Evangelios apócrifos: http://escrituras.tripod.com/
Protoevangelio de Santiago: http://escrituras.tripod.com/Textos/ProtEvSantiago.htm
Sobre vírgenes en el templo de Jerusalem: http://cantuar.blogspot.com.es/2011/12/did-jewish-temple-virgins-exist-and-was.html
Sobre la traducción del versículo de Isaías: http://es.wikipedia.org/wiki/Libro_de_Isa%C3%ADas#Traducci.C3.B3n_al_griego_del_.C2.ABTanaj.C2.BB
Otro repaso a la tradición apócrifa de Joaquín, Ana y María: http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=19728
Y otro texto donde ya lo mezcla todo y más: http://www.capillacatolica.org/NacimientoVirgenMaria.html

1 comentario:

  1. Anónimo9:22 p.m.

    Detalle que siempre me ha llamado la atención:
    Como es posible que los judíos, que dan tantísima importancia a la fertilidad y a la procreación, al mismo tiempo consideren un tabú tan importante la menstruación, cuando sin esta no puede haber aquella.

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